Juan Fernando Pacheco (1419-1474): El Ambicioso Marqués de Villena que Dominó la Política Castellana del Siglo XV

Juan Fernando Pacheco, conocido como el Marqués de Villena, nació en Belmonte, una localidad ubicada en la provincia de Cuenca, en 1419. Pertenecía a una familia con un linaje portugués de gran relevancia. El origen de la familia Pacheco se remonta a la ciudad portuguesa de Santarém, donde su bisabuelo, Juan Hernández Pacheco, fue uno de los nobles que apoyaron la coronación de Juan I de Castilla como rey de Portugal, en un momento de convulsión política tras la derrota portuguesa en la batalla de Aljubarrota. Este conflicto fue clave para la expansión de la influencia castellana sobre tierras lusas y la posterior transferencia de muchos nobles portugueses a Castilla. El linaje Pacheco se asentó finalmente en la región conquense tras recibir de Enrique III el señorío de Belmonte en 1398.

El primer señor de Belmonte, Juan Hernández Pacheco, estableció su residencia en la villa conquense, desde donde su descendencia continuó ganando influencia en la corte castellana. La hija de este, Teresa Téllez Girón, contrajo matrimonio con Martín Vázquez de Acuña, conde de Valencia de don Juan, y su hijo primogénito, Alonso Téllez Girón, se unió con María Pacheco, prima del Marqués de Villena, con quien tuvo varios hijos. De esta unión nació Juan Pacheco, quien sería el primogénito de los Téllez Girón y un referente dentro de la nobleza castellana del siglo XV.

Alonso Téllez Girón, padre de Juan, fue un hombre influyente, que formaba parte del círculo cercano al condestable Álvaro de Luna, una de las figuras más poderosas en la corte del rey Juan II. Es muy probable que la conexión de la familia con Álvaro de Luna fuera fundamental para el ascenso de Juan Pacheco en la corte. Esta relación con Luna se consolidó alrededor de 1422, cuando el joven Juan fue admitido como doncel en la casa del príncipe Enrique, quien más tarde sería el rey Enrique IV. A tan solo 17 años, el joven Pacheco demostró una habilidad excepcional para ganar la confianza del príncipe, algo que no pasó desapercibido para el propio cronista Hernando del Pulgar, quien lo describió como un hombre de gran prudencia y talento, de trato afable y persuasivo.

Juan Pacheco aprovechó su cercanía con el futuro rey Enrique IV para posicionarse estratégicamente en la corte. A través de su inteligencia social, no solo ganó el favor del príncipe, sino que también se ganó la simpatía de Álvaro de Luna, quien, consciente de la astucia de Pacheco, lo introdujo en círculos de poder. El matrimonio de Juan Pacheco con Angelina de Luna, prima del condestable, fue un paso importante en su ascenso, aunque su ambición pronto lo llevó a buscar un mayor protagonismo, y, tras la anulación del matrimonio con Angelina, optó por casarse con María Portocarrero, hija del señor de Moguer, lo que fortaleció aún más su posición patrimonial.

Este matrimonio con María Portocarrero le proporcionó a Juan Pacheco una valiosa dote y una serie de tierras que le sirvieron como base para expandir su poder. A medida que su influencia crecía, Pacheco ascendió rápidamente dentro de la corte, siendo nombrado miembro del Consejo de Castilla en 1441, en representación de Enrique IV. Con el paso del tiempo, Pacheco se convirtió en el principal consejero del príncipe, quien confió en él para sustituir al todopoderoso Álvaro de Luna en cuanto ascendiera al trono.

El ascenso de Juan Pacheco no estuvo exento de tensiones dentro de la corte. Durante la boda entre Enrique IV y Blanca de Navarra en 1440, Pacheco recibió el honor de estar presente en la mesa del príncipe, lo que representaba un gran privilegio en la corte. Al año siguiente, en 1441, fue designado como camarero mayor del príncipe, lo que le permitió ganar aún más terreno dentro de la estructura cortesana. Estos movimientos de poder fueron acompañados por sus ambiciosos planes para reemplazar a Álvaro de Luna, a quien consideraba un obstáculo para sus propios intereses.

En este periodo, las relaciones de Pacheco con Álvaro de Luna pasaron de una confrontación inicial a un acuerdo tácito. Ambos comprendieron que sus intereses se alineaban en muchas ocasiones, sobre todo en lo que respectaba a la lucha por el poder dentro de la corte. A pesar de las tensiones, Juan Pacheco aprovechó sus oportunidades para seguir consolidando su influencia, y cuando en 1445 tuvo lugar la batalla de Olmedo, en la que la facción nobiliaria encabezada por los infantes de Aragón fue derrotada, Pacheco se destacó por apoyar al príncipe Enrique IV y a su ejército real, lo que le permitió obtener el título de marqués de Villena.

Este título de marqués, otorgado por Juan II, fue uno de los más codiciados de Castilla, no solo por la grandeza del patrimonio que otorgaba, sino por el enorme poder que confería. A partir de ese momento, Juan Pacheco se convirtió en una figura central en la política castellana, y su ascendencia en la nobleza fue incuestionable. Sin embargo, a pesar de su nueva posición, las luchas de poder no se detuvieron, y Pacheco continuó tejiendo alianzas y enfrentándose a aquellos que representaban una amenaza para su posición, como los Mendoza y otros linajes poderosos.

El Marqués de Villena, ahora uno de los principales líderes de la nobleza castellana, entendió que su futuro dependía de asegurar su lugar en la corte y de mantener su relación con el rey. A lo largo de la década de 1440, Pacheco logró imponerse en la corte de Enrique IV, utilizando sus habilidades diplomáticas y su creciente poder territorial para asegurar la preeminencia de su familia en la política de Castilla.

Jefe de la casa del príncipe (1442-1454)

La posición de Juan Pacheco como jefe de la casa del príncipe Enrique IV, una de las más destacadas en la corte castellana, marcó el comienzo de su consolidación política durante los años previos a la ascensión del joven rey al trono en 1454. Esta etapa fue crucial no solo para su carrera, sino también para el destino de la política castellana, que se veía sumida en una gran lucha de poderes. En 1442, Pacheco fue nombrado camarero mayor del príncipe, una de las funciones más cercanas a la persona del heredero, lo que le permitió convertirse en la figura clave en las decisiones internas de la casa real, al mismo tiempo que aumentaba su influencia sobre el joven Enrique IV.

El príncipe Enrique, aún bajo la tutela de su padre, Juan II, tenía una relación algo distante con los grandes nobles del reino, sobre todo con los infantes de Aragón, que estaban comprometidos en una lucha constante por el poder y la influencia. Pacheco, por su parte, se mantuvo hábilmente en el medio de esta guerra de facciones, y mientras el resto de los cortesanos se dividían en bandos, él fue uno de los pocos que supo navegar las tensiones de manera efectiva. Su habilidad para relacionarse con Enrique IV, quien le confiaba cada vez más tareas importantes, lo fue posicionando como un líder de facto dentro de la corte.

En ese periodo, Pacheco mostró una notable destreza política, tratando de alinearse con todos los que fueran influyentes sin comprometer su posición. Tras la muerte de Juan II en 1454 y la proclamación de Enrique IV como rey de Castilla, el poder de Pacheco no hizo más que crecer. Desde ese momento, el marqués de Villena logró que el joven monarca confiara en él por completo, convirtiéndose en el privado del rey, un puesto de suma importancia que le otorgaba la capacidad de controlar las decisiones del reino, especialmente en un contexto donde la corte castellana era altamente inestable.

Este ascenso en la corte no fue un camino sin obstáculos. Pacheco comenzó a destacarse por su capacidad para mover los hilos del poder, y sus primeras victorias políticas fueron clave en este proceso. Durante el reinado de Enrique IV, uno de los temas más críticos fue la cuestión del matrimonio real. El rey Enrique IV había repudiado a su primera esposa, la reina Blanca de Navarra, debido a la no consumación del matrimonio y los crecientes rumores sobre su posible homosexualidad, un tema que alimentó aún más la inestabilidad de su reinado. Pacheco aprovechó esta situación para proponer una solución: organizar el matrimonio del rey con la princesa Juana de Portugal, hija del rey Duarte de Portugal. Este enlace, que se celebró en 1455, fue una clara maniobra para estabilizar la corte y, al mismo tiempo, reafirmar la posición de Pacheco como el favorito real, siendo él quien jugaba el papel de intermediario entre los intereses portugueses y los castellanos.

