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PolíticaHistoriaBiografía

Musa o Muza ibn Nusayr (640-718).

Caudillo militar y gobernador árabe del norte de África, responsable de la conquista musulmana de Marruecos y la península Ibérica. Nació en La Meca (Arabia), aproximadamente hacia el año 640, y murió, en extrañas circunstancias, en la misma ciudad, en el año 718. Una vez ocupado todo el Magreb hasta la costa del Atlántico, ordenó a Tariq Ibn Ziyad un primer ataque contra la península Ibérica en el año 711, para pasar a dirigir luego personalmente las operaciones de conquista en la misma. Después de varios enfrentamientos con su lugarteniente Tariq, fue llamado a Damasco por orden del califa omeya al-Walid, que le destituyó de todos sus cargos. Su puesto fue ocupado por su hijo Abd al-Aziz Ibn Musa.

Ibn Nusayr era un liberto yemení del gobernador de Egipto Abd al-Azir, hermano del califa omeya de Damasco Abd al-Malik. Bajo el califato de éste, Ibn Nusayr ejerció el cargo de cobrador de contribuciones en Basora, pero fue acusado de malversación de fondos. Huido a Egipto al amparo de Abd al-Azir, el hermano del califa consiguió de éste el perdón para su liberto tras el pago de una fortísima multa. Ibn Nusayr recobró todo su prestigio y fue nombrado gobernador de Ifriqiyya (actual Túnez) y sus contornos, provincia a la sazón dependiente del waliato de Egipto. Una vez muerto Abd al-Malik, el nuevo califa al-Walid le encomendó la tarea de conquistar los territorios más occidentales del Magreb (actual Marruecos), lo que Ibn Nusayr realizó con bastante eficacia. Las tropas de Ibn Nusayr ocuparon Sijilmassa, en el corazón mismo del Magreb, al sur del Gran Atlas, donde dejó a uno de sus hijos con la misión de someter a la tribu beréber de los masmuda, mientras que él ocupaba las dos orillas del río Muluyya y se hizo dueño de Tánger. Sin embargo, la ciudad de Ceuta siguió en manos del conde visigodo don Julián, personaje sobre cuyo papel y significado no hay unanimidad entre los historiadores. Ibn Nusayr regresó a Qairaouan, capital de Ifriqiyya, cargado de rehenes de todas las tribus que había sometido, una vez que dejó en la jefatura de cada ciudad marroquí de importancia a un cliente suyo con el propósito de apuntalar sus conquistas.

En Qairaouan, Ibn Nusayr se entrevistó con don Julián, quien le convenció para que apoyara las reivindicaciones de los witizanos al trono visigodo y el ofreció todo lo necesario para saltar a la península. En ese contexto, en octubre del año 709, se llevó a cabo una primera incursión desde Ceuta a Algeciras. Debido a la prudencia encomendada por el califa al-Walid, que exigía un mínimo tanteo y reconocimiento previo antes de acometer empresas de conquista de la envergadura de la que se estaba planteando en aquellos momentos, Ibn Nusayr mandó al competente general Tarif Ibn Maluk realizar una pequeña incursión militar y de reconocimiento en julio del año 710, más que nada para dar informes exactos de la tumultuosa guerra civil en la que estaba sumergido el reino visigodo, escindido entre los partidarios del nuevo rey don Rodrigo y los witizanos (descendientes del anterior rey Witiza). Ante las buenas noticias recibidas, Ibn Nusayr decidió dar el paso definitivo y encargó a su cliente Tariq Ibn Ziyad, a la sazón gobernador de Tánger, desembarcar en la península, en el mes de abril o mayo del año 711, al mando de un poderoso ejército de unos 7.000 hombres, integrado en su gran mayoría por beréberes y algunos árabes. Tariq arrasó literalmente a los desorganizados ejércitos visigodos mandados por don Rodrigo en la batalla de Guadalete, donde falleció el mismo monarca; después, acometió la conquista de todo el territorio sin encontrar apenas oposición, hasta que alcanzó la capital del reino, Toledo, ciudad que se le abrió de par en par.

Espoleado por una fuerte rivalidad respecto a los éxitos conseguidos por su liberto, Musa Ibn Nusayr decidió personarse en la península, en el año 712, al frente de un ejército de 18.000 hombres, casi todos ellos árabes yemeníes y qaysíes, con los que arribó a la actual ciudad de Algeciras. Desde allí, Ibn Nusayr prefirió marchar contra algunas plazas andaluzas no ocupadas aún por Tariq antes que establecer contacto con éste, que se encontraba consolidando las posiciones recién conquistadas en las inmediaciones de Toledo. La primera plaza que cayó en sus manos fue la de Medina Sidonia, a la que siguieron las de Carmona, Alcalá de Guadaira y Sevilla. Desde Sevilla, Ibn Nusayr prosiguió su marcha triunfal hasta Mérida, ciudad que todavía albergaba a algunos partidarios del fallecido don Rodrigo. La poca nobleza visigoda de Mérida opuso una tenaz resistencia a las tropas del árabe, hasta el punto de que éste se vio obligado a llevar a cabo un durísimo asedio que duró casi un año, hasta que la ciudad capituló en junio del año 713, no sin que antes se hubiera llegado a un pacto entre ambos contendientes. Mientras Ibn Nusayr se dirigía hacia Toledo para encontrarse con Tariq, algunos pequeños contingentes de fuerzas visigodas diseminadas por la comarca sevillana se pusieron de acuerdo con los habitantes de Sevilla para matar a unos ochenta musulmanes de los pocos que guarnecían la ciudad. Ibn Nusayr mandó a su hijo Abd al-Aziz Ibn Musa a sofocar la rebelión de los sevillanos y a apoderarse de Niebla, Béjar y Ocsonoba.

