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HistoriaPolíticaBiografía

Moctezuma II, Emperador azteca (1467-1520).

Monarca azteca que se enfrentó a la conquista española, nacido en Tenochtitlan en 1466 y muerto en 1520, cuyo título fue el de Huey Tlatoani o 'Gran Orador'. Su figura es muy controvertida, no solo por las drásticas decisiones que tomó frente a los invasores, sino también por su forma personalista de gobernar.

Vida

Motecuhzoma Xocoyozin ('Señor que se enoja', 'el joven'), fue el segundo Huey Tlatoani azteca de este nombre, ya que su antecesor fue Motecuhzoma Ilhuicamina, quien gobernó de 1440 a 1469. El conocido por los españoles como Motecuhzoma, fue hijo de Axayácatl y tuvo una educación propia de su condición nobiliaria. Fue elegido Huey Tlatoani o Jefe de la Confederación Azteca por el Tlalocan o Consejo en 1502, en sucesión de su tío Ahuitzotl. Sus grandes dotes militares le caracterizaban como un gran conquistador y durante su reinado afrontó varias guerras importantes, como la realizada contra Huexotzinco (1505-15 y 1518), la Guerra Florida contra Cholula (1508), así como las que dirigió contra Tlaxcala (1504, 1515 y 1518), a las que sucedieron varios fracasos contra los tarascos.

El nuevo Tlatoani realizó una verdadera revolución aristocrática, ya que robusteció la clase nobiliaria y eliminó los viejos vestigios igualitaristas que existían desde los primeros años de existencia de la Confederación azteca. Como signo de estas reformas aristocratizantes, Motecuhzoma abandonó el palacio de su padre Axayácatl, donde alojaría tiempo después a los españoles, y construyó su propio palacio. Contaba éste con numerosas dependencias, jardines y hasta un zoológico. Además, expulsó del mismo a los servidores que no eran nobles y gobernó con gran ostentación, de acuerdo con un ceremonial acorde con sus ideas absolutistas, con numerosos secretarios, y uso de alfombras, andas y un ritual complejo. Motecuhzoma sacralizó su persona y convirtió a la nobleza en cortesana; su lujo y soberbia no se habían conocido jamás en Tenochtitlan.

Hernán Cortés, tan amante del poder, quedó extasiado ante su figura y afirmó que todos debían ir descalzos en su presencia y “llevaban la cabeza y los ojos inclinados, y el cuerpo muy humillado; y, hablando con él, no le miraban a la cara, lo cual hacían con mucho acatamiento y reverencia […] Cuando salía fuera el dicho Mutezuma, que era pocas veces, todos los que iban con él, y los que topaba por las calles, le volvían el rostro, y en ninguna manera le miraban y todos los demás se postraban hasta que el pasaba”.

El cronista Bernal Díaz del Castillo refiere algo parecido sobre sus audiencias palaciegas, sobre las que aseguraba que quienes tenían que hablar con el “habían de entrar descalzos y con los ojos bajos, puestos en tierra, y no miralle a la cara, y con tres reverencias que le hacían en ellas...primero que a él llegasen, y desque le daban relación a los que iban, con pocas palabras, les despachaba; no le volvían las espaldas al despedirse del, sino la cara e ojos bajos, en tierra, hacia donde estaba, e no vueltas las espaldas hasta salir dela sala”. Este cronista alabó su limpieza personal y su elegancia, ya que no repetía vestido en cuatro días, así como su exquisitez en las comidas.

Motecuhzoma relegó del poder a los tlatoanis de Texcoco y Tacuba, y transformó su palacio en el gran taller de los oficios artesanales. Todo esto le alejó del pueblo, como fue evidente cuando llegaron los españoles. Fue también muy religioso, aunque no sobresalió por sus sacrificios personales a los dioses, ni tampoco por cumplir con su obligación de moralizar a los demás.

Motecuhzoma tuvo presagios de su próximo infortunio cuando un sacerdote de Huitzilopochtli le comunicó que había aparecido un cometa en el oriente. Como los astrólogos no le habían comunicado el suceso, ordenó apresarlos y matarlos de inanición. A continuación, otro sacerdote de Texcoco le indicó que un labrador había tenido un sueño nefasto sobre el fin de su reinado. Finalmente, le llegaron noticias de unos cerros que se movían en el mar, de los que salían unos hombres con pelos en la cara y vestidos con mantas desconocidas. Estos seres extraños se fueron, pero retornaron al cabo de un tiempo y desembarcaron en las playas de Ulúa. Motecuhzoma mandó entonces una embajada a los recién llegados, acompañada de pintores que reflejaron todo lo que vieron. Cuando contempló las escenas, el tlatoani consultó a los ancianos, uno de los cuales, de Xochimilco, dijo que conservaba unos libros en los que se indicaban que vendrían unos hombres semejantes para posesionarse de la tierra. Motecuhzoma trato de evitar que los españoles pasaran a Tenochtitlan, pero no pudo evitarlo. El 8 de noviembre de 1519 Cortés y su hueste entraron en la capital mexicana, con lo que se inició la conquista de México. Motecuhzoma cometió el error de no enfrentarse a los españoles desde el primer momento. Cuando regresó a Tenochtitlán de San Juan de Ulúa, los españoles fueron atacados por los guerreros aztecas dirigidos por Cuauhtémoc, sobrino de Motecuhzoma. Cortés pidió entonces al tlatoani prisionero que se dirigiera a su pueblo desde un balcón de palacio y les ordenara deponer su actitud hostil. Cuando lo hizo, el 30 de junio de 1520, Motecuhzoma supo también que había sido depuesto, pues el Consejo había nombrado en su lugar a su primo Cuitláhuac, señor de Iztapalapa, para dirigir la resistencia contra los invasores. Los aztecas tiraron piedras al grupo, y una de ellas dio a Motecuhzoma, que murió por las heridas sufridas, aunque otra versión indica que falleció de inanición al negarse a ingerir alimentos.

Autor

  • MLS