Además de sus maniobras matrimoniales, el marqués de Villena también trabajó activamente en consolidar su poder en el ámbito territorial. Entre 1454 y 1456, Pacheco estuvo involucrado en las campañas militares contra el Reino de Granada, un conflicto que marcó una de las últimas fases de la Reconquista en la península ibérica. Durante este periodo, los ejércitos castellanos, bajo la dirección del marqués, tomaron las villas de Archidona y Álora, lo que representaba una victoria simbólica en la guerra contra los moros. A pesar de que estos logros militares fueron importantes, la verdadera victoria de Pacheco radicó en que la reconquista del Reino de Granada fue percibida por muchos como una victoria personal de Villena. Sin embargo, esta campaña también reflejó algunas de las debilidades de Enrique IV como rey, quien se mostró más preocupado por su posición personal que por la estabilidad de su reino. En este contexto, la nobleza empezaba a mostrar signos de desconfianza hacia el rey y su gobierno, lo que complicaba aún más la situación.

A pesar de estas tensiones, Pacheco se mantuvo firme en su papel de consejero y valido del rey. Para asegurarse de que sus intereses estuvieran protegidos, el marqués de Villena siguió ampliando su red de alianzas dentro de la nobleza. En 1455, organizó un pacto de apoyo con varios de los grandes nombres de la nobleza castellana, entre ellos Rodrigo de Pimentel, conde de Benavente, y Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro. Estos acuerdos, que aseguraban una cohesión entre los principales linajes del reino, fueron fundamentales para garantizar que el marqués de Villena tuviera el control de las decisiones importantes del reino, a pesar de las crecientes fricciones entre los nobles y el rey.

Otro de los puntos que definió esta fase del gobierno de Enrique IV fue la creciente oposición a Álvaro de Luna, el antiguo privado de Juan II. La figura de Luna había sido vista por muchos como un símbolo del autoritarismo y del control absoluto de la monarquía sobre la nobleza. Pacheco, quien en sus primeros años en la corte había sido apoyado por Álvaro de Luna, pronto se dio cuenta de que el condestable había perdido la confianza del rey y comenzó a maniobrar para tomar su lugar. El marqués no dudó en enfrentarse al poder de Luna, y en 1453, cuando el condestable fue ejecutado públicamente en el cadalso de Valladolid, Pacheco emergió como el principal beneficiario de esta caída en desgracia. A partir de este momento, la figura de Pacheco se consolidó como la cabeza de un nuevo orden en la corte, caracterizado por una mayor influencia de la nobleza y la menor capacidad de Enrique IV para controlar los eventos.

El ascenso de Pacheco a la cima del poder, sin embargo, no estuvo exento de obstáculos. Si bien había logrado sustituir a Álvaro de Luna como el hombre más influyente en la corte de Enrique IV, las rivalidades con otros poderosos de la corte, como Beltrán de la Cueva, comenzaron a ser una constante en los últimos años de este periodo. A pesar de que Pacheco mantenía una gran influencia sobre el rey, los rumores sobre su relación con Beltrán de la Cueva, uno de los favoritos de Enrique IV, alimentaron aún más las tensiones en la corte. La falta de consenso sobre el futuro del reino, combinada con las intrigas y manipulaciones de los diversos bandos nobles, llevó a una situación en la que la estabilidad política de Castilla estaba en constante peligro.

Para Pacheco, el reinado de Enrique IV fue una oportunidad para consolidar su poder, pero también para enfrentar nuevos retos. En este contexto, las tensiones internas de la corte y la continua desconfianza entre el rey y la nobleza continuaron marcando la pauta del gobierno. A pesar de ello, el marqués de Villena se mantuvo como uno de los jugadores más importantes del escenario político castellano, demostrando una capacidad política impresionante para mantenerse en el poder, incluso cuando las circunstancias parecían estar en su contra.

Apogeo político (1454-1462)

El periodo comprendido entre 1454 y 1462 marcó el apogeo de la carrera política de Juan Fernando Pacheco, Marqués de Villena. Tras la proclamación de Enrique IV como rey de Castilla en 1454, Pacheco se erigió como uno de los hombres más poderosos del reino, alcanzando una posición dominante no solo en la corte, sino también en la estructura del gobierno real. Su astucia política, combinada con su habilidad para manipular las relaciones entre los principales actores políticos de la época, le permitió consolidarse como el privado más influyente de Enrique IV.

Con la muerte de Juan II y el ascenso de su hijo Enrique IV al trono, Pacheco fue uno de los primeros en establecer una relación cercana con el joven rey. Enrique IV, aún sin experiencia en el ejercicio del poder, se apoyó en el marqués de Villena para gestionar los asuntos de gobierno y, en especial, para consolidar su autoridad frente a los poderosos sectores de la nobleza que aún mantenían grandes aspiraciones de poder. Esta alianza entre el rey y el marqués resultó crucial en los primeros años del reinado de Enrique, ya que permitió al monarca asegurar su posición mientras Pacheco se encargaba de las decisiones de peso en el reino.

Uno de los aspectos clave de este periodo fue la boda de Enrique IV con Juana de Portugal en 1455. El marqués de Villena desempeñó un papel central en la negociación de este enlace, que tenía como objetivo poner fin a los rumores sobre la supuesta homosexualidad de Enrique IV y asegurar la estabilidad dinástica del reino. En este sentido, Pacheco actuó como intermediario entre las casas reales de Castilla y Portugal, y aunque el matrimonio resultó infructuoso en términos de procrear un heredero legítimo, la boda fue un hito importante en el fortalecimiento de la influencia del marqués. Con este acto, Pacheco no solo aumentó su relevancia en la corte, sino que también reafirmó su papel como el consejero más cercano al monarca.

Simultáneamente, Pacheco se embarcó en varias empresas políticas y militares que consolidaron aún más su poder. En 1454, poco después de la proclamación de Enrique IV, el marqués de Villena comenzó a tomar medidas para asegurar el control de las principales ciudades y territorios de Castilla. A través de alianzas estratégicas con otros grandes nombres de la nobleza, como Pedro Fernández de Velasco (conde de Haro) y Rodrigo de Pimentel (conde de Benavente), Pacheco garantizó que su influencia no se limitara solo a la corte, sino que también se extendiera por todo el reino. En este sentido, su habilidad para formar coaliciones le permitió manejar las tensiones dentro de la nobleza y mantenerse en una posición de liderazgo.

Un aspecto importante de esta fase fue la campaña militar contra el Reino de Granada, que tuvo lugar entre 1454 y 1456. Durante estos años, Pacheco lideró las tropas castellanas en varias incursiones exitosas en territorio granadino. Las villas de Archidona y Álora fueron tomadas por los ejércitos de Castilla, y la ciudad de Úbeda fue socorrida después de un largo asedio. Aunque los éxitos militares no fueron definitivos en la guerra contra los moros, estas victorias ayudaron a fortalecer la figura de Pacheco, quien utilizó la campaña para demostrar su capacidad de liderazgo en tiempos de conflicto.

Sin embargo, a pesar de estos triunfos, el marqués de Villena pronto se enfrentó a la desconfianza de la nobleza y la creciente oposición a su influencia sobre Enrique IV. Si bien Pacheco estaba en una posición privilegiada dentro del Consejo Real y gozaba de la total confianza del rey, su creciente poder provocó recelos entre otros miembros de la corte. Algunos de los rivales más acérrimos de Pacheco, como Beltrán de la Cueva, el mayordomo mayor del rey, comenzaron a cuestionar la hegemonía del marqués y a desafiar su autoridad.

