A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
LiteraturaBiografía

Ortiz y Fernández, Fernando (1881-1969).

Etnólogo, ensayista, diplomático y polígrafo científico-social cubano, nacido en La Habana en 1881 y fallecido en su lugar de origen el 10 de abril de 1969. Interesado desde su temprana juventud por las condiciones de vida de los negros de su país, se convirtió en uno de los principales renovadores de los estudios afrocubanos y dejó un fecundo y variado legado científico y ensayístico que le convirtió en uno de los intelectuales cubanos más influyentes de la primera mitad del siglo XX.

Nacido en el seno de una familia acomodada -era hijo de un comerciante de origen español y una mujer habanera cuyos abuelos también habían desembarcado en Cuba procedentes de España-, con tan solo dos años de edad fue enviado al archipiélago balear para que se criase y educase en Menorca, con sus ascendientes maternos. Allí recibió el pequeño Fernando una formación primaria y secundaria que, en su adolescencia, ya de retorno a Cuba, completó en la Universidad de La Habana (1895-1898). En pleno conflicto independentista, regresó a España para finalizar sus estudios superiores en Barcelona, donde obtuvo una licenciatura en Derecho que, poco después, ya en la Universidad de Madrid, amplió con el grado de doctor en dicha materia (1901).

Con poco más de veinte años de edad, el joven Fernando Ortiz regresó de nuevo a su país natal para encontrarse con una débil República hostigada por las pretensiones imperialistas estadounidenses y agitada por las lógicas contradicciones socio-políticas que perturbaban la vida pública cubana, aún dividida entre los numerosos partidarios de la independencia y los que añoraban el antiguo régimen colonial hispano. Puesto al servicio de los intereses políticos de su nación, en 1902 aceptó un cargo diplomático que le condujo de nuevo a Europa, esta vez para ejercer como cónsul cubano en La Coruña, Génova y Marsella. Esta nueva visita al Viejo Continente vino a reforzar los lazos culturales que Fernando Ortiz había establecido con el pensamiento positivista que ya triunfaba en Europa cuando era estudiante en Barcelona y en Madrid, lazos que pronto habrían de marcar la pauta metodológica de todas sus obras. Ello quedó bien patente desde su primera entrega impresa, un ensayo publicado en España bajo el título de Los negros brujos (apuntes para un estudio de etnología criminal) (Madrid; Librería de Fernando Fe, 1906).

Tras un breve período como Secretario de la Embajada de Cuba en París, el joven intelectual habanero abandonó la carrera diplomática y regresó a su isla antillana para ocupar, en 1906, un cargo en la Fiscalía de la nueva nación. Dos años después, su brillante triunfo en unas oposiciones le permitió desempeñar el puesto de profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, institución en la que habría de ejercer la docencia durante casi un decenio (hasta 1917), en calidad de auxiliar único de todas las materias que allí se impartían.

Durante estos primeros años de la nueva República cubana, bajo constantes conflictos político-sociales como la sujeción a la nefasta enmienda Platt (1898), la sublevación liberal de 1906, la segunda intervención estadounidense (1906-1909) y la denominada "guerrita de los Independientes de color" (1912), Fernando Ortiz Fernández desarrolló y afianzó sus firmes convicciones democráticas e igualitarias, en las que ocupaba un plano principal su constante preocupación por la difícil situación de la población negra cubana. Sus investigaciones científicas y su pensamiento político-ideológico le llevaron al convencimiento de que era necesaria una eliminación rotunda de cualquier prejuicio social y racial, lo que a su vez implicaba una firme defensa de los más elementales principio democráticos, frente a los privilegios que aún querían conservar quienes se aferraban a los valores de la tradición criolla colonialista. El germen de estas ideas, plasmado ya en el citado ensayo Los negros brujos (1906), fue floreciendo en la obra de Ortiz Fernández para dar lugar a una serie de estudios que, bajo el título genérico de Hampa afrocubana, intentaban dar respuestas a algunas cuestiones criminológicas específicas de la isla antillana.

