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Ocio y entretenimientoBiografía

Oliva Tornell, Emilio, o "El Chamaco de Chiclana" (1938-VVVV).

Matador de toros español, nacido en Chiclana de la Frontera (Cádiz) el 14 de agosto de 1938. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre artístico de "El Chamaco de Chiclana", apodo con el que se anunció en los comienzos de su andadura profesional. Torero de arrojo y pundonor extremos, es el fundador de una prolija saga taurina que ha prolongado en los carteles su apellido por medio de sus hijos Emilio, David y Abel Oliva Baró.

Rodeado desde su niñez por la densa atmósfera taurina que se respiraba en su Chiclana natal (cuna de algunos de las más destacados diestros de la historia del Arte de Cúchares), sintió pronto el deseo de convertirse en gran figura del toreo, por lo que dio inicio a una impetuosa etapa de aprendizaje novilleril que enseguida habría de exigirle ese penoso tributo de dolor y sangre que, a la postre, se convertiría en una de las señas más acusadas de su carrera. Tras superar las asperezas y dificultades anejas a los duros inicios del oficio de torero, en 1957 logró estrenar su primer terno de alamares en la vecina localidad gaditana de San Fernando, donde mostró un valor desmesurado que, agradecido por el público, le permitió entrar en el circuito de las novilladas sin picadores que se verificaban en su entorno meridional.

Así las cosas, después de haber tomado parte en algo más de una docena de festejos sin picar, el Domingo de Resurrección de 1959 volvió a hacer el paseíllo a través del citado ruedo de San Fernando para debutar en su primera novillada asistida por el concurso de los varilargueros, frente a un lote marcado con la señal de don Fernando Carrasco. Lanzado, a partir de entonces, a una prometedora campaña novilleril, en la temporada de 1960 logró tomar parte en veintidós novilladas, entre ellas la celebrada el día 25 de julio en la madrileña plaza Monumental de Las Ventas, que supuso su presentación oficial ante la primera afición del mundo. Aquella tarde, en la que se anunciaron reses procedentes de la vacada de don Joaquín Buendía para los jóvenes novilleros Francisco Herrara y José Morán ("Facultades") -además, claro está, de Emilio Oliva Tronell-, el valeroso aprendiz chiclanero dio una lección de arrojo y torería, y dejó bien patentes sus deseos de convertirse en matador de toros por encima de cualquier obstáculo que pudiera interponerse en la consecución de este empeño.

El primero de estos obstáculos llegó, en forma de cornada grave, el día 4 de junio de 1961, cuando el animoso Emilio Oliva sufrió una rotura de la arteria femoral en la plaza de toros de Algeciras. No era éste el primer percance serio que tenía "El Chamaco de Chiclana" en su todavía breve trayectoria torera, ya que antes había sido herido en el escroto cuando toreaba en el bellísimo coliseo gaditano de El Puerto de Santa María. Precisamente fue en este noble escenario de la liturgia taurina donde el audaz coletudo de Chiclana recibió la alternativa el día 14 de agosto de 1962, en el transcurso de un festejo estival nocturno en el que hizo las veces de padrino el genial espada rondeño Antonio Ordóñez Araujo, quien, en presencia del afamado diestro ecijano Jaime Ostos Carmona, que comparecía en calidad de testigo, puso en manos del toricantano la flámula y el acero con los que había de trastear y enviar al desolladero a una res criada en las dehesas de don Juan Pedro Domecq. Entre el delirio de la entendida afición de El Puerto de Santa María, "El Chamaco de Chiclana" cortó las dos orejas del toro con el que había ganado su título de doctor en Tauromaquia, y aún le quedaron arrestos para extirpar otro apéndice auricular al astado que cerraba plaza.

Este clamoroso triunfo, magnificado por sus paisanos, le permitió vestirse de luces en otras cinco ocasiones antes de que concluyera aquella feliz campaña de 1962. Pero, a pesar de tan prometedores comienzos, durante la siguiente temporada no llovieron los contratos en el despacho de su apoderado, por lo que Emilio Oliva Tornell tan sólo había realizado trece paseíllos antes de presentarse de nuevo en Madrid, a finales de dicho año, con el propósito de confirmar la validez de su doctorado taurino ante el severo dictamen de la afición de la Villa y Corte.

