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HistoriaBiografía

Raznatovic, Zeljko, o "Arkan" (1953-2000).

Dirigente paramilitar serbio, nacido en Eslovenia en 1953 y fallecido en Belgrado, a consecuencia de un tiroteo, el 15 de enero de 2000. Más conocido por el apodo de Arkan, fue uno de los principales culpables del atroz genocidio perpetrado por el integrismo serbio en los conflictos civiles balcánicos que asolaron la antigua Yugoslavia entre 1989 y 1999. Durante este período de tiempo, la comunidad internacional no dejó de asombrarse ante las genocidas y sangrientas acciones cometidas por quien ocupa un lugar destacado en la larga lista de salvajes criminales alumbrados en el siglo XX.

Un delincuente en el servicio secreto yugoslavo

Apenas se conocen datos de su infancia, de su traslado desde su Eslovenia natal hacia Belgrado, o cualquier otra pista que defina los orígenes de su actividad delictiva. El caso es que, entre 1975 y 1985, el nombre de Zeljko Raznatovic reposaba en los archivos de la Interpol europea como el principal y más peligroso dirigente de la mafia yugoslava. En este sentido, los atracos bancarios a mano armada, la extorsión y chantaje, la evasión fiscal y el blanqueo de dinero proporcionado por el narcotráfico y la prostitución eran sus pautas de comportamiento más aquilatadas, lo que le llevó a un largo peregrinar por diferentes cárceles europeas, principalmente en Suecia y Alemania. También por aquel entonces comenzaban a circular las noticias sobre su iracundo carácter, sus sangrientos castigos y su desmesurada afición por los placeres caros. Antes de 1980, había contraído dos matrimonios y tenía, entre legítimos e ilegítimos, alrededor de ocho hijos. No obstante, el inicio del desmoronamiento de la Yugoslavia de Tito produjo en él efectos beneficiosos: su carácter inflexible e intolerante le encumbró como el máximo dirigente de la extrema derecha de Belgrado, especialmente en aquellos círculos donde se comenzaría a fraguar el genocidio yugoslavo.

Por ello, no extrañó en demasía que, en 1982, Raznatovic ingresase en el servicio secreto de Yugoslavia, dirigido por el radicalismo serbio, donde comenzó a prestar sus primeros "servicios" asesinando a disidentes yugoslavos por toda Europa, preferentemente en Alemania. Además, sus nunca abandonadas conexiones con la mafia, yugoslava y europea, hicieron de él casi un héroe, ya que aseguró, mediante el contrabando, el abastecimiento de materias primas al comienzo de los embargos internacionales sobre Yugoslavia. Hacia 1988 se unió a Slobodan Milosevic, futuro presidente de la Yugoslavia desgajada, con un terrorífico pacto: reclutar, entrenar y mantener a unas tropas paramilitares (chetniks), destinadas a defender el paneslavismo serbio hasta sus últimas consecuencias.

El señor de la guerra

Después de 1989, cuando Eslovenia decidió declararse independiente, Raznatovic, a su vez, comenzó su transformación en Arkan, el terrorífico criminal de guerra. El edificio de Tito continuó su caída (Croacia en 1990, Bosnia-Herzegovina en 1991), y Arkan vio la posibilidad de hacerse un hueco, económico sobre todo, enarbolando el poco convincente patriotismo serbio de quien no había dudado en compartir camaradería con los antiguos comunistas. El caso fue que los chetniks, dirigidos por Arkan, hostigados por Milosevic, y por encima de la estúpida autosuficiencia de la Unión Europea, comenzaron a actuar. El modus operandi era sencillo: el ejército oficial de Yugoslavia operaría hasta el límite de la legalidad; posteriormente, Arkan y sus chetniks se encargarían de las crueldades y atrocidades que hicieran falta para dejar claro quién era el dueño del avispero balcánico. Al fin y al cabo, Milosevic, el antiguo compañero de correrías delincuentes sazonadas de falso eslavismo, ya era presidente de la República desmoronada, y de ninguna manera iban a permitir que la población serbia residente en territorios escindidos quedase "indefensa".

