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HistoriaPolíticaBiografía

Palmerston, Henry John Temple. Vizconde de (1784-1865).

Político británico, nacido en Broadlands (Hampshire) el 20 de octubre de 1784 y fallecido el 18 de octubre de 1865 en su residencia de Brocket Hall (Hertfortshire), en vísperas de su 81º cumpleaños, cuando todavía ocupaba la jefatura del gobierno. Fue líder del Partido Liberal (whig) desde 1855, ministro de asuntos exteriores (1830-34; 1835-41; 1846-51) y primer ministro (1855-58; 1859-65).

Vida

Pertenecía a un linaje aristocrático de origen irlandés. Pasó parte de su infancia en Suiza e Italia con su familia y, a su regreso a Inglaterra en 1795, ingresó en el selecto colegio Harrow, al tiempo que completaba su formación con el aprendizaje de lenguas (francés, italiano, alemán) con un preceptor privado que acompañó a la familia desde Italia. En 1800 ingresó en la Universidad de Edimburgo, donde recibió la influencia del filósofo Dugald Steward y del mercantilismo de Adam Smith. Durante esta época sufrió constantes problemas de salud, aunque posteriormente desarrolló un gran vigor físico, gracias a su afición al ejercicio.

En abril de 1802 sucedió a su padre en el vizcondado de Palmerston, heredando, junto a sus muchas tierras, una considerable cantidad de deudas. Durante los años siguientes se dedicó a sanear la situación financiera de la familia y a mejorar sus propiedades latifundiarias. En 1803 ingresó en el Saint George College de Cambridge para completar su formación, a fin de dedicarse a la actividad política. En 1806, sin haberse graduado todavía, presentó su candidatura al escaño de Cambridge en el parlamento, que la muerte de William Pitt había dejado vacante. No logró entonces su propósito, pero volvió a presentarse en 1807 y, con el apoyo de lord Malmesbury, consiguió entrar en la Cámara de los Comunes como representante del partido tory (conservador). Ya desde su primer discurso ante la asamblea defendió una política exterior agresiva hacia el expansionismo de la gran competidora de Inglaterra: Francia. En 1809 rechazó el puesto de canciller del tesoro que le ofreció el primer ministro Spenser Perceval, pero aceptó en cambio el de secretario de guerra, lo que, en expresión suya, le condenaría a "caminar por el agua" durante los siguientes veinte años.

El inicio de su carrera política se caracterizó por su notorio desinterés por la gestión pública y por su apego a la vida social londinense. Era asiduo de los salones elegantes, con una de cuya más célebres anfitrionas, lady Cowper, se casaría en 1839, al quedar ella viuda. Sus escarceos galantes le valieron el sobrenombre de "lord Cupido". Entretanto, rechazó varios puestos diplomáticos de relevancia, cuyas responsabilidades le habrían apartado de Londres.

En 1827, a la edad de 43 años, fue nombrado ministro de guerra del gabinete presidido por el liberal Canning. Conservaría este cargo en las siguientes legislaturas de Goderich y Wellington. De él desconfiaban tanto los liberales radicales como los ultraconservadores de su propio partido, liderados por Wellington. Palmerston no había sido un colaborador cercano de Canning en principio, pero progresivamente fue acercándose a su política, sobre todo en las relaciones con otras potencias, respecto a las cuales ambos compartían los principios de la insularidad británica, la defensa a ultranza de los intereses mercantiles de su imperio y la desconfianza hacia las monarquías absolutistas. Desde sus primeros años en el gobierno, Palmerston fue alejándose de los esquemas caducos y estrechos del conservadurismo tory y aproximándose a las posiciones de los liberales moderados, hasta su integración definitiva en el partido whig.