Tras ser conquistada toda la parte meridional de la península, Ibn Nusayr no demoró más su encuentro con Tariq, que le salió al encuentro en Talavera, acontecimiento que estuvo cargado de tensión y resentimiento por parte de Ibn Nusayr hacia su liberto. Según cuentan las crónicas, nada más avistar a su señor, Tariq se apeó de su caballo y fue a ofrecerle humildemente sus respetos. Pero el acto de vasallaje no sirvió sino para que Ibn Nusayr exteriorizara el mucho odio y envidia que albergaba hacia Tariq, al que llegó a dar varios latigazos reprochándole su exceso de independencia. Una vez que pasó la tormenta entre ambos, juntos marcharon a Toledo, en cuya ciudad Tariq dio cuenta a Ibn Nusayr de todas las conquistas realizadas y le hizo entrega del cuantioso botín que había conseguido reunir hasta entonces. Todo el invierno del año 713-714, Ibn Nusayr permaneció en Toledo como un auténtico soberano, y fue entonces cuando mandó acuñar las primeras monedas arábigo-españolas de oro que circularon por la península con la inscripción in nomine dei non deus nisi deus solus non deus alius. Ibn Nusayr envió a Damasco una delegación integrada por Alí Ibn Radah y Mugith al-Rumi, este último conquistador de Córdoba, en unión de otros emisarios, con la misión de dar cuenta al califa de los resultados obtenidos en la península.

Nada más llegar la primavera, Ibn Nusayr emprendió campañas de conquista junto con Tariq. Ambos sitiaron Zaragoza, la cual tomaron sin apenas resistencia. Desde allí tomaron la vía romana que conducía a Lérida, camino por el que conquistaron un buen número de fortalezas y poblaciones sin determinar. Por entonces, regresó a la península Mugith portando la orden califal de que tanto Musa como Tariq debían regresar de inmediato a Damasco para dar cumplida cuenta en persona al califa. Ibn Nusayr, que tenía en mente una campaña contra los territorios más septentrionales de la península, hizo caso omiso de la orden de su califa y prosiguió sus campañas convenciendo a Mugith para que se uniera a él y dilatase por algún tiempo el retorno a Damasco. Mientras que Tariq saqueaba por completo la plaza de Amaya y ocupaba León y Astorga, Ibn Nusayr se internó por tierras asturianas en dirección a Oviedo y Gijón, obligando a los naturales del lugar a refugiarse en los Picos de Europa. Pero, cuando estaba a punto de entrar en Galicia, una vez que había conquistado Lugo, en esa misma ciudad le alcanzó un nuevo emisario del califa al-Walid, que le notificó que debía llevar a ambos en presencia del califa al precio que fuera para ponerle al corriente de los hechos de armas que habían realizado cada uno y le presentasen sendos informes de cuentas de las ganancias que tales hechos habían reportado al califato.

Ante semejante orden tan apremiante e intimidatoria, Ibn Nusayr abandonó a su pesar la prometedora campaña gallega y salió en dirección a Sevilla, en cuyo trayecto se le unió Tariq proveniente del sector aragonés. En septiembre del año 714, una vez que dejó a su hijo Abd al-Aziz como gobernador de toda la península con capital en Sevilla, Ibn Nusayr emprendió el viaje hacia Siria en compañía de Tariq y de todos los árabes que decidieron volverse a sus tierras de origen.

De su llegada a Damasco, envuelta en misterio, tan sólo se sabe a ciencia cierta que coincidió con la muerte de al-Walid y la subida al trono del nuevo califa, su hermano Suleyman, quien fue bastante duro con Ibn Nusayr y no tuvo consideración alguna con los méritos contraídos por el ilustre guerrero. Acusado por Tariq y Mugith de abuso de poder y de apropiarse del quinto del botín reservado al califa, Suleyman le impuso una fortísima multa que le dejó prácticamente en la ruina, seguida poco después de la ejecución de sus tres hijos varones, circunstancia que acabó por causarle la muerte, olvidado de todos, en el año 98 de la Hégira (718).

Bibliografía

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  • CHALMETA, Pedro: Invasión e islamización: la sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus. (Madrid: Mapfre. 1994).

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  • UBIETO ARTETA, Antonio: Musulmanes, cristianos y judíos, siglos VIII-XI. (Madrid: Círculo de Lectores-Debate. 1997).

Autor

  • Carlos Herráiz García.