Uno de los mayores conflictos que surgió durante este periodo fue la rivalidad con los Mendoza, una de las familias más poderosas de la nobleza castellana. A lo largo de los años, Pacheco y los Mendoza se enfrentaron en diversas ocasiones, y sus disputas por el control de los señoríos y las tierras más fértiles de Castilla fueron un reflejo de la lucha por el poder dentro de la corte. La enemistad entre los Mendoza y el marqués de Villena alcanzó su punto álgido en 1459, cuando Pacheco intentó tomar el control de San Esteban de Gormaz, un condado perteneciente a los Mendoza. Este conflicto, que comenzó como una disputa territorial, se convirtió rápidamente en una confrontación más amplia, en la que el marqués de Villena acusó a los Mendoza de desafiar la autoridad real y de obstruir las políticas del rey.

En este contexto, el marqués de Villena utilizó su influencia para lograr que Enrique IV interviniera en el conflicto y tomara partido en su favor. Sin embargo, el rey, que en varias ocasiones parecía no comprender completamente las implicaciones políticas de estos enfrentamientos, no siempre fue un aliado confiable para Pacheco. La falta de una política clara por parte de Enrique IV y la creciente fragmentación de la corte hicieron que la posición de Pacheco se volviera más vulnerable. A pesar de sus éxitos en el campo militar y su dominio sobre el Consejo Real, el marqués de Villena se encontró cada vez más aislado en la corte.

El apogeo político de Pacheco también se vio reflejado en su influyente papel en las negociaciones matrimoniales. Durante estos años, el marqués intentó utilizar las alianzas familiares para consolidar aún más su poder. Su proyecto de matrimonio más ambicioso fue el que involucraba a su hermano Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava, con la princesa Isabel de Castilla, hermana de Enrique IV y futura Reina Católica. A través de este enlace, Pacheco esperaba obtener un control aún mayor sobre la sucesión del trono y asegurar que su linaje estuviera vinculado a la futura monarquía. Sin embargo, el matrimonio de Pedro Girón con Isabel nunca se materializó debido a la inesperada muerte del propio Girón en 1466.

A pesar de este contratiempo, el marqués de Villena continuó maniobrando para mantener su influencia en la corte. Incluso cuando las tensiones aumentaban y los rumores sobre la relación del rey con Beltrán de la Cueva comenzaban a afectar su reputación, Pacheco se mantuvo firme en su posición, buscando siempre formas de recuperar el terreno perdido. Este periodo de auge político, marcado por alianzas estratégicas, victorias militares y disputas internas, consolidó la figura del marqués de Villena como uno de los personajes más importantes del siglo XV en Castilla.

Aunque sus éxitos eran evidentes, la creciente inestabilidad dentro de la corte y las divisiones entre los principales actores políticos auguraban tiempos de conflicto. En los últimos años de esta fase, el marqués de Villena se vio enfrentado a los peligros de la política cortesana, donde las lealtades eran frágiles y las traiciones estaban a la orden del día. Sin embargo, su astucia y su habilidad para navegar estos complejos escenarios lo mantuvieron en la cúspide del poder durante gran parte de este periodo.

Caída en desgracia y cambio de bando (1462-1468)

El periodo comprendido entre 1462 y 1468 marcó el comienzo de la caída de Juan Fernando Pacheco, Marqués de Villena, en la política castellana. Aunque durante los primeros años de su ascenso había sido una figura central en la corte de Enrique IV, las tensiones internas en el reino, sus rivalidades con otros miembros de la nobleza y su excesiva ambición lo llevaron a perder la confianza del rey y, en última instancia, a verse apartado del poder. Durante estos años, Pacheco pasó de ser el hombre más influyente de Castilla a convertirse en un personaje marginal, aunque su habilidad para adaptarse a las circunstancias lo mantuvo activo en la política del reino.

Uno de los primeros eventos que marcaron el comienzo de su declive fue el nacimiento de la hija de Enrique IV en 1462, a quien se le dio el nombre de Juana. La controversia en torno a la legitimidad de Juana fue uno de los temas más candentes de la corte castellana en ese momento. Los rumores que circulaban sobre la impotencia del rey y su relación con Beltrán de la Cueva alimentaron la creencia de que Juana no era hija biológica de Enrique IV, sino de su favorito. Estos rumores, que comenzaron a ser conocidos como el caso de la Beltraneja, fueron fomentados por diversos sectores de la nobleza, entre ellos Pacheco, quien veía en esta situación una oportunidad para su propia ambición.

