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Ocio y entretenimientoBiografía

Ortega Cano, José (1953-VVVV).

Matador de toros español, nacido en Cartagena (Murcia) el 27 de diciembre de 1953. Considerado como una de las principales figuras del toreo en la década de los años ochenta, en tiempos posteriores y en medio de un pronunciado declive de su carrera artística, fue objeto de la atención periodística por su matrimonio con la popular tonadillera Rocío Jurado.

A los cuatro años de edad se trasladó con toda su familia a la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes, famosa por su feria taurina y por unos encierros que le han valido el sobrenombre de "La Pamplona Chica". Allí sintió el joven José Ortega el despertar de su vocación torera, vocación que le llevó, siendo apenas un niño, a intervenir en los espectáculos cómico-taurinos organizados por Blas Romero ("El Platanito").

Así, tras foguearse en las suertes de capa, banderillas y muleta en la parte seria que suele acompañar a dichas mojigangas, decidió emprender en solitario la carrera de matador de toros, para lo cual se enfundó su primer traje de luces en el coso barcelonés de Las Arenas el día 15 de julio de 1972. Tras intervenir en varias novilladas sin picar, debutó con varilargueros el día 9 de septiembre de 1973, en el madrileño coso de Vista Alegre, acompañado en el cartel por los jóvenes novilleros Frederic Pascal y Juan Lucas. Aquella tarde, en la que se corrió un encierro perteneciente a la vacada de don Pío Tabernero de Vilvis, José Ortega Cano cortó una oreja a su primer enemigo, y dejó en el respetable esa grata sensación de continuidad que transmiten los toreros en ciernes cuando se presentan alentados por una concepción clásica del toreo.

Así las cosas, emprendió una brillante campaña novilleril que le permitió colocarse a la cabeza del escalafón a finales de la temporada de 1974, justo antes de dar el paso decisivo de convertirse en matador de toros. En efecto, el día 12 de octubre de dicho año, en el ruedo de Zaragoza, tomó la alternativa de manos de su padrino, el diestro alicantino José María Dols Abellán ("José Mari Manzanares"), quien, en presencia del espada jiennense Francisco Bautista Cruz ("Paco Bautista"), que hacía las veces de testigo, le cedió los trastos con los que había de lidiar y estoquear a Pedillero, un burel negro bragado que se había criado en las dehesas de don José Luis Osborne. A partir de entonces, comenzó a experimentar el primero de los baches que han ido poblando de pronunciados altibajos su dilatada trayectoria taurina. No consiguió hacerse un hueco entre los lidiadores de elite después de haber tomado la alternativa, por lo que tardó cuatro años en conseguir una oportunidad que le permitiera comparecer ante la primera afición del mundo.

Finalmente, el día 14 de mayo de 1978 hizo su primer paseíllo a través del redondel de la plaza Monumental de Las Ventas (Madrid), en una confirmación de alternativa apadrinada por el coletudo albaceteño Antonio García Rojas ("Antonio Rojas"). Allí, en presencia del torero manchego Lorenzo Manuel Díaz Villalta("Lorenzo Manuel Villalta"), que comparecía en calidad de testigo, José Ortega Cano cuajó una brillante actuación ante sus dos enemigos, marcados con el hierro de Sotillo Gutiérrez. Tras esta confirmación de alternativa, su carrera volvió a remontar el vuelo, y en la Feria de San Isidro del año siguiente consiguió los trofeos "Mayte" y "Casa de Córdoba" a la mejor estocada del ciclo; por cierto que en el transcurso de dicha feria sufrió José Ortega su primera cornada de gravedad, inferida el día 28 de mayo de 1979 por un astado perteneciente a la ganadería de Victorino Martín, que le hirió gravemente en el momento en que entraba a matar. Aquella tarde, habían hecho también el paseíllo el espada manchego Francisco Alcalde Morcillo ("Paco Alcalde") y el coletudo madrileño Pedro Fernández Gómez ("Niño de Aranjuez").

