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HistoriaPolíticaBiografía

Nicolás I, Zar de Rusia (1796-1855).

Zar de Rusia de la dinastía Romanov, nacido en Tsarskoie Selo (cerca de San Petersburgo) el 6 de junio de 1796, y muerto en San Petersburgo el 2 de marzo de 1855. Era el tercer hijo del zar Pablo I y de Sofía Teodora de Württemberg. Tuvo como hermanos a su predecesor en el trono, Alejandro I, a Constantino, a Miguel y a seis hermanas más.

Síntesis biográfica

Llegó a reinar a pesar de ser el tercer hijo varón de Pablo I, pues su hermano mayor Alejandro I murió sin hijos y el siguiente, Constantino, renunció al trono. A pesar de esta renuncia, Nicolás I tuvo que asegurar su trono reprimiendo una rebelión de apoyaba los derechos de aquel (decembristas). Su gobierno se caracterizó por su meticulosidad militar, que le impulsaba a controlar todos los asuntos públicos de Rusia. Interesado por las mejoras sociales, pero siempre que fueran dirigidas por él, reprimió las manifestaciones de la revolución de 1830 (véase: Revoluciones burguesas) en su imperio y las de la revolución de 1848 (véase: Revoluciones de 1848) en otros países europeos. Impuso su potencia militar al declinante Imperio Otomano con la esperanza de hacerse con el control de los estrechos y conquistar Constantinopla, pero no pudo realizar su proyecto al ser derrotado por una alianza turco-franco-británica en la Guerra de Crimea (1854-1856).

Nicolás I y la extraña sucesión de Alejandro I

Fue educado por el austero conde Lamsdorf, adquiriendo pocos conocimientos académicos, en contraste con una intensa formación militar que fue marcó toda su vida. A finales de la primera década del s. XIX, cuando Alejandro I se planteó abdicar y retirarse a una vida de meditación, dos eran los candidatos a sucederle, sus hermanos Constantino, de mayor edad, pero de carácter extravagante, y el propio Nicolás, de presencia imponente, que era preferido por el pueblo. Aunque el zar no abandonó finalmente su trono, Constantino renunció por escrito a sus derechos, con lo que quedaba libre el camino para Nicolás. En 1817 éste contrajo matrimonio por amor con Carlota de Prusia (hija del rey prusiano Federico Guillermo III), a la que siempre adoró por más que con edad madura se encapricharía de algunas damas, y con la que tendría varios hijos: el zar Alejandro II (1818); María (1819); Olga (1822); Constantino (1827); Nicolás (1831) y Miguel (1832).

En el verano de 1825 murió sorpresivamente Alejandro I, produciéndose entonces una curiosa situación: Constantino había cedido la corona a Nicolás, pero Nicolás rehusó inicialmente aceptarla. Durante unas tres semanas no hubo zar en Rusia. Parece que Nicolás actuó así por prudencia, para hacer ver a militares poco afines a él la firme decisión de Constantino de no reinar, incluso tras habérsele ofrecido repetidas veces la posibilidad. La maniobra tuvo su riesgo: una de las sociedades secretas descontentas con el autoritarismo de los zares conspiraba para lograr un gobierno constitucional; Nicolás tuvo noticia de ella y ya no esperó más, aceptando por fin el cetro.

Exigió luego juramento de fidelidad a las instituciones rusas, mientras los conspiradores (que habían decidido apoyar a Constantino) reunían sus fuerzas en la Plaza del Senado (14 de diciembre). El ya zar Nicolás I se dirigió hacia allí con tropas fieles, enfrentándose con valor a la situación, que fácilmente podría haberle costado la vida. Los efectivos de ambos bandos estaban equilibrados, y ninguno atacó al otro en serio. Las horas transcurrieron sin apenas incidentes hasta que, anocheciendo, los generales de Nicolás I obtuvieron su permiso para colocar varios cañones frente a la plaza. No sin vacilar, el zar dio la orden de disparar, y varias decenas de decembristas murieron, muchos quedaron heridos y los demás huyeron. Los cabecillas serían luego ejecutados o desterrados.

