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Ocio y entretenimientoBiografía

Ordóñez y Aguilera, Cayetano, o "Niño de la Palma" (1904-1961).

Matador de toros español, nacido en Ronda (Málaga) el 4 de enero de 1904, y fallecido en Madrid el 30 de octubre de 1961. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de "Niño de la Palma". Fue el iniciador de una de las más célebres dinastías toreras de todos los tiempos, continuada en el escalafón superior por sus hijos Cayetano (que heredó su remoquete de "Niño de la Palma"), Antonio y José Ordóñez Araujo, y en el gremio de los subalternos por sus otros dos hijos, Juan y Alfonso Ordóñez Araujo.

Impulsado desde muy temprana edad por una acusada vocación taurina, con tan sólo catorce años se ciñó el traje de luces para tomar parte en un festejo cómico-taurino celebrado en La Linea de la Concepción (Cádiz), el día 5 de octubre de 1918. Los ánimos que recibió tras este precoz estreno le decidieron definitivamente a emprender la carrera taurina, por lo que se forjó en la lidia de numerosas novilladas que le llevaron a presentarse, entre otras plazas destacadas, en el coso de Sevilla (el día 5 de octubre de 1924) y en las arenas del circo matritense (el 28 de mayo de 1925).

Veintiún festejos de novillos llevaba toreados cuando, el 11 de junio de 1925, volvió a pisar el albero de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla para recibir la alternativa que había de otorgarle, en calidad de padrino, nada menos que el genial espada trianero JUAN BELMONTE GARCÍA, quien además reaparecía después de haber permanecido dos temporadas en retiro. Era, pues, tarde grande en las arenas hispalense, tarde de respeto ante el retorno del maestro y de expectación ante el posible descubrimiento de un torero en ciernes. Bajo la atenta mirada de José García Carranza ("Pepe Algabeño"), que hacía las veces de testigo, el toricantano no defraudó en quienes ya se habían fijado en sus cualidades durante su larga etapa novilleril: hizo dos faenas primorosas, escuchó continuas ovaciones y fue galardonado con una oreja de su segundo enemigo, un morlaco que, como el resto de los jugados aquella tarde, pertenecía a la vacada de don Félix Suárez.

Un mes después (concretamente, el día 16 de julio de 1925), el "Niño de la Palma" compareció de nuevo ante la afición madrileña, ahora dispuesto a confirmar su pertenencia al escalafón superior de los matadores de reses bravas. El cartel de aquel día no estaba peor rematado que el de su toma de alternativa: en corrida extraordinaria de ochos toros, celebrada a beneficio de la Asociación de la Prensa, compartió paseíllo con el espada mejicano Luis Freg Castro, con el diestro turolense Nicanor Villalta y Serrés, y con el joven coletudo onubense Manuel Báez ("Litri"), que enseguida quedó adscrito a una supuesta rivalidad con Cayetano Ordóñez y Aguilera, rivalidad que existió más en la ilusionada esperanza de los aficionados que en las arenas donde luego habrían de coincidir ambos toreros. Se jugaron aquella tarde reses bravas pertenecientes a las vacadas de don Vicente Martínez y don Esteban Hernández, y "El Niño de la Palma", que bordó el toreo de capa, cortó una oreja de su segundo enemigo.

Por aquel entonces, después de estas exitosas comparecencias en Sevilla y Madrid, Cayetano Ordóñez ya había ganado el reconocimiento debido a las figuras del toreo. Sorprendía su innata naturalidad, la frescura y espontaneidad de su toreo, y su capacidad para improvisar en cualquier lance sin desairar por ello su graciosa figura. Así las cosas, puso fin a aquella campaña de 1925 habiendo intervenido en cuarenta y corridas, al término de las cuales marchó a México para tomar parte en otros diez festejos.