Compareció, pues, el día 12 de octubre de 1963 -en la que habría de convertirse en una de las tardes más tristes de su vida-, en las arenas de la capital española, esta vez apadrinado por el desventurado matador colombiano José Eslava Cáceres ("Pepe Cáceres"); el cual, bajo la atenta mirada del lidiador vizcaíno Rafael Echevarría Gutiérrez Chacartegui ("Rafael Chacarte"), cedió al espada chiclanero los trastos con los que había de muletear y estoquear a un burel perteneciente a la ganadería de Flores Albarrán. Transcurrió, sin pena ni gloria, la lidia de este toro de la confirmación, y, a la hora de enfrentarse al segundo enemigo de su lote, el tan valiente como infortunado Emilio Oliva hubo de vérselas con un sobrero marcado con el hierro de El Jaral de la Mira, que atendía a la voz de Desteñido. En una lance aciago, el morlaco despreció el engaño del diestro chiclanero para embestir sañudamente contra él y asestarle una tremenda cornada que le produjo una de las heridas más terribles de cuantas ha tenido que atender el equipo facultativo de Las Ventas. El asta de Desteñido penetró violentamente en la cavidad peritoneal de Emilio Oliva y le causó tales destrozos que los galenos temieron verse impotentes para salvar su vida.

Visto el alcance de sus lesiones, y con la certeza de no llegar al día siguiente, el moribundo contrajo nupcias in articulo mortis durante aquella misma noche. Pero la asombrosa pericia del equipo sanitario de Las Ventas, con los beneméritos doctores Jiménez Guinea y García de la Torre a la cabeza, logró mantener las constantes vitales de quien ya anunciaba su entierro para el día siguiente al de su boda. Así, tras una penosa convalecencia que se prolongó durante casi dos meses (estuvo postrado en el lecho hasta el día 2 de diciembre de aquel fatídico año de 1963), la fortaleza natural de Emilio Oliva y, sobre todo, su firme deseo de convertirse en figura del Arte de Cúchares le empujaron a volver a entrenarse en faenas camperas con vistas a reanudar su carrera al comienzo de la temporada siguiente. Sólo el valor inaudito que ya había acreditado con creces el espada chiclanero puede explicar esta determinación de volverse a poner ante las astas de los toros, después de haber conocido tan recientemente la agonía provocada por uno de ellos.

Pero eran tales su resolución y entusiasmo que, el día 25 de abril de 1964, cuando sólo había transcurrido medio año desde esa gravísima cogida que hubiera apartado por siempre de los ruedos a más de uno, Emilio Oliva Tornell cosechó un clamoroso triunfo en las arenas de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, de la que salió en volandas por la Puerta del Príncipe, después de haber cortado tres orejas. Toreó después en Madrid, ante un público extrañamente afectuoso que todavía recordaba con estremecimiento su espeluznante cogida, y vio cómo crecía moderadamente el número de ajustes firmados durante las campañas de 1964, 1965 y 1966, hasta llegar, en ésta última, a las veintiséis corridas toreadas, máxima cota alcanzada en su andadura profesional.

En la temporada de 1967 logró su éxito más resonante en Las Ventas, donde el día 18 de julio cortó las dos orejas de uno de los enemigos de su lote. Pero el día 7 de abril del año siguiente volvió a caer herido de gravedad en las arenas madrileñas, esta vez alcanzado por una cornada en el pecho. A partir de entonces, su castigada carrera entró una fase de declive que le arrastró hasta los últimos puestos del escalafón, en los que permanecía en 1972, cuando, después de haberse vestido de luces en sólo dos ocasiones a lo largo de dicho año, se retiró del ejercicio profesional del toreo. Permaneció, no obstante ligado estrechamente al planeta de los toros, tanto por su intervención en diversos festivales taurinos (como el organizado el día 17 de noviembre de 1974, en homenaje suyo, en las arenas de su Chiclana natal) como por el seguimiento de las carreras toreras de sus vástagos.

Bibliografía.

  • - ABELLA, Carlos y TAPIA, Daniel. Historia del toreo (Madrid: Alianza, 1992). 3 vols. (t. 2: "De Luis Miguel Dominguín a El Cordobés", págs. 497-498).

- COSSÍO, José María de. Los Toros (Madrid: Espasa Calpe, 1995). 2 vols. (t. II, pág. 626).

Autor

  • 0103 JR.