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FísicaBiografía

Oppenheimer, Robert Julius (1904-1967)

Físico estadounidense, nacido en Nueva York el 22 de abril de 1904 y fallecido en Princeton (Nueva jersey) el 18 de febrero de 1967. Fue director del laboratorio de Los Álamos (Nuevo México), donde se llevó a cabo el denominado proyecto Manhattan, que, durante la II Guerra Mundial (1939-1945), desarrolló la primera bomba nuclear. Conocido, por ello, con el apelativo de "Padre de la Bomba Atómica", pidió públicamente perdón por los millares de víctimas inocentes que habían fallecido en Hiroshima y Nagasaki, y se convirtió en uno de los principales defensores del uso de la energía nuclear para fines pacíficos. Fue, por ello, galardonado en 1963 con el prestigioso premio "Enrico Fermi", otorgado por la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos de América.

Vino al mundo en el seno de una familia de emigrantes judíos de origen alemán, formada por Julius S. Oppenheimer -un rico comerciante textil que se había asentado en los Estados Unidos en 1888- y Ella Friedman -una artista de escaso renombre que mostró siempre gran interés por la educación humanística de su hijo-. Así, durante sus estudios secundarios en la Ethical Culture Society School, cursó con aprovechamiento, además de las asignaturas habituales, otras materias como la Lengua griega y la Literatura francesa. Esta amplitud de miras en su formación académica vino favorecida por la tolerancia de sus progenitores, que se identificaban con las corrientes judaicas o más tolerantes.

A pesar de ser un alumno aventajado tanto en las asignaturas de Ciencias como en las de Letras, ingresó en la universidad con un año de retraso, debido a una grave enfermedad que padeció en su juventud. Gracias a la solvencia económica de que gozaban sus progenitores, durante su larga convalecencia viajó, en compañía de un profesor de Literatura ya jubilado, al estado de Nuevo México, donde se repuso de su dolencia practicando ejercicios saludables, como el senderismo y la equitación.

Finalmente, se incorporó a las prestigiosas aulas de Harvard, donde, orientado ya definitivamente hacia los saberes científicos, obtuvo la diplomatura en Química, con la máxima calificación, en sólo tres años. Durante su estancia en dicho centro de estudios superiores, contó con el magisterio del brillante físico y pensador Percy Williams Bridgman (1882-1961), quien despertó el interés del joven Robert Julius por la Termodinámica.

Comoquiera que, por aquel entonces, dicha materia no estaba bien desarrollada en los Estados Unidos de América, Oppenheimer solicitó una beca para desplazarse a Europa, donde pudo ampliar sus conocimientos de Física experimental bajo la tutela de Ernest Rutherford (1871-1937), director del celebérrimo Laboratorio Cavendish, perteneciente a la Universidad de Cambridge. Allí, el joven científico neoyorquino se incorporó al equipo de otro maestro consagrado, Joseph John Thomson (1856-1940), bajo cuya tutela acabó por reconocer que estaba más capacitado para la Física teórica que para la experimental.

Así pues, abandonó el Cavendish Laboratory y pasó, en 1926, a la Universidad de Göttingen, donde tuvo ocasión de ampliar sus conocimientos al lado del alemán Max Born (1882-1970), que había convertido dicho centro en el principal foro mundial de la Física teórica. Allí, al lado de otros científicos tan acreditados como el danés Niels Bohr (1885-1962) y el británico Paul Dirac (1902-1984), Julius R. Oppenheimer no sólo obtuvo el título de doctor a la temprana edad de veintidós años, sino que se reveló como una de las grandes promesas de la Física contemporánea. Prueba de ello eran sus constantes y atinadas puntualizaciones en el curso de todos los seminarios a los que asistía, así como sus primeras publicaciones sobre Mecánica cuántica, que, publicadas por aquellas fechas, empezaron a granjearle el respeto de la comunidad científica internacional.

El crédito adquirido durante su fase de formación en Europa le permitió regresar a los Estados Unidos en 1927, para incorporarse directamente a la plantilla docente de la Universidad de Harvard, así como al eminente Consejo de Investigación Nacional (un organismo estatal cuyas decisiones tenían tanto peso científico como político y social). Y, al año siguiente, cruzó el país para aceptar una oferta de empleo como investigador en el mundialmente célebre Instituto Tecnológico de California (CalTech), sito en Pasadena.

Pronto pudo compaginar estas labores de investigación en el CalTech con la docencia en la Universidad de Berkeley, a la que se incorporó en 1929, después de haber convalecido durante varias semanas en un rancho de Nuevo México, para reponerse de una grave afección tuberculosa. Al cabo de unos años, cuando hubo de afincarse en dicho estado para asumir la dirección del Laboratorio de Los Álamos, el científico neoyorquino adquirió ese mismo rancho y lo convirtió en su residencia fija.

