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PolíticaBiografía

Nelson, Horace (1758-1805).

Almirante británico nacido el 29 de septiembre de 1758 en Burham Thorpe, Inglaterra, y muerto el 21 de octubre de 1805 en aguas del Cabo de Trafalgar, España. Entre los historiadores hay unanimidad al considerar a Nelson como uno de los mejores marinos de guerra de todos los tiempos. Sus victorias contra la coalición entre la España regida por Godoy y la Francia revolucionaria así lo corroboran: Cabo de San Vicente (1797), Nilo (1798), Copenhague (1801) y Trafalgar (1805). Todas estas batallas resultaron de enorme utilidad para que Gran Bretaña mantuviera su supremacía marítima desde las décadas finales del siglo XVIII hasta principios de la Segunda Guerra Mundial, por lo que Nelson obtuvo una serie de títulos nobiliarios (caballero de la orden de Bath, duque de Bronte, vizconde de Trafalgar, etc.,) con los que dejaba atrás sus orígenes humildes. Solamente su relación adúltera con lady Hamilton, la esposa del gobernador británico en Nápoles, perjudicó a los ojos de sus contemporáneos su imagen de héroe nacional, que hoy en día es compartida con figuras tan relevantes y diversas como Wellington o Churchill.

Años de formación

Horace Nelson fue el sexto hijo de los once que tuvieron el matrimonio formado por Edmund Nelson, pastor protestante de Burham Thorpe, y Catherine Suckling, una modesta ama de casa con una formación cultural notable para las mujeres de su época. Como otras familias de clase media-baja de los condados de los alrededores de Londres, los Nelson eran gente de pocos recursos pero con estudios, carentes de la suficiente riqueza para poder entroncar a todos sus hijos con los círculos de poder de la época. Tales circunstancias hicieron decisivas las relaciones que mantuvo la familia con un tío materno, el capitán Suckling, un sobreestante de la marina real británica que estaba muy bien posicionado con la alta sociedad londinense y que, nada más morir la madre de Nelson, en 1760, introdujo a éste en el oficio de marino.

Como todos los inicios de cualquier aspirante a guardiamarina, los de Nelson incluyeron un duro trabajo de rutina y mantenimiento de las naves, y la travesía por las peligrosas y heladas aguas del mar del Norte. Básicamente se puede decir que su formación se gestó en los barcos mercantes que atracaban y partían del estuario del Támesis, en un viaje a las Indias orientales, donde contrajo la malaria, y en una expedición al Ártico liderada por el capitán Ludwidge en 1773. La dureza de todas estas misiones fue notable. No obstante, en el caso de Nelson le permitieron adquirir unas serie de cualidades, ingenio, dotes de mando y valor; que le caracterizaron durante toda su carrera.

En 1777, con diecinueve años de edad, pasó los exámenes de guardiamarina (antes de entrar en la marina real había recibido estudios en la High Scholl de Norwich), lo que le permitió regresar a las Indias orientales y al más activo teatro de operaciones del momento, las colonias americanas. La independencia de los Estados Unidos de América (4-VII-1776) infundó en los mercaderes británicos el miedo a perder su rutinario comercio con los habitantes de aquellas tierras. Cada vez era más patente que los intereses que, por el dominio de la zona, venían demostrando los plenipotenciarios de Francia y España chocaban abiertamente. La diplomacia británica no dudó en preparar una expedición de castigo en la desembocadura del río San Juan (Nicaragüa), que era uno de los lugares más atractivos para el futuro comercial de América. Nelson fue el encargado de esta misión, para la que recibió el ascenso a capitán y el mando de una fragata. A pesar del coraje que desempeñó en el desarrollo de esta misión, Nelson no pudo luchar contra la mala oficialidad (era producto del sistema de ascensos y corrupciones de la época) y con un brote de fiebre amarilla, quedando prácticamente toda su flota diezmada nada más entraron en contacto con la española.

Tras estos incidentes, Nelson regresó a Gran Bretaña para encargarse entre 1783 y 1787 de otras misiones de bloqueo y vigilancia, si bien esta vez el escenario bélico era distinto: las Indias orientales. Los excesivos gastos de estas misones y el nuevo rumbo de la política internacional fueron algunas de las objeciones que barajó el almirantazgo para, por algo más de cinco años, retirarle del servicio activo percibiendo media pensión. Todo lo cual fue aprovechado para descansar y casarse con Frances Nisbet en 1787, viuda de un comerciante londinense.