Según datos posteriores de ACNUR, la primera intervención de Arkan en la guerra yugoslava tuvo lugar en 1991, en el asedio de Vukovar (Croacia), cuando después de que el ejército federal yugoslavo hubiese arrasado la ciudad con sus bombas, y mientras ambos bandos intentaban firmar un tregua, unos 200 chetniks comandados por Arkan se dirigieron al hospital de campaña y obligaron a salir a unos 250 soldados croatas convalecientes. Los soldados fueron llevados a un descampado en las afueras de la ciudad y ejecutados por las milicias paramilitares, con el expreso fin (desarrollado en todo un elenco de literatura panfletaria que los chetniks dispersaron por la todavía humeante ciudad) de que los croatas tomaran buena nota de cuál era el futuro que les deparaba. Al día siguiente, Arkan estaba a salvo de represalias en Belgrado, dispuesto a tomar posesión de su acta como diputado del parlamento serbio del presidente Milosevic (aunque su ingreso efectivo no se produciría hasta el año siguiente..., cosas de la guerra) y, a su vez, asegurar a los serbios que el embargo de combustibles no les afectaría. Naturalmente, desde este mismo momento, la fortuna de Arkan comenzó a ser desmedida, pues controlaba la distribución ilegal de combustible y otras materias primas en la castigada Yugoslavia.

Las atrocidades en Bosnia-Herzegovina (1991-1995)

El incidente de Vukovar no fue sino la primera de una larga serie de acciones entre las que se incluían también la deportación masiva de croatas y las expediciones nocturnas de castigo, en las que los chetniks obligaban a los enemigos a abandonar sus domicilios para alojar en ellos a familias serbias de Croacia. La firma de un acuerdo entre serbios y croatas, en enero de 1992, donde se marcaban unas pautas de desalojo de tropas, puso fin momentáneo a estos desmanes. Casi al mismo tiempo, comenzaban a llegar al Tribunal Penal Internacional de La Haya los informes de observadores de ACNUR sobre el sangriento devenir de Arkan; para poner a salvo a su principal bastión militar, Milosevic, y con él las fuerzas vivas de la extrema derecha serbia, iniciaron una campaña de popularidad del criminal cuyo paso más importante, además del acceso al parlamento, fue que Arkan ostentase la presidencia de uno de los clubes de fútbol más populares de Belgrado, el Obilijc.

Asegurada su imagen de héroe nacional serbio (y también su dominio de la situación contrabandista) y salvado el primer envite internacional, Arkan volvió a estremecer al mundo en la guerra entre Yugoslavia y Bosnia-Herzegovina, donde también contó con la aquiescencia de otro representante de la esquizofrénica casta política balcánica: el siniestro Radovan Karadzic, presidente de la autoproclamada República Serbia de Bosnia. El modus operandi citado anteriormente fue la mejor de las armas de Karadzic, toda vez que los insidiosos gobiernos europeos habían reaccionado (con la tardanza habitual en estos poco crematísticos casos) y Milosevic hubiera tenido serios problemas en caso de prestar tropas federales a los desmanes de los serbio-bosnios. Arkan, pues, dirigió la repatriación de, al menos, un millón de musulmanes bosnios hacia otras zonas, de expulsarles de sus casas en beneficio de sus compatriotas, del establecimiento de los francotiradores que asolaron Sarajevo, Krajina, Mostar y Prístina, y, principalmente, de la violación sistemática, por parte de sus chetniks, de cualquier derecho de la condición humana, como pudo observarse (entre otros ejemplos de una lista interminable), en el asedio de Banja Luka (1995), donde unos dos centenares de musulmanes (incluidos ancianos y niños) fueron ejecutados y enterrados en fosas comunes por la mitad de sus chetniks... mientras la otra mitad vejaba sexualmente, con el beneplácito de su dirigente, a las mujeres musulmanas de la ciudad, otro de los detalles del genocida serbio más, tristemente, habituales.

