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LiteraturaLingüísticaBiografía

Nebrija, Elio Antonio de (1444-1522).

Humanista y polígrafo español, de nombre real Antonio Martínez de Cala y Jarava, nacido en Lebrija (Sevilla) en 1444 y muerto el 2 de julio de 1522 en Alcalá de Henares (Madrid). Fue autor, entre otras muchas obras, de la primera gramática de la lengua castellana.

Gramática de la lengua castellana de Nebrija. Biblioteca Pública Episcopal de Barcelona.

Vida

Son muchos los datos que sobre su propia vida nos legó Nebrija, recogidos en los prólogos y en las cartas preliminares de algunas de sus obras. Así, en la carta dedicatoria con que se abre el Vocabulario español-latino (1495), que dirige a Juan de Zúñiga -maestre de la orden de Alcántara, al mismo tiempo que protector y amigo-, el humanista traza una breve semblanza de su persona. En ella evoca su niñez, transcurrida en tierras de Lebrija, a la vez que recuerda su adolescencia, que dedicó por completo al estudio: primero, en Salamanca; después, en Italia. De este modo, nos consta que nació en el año 1444, aunque quepan ciertas dudas a este respecto, pues existen documentos que llevan la fecha de su nacimiento a 1441. Sin embargo, de atender a su testimonio, no cabe duda sobre la primera datación:

"Mas aunque se me allega ya el año cincuenta y uno de mi edad porque nací un año antes que en el tiempo del rey Don Juan el Segundo fue la próspera batalla de Olmedo (que tuvo logar en 1445)". Vocabulario español-latino.

Su niñez se dibuja con trazos más emotivos y delicados en las poesías que compuso en honor de su tierra y de sus padres a su regreso de Italia. Son su Antonii Nebrissensis salutatio ad patriam multis ante annis non visa et memorata infantia sua, y la intitulada De patria antiquitate fertilitateque eius et parentibus auctoris, donde recuerda su casa, sus primeros pasos e incluso las canciones de su madre. Gracias a estas composiciones panegíricas de notable brevedad, conocemos algo acerca de sus hermanos y hermanas (muertos muy jóvenes) y de sus padres, de quienes dice eran de mediana condición.

De ese modo, se sabe que Antonio Martínez de Cala y Jarava aprendió los primeros rudimentos de las letras latinas en su pueblo natal. Este recuerdo permanece en la carta que escribió al Rey Católico con motivo de su nombramiento como historiador regio en 1509:

"Aunque no he aprendido latín en el Lacio ni siquiera en Sarmacia, sino en la Bética, la que, como dice Estrabón, fue la primera de entre todos los pueblos hispanos que se convirtió a las costumbres y a la lengua romanas".

Con posterioridad, y de acuerdo con otras noticias que el propio Nebrija da de sí mismo, sabemos que completó su curriculum studiorum por medio de viajes dentro y fuera de España, al igual que otros muchos eruditos de la época:

"Así que en edad de diez y nueve años yo fui a Italia, no por causa que otros van, o para ganar rentas de iglesia o para traer fórmulas de Derecho civil y canónico, mas para que, por la ley de la tornada, después de luengo tiempo restituyese en la posesión de su tierra perdida los autores del latín, que estaban ya muchos siglos había desterrados de España". Vocabulario español-latino.

Fue precisamente esa estancia en Bolonia, como becario del colegio español de San Clemente, la que hubo de marcar sus pasos posteriores. De hecho, ese periplo italiano determinó que, en España, Nebrija fuese el principal valedor de muchos de los fundamentos del Humanismo, al que Petrarcahabía insuflado no pocas energías en el siglo XIV. Nicolás Antonio, en la biografía de Nebrija inserta en su Biblioteca Hispana Nova, arroja luz sobre algunos aspectos más de esta etapa de formación. Nos recuerda que visitó numerosos centros de estudio y que pudo traer consigo "los excelentes frutos de las lenguas latina, griega y helena y los de la erudición de todas las artes liberales". Todo ello fue posible gracias a profesores de la talla del gramático Martino Galeoto. Del mismo modo, Nicolás Antonio recuerda que penetró en los secretos de la Teología, de los dos Derechos (utriusque iuris) y del arte de la Medicina.

Los primeros años en Salamanca.

Hasta tal punto estaba impregnado de ese ambiente de renovación cultural y de emulación de la Antigüedad clásica que decidió cambiar su nombre, de acuerdo con la moda de aquellos tiempos (baste recordar a personajes tan ilustres como Pomponio Leto o Joviano Pontano), con el fin de evocar el pasado glorioso de sus ancestros. Ése fue el motivo que le impulsó a adoptar el sobrenombre de Elio, en correspondencia con los españoles de antaño, tales como Adriano o Trajano. Por supuesto, así cargaba las tintas sobre la vieja Bética, su querida patria andaluza. A la vez, dejó de lado el apellido Martínez y lo sustituyó por Nebrija, de acuerdo con la denominación latina de su Lebrija natal: Nebrissa Veneria, de la que encontramos una primera mención en el poeta Silio Itálico.

Pero este hombre, de talante inquieto e innovador, no podía contentarse con la simple acumulación de saber. Por ese motivo, pertrechado con tal bagaje, decidió volver a España dispuesto a afianzar aquí algunas de las tendencias características del humanismo italiano. Su primer fautor no fue otro que Alonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla, quien le encomendó la formación de su sobrino Juan de Fonseca, el futuro obispo de Burgos. De todos modos, su ambicioso proyecto no se podía cumplir si sólo se dedicaba a la enseñanza particular con un grupo reducido de alumnos, tarea que por aquel entonces desempeñaban algunos humanistas italianos en el seno de familias de la nobleza o en la propia corte. A la muerte del arzobispo, tres años después de su llegada de Italia, Nebrija se trasladó a Salamanca, la Universidad española por excelencia, con el fin de que su doctrina se pudiese desplegar con mayor facilidad:

"Así yo, para desarraigar la barbarie de los hombres de nuestra nación, no comencé por otra parte sino por el estudio de Salamanca, el cual, como una fortaleza, tomada por combate, no dudaba yo que todos los otros pueblos de España vendrían luego a se rendir". Vocabulario español-latino.

Llevado por este afán de propalar su saber, el 4 de julio de 1475 firmó un contrato con la Universidad por el que se comprometía a dar dos lecciones al día durante cinco años: una de Elocuencia y otra de Poesía. Sin embargo, al quedar vacante la cátedra de Gramática en 1476, opositó a ella y ganó el concurso. De ese modo, consiguió una de sus mayores aspiraciones: la de ser considerado un gramático, oficio que había sido reivindicado por Angelo Poliziano en Italia. Para estos humanistas, la Gramática era el arte básico y fundamental para acceder a los demás campos del saber. El gramático, con el dominio de esta disciplina y, por tanto, de la lengua latina, podía adentrarse en la silva de los textos legales, médicos o teológicos. De hecho, así fue, pues no cabe duda de que Nebrija a lo largo de su vida demostró con creces su competencia en todos esos terrenos, según se desprende del variopinto conjunto de sus obras y comentarios. Como ejemplo, baste citar sus Aenigmata iuris civilis, también conocidos como Lexicon Iuris Civilis, publicados en Salamanca en 1506, o sus ricos comentarios al léxico del Dioscórides, aparecidos en Alcalá de Henares en 1518; para este último trabajo, Nebrija partió de la versión latina de Jean de la Ruel.

Volvamos de nuevo a su vida para añadir que ocupó la cátedra de Gramática durante doce años, período en el que contrajo matrimonio con Isabel Solís, de la que tuvo seis hijos y una hija. Tan larga familia era demasiada carga para Nebrija; no obstante, ésta fue una época muy fructífera en publicaciones. Las Introductiones latinae vieron la luz en 1481, con un enorme éxito editorial, pues se erigían como el primer método gramatical en España para la enseñanza del latín de acuerdo con los nuevos cánones marcados por Lorenzo Valla en sus Elegantiarum linguae latinae libri Vl. En 1485, Nebrija leyó su primera repetitio, titulada De membris et partibus grammaticae, y en junio de 1486, la Repetitio secunda: de corruptis Hispanorum ignorantia quarumdam litteratam vocibus, en la que trata de la manera de pronunciar correctamente el latín. Por aquel entonces, Nebrija entró en contacto con fray Hernando de Talavera, quien, con motivo de la peregrinación de los Reyes Católicos a Santiago, le encargó una poesía conmemorativa: se trata de Ferdinandi ac Helisabethae Hispaniae regum clarissimorum profectio ad lacobum, que se incluyó también en la recopilación de la poesía de Nebrija aparecida en 1491.

Fue el de Talavera, a la sazón confesor de la reina, quien manifestó a Nebrija el deseo que doña Isabel tenía de que las Introductiones se editasen junto con una versión en español. Finalmente, esta versión latino-española, aparecida en 1486 (aunque hay críticos que prefieren datarla en 1488), constituye una rara avis, pues ésta fue la única ocasión en que la edición contrapuesta de las Introductiones vio la luz. Con el tiempo, esta obra, ampliada con innumerables comentarios y hasta con la inclusión de hexámetros al modo del manual de Villa Dei (muy criticados por lo demás), se convirtió en una farragosa enciclopedia, llena de preceptos y excepciones y muy alejada de la voluntad inicial de Nebrija. Las críticas más famosas las hallamos ya en autores contemporáneos, como Lucio Marineo Sículo, o algunos posteriores, como Juan de Maldonado en su Paraenesis ad litteras o Juan Valdés por medio de su Diálogo de la lengua.

El mecenazgo de Juan de Zúñiga (1487-1504). La Gramática de la lengua castellana.

El deseo de Nebrija de dedicarse de lleno a sus propias investigaciones, lejos de las aulas, se vio satisfecho gracias a la ayuda de Juan de Zúñiga, quien le brindó el apoyo económico necesario para abandonar la Universidad. Fue una etapa de febril actividad, en la que publicó el Diccionario latino-español (1492), el Vocabulario español-latino (ca. 1495) o la Gramática de la lengua castellana (1492), defendida también ante la reina por fray Hernando de Talavera, quien reconocía la utilidad de este instrumento para difundir la lengua castellana por las nuevas tierras del Imperio:

"Cuando en Salamanca di la muestra de aquesta obra a Vuestra Majestad y me preguntó para qué podía aprovechar, el muy reverendo padre Obispo de Ávila me arrebató la respuesta y respondiendo por mí dijo que, después que Vuestra Alteza metiese debajo de su yugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas y con el vencimiento de aquellos tendrían necesidad de recibir las leyes que el vencedor pone al vencido y con ellas nuestra lengua, entonces por mi Arte podrían venir en el conocimiento de ella como ahora nosotros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender latín".

Detengámonos unos instantes para calibrar la importancia extrema de esta obra que ya ha cumplido cinco siglos. Es bien sabido que una de las reivindicaciones básicas del humanismo italiano había sido la depuración del latín: ahora bien, tampoco olvidemos que otro frente igualmente importante se abrió en favor de la lengua vernácula: se trataba de dignificar el español como se venía haciendo con el italiano, lengua ésta que Petrarca identificaba con el latín. Antonio de Nebrija fue el primero en recoger el testigo y en elaborar la primera gramática moderna de una lengua vernácula (lejos quedaban los densos apuntes gramaticales de las artes de poesía occitanas y experimentos de parecida índole en otras zonas de la Romania). Faltaban treinta y siete años para que apareciera la primera gramática italiana de Trissino, cincuenta y ocho para que viese la luz la francesa de Louis Miegret y cerca de cincuenta para la portuguesa de Fernando de Oliveira de 1536.

Por esa vía, se conseguía "fijar y reducir en artificio la lengua patria que hasta nuestra edad anduvo suelta y fuera de regla y a esta causa ha recibido en pocos siglos muchas andanzas, porque, si la queremos cotejar con la de hoy a quinientos años, hallaremos tanta diferencia y diversidad cuanta puede ser mayor entre dos lenguas". Por otro lado, Nebrija entreveía el papel fundamental que había de corresponder a un castellano regularizado dentro de la política expansionista y unificadora de los Reyes Católicos, porque "la lengua siempre fue compañera del imperio y de tal manera lo siguió que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron". El castellano era, así, un instrumento al servicio de la nueva nación, forjada tras la expulsión de los árabes de su último reducto en el reino de Granada:

"Y cierto así es que no solamente los enemigos de nuestra fe tienen ya necesidad de saber el lenguaje castellano más los vizcaínos, navarros, franceses, italianos y todos los otros que tienen algún trato y conversación en España y necesidad de nuestra lengua si no vienen desde niños a la deprender por uso, podránla más aína saber por esta mi obra".

A pesar de su extraordinaria importancia, la Gramática no volvió a editarse en vida del autor; de hecho, hubo que esperar hasta el siglo XVIII para ver una segunda edición de manos de Francisco Miguel Goyoneche, conde de Saceda.

Para retomar el hilo de las obras de este período de otium, compuestas junto al maestre de Alcántara, señalemos su Muestra de Antigüedades de España (1499), que constituye un claro ejemplo del interés humanístico que despertaban los restos arqueológicos, en los que se buscaba testimonio de un pasado cultural glorioso; en el fondo de esta preocupación por los vestigios de la Antigüedad latía un claro sentimiento nacionalista que Nebrija no había dudado en manifestar en alguna que otra ocasión, como en el prólogo a su Gramática ("Y porque mi pensamiento y gana siempre fue engrandecer las cosas de nuestra nación [..]").

Otras muestras del interés de este humanista por las ruinas son varios poemillas dedicados a determinados monumentos romanos, que compuso por esas mismas fechas: el De Emerita restituta, su De Traiani Caesaris ponte y el De statua Amaltheae, incluidos todos en la edición de su poemario de 1491. Por último, hay que recordar una nueva obra dedicada a Zúñiga: su Isagoge Cosmographiae (ca. 1498), que, como han recordado algunos críticos, responde al interés suscitado por la materia geográfica y astronómica en una época marcada por los grandes viajes y descubrimientos.

A esta época pertenece también la tercera edición de las Introductiones (1495), también conocida como Recognitio, en la que el texto gramatical iba acompañado por una extensa glosa; a partir de ese momento, hubo dos formas distintas de imprimir la obra: una extensa, compuesta del texto y el comentario, en tamaño folio, y una más breve, en tamaño de cuarto.

Por estos años, brilló también con especial fulgor el Nebrija polígrafo, entregado a materias científicas como la astronomía; de hecho, su aportación fue decisiva para la recuperación de la figura y la obra de Ptolomeo, con la indicación exacta de las latitudes y longitudes para cada lugar del orbe. Al respecto, Nebrija ofreció el epítome In Cosmographiae libros introductorium (1499), obra en la que el punto de partida se halla en el signo de aries en la esfera celeste y en la isla de Hierro en la terrestre. En esta obra se alude a los descubrimientos en el Nuevo Mundo, lo que le confiere un valor añadido.

Nebrija vuelve a Salamanca (1505-1513).

Aún bajo la protección de Zúñiga, Nebrija opositó a la cátedra que había quedado vacante en Salamanca a la muerte de Pedro Gomiel en 1503, aunque nunca pasó a ocuparla. Sólo a la muerte de su protector, en 1504, Nebrija volvió de nuevo sus pasos hacia la ciudad salmantina, donde en 1505 tomó posesión de una nueva cátedra, ganada también por oposición. Al final de este curso, leyó su Repetitio tertia: De peregrinum dictionum accentu y, en ese mismo año de 1506, publicó su Lexicon iuris civilis. En 1507, saca a la luz su Repetitio quarta: De Litteris Hebraicis cum quibusdam annotationibus in Scripturam sacra; también de ese año es su Repetitio quinta: De analogia, hoc est de proportione. Su actividad literaria e investigadora le absorbía todo el tiempo, por lo que, poco a poco, comenzó a descuidar su asistencia a las aulas. Ante esta situación, en 1509, el claustro universitario decidió dejar vacante su cátedra al no haber pisado por clase durante más de cuatro meses. Hemos de suponer que aquello fue un duro golpe para el maestro, quien no tenía otro medio de subsistencia que su sueldo como docente.

El Rey, se dice que aconsejado por su secretario Miguel de Almazán, lo nombró cronista regio con el fin de que escribiese la historia de su reinado. De ese modo comenzó la actividad historiográfica de Nebrija, quien expuso sus ideas acerca de tan noble oficio en la carta de agradecimiento dirigida al monarca, inserta al inicio de su Historia de los Reyes Católicos, conocida con el título de Divinatio in scribenda historia. En ese lugar, Nebrija se felicita por el hecho de que Fernando el Católico hubiese elegido a un español para desempeñar tal labor, en lugar de optar por otros escritores extranjeros. Con esas palabras, aludía claramente a otros dos historiadores de origen italiano presentes en la corte, los célebres Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anglería:

"Non possum non magni facere tuum de me iudicium, clarissime Princeps, quod, ex tanta doctissimorum virorum copia qui per omne ditionis tuae imperium diffusi sunt, me potissimum delegeris, cui immortalia tua gesta latino sermone describenda mandares". ("No puedo dejar de estimar en mucho el juicio que de mí tienes, clarísimo príncipe, porque de entre tantos doctísimos varones que están dispersos por tu reino me has elegido a mí como el más indicado para escribir en latín tus inmortales hazañas").

A pesar de que en esa misma epístola, Nebrija decía haber estado recogiendo documentos y noticias relativos a la época que tenía que historiar, otros autores contemporáneos nos indican que su labor se limitó a la de mero traductor de la obra de Hernando del Pulgar escrita en castellano. La obra se publicó póstumamente en 1545 gracias a su hijo Sancho, quien, abandonada su dedicación a las leyes, fundó una imprenta en Granada con el deseo de publicar versiones fidedignas de las obras de su padre, en especial del Diccionario, que, en sus palabras, "andaba sumamente depravado". Así, vieron la luz las Rerum a Fernando et Elisabe Hispaniarum foelicissimis regibus gestarum decades duas, junto a otros dos libros sobre la guerra de Navarra compuestos por el humanista. A la accidentada labor de Nebrija como historiógrafo le estaba reservado algún varapalo adicional, como el propinado por un comentario de Andreas Scoto, que definía su estilo de humilis ('bajo'), "ya sea porque recibió ya viejo el encargo de escribir dicha historia, ya porque interrumpido por la muerte no pudo pulirla".

En agosto de ese mismo año 1509, Nebrija volvió a opositar a una cátedra en Salamanca, la de Retórica, que obtuvo al no presentarse nadie más. Obras íntimamente relacionadas con esta nueva etapa en el seno de la academia salmantina son la Repetitio sexta: De Mensuris, de 1510, donde trata de las unidades métricas de capacidad y longitud usadas por los antiguos; la Repetitio septima: De Ponderibus de 1511, que trata de las viejas unidades de peso y capacidad con la inclusión de un interesante glosario de términos relativos a estos conceptos; y la Repetitio octava: de Numeris de 1512, donde recoge las diversas denominaciones que los clásicos tenían para los números ordinales y cardinales. Más tarde, las tres se imprimieron juntas bajo el título de Repetitio septima: De Ponderibus en 1527. Como recuerda J. M. López Piñero con respecto a estas materias, "en cambio, no está demostrado que [Nebrija] midiera un grado del meridiano terrestre, como afirman varios historiadores de orientación apologética desde Fernández de Navarrete. El único fundamento es un testimonio poco preciso de la Silva de varia lección (1542) de Pedro Mexía".