Al finalizar dicha temporada de 1979, José Ortega Cano se desplazó a Hispanoamérica para torear en Perú, dando así comienzo a una larga serie de triunfos obtenidos en plazas ultramarinas. De regreso a España, en la campaña de 1980 intervino en veintiséis festejos, para volver a sumirse en los últimos puestos del escalafón en las dos temporadas siguientes. Resurgió en 1983, año en el que hizo veintisiete paseíllos, y en 1984 comenzó a consagrarse como uno de los matadores punteros del escalafón superior, sobre todo a raíz de su actuación en Madrid, el día 14 de septiembre, fecha en la que compartió cartel con el vallisoletano Roberto Domínguez Díaz y con el soriano José Luis Palomar Romero para enfrentarse a un encierro criado en las dehesas de doña Pilar Población. Aquella tarde, Ortega Cano cortó una oreja a un sañudo morlaco que le había inferido una cornada en el pecho.

Al término de dicha campaña de 1984, en la que se había vestido de luces en veintitrés ocasiones, marchó de nuevo a Hispanoamérica para triunfar, sucesivamente, en Venezuela, México y Colombia. Vuelto a España, anduvo poco afortunado durante la temporada de 1985, pero no así en la siguiente, en la que cosechó dos de los más señalado éxitos de su carrera, Tuvo lugar el primero de ellos en Madrid, el día 22 de mayo de 1986, cuando José Ortega Cano desorejó a un burel de don Baltasar Ibán en presencia del diestro salmantino Pedro Gutiérrez Moya ("Niño de la Capea") y del espada toledano José Antonio Carretero Pérez. Su segundo triunfo clamoroso de aquel año se verificó también en el coso venteño, esta vez en un mano a mano sostenido con el malogrado torero abulense Avelino Julio Robles Hernández ("Julio Robles"). Fue el día 12 de septiembre de 1986, fecha en la que el matador cartagenero, además de lucirse en varios quites que aún perduran en la memoria de los buenos aficionados, cortó dos orejas y volvió a ser sacado a hombros por la Puerta Grande. Así las cosas, arropado por la resonancia que confiere Madrid a estos triunfos conseguidos en su plaza, al concluir la temporada de 1986 José Ortega Cano se había enfundado el terno de luces en ochenta y dos ocasiones; posteriormente, volvió a cruzar el Atlántico para lucirse en las principales plazas de Ecuador, Colombia, Venezuela y Perú.

El comienzo de la campaña siguiente no pudo ser más alentador, ya que el día 20 de abril de 1987, en el coso galo de Arlés, ante los espadas madrileños Lucio Sandín Sayago y José Miguel Arroyo Delgado, que cortó dos orejas al ganado de don Santiago Martín, triunfo que le hizo merecedor del trofeo "César Girón" que allí se otorga al triunfador de la feria. Un mes y medio más tarde volvió a abrir de par en par las hojas de la Puerta de Madrid, tras haber obtenido dos apéndices auriculares de sendas reses de la ganadería de don Felipe Bartolomé. Corría, a la sazón, el día 2 de junio de 1987, fecha en la que acompañaron a Ortega Cano en los carteles el susodicho Julio Robles y el lidiador manchego Antonio Sánchez Fernández ("Sánchez Puerto").

Durante aquella campaña de 1987 se vistió de luces en setenta y dos ocasiones, sin contar los trece paseíllos que hizo en Francia y las corridas posteriores que lidió en América. El día 13 de octubre de dicho año, en el transcurso de la Feria del Pilar zaragozana, un toro le asestó una gravísima cornada en el pecho que estuvo a punto de costarle la vida. Una vez repuesto, el matador cartaginés emprendió a pie el Camino de Santiago, en una dura peregrinación que venía a cumplir la promesa elevada durante su angustiosa convalecencia.

