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LiteraturaBiografía

Moncín, Luis (¿-1801).

Escritor español. Fue una figura relevante en la literatura dramática del siglo XVIII. Nacido en Barcelona, trasladó su residencia a la corte siguiendo los pasos de sus progenitores José Moncín y Josefa Narciso. Su padre fue apuntador de teatro, y su madre desempeñó la profesión cómica hasta su muerte, en 1758. El futuro dramaturgo aprendería los secretos del arte de Talía en los coliseos donde actuaron sus padres. Casó con la actriz Victoria Ferrer en Madrid en 1756. Fue apuntador y, más tarde, actor de la compañía madrileña de María Hidalgo desde 1758. Dos años más tarde comenzó a trabajar en los coliseos provincianos, sobre todo en los de Andalucía.

No se sabe con precisión en qué momento de su biografía se inició en la creación dramática, pero en 1768 había estrenado la comedia Perder por su tiranía reino, esposa y libertad. Tampoco queda constancia de que escribiera otras obras en la década siguiente, mientras su carrera profesional fue asentándose poco a poco. A partir de 1777 vemos al actor catalán adscrito al teatro de Cádiz, donde llegó a ser segundo galán. El luminoso ambiente de la ciudad comercial debió subyugar a nuestro cómico y dio alas a su estro poético. Este año fue también el de su definitiva consagración como autor dramático: estrenó en Madrid el sainete Casarse con su enemigo y la comedia en prosa El padre avariento, tal vez traducción de alguna obra francesa, que aún permanece manuscrita. Por otra parte, el ayuntamiento de Cádiz le encargó la función con la que el municipio celebró la onomástica de Carlos III para lo cual escribió el drama heroico Lograr el mayor imperio por un feliz desengaño. El dramaturgo y actor se fue integrando poco a poco en la ciudad. Participó en las tertulias culturales que organizaban algunas familias ricas. En este contexto situamos la composición lírica España gloriosa por su ilustre hijo (Barcelona, 1779). Es un poema en 46 octavas, con ropaje erudito, escrito en alabanza de don Pedro de Ceballos, virrey de Buenos Aires, recién fallecido. Recuerda con tono heroico sus batallas en Ultramar y adopta un acento elegíaco cuando canta su muerte. Con motivo de la inauguración del nuevo coliseo de Cádiz, el actor-poeta escribió una composición poética titulada Thalía, poema laudatorio al conde O'Reilly, promotor de la obra. Ignoramos si algunas de las dos comedias escritas por Moncín en este año fueron utilizadas en la función del estreno: Quedar triunfante el vencido y vencido el vencedor, Codro el ateniense o Amistad, Lealtad y Amor saben vencer el rigor.

Los gestores de los coliseos madrileños lo reclamaron a la corte, ya que creyeron que sus servicios podrían ser de gran utilidad tanto en su condición de cómico como de poeta dramático. En la temporada 1784-85 quedó adscrito como parte de por medio a la compañía de Manuel Martínez, la cual ocupaba aquel año el coliseo de la Cruz. En 1788 mantuvo una agria polémica con el toledano Cándido María Trigueros, quien desde las páginas del influyente periódico el Diario de Madrid había dirigido a los cómicos unas duras críticas descalificadoras. Respondió con un folleto intitulado Recurso de fuerza al tribunal trigueriano. Las razones de Moncín en defensa de sus colegas son insuficientes, y se pierden infructuosas en medio de las quejas y los insultos. Alaba su espíritu cristiano, su humanidad y valores patrios. Defiende su trabajo en los ensayos, a pesar de las dificultades del sistema que obligaba a continuos cambios en la cartelera. Respecto al hecho teatral muestra una opinión contraria a las reglas neoclásicas que predicaba Trigueros. En 1792 se jubiló como actor, dedicando a partir de esta fecha todos sus desvelos a la creación dramática, que solventó sus problemas de tesorería. Moncín fue un escritor muy prolífico. Conservamos en torno a un centenar de obras suyas, no todas originales, entre comedias y piezas de teatro breve. La excelente acogida del público permitió una demanda continuada para abastecer a los coliseos de la corte. Su creación teatral responde a la estética del teatro popular, por lo cual hubo de soportar los dicterios de los neoclásicos. Se ejercitó en casi todos los géneros de la comedia: heroica, trágica, jocosa, de figurón, sentimental, etc. Dominó con soltura la fábula heroica que supo enriquecer con tramoyas espectaculares. Su comedia La más heroica piedad más noblemente pagada o El elector de Sajonia (1784), estrenada por la compañía de Ribera, le abrió el camino definitivo de la fama. Fueron muy del agrado del público sus comedias de figurón con novedades sensibles en el tratamiento de los temas: El asturiano en Madrid y observador instruido (1790) o Un montañés sabe bien dónde el zapato le aprieta (1795). No todas las historias fueron originales, ya que algunas las extrae del acervo tradicional o adapta sin complejos a autores extranjeros (Goldoni, Graissé, Moyssi...), sin que se pueda precisar la hondura e intensidad de estas deudas. La última pieza que salió de sus manos fue Los esposos reunidos, comedia jocoseria en dos actos que pasó la censura en 1798, cuando comenzaba a declinar su espíritu creativo.

