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PeriodismoLiteraturaBiografía

Péguy, Charles (1873-1914).

Poeta y ensayista francés, nacido en Orléans en 1873 y fallecido en las inmediaciones de Villeroy (Seine-et-Marne) en septiembre de 1914. Pensador polémico e independiente, desplegó a lo largo de su vida una intensa actividad literaria, periodística y ensayística que, partiendo de los postulados ideológicos del socialismo, derivó a la postre hacia un cristianismo libre y crítico desde el que alertó contra cualquier degradación política, social y espiritual (incluida la de la Iglesia católica oficial).

Vida

Nacido en el seno de una familia humilde, mostró desde su temprana niñez una viva inteligencia y una voraz curiosidad intelectual que pronto le hicieron merecedor de diferentes becas y ayudas institucionales con las que pudo acceder a esa formación académica que no habían podido costearle sus progenitores. Fue así como en su juventud marchó a París para ingresar en la École Normale Supérieure, donde se fue forjando un brillante curriculum que, aunque anclado en la doctrina humanista tradicional, no le impidió asistir con admiración a la veloz propagación del socialismo por la capital gala a finales del siglo XIX. Su entusiasmo juvenil le llevó a alinearse precozmente con los intelectuales socialistas de mayor relieve, al lado de los cuales adquirió un notable protagonismo cuando, entre 1895 y 1898, participó activamente en las campañas de protesta levantadas por el Asunto Dreyfus, en las que el joven Charles Péguy se significó como una de las voces más críticas contra las autoridades políticas y judiciales del país (junto a las de Émile Zola y Anatole France).

Pronto quedó patente, empero, que su particular adopción de la ideología socialista no estaba arraigada en los postulados filosóficos de Marx, sino más bien en esa fecunda tradición humanitaria que, firmemente apoyada en las propuestas del cristianismo de base, alcanzó su mayor fase de esplendor en la Francia novecentista. Célebre ya por sus ideas heterodoxas, su espíritu crítico y su facilidad para levantar y sostener -siempre en el plano del debate intelectual- las más sonadas polémicas, hacia 1900 manifestó su distanciamiento del socialismo ortodoxo y, simultáneamente, su acercamiento a las posiciones ideológicas de ese cristianismo de base que, con gran independencia respecto a los dictados de la Iglesia oficial, defendía también esos valores de justicia e igualdad que, según Péguy, se estaban diluyendo entre las luchas internas de las diversas corrientes socialistas. Sus ideas, así como las de buena parte de la intelectualidad francesa de finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria, hallaron el mejor cauce de expresión en las páginas de Cahiers de la Quinzaine, una ágil, polémica y fructífera publicación fundada en 1900 por el propio Charles Péguy, a través de la cual el humanista de Orléans tuvo ocasión de exhibir su radical independencia y, desde luego, su extraordinaria habilidad para estimular los debates y controversias más ricos del panorama intelectual de su tiempo. Cada vez más crítico con el socialismo oficial (al que acabó tildando de "anticlerical y demagógico"), al frente de su prestigiosa revista -que dirigió personalmente hasta el momento de su muerte- puso la siguiente divisa: "La revolución será moral, o no será nada", con la que intentaba subrayar ese compromiso de sinceridad y autenticidad que había adquirido respecto a sus lectores, a los que explicó también que su norma de conducta iba a ser, a partir de entonces, "decir la verdad, toda la verdad, nada más que la verdad; decir tontamente la verdad tonta, aburridamente la verdad aburrida, tristemente la verdad triste".

No obstante, frente a esta ingenua pretensión de objetividad, el propio Charles Péguy aprovechó las páginas de Cahiers de la Quinzaine no sólo para arremeter contra el socialismo desde su despiadada radicalidad de converso, sino también para proclamar sus nuevas veleidades nacionalistas, que, sustentadas ahora en el pensamiento bergsoniano y en firmes posiciones antiintelectuales ciertamente demagógicas (llegó a clamar en contra de "las tiranías intelectuales", que, según él, impedían la implantación de una mística cristiana actualizada por la justicia), le empujaron a alistarse en el ejército al comienzo de la I Guerra Mundial, lo que a su vez le condujo a morir heroicamente, al frente de su compañía, en el transcurso de la batalla del Marne (que tuvo lugar entre los días 6 y 12 de septiembre de 1914).

Obra

En su condición de poeta, Charles Péguy es recordado principalmente por una serie de extensas composiciones religiosas en las que se pone de manifiesto su evolución personal desde el socialismo hasta el cristianismo de base. Tal vez la más significativa de todas ellas -por lo bien que ilustra ese tortuoso proceso ideológico experimentado por el pensamiento del autor- sea la publicada a finales del siglo XIX bajo el título de Jeanne d'Arc (Juana de Arco, 1897), concebida y realizada entonces como un ensalzamiento de la santa y heroína francesa desde criterios socialistas, y refundida al cabo de más de diez años en una nueva versión, Le mystère de la charité de Jeanne d'Arc (El misterio de la caridad de Juana de Arco), donde triunfa la exaltación religiosa de esa figura que, por su defensa a ultranza de la fe y la patria, se convirtió en uno de los mayores referentes simbólicos del catolicismo y el nacionalismo en la obra de madurez de Péguy.

Idéntico fervor religioso y patriótico dejó acuñado el poeta de Orléans en otras composiciones poéticas posteriores como Le porche du mystère de la deuxième vertu (El pórtico del misterio de la segunda virtud, 1911), Le mystère des Saints Innocents (El misterio de los Santos Inocentes, 1912), Sainte Geneviève (Santa Genoveva, 1912), Nôtre-Dame (Nuestra Señora, 1913) y Eve (Eva, 1913). Por la suma de estos poemas, Charles Péguy está considerado como uno de los mejores exponentes de la tradición literaria católica en las Letras francesas de todos los tiempos.

En líneas generales, puede afirmarse que los contenidos de estos poemas extensos del escritor de Orléans no presentan demasiado interés para quien no comparta sus mismas inquietudes religiosas. Mayor atención cabe prestar, en cambio, a sus recursos formales, organizados en un registro estilístico muy particular, en el que el exceso de la reiteración -figura retórica predilecta de Péguy- no impide alcanzar grandes cotas de belleza plástica. Aunque el autor suele manejar ideas y conceptos cuya dificultad intrínseca podrían haber obscurecido su obra -que en ocasiones puede resultar demasiado compleja para un lector medio-, lo cierto es que su extraordinaria habilidad en la selección de un vocabulario límpido y preciso contribuye en parte a disipar dicha obscuridad, que se ve también conjurada por el empleo de unos moldes métricos de gran sencillez. La mayor maestría, pues, de Charles Péguy como poeta radica en su capacidad para hallar un lenguaje literario que le permite aunar, al mismo tiempo, la llaneza y desnudez del habla coloquial, con el rigor y la gravedad del discurso religioso en su apartado de menor transparencia (que corresponde, precisamente, a ese anhelo místico que alentó los últimos años del poeta).

En su faceta de prosista, Charles Péguy se distinguió por la vehemencia de sus artículos y ensayos, en los que el brioso polemista hizo gala de su especial preparación para el debate ideológico. Acusado de traición hacia 1910 por sus antiguos compañeros de filiación socialista, el humanista de Orléans se defendió de esta imputación por medio del opúsculo titulado Nôtre jeneusse (Nuestra juventud, 1910), considerado desde entonces como una de sus obras más célebres. Entre sus páginas brilla no sólo la habilidad dialéctica de Péguy, sino también ese continuo esfuerzo suyo por desenmascarar la corrupción política y la degradación de quienes ostentan el poder o aspiran a conseguirlo. Al margen de sus creencias religiosas y del conservadurismo nacionalista de que hizo gala al final de sus días -justificado, en parte, por la amenaza alemana-, lo cierto es que la independencia de su lucha, su pasión por buscar siempre la verdad y sus constantes anhelos de la justicia e igualdad social ejercieron una poderosa influencia entre los jóvenes católicos con inquietudes intelectuales, que todavía hoy siguen considerando a Charles Péguy como uno de sus principales referentes. Uno de sus discípulos más notables fue el filósofo Emmanuel Mounier, fundador de la revista Esprit (1932), que a mediados del siglo XX se convirtió en Francia en el principal órgano de expresión del catolicismo comprometido.

Otras obras en prosa de Charles Péguy son las tituladas Notre patrie (Nuestra patria), Clio y L'argent (El dinero); en todas ellas siguió mostrando ese empeño por conciliar las justas reivindicaciones de las nuevas corrientes políticas que se empezaban a difundir por Europa, con los valores inmutables de la tradición literaria y espiritual occidental.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.