A pesar de que el propio Pacheco participó en el bautizo de Juana como padrino, pronto se dio cuenta de que la proclamación de la infanta como heredera de Castilla no era favorable a sus intereses. El marqués de Villena comenzó a conspirar abiertamente contra la hija de Enrique IV, buscando que el rey nombrara a su hermano Alfonso como el heredero legítimo del trono. Esta maniobra fue apoyada por una parte de la nobleza, entre ellos el conde de Benavente, Rodrigo Manrique y otros importantes personajes que veían con desconfianza el ascenso de la hija del rey. Pacheco, que siempre había jugado un doble papel en la corte, se alineó con el bando de los alfonsinos, liderado por el propio hermano del rey, y comenzó a organizar una serie de conspiraciones que buscaban desplazar a Juana de la línea de sucesión.

Este cambio de bando no fue bien recibido por Enrique IV, quien ya comenzaba a dudar de la lealtad de su favorito. El marqués de Villena, al pasar a apoyar a Alfonso, dejó claro que ya no confiaba plenamente en el rey. A partir de 1462, las relaciones entre Pacheco y Enrique IV se deterioraron rápidamente. El marqués, que hasta ese momento había sido el hombre que más poder y privilegios había otorgado a la nobleza, comenzó a perder su influencia en la corte. Mientras tanto, Beltrán de la Cueva aprovechó la oportunidad para ocupar el puesto de favorito real, despojando a Pacheco de su antigua preeminencia.

En este contexto, los enfrentamientos entre los partidarios de Enrique IV y los seguidores de Alfonso aumentaron, lo que derivó en un ambiente de tensión política que se tradujo en una serie de enfrentamientos militares. En 1464, Pacheco se convirtió en el tutor del joven príncipe Alfonso, quien fue proclamado Príncipe de Asturias por Enrique IV. A partir de este momento, las facciones en guerra en Castilla se dividieron aún más. Mientras los alfonsinos luchaban por hacer valer su posición y mantener al hermano del rey como el heredero legítimo, los enriqueños, liderados por Beltrán de la Cueva y otros miembros de la corte, intentaban aferrarse al poder.

En este ambiente de confrontación, Pacheco intentó dar un golpe de mano para apoderarse de la situación. En 1465, junto con sus aliados, organizó lo que se conoce como la Farsa de Ávila. En este evento, los partidarios de Alfonso organizaron una ceremonia en la que se depuso simbólicamente al rey Enrique IV. En la plaza de Arévalo, un muñeco representando al rey fue despojado de sus símbolos de poder, como el cetro y la corona, lo que representaba una declaración formal de que Pacheco y su bando consideraban a Alfonso como el verdadero rey de Castilla. Este acto fue una muestra clara de las tensiones internas que dividían al reino y de la determinación de Pacheco para ocupar el lugar que consideraba que le correspondía.

Sin embargo, el golpe de Pacheco no tuvo el éxito esperado. A pesar de las aspiraciones de los alfonsinos, Enrique IV y sus seguidores lograron sofocar la rebelión. A lo largo de 1465, el marqués de Villena intentó equilibrar sus lealtades, mientras que su posición se volvía cada vez más difícil. Las alianzas que había forjado con otros grandes nobles comenzaron a desmoronarse, y la situación en la corte se volvió aún más volátil. A pesar de que Pacheco continuó actuando como una figura clave en los círculos nobles, la falta de una base de poder sólida lo llevó a perder apoyo dentro del Consejo Real.

En 1466, la muerte repentina del príncipe Alfonso envenenó aún más la situación. Muchos sospecharon que Pacheco había tenido algo que ver con el fallecimiento del joven príncipe, aunque no hay pruebas claras de que haya sido responsable de su muerte. La prematura desaparición de Alfonso dejó a Juana como la heredera legítima, y con ello, la causa alfonsina sufrió un golpe irreparable. El marqués de Villena, que había sido uno de los principales artífices del movimiento que intentaba derrocar a Enrique IV, quedó sin un líder claro al que apoyar, lo que minó aún más su influencia en la corte.

