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PinturaBiografía

Muñoz Degrain, Antonio (1843-1924)

Pintor español nacido en Valencia el 18 de noviembre de 1843 y muerto en Málaga el 12 de octubre de 1924. Inició sus estudios con Rafael Montesinos en la Academia de San Carlos de su ciudad natal en contra del parecer de su familia que lo destinaba a la arquitectura. En 1856, viaja a Roma por sus propios méritos. La dureza de las condiciones de vida en la capital italiana y su corta edad lo obligaron a regresar, aunque poco después pudo realizar el viaje en mejores condiciones merced a una pensión concedida por la Diputación Provincial de Valencia. De regreso a España, en 1879 logra la cátedra de pintura de la Escuela de Bellas Artes de Málaga, de la que pasa a la de Madrid en 1898 para sustituir a Carlos de Haes en la cátedra de paisaje. En 1901, es nombrado director de la misma. Antes, en 1899, ha ingresado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fue también presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, así como consejero del Ministerio de Instrucción Pública. Se le concedieron varias condecoraciones, entre ellas la Cruz de Carlos III (concedida por el cuadro Isabel "la Católica" cede sus joyas para la empresa de Colón) y la Gran Cruz de Isabel la Católica. En 1913, con motivo de su jubilación, legó pinturas y muebles, propios y de otros autores, a los museos de Valencia y Málaga.

Pintor de carácter independiente, su obra se adentró por el camino del experimentalismo deshaciendo el dibujo en aras de una pincelada corta y rápida, lo que da a las escenas el aspecto de estar iluminadas por relámpagos. Participó en numerosas exposiciones nacionales e internacionales. De entre las primeras (once entre 1862 y 1892) destacaremos la de 1864, en la que obtuvo medalla de tercera clase por Vista del Valle de la Murta (Alcira); 1866, medalla de segunda clase por Paisaje de El Pardo al disiparse la niebla; 1871, en la que alcanzó de nuevo la medalla de segunda clase por La oración; 1881, medalla de primera clase por Otelo y Desdémona, 1884, de nuevo medalla de oro por Los amantes de Teruel (Museo del Prado, Casón del Buen Retiro, retirado de exhibición) y 1910, medalla de honor por Espigadores de Jericó.

En Los Amantes, de grandes dimensiones, como era habitual en los de tema histórico, es evidente el recuerdo de la pintura veneciana del XVII, sobre todo en lo que al grupo central se refiere. destacan detalles como el del cirio caído en el suelo y todavía humeante, símbolo evidente del trágico y repentino final de la historia.

Lo afirmado arriba sobre su afán experimentalista es también aplicable al campo del color, del que fue verdadero entusiasta, bien que no siempre obtuvo resultados satisfactorios. Es el caso de El Puente de la Sultana, Vista de La Alhambra y bastantes de las obras de sus últimos años, singularmente El Coloso de Rodas.

Cultivó el género histórico (Isabel la Católica cede sus joyas para la empresa de Colón; Isabel la Católica orando por la empresa de Colón; Méndez Núñez herido a bordo de la "Numancia" en el combate del Callao, hoy en el Museo Naval de Madrid), el religioso (fruto casi todo él de su viaje a Tierra Santa y del que forman parte títulos como Crepúsculo en Magdala, Vado del Jordán, Grutas de los Profetas, Jesús en el Tiberiades o San Juan Bautista en el Jordán) y la pintura de género (La sorpresa, Payaso silbando, El Viático o La Oración), así como la de tipos literarios. A esta última vertiente (que el pintor prefería a la histórica por permitirle mayor libertad) responden, además de Los Amantes de Teruel ya comentados, Desdémona y Otelo, pareja de cuadros con la que concurrió a la exposición de 1887 y que no deben confundirse con el Otelo y Desdémona el que obtuvo medalla de primera clase en la de 1881, o la serie de cuadros sobre el Quijote que adornan la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madrid. También colaboró en la decoración de la iglesia madrileña de San Francisco el Grande, para la que llevó a cabo un Entierro de Cristo que es, sin duda, de lo mejor del conjunto.

Con todo, fue el paisaje su principal ocupación con títulos como La primavera en Sierra Nevada. Vista tomada desde los pantanos del Purche, Callejón de Alcantarilla (Granada), Orillas del Tíber (Roma) o Ecos de Roncesvalles. Para sus paisajes utilizaba una técnica personal, apartada tanto de la composición tradicional como de la pintura del natural propia del Impresionismo. Así, pintaba directamente en el taller, de memoria y sin utilizar boceto alguno. El mejor ejemplo de esta técnica es Chubasco en Granada (Museo del Prado, Casón del Buen Retiro), cuadro que no responde a rincón alguno de dicha ciudad, pero en el que son reconocibles la torre de la Alhambra y el puente sobre el Darro.

Autor

  • G.F.S.E.