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HistoriaPolíticaBiografía

Portugal, Alfonso de (1475-1491).

Príncipe portugués, nacido en Lisboa, el 18 de mayo de 1475, y fallecido en Almerim, el 13 de julio de 1491. Hijo de Juan II, rey de Portugal y heredero al trono luso, se convirtió en heredero de Castilla merced a su matrimonio con la princesa Isabel, hija primogénita de los Reyes Católicos, aunque un desgraciado accidente acabó prematuramente con el primer proyecto luso-hispano de unión peninsular.

Infancia y primeros años

Como cualquier caballero de su abolengo, Alfonso fue educado en el arte militar, teniendo como preceptor al primo de su padre, Manuel, duque de Viseo, en una relación entre ambos que sufriría una serie de sucesos realmente paradójicos. En cualquier caso, antes de que tuviera la destreza necesaria, en las armas y en la vida, para poder decidir cualquiera de sus acontecimientos, Juan II vio en él la posibilidad de acabar con la tiranteces entre Portugal y España, aún candentes por el apoyo luso a la facción nobiliaria que apoyaba a Juana La Beltraneja en detrimento de la futura Reina Católica quien, por su parte, debió pensar algo similar tras el nacimiento de su hija, la princesa Isabel. De esta forma, la boda entre los primogénitos de Portugal y Castilla comenzó a fraguarse en 1479, en una entrevista personal que mantuvieron Isabel la Católica y su tía, la infanta doña Beatriz, duquesa de Viseo, y en la que ambas mostraron sus deseos de acabar prontamente con la guerra que enfrentaba a las casas reales de las dos coronas mediante la unión de sus respectivos herederos. El matrimonio, al fin y al cabo, tampoco sería mal visto en Aragón, toda vez que por las venas del príncipe Alfonso corría sangre aragonesa, pues era tataranieto de de Pedro IV el Ceremonioso, y también biznieto de Fernando de Antequera. Después de esta entrevista, los embajadores de Castilla, Rodrigo de Maldonado, y de Portugal, el barón de Alvito, se reunieron en Alcáçovas para negociar los esponsales. De las conversaciones de Alcáçovas surgió el tratado de Moura, ratificado el 6 de marzo de 1480, mediante el cual quedaba establecido el compromiso de que las bodas se celebrarían, por poderes, cuando el príncipe contase con siete años (1482), y el enlace definitivo cuando contase con la mayoría de edad, catorce años, es decir, en 1489. En el tratado también quedaba especificado que la princesa Isabel contaría con una elevada dote (cuarenta contos de reis), cantidad en que iba incluido un porcentaje, cercano a la mitad, considerado como indemnización portuguesa a la guerra entre ambos estados.

Al ser una boda pactada con claros tintes de paz, ambos pretendientes, a modo de rehenes en tercerías, pasaron a residir en los países vecinos. De esta forma, el príncipe Alfonso fue entregado a Isabel la Católica en abril de 1480, que se había desplazado a Moura para tal efecto. No obstante, el barón de Alvito fue comisionado por Juan II para vigilar la educación del príncipe, por lo que el noble portugués pasó a residir de manera constante en Medina del Campo, ciudad en la que, mayoritariamente, discurrió la vida de don Alfonso en tierras castellanas. En los años siguientes, el letrado Rui de Pina (que posteriormente sería el famoso cronista de esta época) sustituyó al barón de Alvito en los asuntos relativos al príncipe. El propio Rui de Pina fue el encargado de negociar con el embajador castellano, fray Hernando de Talavera, la finalización de las tercerías, es decir, de la residencia cautelar de ambos cónyuges en la corona vecina; de esta forma, en 1483 el príncipe Alfonso regresó a Portugal para preparar su enlace con la princesa Isabel. Aunque la carencia de noticias en el lustro que separó el fin de las tercerías de su mayoría de edad imposibilita saber con exactitud el devenir del príncipe, es lógico suponer que continuase con su educación militar, letrada y caballeresca en la corte lusa.

Del compromiso a los fastos esponsales: las justas de Évora (1490)

Juan II, que residía con su corte en Almada, convocó a su consejo en abril de 1488, con objeto de validar la próxima mayoría de edad del príncipe Alfonso. La reunión ofreció como resultado el consentimiento para tal proclama, así como el visto bueno de los notables del reino para el futuro enlace. El encargado de trasladar la noticia a Castilla fue Rui de Sande, uno de los más famosos caballeros portugueses de la época, que viajó hacia Granada en junio de ese mismo año. La validación por parte del reino tuvo lugar algo más tarde, en las cortes de Évora reunidas en marzo de 1490, en las que, además de la mayoría de edad y el consentimiento de la boda, tuvo lugar un acontecimiento más solemne, como fue la jura del príncipe Alfonso como heredero del trono portugués. Tras finalizar los actos, una comisión de caballeros lusos, encabezada por Fernán de Silveira (regidor del reino), Juan Teixeira (canciller mayor) y el citado Rui de Sande, fue encargada de viajar a Castilla para recoger a la princesa Isabel, pues la boda habría de celebrarse en territorio luso.