En 1828 renunció a su cargo como ministro de guerra en el gabinete de Wellington, debido a su oposición a la política del líder del ala ultraconservadora. Su acercamiento a los whigs se había hecho patente en las elecciones de 1826, cuando obtuvo el escaño por Cambridge gracias al apoyo de los liberales. Durante los dos años que siguieron a su dimisión, Palmerston atacó duramente la política exterior de Wellington y del jefe de su diplomacia, Aberdeen, a quienes acusó de haber convertido a Inglaterra en el pilar del absolutismo europeo, mediante alianzas antinaturales con las monarquías autoritarias. A partir de entonces, se convirtió en el portavoz más acreditado y popular del liberalismo moderado.

Palmerston, ministro de asuntos exteriores.

En 1830, después de que la oposición de Wellington a introducir cualquier reforma parlamentaria provocara la caída de su gobierno, Palmerston fue nombrado ministro de asuntos exteriores del gabinete de coalición liberal-progresista presidido por lord Grey. Ocuparía este cargo de forma ininterrumpida hasta 1841. Durante este período, su defensa a ultranza de los intereses británicos en el exterior le convirtió en el político más popular de Inglaterra, al tiempo que su abierta oposición al absolutismo monárquico europeo le acarreaba la hostilidad creciente de un sector importante de la corte y de la clase política británicas. Entre la diplomacia europea se hicieron célebres su tenacidad y su dureza en la negociación.

Dentro del gobierno liberal de 1830, Palmerston, que era un conservador desengañado, adoptó una postura moderada e intentó mitigar el programa de reformas sociales puesto en marcha en los años siguientes. Se convirtió en defensor de los propietarios rurales, proclamando su deseo de que los intereses de la clase terrateniente siguieran prevaleciendo en la política británica, y fue aclamado por la clase media burguesa por su oposición a la extensión "excesiva" de los derechos sindicales y al aumento de la presión fiscal. Sin embargo, apoyó el desarrollo de la industria y la expansión de los mercados británicos ultramarinos, con una línea política muy agresiva hacia los competidores comerciales de Inglaterra. A pesar de su liberalismo conservador, o de su conservadurismo moderado, Palmerston respaldó en su conjunto las reformas iniciadas en 1831-32, reconociendo en ellas el medio más eficaz de evitar el estallido de una revolución y de afianzar la paz social sobre la base de un reparto más equitativo de los beneficios económicos.

Como responsable de política exterior, su gestión se caracterizó por la defensa de la intervención diplomática de Gran Bretaña en apoyo del constitucionalismo monárquico allí donde éste luchara por imponerse al absolutismo. Consideraba que los aliados naturales de Inglaterra debían ser los estados constitucionales de su entorno. Sin embargo, era igualmente un firme enemigo del liberalismo democrático y del republicanismo y, ante todo, un defensor decidido del sistema de equilibrio de poderes europeos ("balance of powers") establecido en el Congreso de Viena (1815). Sus discursos a favor del apoyo británico a los partidos constitucionales en lucha con regímenes absolutistas fueron tachados de irresponsables por los ultraconservadores, quienes creían que alentaban el revolucionarismo político y la anarquía social.

A pesar de estos principios teóricos, la política exterior de Palmerston, orientada hacia la defensa de los intereses comerciales, estuvo guiada por el pragmatismo y, a menudo, teñida de oportunismo. Llegó a afirmar que Gran Bretaña no tenía aliados permanentes, sino intereses permanentes. Las líneas generales de su gestión al frente de la diplomacia pueden resumirse en la hostilidad, no siempre explícita, hacia Francia y Rusia, a las que consideraba las principales rivales de Inglaterra, y en la oposición por principio, aunque fluctuante, hacia los regímenes absolutistas de Austria y Alemania.

Cuando estalló la revolución independentista belga en 1830, apoyó a los nacionalistas para evitar que Francia se anexionara Bélgica. En 1831 presidió la Conferencia de paz de Londres, que selló la independencia de Bélgica sobre la base de su neutralidad internacional.

Asimismo, respaldó la independencia de Grecia respecto al Imperio Otomano. En 1832 su intervención diplomática fue determinante en el triunfo del nacionalismo heleno, a condición de la tutela de Gran Bretaña, Rusia y Francia sobre el nuevo régimen -una monarquía constitucional cuyo rey, Otto de Baviera, demostraría durante los años siguientes su incompetencia para adaptarse a la situación griega y provocaría una nueva intervención en 1863, que impondría en el trono al danés Jorge I.

En 1834 estableció la Cuádruple Alianza, que reunía a Gran Bretaña, Francia, España y Portugal, a fin de limitar la autonomía de acción de Francia y de apoyar el triunfo de las reinas constitucionales de España y Portugal: Isabel II y María II de Braganza, respectivamente. Sin embargo, en 1837 condicionó la ayuda militar británica a la aceptación por parte del gobierno español de un tratado comercial en extremo ventajoso para Gran Bretaña.

También apoyó la independencia y unificación de Italia respecto al Imperio austríaco. Su postura en esta cuestión no partió de una oposición por principio al absolutismo de Viena, sino de su defensa del equilibrio europeo. Consideraba que el Imperio de los Habsburgo había generado en su seno una cantidad peligrosa de nacionalismos, que amenazaban con desintegrar la unidad imperial y dar ocasión a Francia de expandirse territorialmente por Italia y el Mediterráneo. Su deseo de evitar la anexión francesa de Lombardía le llevó a defender el independentismo italiano sobre la base del constitucionalismo monárquico. En cambio, en 1849, se negó a respaldar el independentismo húngaro, por considerar que la segregación magiar rompería el equilibrio de fuerzas en Europa, ligado, en sus propias palabras, "al mantenimiento de la integridad de Austria como gran potencia europea".

En general, la postura palmerstoniana hacia Francia y Rusia fue de hostilidad latente, debido a la competencia de ambas potencias en las rutas comerciales hacia la India y en las del Oriente Próximo por el Mediterráneo. Pero en todo momento trató de evitar el enfrentamiento directo con dichos países. Aunque mantuvo buenas relaciones con Francia durante el reinado de Luis Felipe (1839-48), la cooperación anglo-francesa se deterioró rápidamente debido a los intereses enfrentados de ambas potencias en el Mediterráneo. En cuanto a Rusia, Palmerston estaba decidido a impedir que el régimen zarista sacara partido de su influencia sobre el Imperio Otomano, desde que en 1833 salvara a éste de la arremetida de Mehmet Alí, gobernante de Egipto. Palmerston temía que Rusia y Egipto llegaran a un acuerdo de reparto del Imperio Otomano y que Francia, merced a su alianza con Egipto, expandiera su poder colonial por África y Oriente Próximo. Aprovechó la segunda guerra turco-egipcia (1839-40) para someter la cuestión al arbitraje europeo y su habilidad diplomática consiguió enfrentar los intereses de las potencias implicadas. Rusia perdió su derecho de libre tránsito por los estrechos de Constantinopla, mientras Francia quedaba aislada y era forzada a abandonar su alianza con Egipto. Éste fue su mayor triunfo político, pero produjo un deterioro innecesario de las relaciones con Francia, que, al abandonar Palmerston el ministerio en 1841, eran ya muy precarias. En Extremo Oriente, lanzó a Inglaterra a la primera Guerra del Opio contra China (1840-42), para obligar a este país a abrirse al comercio occidental.

Durante el período de gobierno tory subsiguiente (1841-46), Palmerston criticó duramente al ministro de exteriores, lord Aberdeen, por su aproximación a Francia y Estados Unidos. En 1846 volvió a ocupar la cartera de exteriores en el gabinete presidido por lord John Russell y, ese mismo año, cosechó su primer fracaso importante al no poder impedir el matrimonio entre Isabel II de España y Francisco de Asís de Borbón. Esta boda provocó la ruptura definitiva de la entente cordial entre Inglaterra y Francia y determinó el apoyo de Palmerston al partido progresista español. Tras las revueltas progresistas de marzo y mayo de 1848, el jefe del gobierno español, general Narváez, expulsó al embajador británico en Madrid y rompió formalmente las relaciones con Gran Bretaña.

