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PinturaLiteraturaBiografía

Montes de Oca, Marco Antonio (1932-VVVV).

Poeta y pintor mexicano, nacido en la ciudad de México en 1932. Autor de una honda y brillante producción lírica que aprovecha los mayores logros poéticos de la Vanguardia (fundamentalmente, del surrealismo y el creacionismo) para adentrarse por un nuevo sendero bautizado con el nombre de "poeticismo", está considerado como una de las voces más relevantes de la poesía azteca de la segunda mitad del siglo XX. Las altas cotas de calidad literaria alcanzadas por sus versos le han hecho acreedor a algunos de los galardones y reconocimientos más prestigiosos de su entorno cultural, como el Premio Xavier Villaurrutia (1959), el Premio Mazatlán de Literatura (1966) y el Premio Nacional de Lingüística y Literatura (1985). Además, Marco Antonio Montes de Oca ha sido becario de la Fundación Guggenheim, del Colegio de México y del Centro Mexicano de Escritores, así como fundador de la delegación mexicana del relevante PEN Club, en cuya junta directiva ha ocupado durante muchos años varios cargos de elevada responsabilidad. Por todo ello, tanto su obra como su persona ocupan un primer plano en la actualidad literaria no sólo de México, sino de todo el ámbito geo-cultural hispanoamericano, donde sus composiciones poéticas han sido incluidas en numerosas selecciones antológicas de la lírica actual escrita en lengua castellana.

Inclinado desde su juventud hacia el conocimiento de las disciplinas humanísticas y el cultivo de la creación literaria, Marco Antonio Montes de Oca cursó estudios superiores de Letras y de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, aunque no llegó a culminar ninguna de estas dos carreras. Ligado, empero, desde aquellos años estudiantiles a cualquier actividad relacionada con el mundo de las Letras, ejerció oficios que le permitieron mantenerse siempre en contacto con el fecundo bullicio literario que estallaba por doquier en la capital azteca (como el de corrector tipográfico en la Imprenta Universitaria), hasta que el renombre alcanzado merced a la publicación de sus poemarios le permitió acceder a otros cargos de mayor relieve, como el de cónsul de México en España.

Pero antes de llegar a la carrera diplomática había realizado ya varias notables incursiones en el campo de la creación poética, en el que se adentró por vez primera a mediados de los años cincuenta, con la publicación del poemario titulado Ruina de la infame Babilonia (México: Stylo, 1953), una espléndida opera prima que recabó de inmediato la atención de los lectores y la crítica especializada, y colocó su nombre entre los de las grandes promesas literarias de mediados de siglo. A pesar de haberlo dado a la imprenta cuando apenas contaba veintiún años de edad, este primer cancionero de Montes de Oca anunciaba ya la aparición de un poeta sorprendentemente serio y maduro, dotado de una brillante imaginación poética y de una singular intuición creativa en la expresión lingüística y la invención metafórica.

La publicación de Ruina de la infame Babilonia propició, además, la plena integración de Marco Antonio Montes de Oca en todos los foros y cenáculos literarios que, a la sazón, bullían en ese fructífero hervidero cultural en que se estaba convirtiendo por aquellos años la capital mexicana. Se relacionó especialmente, durante aquellos años, con el poeta de su generación Eduardo Lizalde y con otro autor de mayor edad que ya era conocido en el panorama literario azteca por su adscripción al célebre grupo poético "Contemporáneos", Enrique González Rojo; y, entre los tres, idearon y difundieron un novedoso movimiento vanguardista -bien es verdad que ligado ya a un vanguardismo ciertamente tardío- al que denominaron "poeticismo", movimiento que, en opinión de uno de sus creadores (el citado Lizalde) fue tan fugaz como fracasado. Sus propuestas, empero, no fueron baldías, al menos en lo referido al proceso de elaboración de la imagen poética, aspecto de la creación en el que ponía un especial énfasis el "poeticismo". Según los tres autores que lo habían fundado, desde este movimiento se trataba de imprimir un rigor científico a la invención, con la finalidad de obtener una serie de imágenes en las que se reunieran por igual la brillantez plástica, la originalidad creativa y la eficacia expresiva. Y, a pesar del innegable fracaso del "poeticismo" (al menos, en lo que se refiere a su aceptación y asimilación entre otros poetas coetáneos a sus fundadores), lo cierto es que este riguroso proceso de elaboración del lenguaje poético dejó una huella indeleble en el resto de la producción lírica de Marco Antonio Montes de Oca.

Tanta importancia cobró, en efecto, la creación de imágenes dentro de la necesidad expresiva del poeta mexicano, que al cabo del tiempo se vio impulsado a compaginar su dedicación a la escritura poética con una poderosa vocación pictórica de madurez, íntimamente ligada -eso sí- a los mismos afanes estéticos que habían dado razón de ser a su obra literaria ("mi poesía escrita durante las últimas cuatro décadas tiene raíz visual. Vía autónoma del saber, el poema no encuentra más centro que la realidad vista o entrevista. Pasa lo mismo con la pintura"). Continuó, de todas formas, cultivando una poesía profunda y encendida, de honda raigambre vanguardista, que, al paso que le convirtió en uno de los mejores exponentes de la denominada "Generación del 40", le acercaba por un lado a los postulados estéticos de otros grandes poetas mexicanos (como Octavio Paz y Carlos Pellicer) y, por otro lado, a la obra universal de algunos grandes vanguardistas hispanoamericanos que habían conmovido los cimientos de la literatura mundial unas décadas atrás (como el chileno Vicente Huidobro). Testimonio de este legado heredado por las mejores composiciones de Marco Antonio Montes de Oca son otros poemarios suyos como Delante de la luz cantan los pájaros (México: Fondo de Cultura Económica, 1959), Vendimia del juglar (México: Joaquín Mortiz, 1965), Cantos al sol que no se alcanza (1961), Fundación del entusiasmo (1963), La parcela en el Edén (1964), Poesía reunida (1953-1970) (México: Fondo de Cultura Económica, 1971), Se llama como quieras (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1974), El surco en la brasa (México: Fondo de Cultura Económica, 1974) y Comparecencias (1968-1980) (1980).

A mediados de los años ochenta, ya consagrado como una de las grandes voces de la lírica hispanoamericana del siglo XX, Marco Antonio Montes de Oca dio a la imprenta su obra poética completa, recopilada bajo el título de Pedir el fuego (1953-1985) (México: Planeta-Mortiz, 1986).

Bibliografía

  • MONSIVÁIS, Carlos: Poesía mexicana, t. II, México: Promexa Editores, 1979, pp. 441-452.

  • RAMÍREZ GUTIÉRREZ, Fermín: "Montes de Oca, Marco Antonio", en MEDINA, José Ramón [dir. literario]: Diccionario Enciclopédico de las Letras de América latina (DELAL), vol. II, Caracas: Biblioteca Ayacucho/Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995, p. 3234.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.