La princesa Isabel fue recogida en Sevilla, donde se hicieron grandes fiestas por el enlace, y trasladada a Portugal vía Extremadura. El primer encuentro entre los enamorados tuvo lugar el 23 de noviembre de 1490, en Estremoz, lugar donde el séquito castellano, conducido por el duque don Manuel, tío del príncipe Alfonso, había descansado para cenar, en el monasterio de Nuestra Señora del Espiñeiro. Siguiendo la opinión del historiador portugués Cordeiro (art. cit., p. 40), parece que el cenobio fue el lugar de algo más que el primer contacto visual entre Isabel y Alfonso: "quedó doña Isabel en ese monasterio, donde vino su enamorado esposo a visitarla y, si vera est fama, allí consumóse el matrimonio, con gran escándalo de los frailes cuando lo supieron".

Cuatro días más tarde, la catedral de Évora fue testigo del enlace de ambos cónyuges, en una ceremonia apadrinada por el doctor Cataldo y oficiada por el arzobispo de Braga, con una gran asistencia de público, impresionado por el enorme despliegue lúdico del posceremonial. Efectivamente, las bodas de Isabel y Alfonso fueron algo más que un enlace matrimonial, ya que las fiestas y celebraciones subsiguientes, denominadas en general como justas de Évora, supusieron uno de los momentos culminantes en la actividad lúdico-militar de la Edad Media europea.

La muerte del príncipe

Después de disfrutar de las fiestas, los recién casados partieron hacia el monasterio de Espiñeiro, curiosamente, huyendo de un brote de peste recién aparecido en Évora. Tras un breve viaje a Viana (enero de 1491), y el retorno a Évora en febrero para pasar las fiestas de Carnaval, Isabel y Alfonso se trasladaron a Santarémal comienzo de la primavera, donde pensaban pasar el verano. Sin embargo, en julio, y tras un almuerzo en Almerim, el rey Juan II, que acompañaba a la pareja, regresó a la corte para reunir a su consejo. El príncipe Alfonso, acompañado de otro de los caballeros de su séquito, Juan de Meneses, maestresala y gobernador de la casa del príncipe, iniciaron una carrera de caballos por la playa, para regocijo de los presentes... hasta que Alfonso cayó al suelo, tras un aparatoso tropiezo de su montura. El revuelo de toda la corte fue impresionante, sobre todo después de que los primeros auxilios no dieran resultados. Los físicos regios nada pudieron hacer, salvo prolongar unas horas la agonía hasta que, a primera hora del 13 de julio, al día siguiente de la caída, el príncipe expiró. Fue trasladado hasta el monasterio de Santa María de la Victoria, donde se le enterró con toda solemnidad el 25 de agosto. Atrás quedaba la posibilidad de unión de Castilla y Portugal, y atrás quedaba la relumbrante mas efímera luz de las fiestas de Évora. A la muerte del príncipe bien le valdría como epitafio el tópico del ubi sunt? manriqueño ("¿Fueron sino devaneos / qué fueron sino verduras / de las eras, / las justas e los torneos, / paramentos, bordaduras / e cimeras?"). No obstante, García de Resende, el poeta-cronista luso, le dedicó otro epitafio (Miscelânea, ed. cit., p. 341) de idéntica belleza lírica y que ilustra inmejorablemente los sentimientos que produjo el llorado acontecimiento:

Era de dezaseis annos, Por sua gram fermosura
e casado de octo meses, foy no mundo nomeado
perfecto entre os mundanos, angelica criatura;
muy quisto dos castelhanos, nunca foy tal desventura
descanso dos portugueses. nem Principe tam amado!
Huna triste terça feira, Em Castella e Portugal
correndo huna carreira, foy tam sentido seu mal,
em huno cavallo cahio: tan chorado em toda Espanha,
nunca fallou nem bolio que foy tristeza tamanha
e morreo desta maneira. que se nam vio outra tal.

Bibliografía

  • CORDEIRO DE SOUSA, J. M. "Notas acerca de la boda de Isabel de Castilla con el príncipe don Alfonso de Portugal". (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LX, 1 [1954], pp. 33-51).

  • RESENDE, G. DE Crónica de dom João II e Miscelânea. (Ed. J. Veríssimo Serrão, Lisboa, Imprensa Nacional-Casa da Moeda :1973).

  • SALAZAR DE MENDOZA, P. Origen de las dignidades seglares de Castilla y León. (Madrid: 1881).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez