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LiteraturaBiografía

Porcel y Salablanca, José Antonio (1715-1794)

Poeta y sacerdote español, nacido en Granada en 1715 y fallecido en su ciudad natal el 21 de enero de 1794. Hombre de elevado ingenio y acusada sensibilidad artística, fue uno de los grandes animadores de la vida cultural de su tiempo, en la que intervino activamente como asistente asiduo a algunas de las academias literarias más famosas de su cuna granadina (como la del Trípode, a la que concurrió bajo el pseudónimo de "El caballero de los Tahalíes") y de la capital del Reino (como la celebérrima Academia del Buen Gusto, en la que tomó parte disfrazado como "El Aventurero"). En estos círculos poéticos donde se fraguaban las modas y corrientes que dominaban la estética literaria de buena parte del Siglo de las Luces español, José Antonio Porcel y Salablanca presentó numerosos poemas de exquisita y compleja factura culterana, que le situaron entre los principales epígonos dieciochescos de don Luis de Góngora y Argote.

Hijo natural de un noble perteneciente a la alta aristocracia granadina, recibió desde niño una esmerada formación que orientó sus pasos hacia la carrera eclesiástica. Cursó con provecho en Granada esos estudios que le pagaba la familia de su padre y pronto recibió las órdenes mayores que le investían con el rango sacerdotal, con lo que dio inicio a una sosegada progresión dentro de la Iglesia -eran sus inquietudes más literarias que espirituales- que, a la postre, le permitió ocupar un cómodo cargo de canónigo en la catedral de Granada.

Entre sus amistades más influyentes, figuraba el aristócrata de Alcalá la Real (Jaén) don Alfonso Verdugo Castilla (1706-1767), Conde de Torrepalma, militar y diplomático bien recibido en la Corte, hombre de vasta formación cultural (fue uno de los fundadores de la Real Academia de la Historia, y miembro de la Española y la de San Fernando) y, por encima de todo, reputado poeta entre sus contemporáneos. Bajo la protección de éste, José Antonio Porcel y Salablanca ingresó en la ya citada Academia del Trípode granadina, donde, bajo el ya mencionado nombre de "El Caballero de los Tahalíes", dio a conocer sus primeras composiciones poéticas a un selecto ramillete de vates formado -entre otros- por el susodicho Conde de Torrepalma (allí conocido como "El Acólito Aventurero"), Alonso Dalda y Pérez (capellán del Sacro Monte granadino, que se hacía llamar "El Caballero de la Peña Devota") y Luis José Velázquez de Velasco ("El Caballero Doncel del Mar"). En las sesiones poéticas de este notable cenáculo granadino, Porcel y Salablanca tuvo ocasión de leer algunas de las cuatro églogas venatorias que conforman su largo poema titulado "El Adonis", obra por la que ha pasado a la historia de la poesía española como uno de los más inspirados continuadores de las propuestas estilísticas de Góngora, aunque también es notable en ella la influencia directa de Garcilaso de la Vega.

De la mano también de Torrepalma, José Antonio Porcel y Salablanca se presentó en los principales círculos poéticos de Madrid, ciudad en la que habría de discurrir una buena parte de su vida a partir de 1748. En la capital, al lado de su inseparable amigo, se convirtió en uno de los fundadores de la famosa Academia del Buen Gusto (pronto reconocida como la más importante de cuantas existían en España), junto con otros grandes poetas de mediados del siglo XVIII, como Blas Antonio de Nasarre (que adoptó el pseudónimo de "El Amuso"), Agustín de Montiano y Luyando ("El Humilde"), José de Villarroel ("El Zángano") y los desconocidos "El Ícaro" y "El Remiso". Pronto se sumaron como concurrentes habituales el conde de Saldueña ("El Justo Desconfiado"), el duque de Béjar ("El Sátiro") e Ignacio de Luzán ("El Peregrino"); algún antiguo cofrade de la Academia del Trípode, como Luis José Velázquez, marqués de Valdeflores ("El Marítimo"); y otros poetas cuya identidad no ha trascendido, como "El Incógnito" -que supo hacer honor a su apelativo- y "El Aburrido". Ante esta selecta concurrencia (entre la que el conde de Torrepalma era ahora conocido como "El Difícil"), José Antonio Porcel y Salablanca (ahora "El Aventurero") dio a conocer su versión definitiva de "El Adonis", empezado a redactar diez años antes (aproximadamente, hacia 1741) para ser leído en la Academia del Trípode. Las cuatro églogas venatorias que lo conforman -en las que el tema de la caza se entrevera inevitablemente con el amor, el abandono de la castidad y la tragedia provocada por los celos- van relatando de forma fragmentaria el mito de Venus y Adonis, enriquecido con otras muchas referencias mitológicas que Porcel y Salablanca extrajo directamente de las Metamorfosis de Ovidio. La crítica especializada ha señalado, además, notables influencias estilísticas (tanto en la selección del vocabulario como en la elección del molde estrófico) de las églogas de Garcilaso y, desde luego, de las Soledades y el Polifemo de don Luis de Góngora, dentro, eso sí, de una meritoria pretensión de originalidad que José Antonio Porcel, en su condición de sacerdote (y, sin duda, moralista dieciochesco) logra alcanzar mediante la sutil incorporación a los argumentos conocidos de diversos valores morales y verdades teológicas.

Por lo demás, resulta digna de encomio la actitud del poeta granadino a la hora de intentar adecuar los viejos temas y motivos de la tradición clásica grecolatina a ese complejo estilo culterano del que era devoto seguidor. Al presentar su poema ante sus ilustres contertulios, Porcel y Salablanca justificó con estas palabras tan sutiles la elevación lingüística y conceptual a la que se remonta su estro: "Tratándose de una égloga venatoria, y siendo los que hablan cazadores, que pueden ser príncipes y aun reyes, y no sólo gentes del campo, conviene emplear el lenguaje culto y el estilo elevado". Con este planteamiento tan ingenioso (a saber: la elección de cazadores de alta alcurnia como protagonistas de la égloga, en menoscabo de sus tradicionales actantes, los pastores), José Antonio Porcel pretendió desactivar una de las más destructoras cargas explosivas lanzadas habitualmente por los detractores del género bucólico: la falta de adecuación entre la rudeza de sus personajes y el encumbrado lenguaje con que se expresan. El resultado, en fin, alcanza un elevado tono que, sin embargo, no arrastra el artificio pretencioso que hace prácticamente ilegible algunas piezas de otros epígonos del culteranismo en el siglo XVIII: "Tan cruelmente en sus cuidados arde / quien de Amor atrevido / fía, inocente, el corazón cobarde, / que siente sin sentido. / Si las glorias de amor traen estos daños / Mal hayan sus engaños".

El virtuosismo de "El Adonis" y otras composiciones célebres de José Antonio Porcel y Salablanca condujo al sacerdote granadino hasta la Real Academia Española y la Academia de la Historia, donde se escuchó también con agrado su espléndida "Fábula de Alfeo y Aretusa", dedicada "al señor Francisco Ramírez de Arellano, alcalde del crimen en la real audiencia de Barcelona", y considerada como uno de los ejemplos más acabados de la pervivencia del gongorismo en el Siglo de las Luces. Véase, como demostración palmaria de esta facilidad para la emulación creativa, la descripción de la protagonista, "que con sintaxis menos latinizante que la del gran cordobés -según anota el profesor John H. R. Polt (vid., infra, "Bibliografía")-, imita su riqueza sensual, su desarrollo temático y su gusto por el oxímoron y las formulaciones antitéticas": "Bajando al pecho de su blanco cuello, / mucha nieve en dos partes dividía, / sobre cuyo candor suelto el cabello, / las hebras de oro el viento confundía; / así inunda de rayos el sol bello / nevado escollo al despuntar el día; / de sus manos, en fin, son los albores / incendios de cristal, hielos de ardores".

Esta consciente y feliz emulación del arte gongorino abarca también, como no podía ser menos, el ameno género de la poesía burlesca, con especial regodeo en una de las variantes que más sedujeron al maestro imitado: la interpretación burlesca del mito. Así, del mismo modo que don Luis se mofó, con asombroso derroche de artificios retóricos, de algunas leyendas mitológicas tan celebradas por los poetas serios como las de Hero y Leandro o la de Píramo y Tisbe, José Antonio Porcel y Salablanca hizo acopio de ingenio para poner en clave de solfa, en su poema titulado "Acteón y Diana", el inesperado encuentro entre la diosa de la castidad y el desventurado cazador; el cual, antes de ser convertido en venado por la deidad -harto furiosa por haber sido sorprendida desnuda mientras se bañaba-, tiene ocasión de dirigir a Diana y a sus acompañantes estos lascivos desplantes: "-Vanos son esos trabajos, / ninfas -dice-; no gritéis, / ni vuestros tiples me alcéis, / que yo busco vuestros bajos. // Mi brazo es de todas mangas, / por feas no os aflijáis; / que yo, porque lo sepáis, / también suelo cazar gangas. // Porque vea, no haya penas, / Diana, tus cuartos menguantes; / que mis cuartos son bastantes / para hacerte luna llena. // Que seas casta no contrasta / lo que a tu honor es debido, / porque lo que yo te pido / cosa es que te deja casta".

Cabe recordar, además, la veta alegórico clasicista que, al igual que sus modelos de la centuria anterior, cultivó con singular acierto Porcel y Salablanca, como se pone de relieve en dos composiciones fechadas en 1746: su "Epitafio de Felipe V" y, sobre todo, su también famosa "Canción heroica", dedicada "A nuestros católicos reyes don Fernando el Sexto y doña María Bárbara", a quienes por vía de estos versos "felicita, en su exaltación al trono de las Españas, un su ignorado pero leal vasallo". Poesía, como se ha indicado, de honda severidad alegórica, en la que se personifican algunos conceptos abstractos (como la Verdad, la Virtud, la Lisonja, la Traición, etc.) al tiempo que las figuras de los reyes adquieren una majestuosidad estatuaria que acaba por despersonalizarlas para convertirlas en símbolos perennes de la grandeza que motiva la exaltación del poeta: "Tanta, pues, en los días de Fernando / abundancia de paz y de justicia / nacerá a sus vasallos oportuna; / esta esperada paz será propicia, / hasta que del gran padre suscitando / el ánimo, la espada y la fortuna, / del solio haga caer la media luna [...]".

Además de estos poemas mayores, la obra de José Antonio Porcel y Salablanca comprende sonetos y canciones de diversa naturaleza, así como numerosos escritos de circunstancias motivados -la mayor parte de ellos- por sucesos o anécdotas relacionados con su fructífera participación en las academias literarias de su época. Entre estos últimos, cabe recordar un vejamen titulado "Juicio Lunático del Fiscal de la Academia", fechado el 1 de octubre de 1750.

Bibliografía

  • ARCO, A. del: "El mejor ingenio granadino del siglo XVIII: don José Antonio Porcel y Salablanca", en La Alhambra (Granada), nº XXI (1918), pp. 73-75, 93-99, 121-123, 147-149 y 169-171.

  • CASO GONZÁLEZ, J. M.: "La Academia del Buen Gusto y la poesía de la época", en La época de Fernando VI (Oviedo: Cátedra Feijoo, 1981), pp. 383-418 [Textos y Estudios del siglo XVIII, nº 9].

  • CUETO, Leopoldo Augusto: "Bosquejo histórico-crítico de la poesía castellana en el siglo XVIII", en Poetas líricos del XVIII (Madrid: Rivadeneira [Biblioteca de Autores Españoles], 1869-1875), 3 vols. (núms. LXI, LXIII y LXVII). Reeditado por Atlas, 1952. (BAE, tomo LXI, pp. V-CCXXXVII).

  • GLENDINNING, Nigel: El siglo XVIII (Barcelona: Ariel, 19834) [t. IV de Historia de la Literatura Española].

  • HAZAÑAS Y LA RÚA, J.: Noticias de las Academias literarias, artísticas y científicas de los siglos XVII y XVIII (Sevilla, 1888).

  • MARÍN, Nicolás: "La Academia del Trípode (Granada, 1738-1748)", en Romanistisches Jahrbuch, nº XIII (1962), pp. 313-328.

  • ---: Poesías y poetas del setecientos. Torrepalma y la Academia del Trípode, Granada: Universidad, 1971.

  • OROZCO DÍAZ, Emilio: "Para la biografía de Porcel y Salablanca. (Comentario a unos documentos inéditos)", en Homenaje al Profesor Emilio Alarcos García (Valladolid, 1965-1967), 2 vols. [t. II, pp. 391-399].

  • ---: "Porcel y el barroquismo literario del siglo XVIII (Síntesis anticipada de un estudio en preparación)", en Cuadernos de la Cátedra Feijoo (Oviedo), nº 21 (1968).

  • POLT, John H. R.: Poesía del siglo XVIII, Madrid: Cátedra, 1984.

  • TORTOSA LINDE, Mª Dolores: La Academia del Buen Gusto de Madrid (1749-1751), Granada: Universidad, 1988.

Autor

  • José Ramón Fernández de Cano