Durante su primer cuarto de siglo de existencia, Julius R. Oppenheimer había vivido completamente aislado de la realidad que le rodeaba, hasta el extremo de llegar a reconocer que se enteró de la crisis financiera de 1929 por sus efectos posteriores. Pero, en la década de los años treinta, comenzó a tomar conciencia de la situación política de su tiempo y a interesarse vivamente por los problemas de los más desfavorecidos. En la línea de otros muchos intelectuales americanos de la época, se escoró decididamente hacia la izquierda y apoyó el comunismo, a cuyas causas internacionales consagró parte de la fortuna que había heredado de sus padres (financió, por ejemplo, al bando republicano español durante la Guerra Civil). Y, aunque nunca llegó a afiliarse oficialmente al Partido Comunista de los Estados Unidos, sufragó con su hacienda particular y apoyo con su prestigio internacional cualquier iniciativa anti-fascistas promovida por sus correligionarios.

Fruto de este sesgo político que había tomado su andadura vital durante la década de los treinta fueron sus relaciones con Katherine Puening Harrison, una estudiante de Berkeley conocida por su izquierdismo radical, con la que contrajo matrimonio en 1940. Hasta entonces, las relaciones personales del científico neoyorquino no habían sido demasiado felices, en parte debido a su inestabilidad emocional, su carácter depresivo, su tendencia autodestructiva (era un fumador empedernido), su propensión a la melancolía y, por encima de todo, su irritante inseguridad (que igual le hacía exhibir su arrolladora personalidad, como le sumía en agudas e insalvables fases de timidez).

A finales de los años treinta y comienzos del decenio siguiente, Oppenheimer, inmerso en sus labores docentes e investigadoras en California, colaboró estrechamente con Ernest Orlando Lawrence (1901-1958), responsable de un proyecto inicial sobre la bomba atómica, que se estaba desarrollando en el Laboratorio de Radiación de la Universidad de Berkeley. Oppenheimer, en contra del parecer de sus amigos izquierdistas, se creyó en el deber de sumarse a este proyecto con la intención de servir a su nación, y asumió la tarea de realizar los cálculos sobre los neutrones, con lo que la construcción de la primera bomba de uranio experimentó un desarrollo espectacular. Ante el avance de la guerra, el ejército estadounidense pasó a hacerse cargo de esta investigación, ahora bautizada con el célebre apelativo de proyecto Manhattan, y las autoridades militares nombraron al científico neoyorquino director científico de dicho trabajo.

Una de las primeras decisiones que tomó Julius Robert Oppenheimer al frente de este proyecto fue la de convocar de un simposium veraniego en las instalaciones de Berkeley, al que fueron invitados prestigiosos científicos europeos que, como el suizo Felix Bloch (1905-1983), el alemán Hans Bethe (1906-2005) y el húngaro Edward Teller (1908-2003), estaban estudiando a fondo los recientes descubrimientos de la Física nuclear, y se sentían cercanos a los Estados Unidos de América hasta el punto de ayudar al país a desarrollar una potente arma destructora capaz de darle la victoria en la larga contienda bélica (de hecho, los tres citados habrían de acabar obteniendo la nacionalidad norteamericana).

Con este equipo, reforzado por sus estudiantes más aventajados y por otros físicos estadounidenses que, en sus respectivas universidades, habían avanzado notablemente en proyectos similares, Oppenheimer se instaló en un laboratorio construido específicamente para el desarrollo del proyecto Manhattan. El propio científico neoyorquino, fascinado por aquellos parajes desérticos de Nuevo México a los que había acudido en varias ocasiones en busca de tranquilidad y condiciones de vida saludables, propuso que el emplazamiento definitivo de dicho laboratorio quedase ubicado en una meseta cercana a Santa Fe, la capital del estado, en un pequeño lugar conocido como Los Álamos. Pronto acudieron allí otras eminencias de la Ciencia mundial que, como el italiano Enrico Fermi (1901-1954) o el también neoyorquino Richard Feynman (1918-1988), aportaron una serie de teorías y descubrimientos que fueron decisivos para la fabricación de la primera bomba atómica.

Durante todo aquel largo período de gestación de la bomba nuclear, Julius R. Oppenheimer fue vigilado en secreto por el FBI, pues las autoridades recelaban de su ideología izquierdista y de los contactos que seguía manteniendo con antiguos amigos bien identificados por sus posturas políticas radicales. Pero nunca llegaron a prescindir de él, pues el General Leslie R. Groves, director militar y máximo responsable del proyecto Manhattan, tenía la certeza de que sus conocimientos y contactos eran indispensables para mantener unidos y bien coordinados a todos los miembros del equipo. Finalmente, el día 16 de julio de 1945, en las inmediaciones de Alamogordo (Nuevo México), tuvo lugar la primera explosión experimental de una bomba atómica, que venía confirmar a las autoridades civiles y militares de los Estados Unidos de América el éxito rotundo obtenido por el equipo científico dirigido por Oppenheimer.