De retorno a los cosos peninsulares, era tal la acogida que se le dispensaba en todos ellos que hubo de calzarse la taleguilla en sesenta y ocho ocasiones a lo largo de la temporada de 1926, en la que se convirtió en el torero que más contratos cumplió en España. En idéntico puesto acabó la campaña de 1927, después de haber efectuado sesenta y cinco paseíllos en suelo hispano, y alguno más en las arenas mejicanas. Pero en 1928, cuando llevaba camino de consolidar otra vez su preeminencia al frente del escalafón superior, sorprendió a partidarios y detractores con el anuncio de su retiro en pleno mes de julio, cuando aún quedaba media temporada por delante.

Por fortuna para los buenos aficionados al Arte de Cúchares, este retiro sólo tuvo vigencia durante dicha mitad de temporada, porque en la siguiente campaña de 1929 "El Niño de la Palma" volvió a vestirse de luces. Cumplió cuarenta y tres contratos durante esta temporada de su reaparición, en la que fue bien recibido en todas las plazas, a pesar de que algunas tardes se dejó llevar por la apatía que le había impulsado a abandonar los ruedos. En 1930, después de haber efectuado treinta un paseíllos, llevó su toreo a Venezuela; y en 1931 intervino en veintidós funciones antes de viajar a Colombia.

Por aquellos años, la afición ya había perdido las esperanzas de recuperar a esa colosal figura del toreo que llegó a ser, fugazmente, Cayetano Ordóñez y Aguilera, quien a duras penas podía disimular con su variadísimo repertorio de capote y con sus magistrales dotes de director de lidia esa escasez de afición que le hacía caer en preocupantes fases de abulia. Sólo de vez en cuando parecía recobrar el espíritu arrollador de sus años mozos, como ocurrió en la plaza Monumental de Las Ventas la tarde del 16 de octubre de 1932, cuando salió a hombros por la Puerta de Madrid después de haber ejecutado dos soberbias faenas.

A pesar de estos triunfos cada vez más aislados, en aquella campaña de 1932 sólo cumplió trece ajustes. Durante la siguiente temporada, en la que parecía con ganas de querer recuperar algo del interés perdido, tuvo la desgracia de sufrir dos serias cogidas en las arenas de Madrid y Aranda de Duero (Burgos), percances que le impidieron intervenir en más de veinte funciones. Una vez repuesto, emprendió la temporada de 1934 con bríos renovados, por lo que, después de haber despachado en España treinta y cinco corridas, volvió a cruzar el océano Atlántico para torear en las arenas peruanas. Pero los altibajos se seguían produciendo en su irregular trayectoria, unas veces por culpa de su escasa afición y otras a consecuencia de las astas de los toros: así, el día 15 de agosto de 1935, en la plaza de toros de Jaén, otra violenta cornada le hizo perder gran número de contratos, lo que al final no fue óbice para que alcanzara la cifra de treinta y cinco festejos toreados durante dicha campaña.

Durante la Guerra Civil toreó muy poco, y casi siempre en Hispanoamérica. Sin embargo, no se decidía a emprender el camino de la retirada definitiva, y todavía en la temporada de 1942 intervino en siete funciones. Ya por aquellas fechas era padre de cinco chavales que, andando el tiempo, habrían de seguir sus pasos en el Arte de Cúchares (tres de ellos vestidos de oro, y dos enfundados en las seda y plata de los banderilleros). Tal vez esta abultada responsabilidad familiar fue lo que le llevó a cambiar la muleta y el estoque de los matadores por el percal y los rehiletes de los subalternos, en cuya nómina anduvo alistado -sin pertenecer a ninguna cuadrilla fija- hasta que se retiró definitivamente de los ruedos en 1950.

Bibliografía

  • LOZANO, Federico. Cayetano Ordóñez Aguilera, Niño de la Palma. Historia de este torero mágico (Ronda, 1925).

  • OLANO, Antonio D. Dinastías (Dominguín, Ordóñez, Rivera). (Madrid: Promociones Ch. Ass. S. A., 1988).

J.R. Fernández de Cano.

Autor

  • JR.