Pero la gravedad de esta herida no bastó para que Ortega Cano perdiera el puesto de honor que por aquel entonces ocupaba entre las figuras cimeras del escalafón: en 1988 firmó y cumplió sesenta y ocho ajustes en España, para hacer sesenta y seis paseíllos en 1989 y sesenta y tres en 1990, año en el que fue nombrado Presidente de la Asociación Nacional de Matadores de Toros, Novilleros y Rejoneadores. Acabó la siguiente campaña habiendo intervenido en cincuenta y nueve festejos, y en la siguiente firmó sesenta y un contratos. A partir de 1993 volvió a sufrir un bajón en su arte y, consecuentemente, en el número de ofertas que se le hicieron: aquel año sólo lidió cuarenta y nueve corridas, aunque se recuperó ligeramente en la campaña de 1994, en la que alcanzó a cumplir sesenta y dos ajustes. Al comenzar el año siguiente, cuando se hallaba toreando en Cartagena de Indias (Colombia) el día 6 de enero, un toro del hierro de Mondoñedo que atendía a la voz de Buenmocito le infirió una cornada gravísima en la zona lumbar, que llegó incluso a hacer temer por su vida. No obstante, el diestro superó el trance y regresó a Madrid para hacer frente a otros dos serios compromisos: contraer matrimonio con Rocío Juradoy debutar en el ciclo valenciano de las Fallas.

Tal vez a causa de esta cornada colombiana, tal vez por culpa del castillo de papel couché que levantó su boda, o tal vez por el legítimo -pero equivocado- deseo de prolongar excesivamente una trayectoria profesional que ya estaba en franca decadencia, lo cierto es que a partir de 1995 Ortega Cano apareció cada vez más inseguro y desdibujado, dejando en muchas plazas una penosa impresión que en nada recordaba al capoteador alegre y variado, al rehiletero ágil y preciso, al muletero firme y elegante, y al matador certero y decidido que había sido años atrás el diestro cartagenero. Además, el continuo airear de su vida privada aumentó la inquina de ciertos sectores críticos de la afición, que veían con malos ojos la promoción periodística de un matador de toros por causas ajenas a la estricta naturaleza de la fiesta. Aun así, y a pesar de los disuasorios fracasos que venía cosechando, en la campaña de 1997 cumplió cincuenta y siete ajustes, y en la de 1998 volvió a pisar los ruedos de todas las plazas importantes del planeta de los toros. Había -en esta última temporada- anunciado su retirada definitiva del ejercicio activo del toreo, circunstancia cuya emotividad no bastó para devolverle el favor de quienes -cada vez en mayor número- censuraban su comparecencia en los ruedos. Finalmente, en el transcurso de la Feria de Otoño de Madrid decidió despedirse de la primera afición del mundo encerrándose en solitario con seis reses bravas, en un pundonoroso gesto de vergüenza torera que, a la postre, y dada su circunstancial pérdida de recursos, se quedó sólo en eso.

Se mantuvo alejado de los ruedos las temporadas de 1999 y 2000 pero regresó al albero para dar continuidad a su vocación torera durante tres años más. Reapareció el 3 de marzo de 2001 en la plaza de Olivenza (Badajoz) formando terna con Espartaco y Jesulín de Ubrique, diestro que también reaparecía después de una larga ausencia. Falló con el estoque en el primero de su lote y le cortó una oreja al segundo. En estos últimos compases de su carrera, Ortega Cano sirvió a la afición faenas de mérito desigual en plazas españolas y americanas hasta que recién estrenado el verano de 2003, a su regreso de torear en Francia, anunció su decisión irrevocable de retirarse. Su adiós definitivo llegó en la tarde del 21 de noviembre de 2003 después de una emotiva actuación en Vistalegre, la plaza madrileña donde el diestro había debutado como novillero en 1973. Lidió seis toros de varias ganaderías y cortó tres orejas en una corrida con fines benéficos.

Autor

  • JR