Nicolás I, un zar soldado

Asegurada su posición y coronado el 26 de diciembre, Nicolás I comenzó a gobernar con mano dura, con talante militar a imitación de sus propias costumbres. Para irritación de sus súbditos, trató de controlar el mayor número de detalles posible, como la vestimenta (un traje determinado para visitar el Ermitage, uniforme para todos los funcionarios, no se podía usar casaca y sombrero de copa gris), quién debía llevar bigote y quién no, prohibición de fumar en las calles, o multitud de asuntos de escasa importancia. Se presentaba por sorpresa en cuarteles, hospitales u otros centros públicos, o realizaba largos viajes por su imperio, castigando los menores errores que observaba. Por otra parte, exigía a todos compartir sus ideas, y para asegurarse de la adhesión a ellas y de que sus órdenes eran cumplidas, creó una policía secreta, conocida como “Sección Tercera”.

También usó el esplendor para ganar prestigio (aunque él vivía con extrema sencillez), organizando enormes fiestas y construyendo espléndidos edificios, como la reconstrucción del Palacio de Invierno y otros varios, la Biblioteca Nacional, un nuevo Museo del Ermitage o el Teatro Alexandrinski, con muchos de sus detalles pensados por él mismo. Paternalista, quería mejorar la situación de campesinos y siervos, pero sin cambiar la estructura económica; solicitó la colaboración de la nobleza terrateniente, que le hizo poco caso. Reprimió duramente en 1830 la sublevación polaca, y cuando en 1848 estallaron diversas sublevaciones en gran parte de Europa, cerró las fronteras (censura, el escritor Fiodor Dostoievsky fue condenado a cuatro años de trabajos forzados por literatura subversiva, control de las universidades, prohibición de viajar por el extranjero) y ayudó a los monarcas en peligro a hacerse con el control de la situación en sus respectivos países, lo que le daría gran prestigio en las casas reales europeas (se le llamó el “gendarme de Europa”). Los partidarios de la occidentalización de Rusia fueron considerados sospechosos, aumentando su peso el partido eslavófilo, importante apoyo del zar hasta que éste empezó también a desconfiar de ellos por posible antimonarquismo.

En política exterior, junto al constante avance en Asia, había tenido varias guerras con Persia (1826-1828) y Turquía, persiguiendo el sueño de llegar a dominar Constantinopla (Estambul) y con ella los estrechos del Bósforo y los Dardanelos. Había obtenido, por ejemplo, la independencia de Grecia tras la batalla naval de Navarino (1827) y la Conferencia de Londres (1830), y también el reconocimiento de la autonomía de Valaquia y Moldavia (tratado de Adrianópolis, 1829). Más tarde, por el tratado de Unkiar Skelessi (1833) y la Convención de los Estrechos (1841) se otorgó a sí mismo el papel de protector del Imperio Otomano y la libertad de navegación por los estrechos.

Pero para lograr una victoria definitiva y poco costosa necesitaba el apoyo de Francia y Gran Bretaña. Nicolás I llegó a pedir al sultán otomano Abdulmecit I que se convirtiese a la fe ortodoxa y la concesión a Rusia de la tutela de todos los eslavos en territorio turco. Sin embargo, aquellos países, especialmente los británicos, no veían con buenos ojos estos ambiciosos objetivos. Cuando en 1853 envió tropas a Moldavia y los turcos reclamaron, hundió parte de la flota otomana en el mar Negro; británicos y franceses se decidieron a apoyar a los turcos, y también, para su enorme sorpresa, los austriacos, a los que consideraba fieles aliados. El año siguiente comenzaría la guerra de Crimea, en la que los rusos, sin adecuados suministros (Rusia carecía de buenas comunicaciones) serían derrotados tras la caída de Sebastopol (hoy en Ucrania). Con conciencia de fracaso, Nicolás I cogió un resfriado durante unas maniobras militares, complicándose en neumonía, y falleció en febrero de 1855. Tenía unos 59 años.

Bibliografía

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Enlaces en Internet

http://marchif.crosswinds.net/texte/16/16801.html ; Página con datos genealógicos de Nicolás I (en francés).
http://members.surfeu.fi/thaapanen ; Página con información sobre los Romanov (en inglés).
http://www.moscowkremlin.ru/romanovs.html ; Página con diversa información e imágenes sobre los Romanov (en ruso).

Autor

  • Bernardo Gómez Álvarez