Durante la ola de levantamientos progresistas que sacudió Europa continental en 1848, Palmerston apostó por el mantenimiento del status quo fijado en 1815, abandonando las pretensiones constitucionalistas de, por ejemplo, los revolucionarios alemanes, a los que negó expresamente su apoyo. Sin embargo, desde 1849 atacó duramente a los regímenes europeos por la brutalidad con que se llevaba a cabo en todas partes la represión contrarrevolucionaria, ganándose por ello el respaldo de progresistas y liberales en el parlamento inglés.

En América, intervino en 1846 en la cuestión de Mosquitia, apoyando la separación de esta región de Nicaragua, a cambio de la tutela británica sobre la región. En 1847 reconoció al gobierno nicaragüense, pero impuso el protectorado británico sobre San Juan del Norte.

La propaganda diplomática de Palmerston, su enorme influencia sobre la opinión pública (que le describía como "el ministro más inglés de cuantos había tenido Inglaterra") y su independencia respecto a los intereses de la corte le granjearon al hostilidad del príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria, y de buena parte de los whigs. Su estrategia agresiva le dio fama de practicar la "diplomacia de los cañones", especialmente después de que en 1850 defendiera la imposición de un bloqueo naval a Grecia y el bombardeo de Atenas, como represalia por el llamado "incidente Pacífico". Éste había surgido cuando un súbdito británico de origen judío, Don Pacífico, había visto saqueada y quemada su casa ateniense debido a una querella financiera. Ante el Parlamento, Palmerston proclamó que defendería los intereses de cualquier ciudadano inglés en cualquier parte del mundo. Pero la brutalidad de la intervención en Grecia despertó violentas reacciones entre la clase política, al igual que su apoyo al golpe de estado de Napoleón III, que en 1851 acabó con la Segunda República francesa. En diciembre de ese año fue obligado a renunciar, a pesar de que su popularidad permanecía intacta.

Palmerston, primer ministro: 1855-58, 1859-65.

Entre 1853 y 1855 ocupó la cartera de interior. Ese último año, el fracaso de Russell en la Guerra de Crimea (1853-56) provocó la caída del gobierno y forzó a la reina Victoria a encargar a Palmerston la formación del nuevo gabinete, debido a la presión de la opinión pública, que reclamaba la línea dura del antiguo ministro de exteriores. La derrota rusa en Crimea y el triunfo británico en la segunda Guerra del Opio (1856-60) constituirían sus últimos triunfos políticos.

En las elecciones generales de abril de 1857 obtuvo una importante triunfo electoral. Pero en los años siguientes su antiguo éxito en la defensa de los intereses británicos en el exterior quedó mermado por una serie de fracasos sonados. Enemistado con Francia, sin capacidad de negociación, no pudo impedir que Napoleón III sacara provecho territorial de la independencia italiana (1860), que consolidara su influencia sobre Egipto con la construcción del canal de Suez, o que los estados alemanes derrotaran a Dinamarca (1864).

En 1858 Palmerston disolvió el gobierno, debido a su falta de apoyo en el Parlamento. En las elecciones del año siguiente los tories no consiguieron sin embargo una mayoría suficiente y Palmerston volvió a encargarse de la formación de gobierno, asociado a Russell y Gladstone. El triunvirato así formado se mantuvo hasta la muerte de Palmerston, a pesar de los conflictos surgidos entre éste y Gladstone por la cuestión del aumento del gasto naval (que Palmerston defendía a ultranza), la reforma parlamentaria y el problema del catolicismo irlandés.

A su muerte en octubre de 1865, se dijo que con él concluía el reinado del liberalismo moderado. Tras su desaparición, el liderazgo del conservadurismo británico volvió al seno del partido tory.

Bibliografía

  • CONNELL, B. (ed.) Regina vs. Palmerston: The correspondence between Queen Victoria and Her Foreign and Primer Minister, 1837-1865 (Londres, 1961).

  • RIDLEY, J. Lord Palmerston (Londres, 1970).

  • SPUTHGATE, D. "The Most English Minister": The Policies and Politics of Palmerston (London, 1966).

Autor

  • Victoria Horrillo Ledesma