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PolíticaDerechoHistoriaBiografía

Nogaret, Guillaume de (1260-1313).

Estadista francés, nacido en 1260 y fallecido en 1313. Guillermo de Nogaret estudió Leyes en la prestigiosa Universidad de París y en el año 1291 estuvo enseñando Derecho en la Universidad de Montpellier. Su carrera como político fue fulgurante: en el año 1296 ya era miembro del Consejo Real del rey francés Felipe IV el Hermoso (1285-1314) y en años sucesivos ocupó el puesto de Vicecanciller, cargo desde el que prestó útiles servicios a los propósitos del monarca, en su calidad de experto en Derecho.

La ascensión a la corte francesa.

Cuando Felipe IV subió al trono, sustituyó de inmediato a los prelados, monjes y barones que habitualmente actuaban como consejeros del rey y en su lugar puso a una serie de juristas y hombres de acción que sobresalían por su talento administrativo. Eran todos funcionarios que debían su poder y ascendencia social a la privanza y confianza dada por el rey, por lo que sus lazos de fidelidad hacia éste eran muy grandes. Uno de esos servidores regios fue Guillermo de Nogaret, que puso su talento y energías al servicio del monarca, sin ningún tipo de escrúpulos o remordimientos, siempre con el objetivo de reforzar el poder del rey. Guillermo formó parte activa de dos hechos de especial trascendencia para los intereses del rey francés: la pugna entre Francia y el Papado y el proceso a los templarios.

La pugna entre Francia y el Papado.

Durante toda la Alta y Plena Edad Media se produjo una pugna enconada entre el papado y el emperador alemán por la obtención de la primacía del cristianismo occidental. En el siglo XIV el emperador germánico tan sólo tenía un poder nominal, que era sustituido por las monarquías nacionales, con el reino francés a la cabeza. Felipe IV estaba dedicado por entero a consolidar la unidad de su reino y a aumentar su poder dentro de él. Para ello tuvo que enfrentarse con el papado, a cuya cabeza se encontraba Bonifacio VIII (1294-1303), último exponente de la monarquía teocrática papal. El Papa lanzó diferentes bulas, en las que condenaba las acciones de rapiña y el intervencionismo del rey francés en el ámbito eclesiástico de su reino. Pero Felipe IV, político calculador y audaz, no retrocedió, sino que, por el contrario, forzó al Papa a doblegarse a sus intereses. Primero lo amenazó con la fuerza pero, viendo que Bonifacio VIII no cedía en su postura, adoptó la solución insólita de deponerlo. Para ello mandó a Roma a Guillermo de Nogaret en 1303, acompañado de Sciara Colonna, noble romano y enemigo mortal del Papa. Antes de esto, Felipe IV convocó una solemne reunión en París. Dicha reunión fue preparada y montada por su hábil servidor Guillermo, quien condenó públicamente, con acusaciones falsas y amañadas, al Papa, acusándolo de hereje y libertino contumaz, además de enemigo de la Iglesia. La idea de Guillermo era secuestrar al Papa y llevarlo a París, para una vez allí formarle un juicio público y deponerlo. Bonifacio ofreció resistencia en su castillo de Agnani, pero al final fue asaltado por los mercenarios de Guillermo. El Papa, abandonado por todos, no ofreció resistencia. Fue encarcelado en su castillo bajo una férrea vigilancia. Al tercer día de su secuestro, el pueblo se dio cuenta de las dimensiones reales del suceso, así como de las auténticas intenciones de las fuerzas francesa. Estalló una sublevación y se liberó al cautivo Papa. Guillermo tuvo que huir precipitadamente, malherido. La salud del Papa quedó seriamente dañada, por lo que murió al mes siguiente. Con la muerte de Bonifacio VIII, subió al solio pontificio el Papa Clemente V, de origen francés, residente en Avignon y claro títere del monarca.

Nogaret y el proceso a los templarios.

Guillermo de Nogaret también tuvo una actuación muy destacada en la supresión de la poderosa Orden militar de los Templarios. La Orden fue fundada en el año 1118, en Jerusalén, por el caballero francés Hugo de Payns, con el propósito de dar protección militar a los peregrinos que se dirigían a la Ciudad Santa. Debido a su carácter religioso, prohibía disfrutar a sus miembros de fortunas personales, pero no así a la Orden, que se hacía cargo de las riquezas de los miembros una vez que éstos ingresaban. La Orden fue creciendo gracias a las aportaciones de sus miembros, y a las diversas donaciones y castillos que fueron consiguiendo por toda Europa, y sobre todo en Francia. En el año 1290 cayó la ciudad costera de San Juan de Acre, último bastión cristiano en Tierra Santa, por lo que la Orden perdió la razón de ser que la hizo constituirse. Felipe IV pensó que era conveniente y beneficioso para sus intereses destruir la todopoderosa Orden del Temple, sobre todo por dos motivos principales: la inmensa riqueza que tenía la Orden supondría un gran alivio para la exhaustas arcas del monarca; y en segundo lugar, porque el ideal político de un Estado centralizado y autoritario no podía soportar la existencia de un miniestado como era la Orden del Temple, la cual era totalmente independiente de la monarquía. Aunque la Orden dependía directamente de la jurisdicción papal, Guillermo de Nogaret se ocupó de fabricar pruebas falsas contra los templarios, amén de obligar al papa Clemente V a mandar orden de arresto contra los miembros de la Orden. Esta orden llegó el 14 de septiembre de 1307. El texto donde se ordenaba el arresto de los templarios fue personalmente elaborado por Guillermo de Nogaret, y en él se acusaba a sus miembros de todo tipo de pecados aberrantes y de herejías, que justificaban la medida y la posterior represión contra los templarios. El Papa no hizo nada por detener las indiscriminadas persecuciones contra los miembros de la Orden.

El proceso contra los templarios duró siete años. En marzo del año 1314 fueron quemados los dos últimos jefes del Temple, Jacques de Molay y Geoffroi de Charny, cerrándose así un episodio oscuro para la monarquía francesa.

Bibliografía.

  • GARCÍA-VILLOSLADA, R.: Historia de la Iglesia Católica, vol. II, Madrid,1988.

  • LE GOFF, J.: La Baja Edad Media, Madrid,1990.

  • COHN, N.: Los demonios familiares de Europa, Madrid,1987.

C. Herráiz García.

Autor

  • Carlos Herráiz García