El ambiente en la Universidad estaba cada vez más caldeado. Con su actitud combativa, Nebrija había conseguido volver contra sí los ánimos de muchos egregios representantes de la vida universitaria del momento. Dirigió una acerada pulla contra la actitud pasiva del profesorado salmantino en el prólogo de su Repetitio octava: a su modo de ver las cosas, la publicación de repeticiones como la suya podía ser un buen medio para demostrar los conocimientos de los docentes universitarios. En su ataque, Nebrija recurrió a una anécdota en la que mostraba al Papa extrañado ante el sistema universitario español, en el que los profesores tenían puestos vitalicios, que conllevaban además una jubilación adicional, con el consiguiente detrimento de su actividad investigadora.

Ésta fue la gota que colmó el vaso. Su último acto académico en Salamanca lo constituyó la lectura de su Relectio nona de accentu latino aut latinitate donato, en 1513. Cuando ese mismo año quiso ocupar la cátedra de Gramática, en la que curiosamente el libro de texto no era otro que sus Introductiones, sólo logró quedar en un segundo puesto, pues la plaza fue otorgada al bachiller García del Castillo.

Nebrija en la Universidad de Alcalá de Henares (1514-1522).

A comienzos del siglo XVI, el cardenal Cisneros acometió la creación de la nueva Universidad de Alcalá de Henares, que nacería con un espíritu totalmente acorde con los nuevos tiempos. En el seno de esta novísima academia, con un selecto plantel de eruditos de las lenguas hebraica, griega y latina, se emprendió la labor de editar la Biblia, para lo que se adoptaron algunos de los métodos de la nueva filología humanística. Como cabía sospechar, Nebrija había seguido muy de cerca la actividad del cardenal. Desde mucho antes, se había sentido atraído por el estudio de las Sagradas Escrituras. De 1501 era su Hymnorum recognitio cum aurea illorum expositione, que no era más que una edición de una colección de himnos muy célebres en ese momento. Algunos de sus trabajos sobre filología bíblica le llevaron incluso a enfrentarse con el Inquisidor General, Fray Diego de Deza, con motivo de su primera Quinquagena, un tratadito en el que se explicaban cincuenta lugares de la Sagrada Escritura. Para defenderse, Nebrija compuso su Apologia, donde indica que ha elegido como juez en el proceso al propio Cisneros. Finalmente ese trabajo de Nebrija pudo ver la luz en una tercera versión, la Tertia Quinquagena (1516), una vez que Cisneros fue nombrado Inquisidor General en 1507. Así, es posible comprobar que la amistad entre Nebrija y Cisneros venía de muy atrás.

Cuando Nebrija hubo de abandonar la Universidad de Salamanca tras la vergüenza de ser derrotado en la cátedra de gramática, se dirigió hacia Alcalá de Henares para pedir asilo junto al gran cardenal. Éste, según su biógrafo Alvar Gómez de Castro, le acogió de buen grado. De esta manera se iniciaba la última etapa de su vida, en que quedó ligado de una manera muy flexible a la universidad, pues, el propio Cisneros le había dado permiso para que "leyese lo que él quisiese y, si no quisiese leer, que no leyese". De todos modos, frente a los deseos primeros del Cardenal de que Nebrija formase parte del equipo encargado de editar la Biblia, pronto surgieron las disensiones. Cisneros, en realidad, no pretendía preparar una nueva edición de la Biblia sino más bien una buena edición de la Vulgata; por dicho motivo, el Cardenal no tuvo reparos en alterar los textos en griego o en hebreo con el fin de acomodarlos a la tradición latina. Por contra, Nebrija, partidario de cambiar el texto latino conforme a los testimonios más antiguos de las obras lenguas bíblicas (el hebreo, el caldeo o el griego), no se sentía a gusto con el método. Por esta causa abandonó finalmente el proyecto y expuso al cardenal sus motivos en una carta:

"Cuando vine de Salamanca, yo dejé allí publicado que venía a Alcalá para entender en la enmendación del latín, que está comúnmente corrompido en todas las Biblias latinas, cotejándolo con el hebraico, caldaico y griego. Y que ahora, si alguna cosa o falta en ello se hallase, que todos cargarían en mí la culpa y dirían que aquella ignorancia era mía pues que daba tan mala cuenta del cargo que me era mandado. Entonces V. S. me dijo que hiciese aquello mismo que a los otros había mandado, que no hiciese mudanza alguna de lo que comúnmente se halla en los Libros antiguos [...]".

De todos modos, Nebrija permaneció en Alcalá de Henares y siguió manteniendo una buena relación con el Cardenal. Juan Huarte de San Juan, al recordar la figura de Nebrija, dice que en los últimos tiempos había perdido la memoria, por lo que precisaba llevar las lecciones por escrito para saber lo que tenía que contar. Valga una última curiosidad. Por lo que respecta al aspecto físico del maestro andaluz, contamos con la descripción que de él nos dejó Nicolás Antonio, que, de acuerdo con numerosos testimonios, apunta que era "de estatura mediana, pero compacta, y con un rostro que reflejaba majestad y dejaba entrever un hombre dedicado al estudio; de voz agradable, piernas delgadas y de ojos pequeños, semejantes a los de Aristóteles (de acuerdo con lo que cuenta Laercio)". Hagamos o no caso a la interpretación que de las características corporales hacían los tratados de fisonomía, esas fueron las trazas de uno de los personajes más importantes en la historia cultural de España: un debelador de la barbarie, como él mismo gustaba llamarse, con el que se inauguró una nueva época en la historia de nuestras letras que culminó con los frutos de nuestro esplendoroso Siglo de Oro.

Últimas obras.

Algunas de las obras de este último período en la vida de Nebrija son la Tabla de la diversidad de los días y de las horas de 1517, donde incluyó unos cuadros por los que se podían averiguar las horas y partes de hora en las ciudades de España y del resto de Europa. Inédita quedaría su De ratione calendarii, obra cuyo punto de partida era una consulta que el papa León X había hecho a la Universidad de Salamanca en 1515; además, sobre esta materia dio a la luz veintiséis axiomas, que tituló Carmina ex diversis aucthoribus in calendarii rationem collecta. Sobre la cronología trata también la Tabla de la diversidad de los días y horas y partes de hora en las ciudades, villas y lugares de España y otros de Europa, que les responden por sus paralelos (1517), basada en el célebre Almanach o Almanaque de Abraham Zacut. Discípulo suyo fue Juan Ginés de Sepúlveda, cuyo De correctione anni et mensium romanorum, escrito hacia 1535, gozó de un largo éxito editorial.

También en 1517 aparecieron sus Reglas de Orthographía en la lengua castellana, en su último intento por dar una cierta normativa al castellano tras el estrepitoso fracaso de su Gramática a este respecto. Ya enfermo, según nos narra el Brocense en el prólogo de su Minerva, había dado ciertos retoques e incorporado algunos materiales a sus Introductiones, aunque se quejaba de que su debilidad no le permitiría dejarlas concluidas. Dicha edición revisada fue ya póstuma: se publicó en Alcalá en 1523, cuando sabemos que Nebrija había muerto el 2 de julio de 1522.

Al lado de estas obras, que podemos llamar de creación, hubo algunas más que fueron inspiradas por su labor docente; nos referimos a su tarea como editor de textos latinos, en especial poéticos. Hemos de citar sus ediciones con comentarios más o menos amplios de Persio, Sedulio, Prudencio; de forma póstuma, apareció su comentario a Virgilio. Junto a estos textos, cuyo talante es claramente escolar, hay otros como su Artis Rhetoricae compendiosa coaptatio ex Aristotele que, escrita por encargo de Cisneros, poseía también un fin propedéutico, y un breve tratado sobre la educación de los hijos, De liberis educandis, compuesto para Miguel de Almazán.

Bibliografía.

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Teresa JIMÉNEZ CALVENTE.

Autor

  • Maria Teresa Jiménez Calvente