Como era de esperar, sus manifestaciones democráticas -plasmadas en numerosos artículos políticos, sociales y etnográficos- le condujeron hasta el enfrentamiento directo con los sectores más conservadores y reaccionarios del país, aquellos que todavía se empeñaban en negar la capacidad creativa del pueblo cubano y en presentarlo como una nación huérfana y desamparada, incapaz de salir adelante sin el auxilio colonial de la metrópoli. De esta fecunda polémica (en la que también intervinieron, al lado de las posturas más conservadoras, algunas voces españolas que aún no habían asimilado la independencia de Cuba), surgió una segunda entrega impresa de Ortiz Fernández, publicada bajo el título de La reconquista de América; reflexiones sobre el hispanismo (París; Librería P. Ollendorff, 1910). Tres años más tarde, los interesantes estudios del intelectual habanero sobre psicología tropical vieron la luz en una obra titulada Entre cubanos... (París; Librería Ollendorff, 1913).

En medio de la relevancia que había comenzado a cobrar su figura y su obra, Fernando Ortiz encontró una sólida plataforma de apoyo y difusión de sus ideas en la recién creada Sociedad Económica de Amigos del País, en cuyo seno, el día 9 de enero de 1914, pronunció un vibrante discurso titulado "Seamos hoy como fueron ayer", texto que inmediatamente dio lugar a su impresión en forma de libro (La Habana; Imprenta Universal, 1914). Al mismo tiempo, se acogió al amparo brindado por las páginas de la Revista Bimestre Cubana, en cuya recuperación y reedición, auspiciada por la mencionada Sociedad Económica de Amigos del País, jugó un papel destacado el propio autor de La Habana. Sus otros dos puntos de apoyo en la defensa del igualitarismo democrático fueron, dentro del ámbito académico, la Universidad Popular y, en las esferas políticas, el Partido Liberal, en el que Ortiz Fernández formalizó su ingreso a partir de 1915. Esta agrupación política, caracterizada por su defensa de las clases menos favorecidas y por su exhibición de una moderada conciencia nacionalista, permitió al joven escritor ocupar un puesto relevante en la vida pública de su nación durante la década de los años veinte; pero el progresivo retroceso de casi todos sus líderes hacia ciertos postulados que venían a satisfacer las exigencias políticas de algunas potencias extranjeras (y, con ello, a generar suculentos beneficios en quienes las habían apoyado) colocó pronto a Ortiz en la posición más izquierdista del Partido Liberal y, en consecuencia, en el centro de los ataques del conservadurismo que se había instalado en sus propias filas.

Ello no fue óbice para que su talante democrático saliera siempre a flote en los numerosos artículos, folletos, discursos y volúmenes que dio a la imprenta por aquellos años, entre los que resulta obligado destacar un ensayo legal titulado La identificación dactiloscópica; estudio de policiología y derecho público (Madrid; Daniel Jorro, Editor, 1916) y, sobre todo, un valioso texto sociológico presentado bajo el epígrafe de Los negros esclavos; estudio sociológico y de derecho público (La Habana; Revista Bimestre Cubana, 1916). Cada vez más asentado en un método positivista-historicista en el que desempeñaban un papel fundamental los análisis etnológicos, sociológicos, legales y políticos, Ortiz Fernández llegaba en esta obra a la conclusión de que la "mala vida" que forzaba a delinquir a los negros cubanos tenía su origen en el secular sometimiento a que se había visto reducida la población afrocubana por parte de una clase superior que la explotaba con la única justificación de incrementar su propia riqueza.