Tras el éxito alcanzado por este estallido experimental -bautizado con el nombre de Trinity-, las disensiones surgieron en el seno de los científicos responsables del proyecto, pues muchos de ellos estimaban que era un delito de lesa humanidad lanzar una bomba de tal efecto devastador contra la población civil. A juicio de estos discrepantes, bastaba con convocar a las autoridades de los países enemigos y exhibir ante ellas el poder destructor de la bomba atómica, para forzar su inmediata rendición; o, a lo sumo, con arrojar una de estas armas letales contra objetivos militares, procurando reducir al máximo el número de pérdidas humanas. Pero otros de los llamados "padres de la bomba atómica", con el propio Oppenheimer a la cabeza, creyeron que su mortífero invento debía usarse cuanto antes, pues, en su opinión, era el mejor recurso para poner un fin inmediato a la conflagración. Además, estos últimos temían que la negativa de los científicos al empleo de la bomba pudiese enojar a los responsables políticos encargados de aprobar la financiación de nuevos proyectos de Física nuclear.

Se impuso, en fin, el parecer de Oppenheimer, con lo que, antes de que hubiese transcurrido un mes desde el experimento Trinity, la primera bomba atómica ya había causado una pavorosa hecatombe en la ciudad japonesa de Hiroshima (6 de agosto de 1945). En un principio, el científico neoyorquino sintió un gran orgullo por el éxito del proyecto que había dirigido, incrementado por los honores y distinciones de que fue objeto en su país natal, donde, en 1946, fue nombrado Director del Comité Asesor General de la recién creada Comisión de Energía Atómica. Pero enseguida advirtió que, con sus aportaciones científicas, había dado vía libre a una dantesca carrera armamentística entre las principales potencias mundiales, ávidas de manejar a su antojo los recursos destructivos más aterradores.

Arrepentido, además, de la horrorosa mortandad causada por Little Boy y Fat Man -nombres con los que habían sido bautizadas las bombas arrojadas en, respectivamente, Hiroshima y Nagasaki-, Oppenheimer fue uno de los inspiradores del denominado Plan Baruch (1946), con el que se pretendía extender a todas las naciones el empleo de la energía atómica, a fin de equilibrar sus potenciales bélicos y garantizar el control mutuo. Pero este plan también fracasó, lo que impulsó al físico de Nueva York a alejarse cada vez más de la carrera armamentista, hasta el punto de que llegó a oponerse a la fabricación de una bomba de fusión nuclear (conocida también como bomba termonuclear o bomba de hidrógeno), cuyo desarrollo él mismo había propuesto unos años antes, durante las primeras fases del proyecto Manhattan.

Ésta y otras decisiones similares provocaron que Oppenheimer fuera perdiendo relevancia en la vida pública de su país, tanto en los foros políticos como en los académicos. Así, en 1947 hubo de abandonar la Universidad de Berkeley por mantener discrepancias con su Consejo de Administración, y, dos años después, se vio claramente desautorizado por el presidente Truman (1884-1972), quien aprobó un amplio programa de desarrollo del armamento atómico -incluida la bomba termonuclear-, bajo la excusa de que la Unión Soviética acababa de realizar, con éxito, sus primeros experimentos con bombas de uranio.

Aunque su prestigio científico le permitió ocupar otros cargos -como el de Director del Instituto de Estudios de Princeton, al que accedió en 1947-, Julius R. Oppenheimer fue quedando relegado a un discreto segundo plano, y ello a pesar de que, en 1951, cambió de parecer y alabó la nueva bomba de hidrógeno desarrollada a partir de un proyecto de su antiguo colaborador Edward Teller (en colaboración con el matemático Stanislaw Ulam). Al parecer, el físico neoyorquino consideraba que esta bomba termonuclear respondía a planteamientos científicos mucho más brillantes que los apuntados originalmente durante la fase inicial del proyecto Manhattan; pero, en cualquier caso, no dejó de sorprender su nuevo cambio de opinión, ya que la primera bomba termonuclear (que, bajo el nombre de Ivy Mike, se probó por vez primera en 1952), poseía un poder destructor más de seiscientas veces mayor que el de la bomba atómica fabricada en Los Álamos durante la II Guerra Mundial (1939-1945).

En 1954, Julius Robert Oppenheimer fue destituido del puesto que aún ocupaba en la Comisión de Energía Atómica, bajo la acusación de haber colaborado con el comunismo internacional durante la Guerra Civil Española (1936-1939) y de estar al servicio de potencias enemigas de los Estados Unidos de América. Y, aunque fue declarado inocente de un supuesto delito de traición que se le había imputado, se le prohibió el acceso a los documentos calificados como secretos por las autoridades militares, lo que venía a suponer el fin de su carrera profesional. A partir de entonces, desde su fecundo retiro, Oppenheimer se dedicó a alentar todas las iniciativas destinadas a encaminar el empleo de la energía nuclear a fines pacíficos, lo que le hizo merecedor del ya mencionado Premio "Enrico Fermi" (1963).

Autor

  • José Ramón Fernández de Cano