Con la muerte de Alfonso, los seguidores de Pacheco vieron cómo sus planes se desmoronaban. A pesar de que el marqués intentó restablecer su alianza con Enrique IV, las intrigas dentro de la corte fueron implacables. El joven rey, que ya había perdido la confianza en su antiguo favorito, optó por rodearse de nuevos consejeros, desplazando a Pacheco del poder. De esta manera, la figura de Juan Fernando Pacheco se fue desvaneciendo lentamente en la corte, hasta que quedó relegado a una posición secundaria dentro de los juegos de poder de Castilla.

El declive de Pacheco fue un reflejo de las profundas divisiones internas que caracterizaron la política de Castilla durante el siglo XV. La lucha por el control de la monarquía, las tensiones entre los diferentes linajes y las traiciones constantes hicieron que el reino fuera un campo de batalla político donde las lealtades eran temporales y volátiles. Pacheco, al igual que otros nobles de la época, tuvo que adaptarse constantemente a los cambios de poder, aunque sus ambiciones finalmente lo llevaron a la ruina.

Últimos años (1468-1474)

Los últimos años de Juan Fernando Pacheco, Marqués de Villena, fueron una serie de maniobras políticas desesperadas para recuperar el poder perdido, aunque también marcaron el principio de su retiro definitivo del escenario político castellano. Tras los fracasos sufridos a partir de 1465, incluyendo el debilitamiento de la causa alfonsina con la muerte de Alfonso, el marqués de Villena intentó reajustar su posición política, aunque su influencia ya no era lo que había sido en la corte de Enrique IV. Estos años fueron cruciales para comprender la finalización de su trayectoria y su legado en la historia de Castilla.

A pesar de que las intrigas en la corte lo habían colocado al margen de la política, Pacheco no abandonó la lucha por mantenerse como una figura relevante en los asuntos del reino. La situación política de Enrique IV, quien se encontraba cada vez más aislado y con un reinado marcado por disputas internas, ofrecía al marqués de Villena la oportunidad de maniobrar, aunque ya no con el mismo control absoluto que tenía en sus años de apogeo.

En 1468, tras los eventos turbulentos de los años previos, Enrique IV, en un intento por restablecer la paz en el reino, aceptó finalmente la solución más radical: el Pacto de los Toros de Guisando, que sellaba la renuncia de la infanta Juana (la Beltraneja) a sus derechos al trono en favor de Isabel, hermana de Enrique IV. Aunque Pacheco no estaba directamente involucrado en las negociaciones del pacto, este acuerdo afectó profundamente a sus intereses. En efecto, el marqués de Villena había jugado un papel crucial en los enfrentamientos de sucesión, apoyando a Alfonso como el verdadero heredero y, más tarde, a Juana cuando su causa parecía tener más apoyo. Con el ascenso de Isabel al trono como heredera, las aspiraciones de Pacheco se vieron truncadas.

Aunque el marqués nunca aceptó completamente la legitimidad de Isabel como heredera, las circunstancias le obligaron a unirse nuevamente a la causa del rey, al menos de manera superficial. De hecho, tras la firma del pacto, Pacheco fue readmitido en la corte, lo que reflejaba el deseo de Enrique IV de calmar las tensiones internas. Sin embargo, la desconfianza entre ellos ya era evidente. Enrique IV no podía olvidar las numerosas veces en que Pacheco había jugado en su contra, buscando alternativas para su propio beneficio.

En el marco de este contexto, Pacheco fue nombrado duque de Escalona en 1469, un título que le otorgó Enrique IV. Este título era uno de los que anteriormente pertenecían a Álvaro de Luna, su rival político. Sin embargo, este reconocimiento por parte del rey no fue suficiente para devolverle el poder que había perdido. El nuevo título no logró recuperar el estatus que Pacheco había disfrutado en la corte en los años más dorados de su carrera. Esta situación reflejaba la fragilidad de su posición en la corte: aunque se le concedieron títulos honoríficos, su influencia política había disminuido considerablemente.