Ante el creciente deterioro de la salud democrática de la isla (cada vez más sujeta a los señuelos de una clase política que se dejaba adular y comprar por el poderoso vecino invasor del Norte), Fernando Ortiz redobló sus esfuerzos liberales a través de algunas publicaciones que pretendían poner freno a la grave crisis que amenazaba la reciente República cubana. Algunos de sus artículos dispersos fueron recopilados bajo el título de La crisis política cubana; sus causas y remedios (La Habana; Imprenta Universal, 1919), y cuatro años después salieron de la imprenta, convenientemente agrupados en un solo volumen, sus discursos más virulentos sobre la inestabilidad política de la época: En la tribuna; discursos cubanos (La Habana; Imprenta El Siglo XX, 1923). Aquel mismo año, movido por la perentoria necesidad de regeneración que exigían las principales instituciones políticas y administrativas de Cuba, Ortiz Fernández fundó la Junta Cubana de Renovación Cívica; y un año más tarde, desde la ya famosa tribuna de la Sociedad Económica de Amigos del País, pronunció una encendida conferencia sobre "La decadencia cubana" (23 de febrero de 1924), texto emblemático del regeneracionismo antillano que vio la luz, en formato de libro, en el transcurso de aquel mismo año (La Habana; Imprenta La Universal, 1924).

Entre estas publicaciones de alcance socio-político, el polígrafo habanero no descuidaba otras parcelas del saber a las que de continuo le llevaba su despierta curiosidad humanística. Así, a comienzos de los años veinte publicó su Historia de la arqueología indocubana (La Habana; Imprenta El Siglo XX, 1922), obra a la que poco después se sumó el fruto de sus paralelas investigaciones lingüísticas, presentadas bajo el sugestivo título de Un catauro de cubanismos; apuntes lexicográficos (La Habana: Colección Cubana de Libros y Documentos Inéditos, 1923). Al año siguiente, las brillantes aportaciones de Ortiz a esta disciplina léxica se vieron incrementadas por el libro titulado Glosario de afronegrismos (La Habana: Imprenta El Siglo XX, 1924).

A partir de este año de 1924, resulta apreciable en la trayectoria intelectual de Fernando Ortiz una intensificación de sus trabajos científico-culturales, particularmente manifiesta en esa preocupación por la lengua y las costumbres afrocubanas, así como en las circunstancias legales que afectaban directamente a esa parte considerable de la población de su país. A la publicación de un nuevo libro sobre La filosofía penal de los espiritistas; estudio de filosofía jurídica (Madrid; Ed. Reus, 1924), se sumó, aquel mismo año, una importante colaboración que inauguraba los Archivos del folklore cubano (1924-1929); y cuatro años después fue decisiva su participación en la creación de la serie "Colección de Libros Cubanos", a la que aportó varios prólogos de enorme interés sobre las obras de diversos autores cubanos que habían quedado fuera de la circulación desde el siglo XIX, pero que, para Ortiz Fernández, constituían uno de los pilares básicos de su intento de regeneración: la recuperación de la tradición cultural de la isla. Así vio la luz, entre otros títulos, su obra José Antonio Saco y sus ideas cubanas (La Habana; Librería Cervantes, 1929). Por lo demás, sus trabajos de contenido legal se vieron enriquecidos con la aparición de su Proyecto de Código Criminal Cubano. (Libro primero o parte general) (La Habana; Librería Cervantes, 1926).

Su notable distanciamiento de los políticos profesionales -no así de su firme compromiso con las causas más nobles de la vida pública cubana- le condujo a volcarse en otras entusiastas iniciativas que, desde parcelas menos sujetas a la hipocresía y la corrupción, le permitieron contribuir constantemente y de forma decisiva al desarrollo de su inestable patria. Así, en 1927 fundó la Sociedad Hispano-Cubana de Cultura, institución que cobró un interesante protagonismo en el panorama intelectual antillano de los últimos años de la década de los veinte. Pero, en 1931, ante el creciente número de políticos del Partido Liberal que mostraba su apoyo al dictador Gerardo Machado, rompió definitivamente con sus antiguos compañeros de militancia y, en general, con toda la clase política profesional cubana, para emprender un exilio que le llevó hasta los Estados Unidos de América, en donde se consagró a sus investigaciones y a difundir sus denuncias contra la grave situación en que se hallaba Cuba bajo la tiranía del gobierno de Machado. Por aquellos años, Fernando Ortiz se convirtió en uno de los principales referentes de la juventud radical cubana, en cuyo talante progresista y vanguardismo intelectual influyó de forma notable a través de sus colaboraciones en la Revista Avance. Alentados por las grandes transformaciones que habían perturbado a las clases dominantes tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, los jóvenes intelectuales cubanos tomaron como referente los escritos y las actuaciones de Ortiz Fernández para postular un nuevo patriotismo que cedía el mando a las clases medias y a los grupos proletarios, sin olvidar el reconocimiento de todos los derechos negados hasta entonces a sus compatriotas de color.

Tras dos años de exilio en Norteamérica (1931-1933), Fernando Ortiz regresó a Cuba para continuar su despliegue incesante y una infatigable labor social y cultural. Sus provechosas estancias en el extranjero le animaron a fundar la revista Ultra, dependiente de la citada Sociedad Hispano Cubana de Cultura, una publicación concebida como resumen mensual de los recientes trabajos de periodismo cultural que aparecían en diferentes medios internacionales. Aupado por el reconocimiento unánime de la clase intelectual, de los jóvenes creadores y de algunas de las principales instituciones públicas de la isla, Ortiz asistió durante el segundo lustro de los años treinta al triunfo de sus audaces y originales augurios sobre la valoración de la cultura afrocubana, a la sazón impulsada definitivamente por la eclosión de la poesía negrista (Nicolás Guillén) y de los conciertos musicales enriquecidos por numerosos elementos negros y mulatos (Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla). Este triunfo definitivo del mestizaje generó a su vez, en la feraz pluma de Ortiz Fernández, un copioso aluvión de artículos y ensayos sobre la riqueza e importancia de la síntesis cultural en la conformación de la identidad nacional cubana, así como un valioso volumen misceláneo en el que se hacía de nuevo patente toda la diversidad del alcance humanístico de los saberes del intelectual habanero. Se trata de la obra titulada Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. (Advertencia de sus contrastes agrarios, económicos, históricos y sociales, su etnografía y su transculturación) (La Habana; J. Montero, 1940), pronto considerada como una de las mayores aportaciones de Ortiz a la cultura cubana del siglo XX.

A partir de este público reconocimiento de su valía intelectual, Fernando Ortiz volvió a tomar parte activa en la política de su nación, aunque siempre desde su manifiesta lejanía de cualquier compromiso partidista. Así, intervino de forma decisiva en la organización de la Alianza Cubana por un Mundo Libre (1941), presidió el Instituto Cultural Cubano-Soviético (1945), dirigió la sección cubana del Movimiento por la Paz y, entre otras muchas iniciativas de idéntico tenor, participó en numerosos encuentros internacionales que llegaron a proporcionarle, en la década de los cincuenta, una nominación como aspirante al Premio Nobel de la Paz.

Simultáneamente, el polígrafo habanero se enfrascó en sus tareas creativas para dar a la imprenta un precioso legado de textos monográficos centrados en los aspectos más variados de la idiosincrasia cubana, siempre enfocados desde esa perspectiva del mestizaje que venía alentó su obra desde sus comienzos como escritor. La mera relación de los títulos que conforman la producción de Ortiz durante esta última etapa de su trayectoria literaria basta para ofrecer una idea precisa de la riqueza y variedad de sus saberes: Martí y las razas (La Habana; Molina, 1942); Las cuatro culturas indias de Cuba (La Habana; Arellano y Cía, 1943); El engaño de las razas (La Habana; Páginas, 1946); El huracán, su mitología y sus símbolos (México; Fondo de Cultura Económica, 1947); La africanía de la música folklórica de Cuba (La Habana; Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, 1950), obra revisada y aumentada por el propio autor en 1965; Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba (La Habana; Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, 1951); Los instrumentos musicales de la música afrocubana (La Habana; Publicaciones de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1952-1955) [5 vols.]; Historia de una pelea cubana contra los demonios (La Habana; Universidad Central de Las Villas, 1959); y la obra póstuma publicada bajo el título de Nuevo catauro de cubanismos (La Habana; Editorial de Ciencias Sociales, 1974), en la que quedaron recogidas sus últimas investigaciones lingüísticas. Entre las muestras antológicas de su obra, sobresale también la selección que dio a la imprenta Julio Le Riverend bajo el título de Órbita de Fernando Ortiz (La Habana; UNEAC, 1973), así como la recopilación de Miguel Barnet y Ángel L. Fernández de sus Ensayos etnográficos (La Habana; Editorial de Ciencias Sociales, 1984).

