A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z
HistoriaReligiónBiografía

Novara, Fray Dulcino de (¿-1307).

Religioso heterodoxo italiano fallecido en 1307. Su apellido le hace oriundo de Novara (Bolonia), aunque otras fuentes sitúan su nacimiento en el valle de Ossola. Atraído por el pensamiento de Gioacchino da Fiore, tomó contacto con el movimiento de los Pseudoapóstoles que encabezaba Gherardo Segalelli, tomando la dirección espiritual de los segarelistas tras la muerte de aquel en el año 1300, razón por la cual pasaron a ser denominados también dulcinianos o dulcinistas. Al contrario que el proceso inquisitorial de Shegalelli, el de Dulcino carece de datos con los que se pueda completar su biografía; por el contrario, la principal fuente para este turbulento período de la historia religiosa italiana es el historiador franciscano Salimbene quien, en su obra Chronica, relata las principales acusaciones que se lanzaron contra el novarense. Éstas no son sino una mera repetición que las lanzadas contra todos los cabecillas del movimiento: apostasía, idolatría e incitación a la promiscuidad.

La polémica de la pobreza de Cristo

Sin embargo, el caso concreto de fray Dulcino se encuentra rodeado de cierta aura profética, puesto que se consideraba como el único apóstol verdadero y, como tal, su palabra era ley. Las misivas que dirigió a las autoridades eclesiásticas (que pudo leer Salimbene para confeccionar su obra pero que hoy están perdidas o celosamente guardadas) muestran su pensamiento radical: acusaba de heréticos a los clérigos seculares y predicaba la invalidez de su administración sacramental, además de hacer absoluta apología de la pobreza de Cristo. Este último punto, al igual que sucediese con Segalelli, deslegitimaba a una Iglesia que vivía en suntuosos palacios y legitimaba, a su vez, a todos los buenos cristianos para que no pagasen los diezmos y las prestaciones vasalláticas que servían para enriquecer a clérigos simoníacos.También queda clara la adhesión espontánea y desinteresada que halló en muchos de los campesinos de las ciudades italianas, además de que pudo contar con el apoyo de los fratricelli, franciscanos radicales que abominaron de los rígidos estatutos aprobados por su orden tras la muerte de Francisco de Asís, considerados una traición al pensamiento de su maestro. Debido a ello, todo el movimiento de los Pseudoapóstoles ha de entenderse en el contexto del grave estado de descomposición de la jerarquía eclesiástica que desembocaría en el Cisma de Avignon, puesto que la disputa no se trataba solamente de si la Iglesia debía o no de ser rica, sino de si estaba o no legitimada para dirigir los asuntos temporales de la cristiandad.

La cruzada contra los dulcinianos

Acompañado de más de dos mil acólitos, recorrió el norte de Italia hasta asentarse en una montaña llamada Pared Pelada, en Novara, región pobre y víctima de una brutal presión señorial por parte de su señor jurisdiccional, el obispo de Vercelli. Es obvio decir que la acogida que los novarenses dispensaron a Dulcino y a sus predicadores fue como si de auténticos libertadores se tratase. Poco después de asentarse en la Pared Pelada (1303), Dulcino decidió establecer una congregación firme con el propósito de dotar de una organización a sus fieles. Convertido él en supremo dirigente, los puestos de mayor responsabilidad quedaron para su mujer, Margherita, y para un pérfido norteño llamado Longino da Bérgamo. El convencimiento de la veracidad acerca de la teoría milenarista de Gioacchino de Fiore hizo a los dulcinianos cometer toda clase de tropelías contra las casas y patrimonios de los ricos señores feudales de la comarca. Tras observar el cariz de los acontecimientos, el obispo de Vercelli reclamó la ayuda del Papa, hecho que sucedió cuando el pontífice Clemente V emitió la bula de Cruzada contra los Pseudoapóstoles (1306). Las tropas de Luis de Saboya y de mercenarios lombardos, encabezadas militar y espiritualmente por el obispo de Vercelli, aplastaron ese mismo año a los dulcinianos en la batalla de la Pared Pelada, aunque no lograron capturar a ninguno de los dirigentes del movimiento. Pese a las bajas de los Pseudoapóstoles (no sólo militares, sino también por deserción), Dulcino se dirigió hacia el norte, haciéndose nuevamente fuerte en un monte llamado Rubello, donde fueron definitivamente vencidos (1307) por tan singulares cruzados y donde Dulcino y Margherita fueron apresados: ambos fueron quemados en la hoguera como herejes antes del término del año. Los escasos supervivientes fueron condenados a las más graves penurias, aunque muchos de ellos fueron acogidos en el seno de la orden benedictina. Los franciscanos no quisieron acoger a ninguno de ellos, ni siquiera a sus antiguos compañeros fratricelli, por temor a desequilibrar la precaria situación que su disposición acerca de la pobreza de Cristo les había deparado.

Bibliografía

  • MITRE FERNÁNDEZ, E. Las herejías medievales. (Madrid, Cuadernos de Historia 16 nº 66: 1985).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez.