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Remismundo, Rey suevo (460-468).

Rey suevo que gobernó entre los años 460 y 468. Hijo del monarca Maldras, fue proclamado rey por una facción de la población sueva, pero tuvo que enfrentarse con su primo Frumario en la lucha por el trono hasta la muerte de éste en el año 464. Esta disputa hizo que el reino suevo estuviese durante algún tiempo dividido bajo el gobierno de dos reyes, los cuales dirigieron sus políticas a conseguir el afianzamiento del territorio que controlaban. Remismundo devastó las poblaciones marítimas y las costas del convento lucense, así como el territorio auregense (el actual territorio de Ourense). Lógicamente estas actuaciones le enfrentaron de un modo continuo tanto con la población galaica como con la romana, lo que hizo que éstas enviaran una embajada al rey visigodo de Tolosa, Teodorico II, con el fin de que les librase de las continuas devastaciones a las que estaban sometidas por parte de los suevos. A la vez, el propio Remismundo buscaba el apoyo visigodo para imponer su autoridad, al tiempo que le era necesario mantener buenas relaciones con el poderoso monarca de Tolosa. La respuesta de Teodorico II a las peticiones galaicorromanas fue enviar a la Gallaecia un legado, Cirila, con la misión de discutir los problemas entre la población autóctona y los suevos. En un principio pareció que se llegaba a un acuerdo de paz, pero, a la marcha de este legado, los suevos iniciaron las hostilidades, lo que motivó el regreso de Cirila. Remismundo debió de temer una intervención visigoda y decidió viajar a Tolosa para discutir directamente el asunto con el propio Teodorico II, conversaciones que se traducirían en la firma de un tratado de paz en el año 464. En este mismo momento acaeció la muerte de Frumario, lo que favoreció directamente su posición, ya que consiguió unir bajo su mando a todos los suevos, y permitió poner fin a una guerra civil en la que la población galaicorromana fue la más perjudicada. Ya en esta afianzada posición de poder, Remismundo continuó su política de acercamiento a los visigodos, que vería su plasmación en una importante relación diplomática y en la firma de nuevos tratados de paz. La máxima expresión de estas buenas relaciones fue el matrimonio que contrajo Remismundo con una doncella goda, probablemente una princesa de la familia real. La influencia visigoda también tuvo repercusiones en la esfera religiosa. De los acuerdos entre Remismundo y Teodorico II se decidió el viaje al reino suevo del gálata Ajax, cuya misión fue la de convertir al pueblo de los suevos (en parte aún pagano, en parte católico) al arrianismo. Pero este acercamiento a los visigodos no le impidió actuar violentamente contra la población indígena galaica y contra los galaicorromanos. La entrada en Coimbra y el maltrato al que fue sometida la familia Cántabros, la principal de la ciudad, de la que se llevaron cautivos a la mujer y a los hijos, molestó sobremanera a Teodorico II; inquieto Remismundo por posibles represalias, se apresuró a enviar a Tolosa legados con peticiones de disculpa. Pero Remismundo continuó su juego a dos bandas, ahora fue el pueblo galaico de los aunoneses (pueblo de difícil localización que algunos autores sitúan entorno a Tui), contra los que luchó el rey Maldras, los que sufrirían el ataque de los suevos en el año 465; al año siguiente, este pueblo envió al legado Opilio a la corte de Teodorico II para que fuese escuchada y apoyada la causa de sus gentes. Fue en ese momento cuando Eurico, tras asesinar a su hermano Teodorico, fue proclamado rey y fue él el que se encargó de esta situación; envió embajadores para verificar los tratados entre ambos pueblos y lograr la firma de una paz con los aunonenses, la cual se produciría en el año 468. Pero el talante guerrero de Remismundo motivó nuevos enfrentamientos y, en definitiva, su propia caída. Coimbra fue atacada inesperadamente, las casas fueron saqueadas, parte de las murallas destruidas y sus habitantes fueron asesinados, cautivos o dispersados, tras lo que se devastó la comarca; de ahí se dirigieron a Lisboa, que fue entregada sin ofrecer resistencia por Lusidio a los suevos. Este hecho agotó la paciencia de los godos y Eurico, temeroso de una nueva expansión sueva por Hispania, como la producida en tiempos de Rekhiario, envió inmediatamente tropas en ayuda de la Lusitania. Una vez llegados los ejércitos a Mérida, se dirigieron a Lisboa, tomaron la ciudad y castigaron tanto a suevos como a los romanos que les apoyaron. Tras la victoria visigoda, los suevos se retiraron y quedaron constreñidos al noroeste peninsular. Se puso así fin a un periodo de esplendor suévico y al inicio de un siglo en el que su existencia se tornó oscura, sin dejar casi rastro en las fuentes.

Bibliografía

  • VV.AA. España Visigoda. En Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal. Tomo III. (Madrid, Espasa-Calpe: 1985).

  • ORLANDIS, J. Época Visigoda (409-711) en Historia de España Vol. 4 coordinada por Ángel Montenegro Duque. (Madrid, Editorial Gredos: 1987).

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  • dfcf