Con el triunfo de la Revolución castrista, Fernando Ortiz fue nombrado miembro de la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias, desde donde desempeñó una importante labor de mecenazgo y promoción cultural de los jóvenes intelectuales que acudían continuamente a pedirle apoyo y consejos. A pesar de que su edad avanzada, lastrada por una grave dolencia, le impedía seguir con la realización y publicación de sus fecundos trabajos de investigación, se sumó con el entusiasmo progresista de sus años juveniles a las iniciativas reformistas del nuevo régimen político, con el que colaboró con las escasas fuerzas que le quedaban hasta que, ya casi nonagenario, la muerte le sorprendió en La Habana durante el mes de abril de 1969.

Bibliografía.

  • - BUENO MENÉNDEZ, Salvador. "Aproximaciones a la vida y la obra de Fernando Ortiz", en Casa de las Américas, págs. 119-127 (La Habana, 113, 1979).

- CARPENTIER, Alejo. "Este gran don Fernando", en Repertorio Americano, págs. 3-4 (San José de Costa Rica, XXXII, 15, 1952).

- COMAS, Juan. "La obra científica de Fernando Ortiz", en Revista Bimestre Cubana, págs. 17-28 (La Habana, LXX, 1, 1955).

- GUANCHE, Jesús. Procesos etnoculturales de Cuba (La Habana; Editorial Letras Cubanas, 1983).

- GUITERAS HOLMES, Calixta. "Fernando Ortiz: palparlo todo, olerlo todo, saborearlo todo", en Gaceta de Cuba, págs. 4-8 (La Habana, 2, 1965).

- IZNAGA BEIRA, Diana. El estudio del arte negro en Fernando Ortiz (La Habana; Instituto de Literatura y Lingüística, Academia de Ciencias de Cuba, 1982).

------------ Transculturación en Fernando Ortiz (La Habana; Editorial de Ciencias Sociales, 1989).

- LE RIVEREND BRUSONE, Julio. "Don Fernando Ortiz en la historiografía cubana", en Anales del Caribe (La Habana), 2 (1982), págs. 38-44.

- LEÓN, Angeliers. "El aporte de Fernando Ortiz a la etnomusicología en Cuba", en Gaceta de Cuba, págs. 9-10 (La Habana, 4, 42,1965).

- MARINELLO VIDAURRETA, Juan. "Don Fernando Ortiz. Notas sobre nuestro tercer descubridor", en Bohemia, págs. 52-55 (La Habana, 61, 16,1969).

- Miscelánea de estudios dedicados a Fernando Ortiz por sus discípulos, colegas y amigos, con ocasión de cumplirse sesenta años de la publicación de su primer impreso en Menorca en 1895, 3 vols. (La Habana; Sociedad Económica de Amigos del País, 1955-1957).

- OTERO, Lisandro. "Las ideas políticas de Fernando Ortiz", en Anales del Caribe, págs. 45-60 (La Habana, 2, 1982).

- PORTUONDO, José Antonio. "Fernando Ortiz: Humanismo y racionalismo científico", en Casa de América, págs. 8-10 (La Habana, X, 55,1969).

- TORRIENTE, Loló de la. "Don Fernando Ortiz", en Bohemia (La Habana), 58, 50, págs. 12-17 (16 de diciembre de 1966).

- VALDÉS BERNAL, Sergio. "El lingüista Don Fernando de Ortiz", en Revista Universidad de La Habana, 216, págs.158-170 (1982).

- VITIER, Medardo. "El aliento cubano y el espíritu científico en la obra de Fernando Ortiz", en Revista Bimestre Cubana, págs. 29-42 (La Habana, LXX, 1,1955).

Autor

  • JR