Sus últimos horrores: Kòsovo (1995-1999)

Durante el último lustro del siglo XX fue frecuente hasta la náusea la aparición sistemática del criminal serbio en medios públicos de Belgrado cada vez que la ONU decretaba un nuevo embargo sobre la ya de por sí castigada población serbia. El esperpento de observar cómo el máximo beneficiado, económica y militarmente, de las durísimas condiciones de vida yugoslavas llamaba a la calma, a la lucha y al sacrificio a sus compatriotas sólo era comparable al oprobio de su impunidad para hacerse con un extraordinario patrimonio inmobiliario en la capital, comenzando por el Hotel Intercontinental y todo el emporio (casino, sauna, tiendas comerciales) inherente a la estructura hotelera, en sus manchadas manos (de sangre y de contrabando) desde 1995. A su vez, la campaña de lavado de imagen puesta en marcha por Milosevic continuaba su andadura, pues mientras Arkan estuviese a salvo, también lo estaba su presidente. De esta forma, a comienzos de 1996 (en uno de los más crudos inviernos de un país aniquilado por la acción interior y exterior), la retórica propagandística intentó ilusionar a la población mediante la conmovedora historia de amor del sanguinario Arkan, que había sucumbido ante los poderosos encantos de Ceca, llamada en realidad Svetlana Velickovic, la más popular cantante folk de Yugoslavia. En cualquier caso, el regalo de bodas que recibió la pareja fue la orden de busca y captura del ilusionado novio, emitida por el Tribunal Penal Internacional en la persona de la fiscal canadiense Louise Arbour, acusándole de crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad.

La orden internacional obligó a Arkan y a sus secuaces a actuar de manera más cautelosa, aunque con idénticos y procaces resultados. De esta forma, las Milicias Serbias de Protección (los chetniks de toda la vida) se desintegraron dentro del pseudopatriótico nombre de Fuerza de Voluntarios Serbios (los chetniks de toda la muerte), y pasaron a actuar en Kòsovo, donde la mayoría de población albano-kosovar, con la ayuda del ELK, en su intento por resucitar la independencia de otras regiones balcánicas, únicamente acabaron por vivir en funesto primer plano el resurgir de las deportaciones, los asesinatos y las fosas comunes. Con las riendas de la operación, Arkan dirigió la limpieza étnica y la deportación ilegal hacia Macedonia de al menos treinta millares de albano-kosovares en 1998, con el sarcástico golpe de humor negro de introducir, en los trenes y autobuses que conducían al infierno de los campos de refugiados, un hilo musical con canciones de su flamante y voluptuosa esposa.

Este detalle, aunque pueda parecer nimio, significó el primer roce de importancia entre Milosevic y Arkan, puesto que el máximo secreto con que el primero había diseñado la intervención de su perro de presa fue descubierto por los emisarios de ACNUR, quienes, ante el desafío intolerable de Arkan, anularon las operaciones y precipitaron la intervención de la OTAN en el conflicto. Es bastante posible que la más patética de las masacres perpetradas por el criminal serbio estuviese relacionada con ambas cuestiones: la desaprobación del que hasta ahora había sido su máximo valedor, Milosevic, y la urgencia de regresar a Belgrado antes de la medicinal y destructiva percusión recetada por los aviones de la Alianza Atlántica. El caso fue que, en febrero de 1999, una docena de niños albano-kosovares, acusados de atentar contra la unidad yugoslava, fueron ajusticiados personalmente por el salvador del paneslavismo serbio mediante un tiro en la nuca en las cercanías de Celine. A las pocas horas, ríos de champán francés y toneladas de caviar iraní corrían por el Hotel Intercontinental de Belgrado para celebrar el regreso del... héroe.