En cuanto a sus propios intereses familiares, Pacheco continuó trabajando en la búsqueda de matrimonios estratégicos para sus hijos. La ambición de asegurar su linaje dentro de la nobleza de Castilla no cesó, a pesar de su declive en el poder político. Uno de los proyectos más destacados en este sentido fue el intento de casar a su hija Mencía Pacheco de Velasco con un miembro de la alta nobleza, Diego de Cárdenas. Además, el marqués promovió alianzas con los portugueses para asegurar que sus intereses en la corte portuguesa y en las relaciones internacionales fueran favorecidos. A lo largo de los últimos años de su vida, Pacheco continuó maniobrando para asegurar ventajas a su familia, aún cuando su propio poder se evaporaba.

Uno de los elementos más reveladores de sus últimos años fue su relación con la princesa Isabel de Castilla. Aunque en el pasado Pacheco había conspirado en su contra, en los últimos años de su vida, cuando la posibilidad de que Isabel se casara con Fernando de Aragón se convirtió en un hecho cada vez más probable, Pacheco intentó una vez más acercarse a la monarquía. Aunque parecía que su influencia en la corte de Isabel sería limitada, las maniobras políticas de Pacheco nunca se detuvieron, pues comprendió que el matrimonio de Isabel con Fernando podría ser crucial para restaurar su propia posición y la de su familia en el futuro reino.

La complejidad de su situación se vio reflejada también en la alianza con Fernando de Aragón. El marqués de Villena, aún interesado en preservar su poder territorial y político, negoció con los embajadores franceses en 1470 la posibilidad de un matrimonio entre Juana, la hija de Enrique IV, y Carlos de Berry, hijo del rey Luis XI de Francia. Sin embargo, este proyecto se vino abajo con la inesperada muerte de Carlos de Berry en 1472, lo que frustró nuevamente los planes de Pacheco y aumentó la inestabilidad política en la que vivía sumido.

Para cuando Pacheco llegó a los últimos años de su vida, ya era evidente que su tiempo como una de las figuras más poderosas de Castilla había pasado. A pesar de haber sido un hombre de gran ambición y de haber logrado consolidarse como uno de los grandes nobles del siglo XV, el marqués de Villena no pudo evitar la caída de su poder ante la nueva generación de gobernantes que representaban a la monarquía de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos.

El fin de su vida fue prematuro y trágico. En octubre de 1474, mientras se dirigía a la villa de Trujillo en busca de una alianza más fructífera con los portugueses, Pacheco sufrió una súbita enfermedad: un apostema en la garganta, la misma dolencia que había matado a su hermano, el maestre de Calatrava, ocho años antes. La enfermedad fue rápida y letal. Juan Fernando Pacheco falleció el 4 de octubre de 1474 en Santa Cruz de la Sierra, en la provincia de Cáceres.

Tras su muerte, el cuerpo del marqués fue enterrado en el monasterio de Guadalupe, cercano a su lugar de fallecimiento. Sin embargo, en los años posteriores, sus restos fueron trasladados al monasterio de El Parral en Segovia, donde su familia había erigido un panteón para sus miembros. Así terminó la vida de uno de los personajes más complejos y controvertidos de la nobleza castellana del siglo XV.

El legado de Juan Fernando Pacheco, como marqués de Villena, fue uno de poder, intriga y ambición. A pesar de sus éxitos y su capacidad para navegar las aguas turbulentas de la política castellana, su destino estuvo marcado por la inestabilidad, la traición y la lucha por un control que se le escapaba poco a poco. Pese a ello, su familia continuó siendo relevante en la historia de España, e incluso sus descendientes alcanzaron posiciones de poder en la nueva monarquía de los Reyes Católicos.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Juan Fernando Pacheco (1419-1474): El Ambicioso Marqués de Villena que Dominó la Política Castellana del Siglo XV". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/pacheco-juan-fernando-marques-de-villena [consulta: 5 de octubre de 2025].