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HistoriaPolíticaBiografía

Muhammad II o Muhammad al-Faqih, sultán de Granada (1236-1302).

De verdadero nombre Abu Abd Allah Muhammad Ibn Muhammad I, segundo sultán nazarí de Granada (1273-1302), hijo del fundador del reino y de la dinastía nazarí Muhammad I. Fue conocido con el sobrenombre de al-Faqih ('el jurisconsulto'), por sus amplios conocimientos sobre la ley islámica. Nació y murió en Granada, en los años 1236 y 1302, respectivamente. Hombre inteligente, prudente y culto, antes de acceder al trono tuvo una excelente preparación política como visir de su padre.

Superó con creces las tremendas dificultades con que se encontró al comenzar su gobierno, como la revuelta liderada por el poderoso linaje de los Banu Ashqilula, gobernantes de Málaga y Guadix. En sus relaciones con el exterior, Muhammad II practicó una política oportunista que le llevó a establecer pactos y alianzas, según las circunstancias, con los monarcas de Castilla-León y Aragón y con los emires benimerines de Marruecos; gracias a estos acuerdos consiguió consolidar su autoridad y mantener la integridad de sus territorios. Fue el auténtico organizador de los cuadros administrativos del reino nazarí.

Nada más acceder al trono, Muhammad II continuó la política emprendida por su padre al hacer frente a una serie de sediciones y revueltas por todo el reino, la más grave de todas fue la fomentada por sus parientes los Banu Ashqilula. En el año 1272, infligió una severa derrota a sus parientes en las cercanías de Antequera, ciudad que pasó al reino nazarí, en la que contó con la valiosa ayuda de las mesnadas comandadas por los nobles castellanos don Nuño de Lara y el infante don Felipe. Dos años más tarde, el sultán nazarí se vio obligado a firmar una tregua con el monarca castellano-leonés Alfonso X el Sabio, lo que supuso la ruptura de sus relaciones con los nobles castellanos enfrentados a su rey. Poco después, Muhammad II cambió dicha política de pactos con Castilla-León cuando se cercioró de que Alfonso X seguía apoyando a los Banu Ashqilula, dentro del juego, en el que él mismo participaba, de apoyar a los enemigos directos de su más directo rival en un momento preciso.

En el mes de septiembre del año 1274, Muhammad II envió una embajada al emir benimerí Abu Yusuf Yacub, en la que le invitaba a organizar una guerra santa en la Península contra Alfonso X, petición a la que el monarca marroquí accedió encantado a cambio del control de las plazas de Algeciras y Tarifa. De esta época arranca la intervención constante de los benimerines en los asuntos internos del reino nazarí, donde pudieron, con el pretexto de organizar una guerra santa contra los cristianos, influir decididamente en los destinos de la débil monarquía andalusí, mediante pactos tan fácilmente acordados como violados. En este contexto, Muhammad II, desprovisto de la fuerza militar necesaria para enfrentarse a los castellano-leoneses y a los benimerines, supo hacer uso de manera magistral de una hábil política diplomática, seguida posteriormente por todos los sultanes de la dinastía, consistente en pagar la baza de la doble carta: alianza con los benimerines contra los cristianos, cuando éstos amenazaban el reino, y viceversa, alianza con los cristianos cuando los norteafricanos ponían en peligro con sus ansias expansionistas la débil integridad del reino nazarí. Esta ambigüedad diplomática fue una de las principales causas de la persistencia durante dos siglos y medio, contra todo pronóstico, del último estado musulmán en la península Ibérica.

Coaligado con los benimerines, Muhammad II intentó en vano recuperar Málaga, en poder de los molestos Banu Ashqilula, tras de lo cual se vio forzado por el pacto a ayudar al emir benimerí en sus incursiones por el territorio de la Baja Andalucía. Los benimerines, bastante organizados militarmente, derrotaron a los castellano-leoneses en Écija y los alrededores de Sevilla, victorias que les proporcionaron gran parte del control de los territorios del estrecho en disputa. La entrega por parte de los Banu Ashqilula de Málaga a los benimerines, en el año 1278, alarmó en extremo a Muhammad II, que se apresuró a trocar su política de pactos buscando esta vez el acercamiento con Alfonso X. Con la ayuda de éste último, el sultán nazarí consiguió recuperar Málaga y aislar a las tropas benimerines que se hallaban acantonadas en la Península con sus puntos de apoyo norteafricanos. Una vez que Muhammad II se aseguró el control de Málaga, rompió de nuevo sus relaciones con Alfonso X el Sabio, por aquel entonces ocupado en el asedio de Algeciras, y se alió con los benimerines, logrando una resonante victoria en el año 1279. Pero, cuando el emir benimerí reclamó Málaga como compensación por la ayuda prestada, Muhammad II se negó rotundamente, lo que provocó la formación de una triple alianza entre castellanos, benimerines y los Banu Ashqilula contra Granada, ciudad que fue atacada en el año 1280 sin resultado positivo gracias a la heroica resistencia de sus habitantes.

La crisis interna que debilitó la fuerza militar de Castilla-León por el problema sucesorio que enfrentó a Alfonso X y los infantes de la Cerda (hijos del primogénito del Sabio que murió prematuramente) contra el segundo hijo del rey castellano-leonés, el futuro Sancho IV, llegó en el momento justo para los intereses del sultán nazarí. Muhammad II apoyó las pretensiones del infante don Sancho a cambio de un pacto de no agresión entre ambos con el que el sultán nazarí pudo resolver sus problemas internos y reorganizar de arriba abajo todo el reino, bastante descolocado por la larga guerra que venía soportando. En el año 1284, siendo ya rey de Castilla-León Sancho IV y aliado suyo, Muhammad II logró deshacerse de una vez por todas de los peligrosos Banu Ashqilula.

El tratado de Monteagudo, firmado entre los reyes de Castilla-León y Aragón, en el año 1291, fijó como objetivo principal de ambas coronas la lucha contra la monarquía benimerí, dando inicio lo que la historiografía posterior denominó como la "batalla por el estrecho de Gibraltar". Muhammad II y Sancho IV establecieron una alianza secreta para combatir a los benimerines, que seguían en poder de Algeciras y Tarifa, al mismo tiempo que los aragoneses y el emir de Tlemecén hacían lo mismo. Ese año la coalición castellano-granadina conquistó Tarifa, que pasó a depender, como estaba previsto, de Castilla-León. Sancho IV no cumplió con la entrega de las plazas prometidas al nazarí, quien volvió a pedir socorro al emir benimerí, pero éste denegó la petición al considerar que la situación no le era nada favorable. A pesar de encontrarse solo, Muhammad II prosiguió la lucha contra sus antiguos aliados castellano-leoneses y consiguió ocupar la ansiada plaza de Algeciras, además de aplastar con determinación la rebelión de los Banu al-Hakim de Ronda.

La muerte prematura de Sancho IV, en el año 1295, y la minoría de edad de su sucesor, Fernando IV, con el consiguiente vacío de poder y la renovación de las luchas sangrientas entre la nobleza y los regentes, volvió a favorecer a Muhammad II en el momento que más lo necesitaba. Sin dilación alguna, el sultán nazarí se lanzó a una campaña de reconquista de territorios perdidos en la que logró recuperar a los cristianos un gran número de plazas fuertes, entre otras las vitales de Quesada, Martos y Alcaudete, todas ellas en la provincia de Jaén, con la que el reino nazarí reforzó considerablemente su frontera más septentrional.

Al morir, en el año 1302, Muhammad II dejó a su hijo primogénito y sucesor, Muhammad III, un reino pacificado y en fase de expansión gracias a la debilidad interna que seguía padeciendo la Corona de Castilla-León, el principal enemigo político de los nazaríes.

Bibliografía

  • ARIÉ, Rachel: El reino nasrí de Granada. Madrid, Ed. Mapfre, 1992.

  • LADERO QUESADA, Miguel Ángel: Granada: historia de un país islámico (1232-1571). (Madrid: Ed. Gredos. 1976).

  • SECO DE LUCENA, L: El libro de la Alhambra. Historia de los sultanes de Granada. Madrid, Ed. Everest, 1975.

CHG

Autor

  • Carlos Herraiz García