Mafia y corrupción

La vigilancia policial y militar de las autoridades internacionales cercenó la, hasta entonces, infinita capacidad de movimiento de Arkan, que quedó prácticamente relegado a su feudo hotelero de la capital. Al tiempo, el castigo sufrido por la población serbia a raíz de la intervención de la OTAN en Belgrado, además de debilitar la posición de Milosevic en la presidencia de la República, había significado el fin de la tan fructífera relación criminal entre Arkan y Slobo, pues la firma de las condiciones de paz por parte de Milosevic había sido calificada como "traición a la patria" por su perro de presa. Rota la relación al rebelarse el can contra su amo, Arkan continuó evadiendo el banquillo internacional ayudado por su extraordinaria relación con la mafia europea, a la vez que siguió siendo el principal beneficiado de cualquier actividad delictiva y de contrabando, ayudado por su nuevo socio en el crimen organizado, el no menos poderoso Goran Sijan. Protegían su posición casi todos los estamentos yugoslavos, pues los puestos de importancia estaban ocupados, en su inmensa mayoría, por antiguos chetniks de Arkan, que, si bien no simpatizaban en absoluto ya con su antiguo jefe, sí temían sus sangrientas resoluciones. Según informes de ACNUR y de Interpol, Arkan sostenía, durante el año 1999, un patrimonio cifrado en algo más de cien millones de dólares, lo que equivalía a considerar sus recompensas, sobornos, propinas y gratificaciones como la principal fuente de ingresos de la población yugoslava. El señor de la guerra se había convertido, por mor de la protección política, la fama de indómito luchador y el dominio de la mafia y la corrupción, en el verdadero señor de Yugoslavia, emperador del miedo y del terror en un país descompuesto hasta la extenuación.

Pese a ello, tal como suele ser repugnantemente habitual en este tipo de eventos, siempre hay una presa más codiciada que, en este caso, fue el propio Milosevic. El repentino interés de la espúreamente llamada "comunidad internacional" por descargar la conciencia colectiva mediante la captura del presidente yugoslavo llevó al personaje biografiado a sopesar una suculenta oferta, realizada por emisarios de uno de los más poderosos países del planeta: entregarse al Tribunal Penal Internacional como criminal de guerra, y obtener sustanciosas rebajas en su condena a cambio de la firma de una declaración jurada contra su antiguo camarada Slobo. Cuando alguna agencia de información mundial se atrevió a dar por cierta la noticia, durante el verano de 1999, ciertos trámites burocráticos hicieron desconfiar al criminal y, finalmente, no llevó a cabo tan patriótico plan. Pero los ajustes de cuentas mafiosos, guiados, asimismo, por sus propios "organismo internacionales", no tuvieron tanta condescendencia. Algún asunto debió salir mal para que, en diciembre de 1999, el socio de Arkan, Goran Sijan, cayese abatido a balazos en el centro de Belgrado. Apenas un mes más tarde, el propio Arkan, rodeado de guardaespaldas y en su propio encierro dorado del Hotel Intercontinental, recibía tres impactos de bala en el cráneo, el 15 de enero de 2000, y fallecía cuando era trasladado a un hospital. La caótica situación de Yugoslavia, dominada por el crimen organizado, ni siquiera sirvió para que, en círculos internos, no se pensara en el propio Milosevic como instigador del suceso, pues jamás había perdonado a Arkan que éste quisiese aceptar la oferta occidental para declarar en La Haya. De todas formas, es bastante posible que jamás se sepa quién estuvo detrás de las balas que acabaron, precisamente, con aquél que había cimentado sus enormes miserias guiando esas mismas balas en la dirección más vil, hasta el punto de convertirse en uno de los más sangrientos asesinos de la Historia.

Bibliografía

  • DIEGO GARCÍA, E. de. Los Balcanes, polvorín de Europa. (Madrid: Arco Libros, 1996).

  • HOBSBAWM, E. J. Historia del siglo XX. (Barcelona: Crítica, 1996).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez