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PinturaArtes industrialesBiografía

Pingret, Edouard (1788-1875).

Pintor francés, nacido en la ciudad de Saint Quentin en 1788. De familia acomodada, fue pariente del célebre Cambronne y de ilustres notarios y magistrados normandos. Su padre, representante del departamento del Aisne durante la Convención, fijó durante un tiempo su residencia en París.

Ante la vocación artística de Edouard su padre lo introdujo en el taller del pintor Louis David, a la edad de catorce años, donde sobresalió rápidamente como aprendiz despierto y eficiente.

Emprendió, dos años después, un viaje al norte de Italia. Se detuvo en Roma, donde asistió a clases en la Academia de San Lucas. En 1810 nuestro joven ya hacía envíos esporádicos al Salón Anual de Artistas, aunque no fue reconocido hasta 1824.

Etapa francesa

De vuelta a París, en 1822, ingresó como ayudante en el taller de Jean Baptiste Regnault, quien exigía una estricta preparación técnica en la proporción, el dibujo, las leyes de la perspectiva, etc. Allí trabajó largo tiempo. Recibió la influencia de Regnault, así como la de Gericault y el magnetismo de Delacroix, a quien dijo admirar y a quien, sin embargo, envidiaba por sus amplias facultades y sus sonoros éxitos; como gran parte de los integrantes de su generación, se sintió atraído por el exotismo y la fascinación que emana de los temas orientales y norafricanos.

En 1831 obtuvo su primera medalla de oro y fue agraciado con la Legión de Honor en grado de Caballero, reconocimientos que le causaron un hondo placer.

Desde 1845 se asoció con el joven pintor Edouard Louis Dubnik, que pronto se convirtió en un célebre retratista de personalidades políticas y artísticas de su época; su temperamento inquieto sedujo al pintor, a quien sirvió como agente en negocios extra-artísticos y como promotor de relaciones públicas.

Adquirió notable habilidad en el tratamiento de los grandes desarrollos históricos y encontró una magnífica oportunidad para manifestarla en una de las ambiciosas empresas culturales del rey Luis Felipe de Orleans, a cuya suerte quedó unida la carrera del pintor.

Participó en el gran proyecto de convertir el Palacio de Versalles en un importante museo dedicado A todas las glorias de Francia, gracias a la amistad que le unió al Príncipe Francois de Joinville, hijo del rey Luis Felipe.

Etapa mejicana

En el año de 1848 cayó la monarquía y la fortuna del pintor se esfumó, pues sus inversiones seguían la declinante fortuna de la familia de Orleans. Su desesperada situación económica determinó, por consejo de su amigo Joinville desde su exilio en Inglaterra, su marcha a México en 1850, para rescatar las propiedades de una compañía en la que tenía fuertes intereses, la Compagnie de Transportation Maritime Américaine.

Antes de llegar a México se instaló por un tiempo en La Habana, donde realizó una primera exposición con obras traídas de Francia, en la que no obtuvo el éxito deseado. Se trasladó a Veracruz, para luego pasar a Jalapa, Córdoba y Orizaba, donde fue muy bien recibido por terratenientes y comerciantes. Lo introdujo en esta sociedad el francés Adrian Guillaumin, cónsul honorario de Francia en las ciudades costeñas del golfo, a quien lo unía una vieja amistad. En Veracruz se encuentra otro conocido: Ernest Masson, rico francés avecinado en Tacubaya. Masson lo inició en el gusto por la arqueología prehispánica y le ayudó a formar una interesante colección de monolitos y piezas de cerámica que el pintor expatrió a Francia a su regreso.

En una exposición celebrada en 1852, expuso dieciocho cuadros de los traídos de Europa, además del retrato de Guillaumin en uniforme de diplomático francés. En la celebrada al año siguiente, presentó obras de un género poco practicado en México y que produjo una gran admiración: la representación de pasajes históricos mejicanos y escenas de costumbrismo. Esta innovación alentó un cambio en la Academia de San Carlos de México, que dejó de pintar escenas romanas o bíblicas para pasar a plasmar el apasionante mundo que les rodea, según palabras del propio artista. Las escenas de interiores de cocina y de mesón, puestas de moda por Pingret, fueron rápidamente copiadas por sus alumnos y comenzaron pronto a engalanar salones y estancias en las residencias de los afortunados.

Desde su permanencia en La Habana había venido pintando una serie de tipos populares, tanto urbanos como rurales, observados en las comarcas recorridas: Campeche, Veracruz, Córdoba, Puebla, etc.; esta serie fue ampliada en el Altiplano y finalmente expatriada a París. Casi todas estas pinturas, realizadas al óleo sobre papel preparado, presentan figuras aisladas; rara vez se agrupan dos o más personajes.

Su iracundo temperamento le llevó a un conflicto con el cónsul de su Majestad la Reina Victoria de Gran Bretaña, a quien agredió físicamente. Encarcelado a causa del incidente, fue su amigo, el ex-ministro del Interior Don Mariano Macedo, quien logró liberarlo con la ayuda de su amigo Masson, que pagó la fianza. Profundamente amargado, se deshizo de sus escasas propiedades y, con las ganancias, adquirió piezas prehispánicas y monedas antiguas de oro, equipaje con el que regresó a París.
Encontró la muerte en su casa natal de Saint Quentin el año de 1875, a la edad de 87 años.
Entre sus obras destacan los cuadros costumbristas India frutera, Tlachiquero o Charro y charra.

Bibliografía

  • RAMÍREZ ROJAS, Fausto: Arte del siglo XIX en la Ciudad de México. Madrid, 1984.

Enlaces en Internet

http://www.artesmexico.com; Wed dedicada a las artes en México.

Autor

  • Beatriz Alegre Carvajal.