Primeros pasos como comandante

Tras la ejecución de Luis XVI en 1793, Nelson volvió a ser movilizado para realizar nuevas misiones contra las bases navales de Francia. De cara a un mejor cumplimiento del deber, le ascendieron a comandante y le dieron un barco de 64 cañones, el Agamenón. Dicho buque pertenecía a la prestigiosa escuadra del almirante Hood y, al contrario que otros barcos de la armada real británica, era conocido por su buena oficialidad y marinería. Su objetivo inmediato era sitiar el fuerte de Tolón (por estas fechas bien guarnecido gracias a la destacable tarea de un joven oficial de artilleria corso de 24 años llamado Napoleón Bonaparte) y apoyar a los aliados británicos en el Mediterráneo. Nelson no vio clara la orden del almirantazgo y, haciendo caso omiso de la misma, decidió trasladar su base de operaciones hasta Córcega, desde donde finalmente se realizaron los sitios de Bastia y Calvi. El éxito fue total, aunque Nelson perdió el ojo derecho a consecuencia de las heridas sufridas por un disparo. Gracias a tales victorias la flota británica pudo desplazarse con total seguridad hasta Nápoles.

El Nelson entusiasta es sustituido por el Nelson de carácter. O. Warner y G. S. Parsons, dos de los mejores conocedores del marino, así lo señalan en sus biografías. Ambos historiadores insisten en esta idea señalando que, para que se produjera dicho cambio, resultó crucial la subida al almirantazgo de John Jervis, un oficial de más de 60 años y con un amplio historial marino. A diferencia de otros almirantes de su época, Jervis detectó las innatas cualidades para el mando de Nelson dándole plena libertad de movimientos.

Los primeros éxitos del támden Jervis-Nelson se remontan a 1797. En esta fecha una expedición británica salió al encuentro de otra española en aguas portuguesas. A la altura del Cabo de San Vicente se produjo el irremediable choque. La densa niebla benefició a la flota de Jerwis y Nelson que, hasta que no estuvo encima, no se apercibió de que navegaba entre dos flotas españolas. Las órdenes de ataque eran claras: Jerwis dividiría la flota y, con la ayuda de Nelson, hostigaría a una de ellas. Nelson apoyó a Jerwis en todo momento, pero decidió perseguir a la otra flota. La eficacia de la artillería británica era abrumadora, pues se capturaron las dos flotas y el buque insignia español que mandaba el almirante Winthuysen. Esta victoria fue muy importante para Gran Bretaña, pues con ella se controlaba parte del comercio hispano-americano. Por todo ello Jervis obtuvo el título de conde del Cabo de San Vicente, y Nelson el de caballero de la orden de Bath que, además, coincidió con su promoción a contra-almirante por antigüedad.

La primera misión de Nelson como contra-almirante fue atacar el puerto de Santa Cruz de Tenerife. El almirantazgo español consideraba su resistencia fundamental para que el tráfico con América del Sur no cayera definitivamente en manos británicas, por lo que se encontraba bien pertrechado. La armada británica no pudo evitar fracasar ante la tenaz resistencia española que obligó a retirarse a Nelson a causa de unas heridas sufridas en un brazo (posteriormente se lo tuvieron que amputar). Tras una breve recuperación, Nelson obtuvo una nueva misión: descubrir los movimientos de la flota francesa en aguas mediterráneas. La casualidad quiso que Nelson diera con todo el grueso de la flota francesa, pues una tormenta le desvió de la ruta y le llevó hasta Egipto, donde los más importantes buques franceses estaban apostados. En la desembocadura del Nilo se desarrolló una batalla que duró toda la noche. Desde el punto de vista estratégico las consecuencias de esta victoria fueron impresionantes, ya que Gran Bretaña se adueñó definitivamente del Mediterranéo oriental, con lo que su paso a la India quedaba totalmente asegurado.

Conquista de Nápoles y batalla de Copenhague

La presencia de la marina británica en Nápoles era muy útil, pues podía contrarrestar las ambiciones de Napoléon en Italia (éste ya se había anexionado Roma). Los historiadores coinciden al señalar que la mala relación que mantenían Nelson y el rey de Nápoles, Fernando IV (1751-1825), fue el origen del lanzamiento de un desesperado ataque contra Roma por parte del último que acabó en un rotundo fracaso (la contraofensiva permitió a Napoléon capturar Nápoles, proclamar la república y asesinar a unos 10.000 partidarios del rey Borbón). Durante el verano de 1797, la flota de Nelson apoyó la recuperación de Nápoles; en su transcurso se vio envuelto en la feroz represión de los jacobinos napolitanos, que añadió un discutible episodio a su hoja de servicios. Mientras tanto, Bonaparte escapaba del cerco británico impuesto en Egipto. Francia todavía disponía de Malta para hacer valer su influencia en el Mediterraneo, por lo que Nelson fue movilizado para acudir al socorro de Menorca (el almirantazgo británico consideraba la isla española como una pieza clave para el desarrollo de la maniobra imperial). Nelson, al igual que hiciera otras veces, rehusó la orden del almirantazgo alegando que la acción se desencadenaría en Nápoles, no en Menorca. Los hechos posteriores le dieron la razón. No obstante, el almirantazgo no perdonó su insubordinación, por lo que le conminaron a regresar a Gran Bretaña no sin que antes le otorgaran un nuevo título (duque de Bronte) que le fue concedido por el valor desempeñado en la evacuación y recuperación de Nápoles.

En 1800 Nelson regresó a Gran Bretaña en compañía de los Hamilton. Nada más desembarcar, fue aclamado como un héroe por todos los pueblos a su paso hasta Londres. No ocurrió lo mismo en el seno de la Corte, que prefirió hacer oidos sordos como pago a sus relaciones adúlteras con lady Hamilton (para agravar todavía más la situación, ésta regresaba embarazada de Nelson). Para un hombre de acción como Nelson, la vida en Londres era monótona y aburrida, por lo que decidió embarcarse, como segundo en la flota del almirante Parker, hacia el nuevo escenario bélico, el Atlántico Norte. Hasta unas cinco millas antes de llegar a Copenhague (al igual que Rusia, Dinamarca era aliada de Francia) la flota británica navegó con relativa tranquilidad. No obstante, circunvalando el puerto danés se percataron de que la resitencia era muy fuerte. La unica solución, señalada por Nelson, era intentar rodearlo y bombardearlo intensamente. El éxito de esta operacion fue total, y elevó a Nelson a la categoría de primero en el mando. La muerte del otro aliado francés, el zar Pablo I de Rusia (1754-1801), y el desgaste que venian arrastrando los ejércitos de Francia y Gran Bretaña por la larga contienda, posibilitaron la negociación de una tregua.

La victoria de Trafalgar

Tras la Paz de Amiens (25-III-1802) Napoleón buscó la ayuda de España para sus planes de invasión de Gran Bretaña. Napoléon contaba con un gran ejército, pero su marina necesitaba de la española para el desarrollo final de la maniobra. La estrategia napoleónica era sencilla: había que dividir a la flota británica atrayendo su atención hacia las Antillas. Una vez obtenida la victoria naval, el ejército francés cruzaría libremente el estrecho de Calais. Nelson no cayó en la trampa, y sus barcos, bien pertrechados, quedaron en las cercanías de Portugal a la espera de la flota franco-española, refugiada con comodidad en Cádiz hasta que una imprudente salida, resultado de las presiones de Napoleón sobre el comandante de la escuadra combinada, Villeneuve; impuso la batalla, desarrollada en las cercanías del cabo de Trafalgar. La superioridad numérica de la flota franco-española no pudo evitar la falta de un plan de combate, lo que permitió a Nelson abrir rápidamente una brecha en la formación de sus enemigos. El intenso cañoneo hizo que perecieran marinos tan ilustres como Alcalá Galiano y Churruca, además de suboficiales y marinería. Nelson no fue ajeno a esta suerte, y cayó mortalmente herido en el castillo de proa aunque supo de su victoria antes de fallecer. Las consecuencias de la victoria de Nelson fueron amplias. En Trafalgar terminaron los sueños napoleónicos de invadir Gran Bretaña, dejándole a ésta el dominio del mar. En el caso de España esta victoria todavía fue más trágica: la pérdida de la flota dejaba a las colonias de América desprotegidas y a merced de los intereses británicos y franceses.

Turner: Batalla de Trafalgar.

Nelson personaje histórico

Hasta el primer centenario de la batalla de Trafalgar (1904), la gloria de Nelson quedó empañada por sus comportamientos en la vida privada. Hoy en día nadie deja de reconocer sus méritos como marino de guerra (ingenio, abnegación, coraje, etc.,), dejando totalmente a un lado su relación adúltera con lady Hamilton (ésta corrió peor suerte: acabó siendo presa del alcoholismo, murió en la indigencia y tuvieron que pasar varias décadas para que su relación con el almirante, considerada una de las mas románticas de la historia, fuera reconocida). Muchas calles y plazas británicas recuerdan al marino de Burham Thorpe, y el Victory, el buque que tanta gloria le dio, se preserva intacto para gozo de todos los turistas que pasan por Portsmouth.

Bibliografía

  • HARRIS, N.: The Dispatches and Letters of Vice Admiral Lord Viscount Nelson, (1844-1846), Londres, 7 vols.

  • SOUTHEY, R.: Nelson, México, Fondo de Cultura Económica, 1945.

  • WARNER, O.: Nelson, Londres, Weidenfeld and Nicolson, 1975.

  • PARSONS, G. S.: Al servicio de Nelson; edición y notas de W. H. Long, Barcelona, Edhasa, 2001.

José Antonio Martínez Torres

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  • 0311 José Antonio Martínez Torres