Destacó de manera especial en la escritura de piezas breves, y fue en esta faceta el autor más distinguido, junto a Comella, durante las dos últimas décadas de siglo. Excelente sainetero, llenó el espacio que dejó vacío en la escena madrileña el maestro Ramón de la Cruz. Llevó a las tablas sainetes muy renombrados, que tuvieron el honor, poco habitual, de las prensas: Casarse con su enemigo (1777), El engaño descubierto (1791), El queso de la Casilda, o Herir por los mismos filos (1792), que alcanzó cinco ediciones. Estas obritas pintan con pluma castiza ambientes y tipos populares del Madrid de la época, siguiendo el magisterio de Cruz. Son pintorescos, y, sobre todo, divertidos, por lo cual fueron muy apreciados por el público.

Como autor de introducciones, repitió con maestría los modelos de las loas cortesanas y de las cómicas o de presentación de compañías, en las que dibujaba costumbres teatrales. En las primeras se muestra como un auténtico poeta áulico con gran habilidad para el elogio. Todas permanecen inéditas. Carlos III aplaudido en el templo de la Fama (1788), y La nueva compañía de Luis Navarro (1795) son las más destacadas. También escribió una larga serie de fines de fiesta, muchos de ellos adaptaciones libres de sainetes, con un uso similar de los temas como vemos en El asturiano aburrido (1793), Los currutacos del día (1795) o La noche de Carnaval (1798).

Moncín cumple con dignidad la estética de la dramática popular que él ha recibido de la tradición barroca y la adapta a su personalidad y a los gustos de su tiempo. Acostumbrado a observar las reacciones del público en los coliseos, no se le ocultaban sus preferencias que procuraba colmar sin recelo. Partidario de un teatro lúdico más que educador, no olvidaba unas leves pinceladas didácticas que saciaran las exigencias de los atentos censores. Su abundante producción permite comprender que estamos ante un autor de éxito.
No se sabe con precisión en qué fecha murió Luis Moncín, aunque parece que fue en 1801.

Bibliografía

  • PALACIOS FERNÁNDEZ, Emilio: "Loas cortesanas de Luis Moncín, actor y autor dramático catalán del siglo XVIII", en AA. VV., Teatro español del siglo XVIII, ed. de J. M. Sala Valldaura, Lleida, Universidad, 1996, II, pp. 653-686.

  • PALACIOS FERNÁNDEZ, Emilio: "Breve noticia sobre Luis Moncín, actor y poeta dramático en los coliseos del siglo XVIII", en AA. VV., El siglo que llaman ilustrado. Homenaje a F. Aguilar Piñal, Madrid, CSIC, 1996, pp. 689-706.

E. Palacios Fernández.

Autor

  • E. Palacios Fernández.