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LiteraturaBiografía

Minucio Félix, Marco (s. II d. C.).

Escritor latino cristiano que escribió a finales del siglo II d.C., o bien en las primeras décadas del siglo III. Procedía de África septentrional (de la ciudad de Cirta, localidad natal también del escritor Frontón) o, al menos, tenía conexiones con esa provincia, pero vivió gran parte de su vida en Roma. Parece que ejerció como prestigioso abogado en Roma, actividad que le hizo disfrutar de una posición económica acomodada. Se le atribuye un tratado titulado De fato (Sobre el destino), hoy perdido.

El Octavius

Sí se ha conservado de Minucio el Octavius, un diálogo cuyos tres interlocutores son Cecilio Natal, pagano; Octavio Januario, adalid del cristianismo; y el propio Minucio, que actúa como árbitro. El diálogo se desarrolla con ocasión de un paseo de los interlocutores por la playa, en las proximidades del puerto romano de Ostia. Una anécdota suscita la conversación: cuando los tres amigos pasan junto a una estatua del dios epipcio Serapis, Cecilio le dirige un saludo ritual. Octavio le recrimina entonces por lo que considera un acto de superstición. Esto da pie a un primer discurso de Cecilio en favor del culto pagano, tras sugerir nombrar a Minucio como árbitro del debate. Cecilio argumenta que, puesto que las cuestiones escatológicas distan mucho de haber sido resueltas por los filósofos, la única posición intelectual razonable es el escepticismo. Por otro lado, es preferible la adhesión al culto pagano tradicional, que ha acompañado la grandeza histórica de Roma. A continuación, Cecilio ataca la religión cristiana con los argumentos que el paganismo solía esgrimir en la época: los cristianos rinden culto a un hombre ejecutado como criminal, se entregan a festines de Tiestes (actos de canibalismo) y a relaciones sexuales incestuosas, y tienden al secretismo. Sigue la inteligente réplica de Octavio, más extensa que el discurso de Cecilio. Según Octavio, que no se apoya en las Sagradas Escrituras, sino en las escuelas filosóficas paganas, la creencia cristiana en un único dios (monoteísmo) va acorde con los asertos de los poetas y filósofos clásicos. En cambio, la religión pagana se caracteriza por una adoración ridícula de hombres divinizados y por ritos atroces. Los cristianos evitan las actividades paganas, no por secretismo, sino porque dichos actos son impíos y crueles. Después de los dos discursos no hay necesidad de veredicto, pues el pagano Cecilio se declara derrotado y se convierte al cristianismo.

Fuentes

Hay poca originalidad en el Octavius de Minucio. Para los argumentos del discurso pagano de Cecilio el autor se basó sobre todo en un tratado anti-cristiano de Frontón (de hacia el 150 a.C.), hoy perdido. La argumentación cristiana de Octavio, por su parte, deriva de fuentes estoicas clásicas, especialmente Sobre la naturaleza de los dioses, de Cicerón, y la obra en prosa de Séneca.

Valoración ideológica y literaria

La obra de Minucio Félix se inscribe en el movimiento cultural de los apologistas cristianos: éstos son un grupo de autores griegos y latinos que en los siglos II y III d.C. defendieron la religión cristiana frente a los ataques de su contemporáneos paganos. Antes de que el Edicto de Milán (313) estableciera la legalidad de la nueva religión, escribieron en un momento histórico en que la posición legal del cristianismo estaba en entredicho, y en que los cristianos sufrían amenazas y persecuciones por el entorno pagano. Entre los apologistas cristianos que escribieron en latín, y cuya obra se ha conservado, están Tertuliano, el propio Minucio y Cipriano. La relación entre Tertuliano y Minucio, aproximadamente contemporáneos, ha sido objeto de debate, pues se duda quién influyó sobre quién. Para unos, el Octavius sería previo, el primer documento de la apologética latina. Últimamente, sin embargo, la crítica se decanta por la opinión de que el Apologeticum de Tertuliano (escrito hacia el 197) precedió a la obra de Minucio y de que a éste hay que situarlo, pues, a principios del siglo III. No obstante, está claro que ambos practican estrategias sustancialmente distintas. Minucio es un escritor sereno y racional; se dirige a las clases altas paganas, cultivadas, de Roma. Su argumentación incorpora fuentes paganas (incluye citas numerosas de autores clásicos y evita referencias a la Biblia; incluso se abstiene de citar expresamente el nombre de Cristo); su estilo es armonioso y fluido, de corte ciceroniano. En el ideario de Minucio no hay lugar para el extremismo propio de los cristianos radicales. Minucio representa el cristianismo de la clase romana alta, opuesta a toda subversión socio-política y convencida de que el esplendor del pasado romano debe estimarse y preservarse. En contraste, Tertuliano (en su Apologeticum) adopta una posición cristiana mucho más radical. Evita toda referencia a las fuentes clásicas, se limita a citar sólo de la Biblia. Su discurso va dirigido a las clases populares, ansiosas de un cambio social radical.

Se ha achacado a Minucio la tibieza de su fe cristiana y la escasa densidad teológica de su diálogo (quedan sin tocar varias parcelas importantes de la nueva doctrina, así como de la vida y obra de Cristo mismo), como si el autor concediera la primacía a aspectos estrictamente literarios sobre el mensaje doctrinal. Pero ha de tenerse en cuenta que Minucio busca la persuasión racional, no la ruptura como Tertuliano. Por ello el diálogo de Minucio fue la obra que, de todas las apologías cristianas escritas en la Antigüedad, resultaba más conciliadora y continuista con la cultura tradicional, y menos susceptible de ofender a lectores paganos cultivados y de mente abierta.

Pervivencia

En la Antigüedad, el diálogo fue manejado y mencionado por Lactancio, Eusebio y Euquerio. Su descubrimiento en el Renacimiento es curioso: en 1543 apareció en Roma la edición príncipe del escrito Adversus nationes (Contra los paganos) de Arnobio, editado sobre un manuscrito que dividía tal obra en ocho libros; al pasar del libro penúltimo al último se puede leer una nota del copista: “Fin del libro séptimo de Arnobio, principio del libro octavo (liber octavus)”; pero en 1560 el erudito francés Balduino observó el error en su edición de Heidelberg: no se trataba de un supuesto “libro octavo” de Arnobio, sino del diálogo Octavius, de Minucio Félix.

Modernamente se ha apreciado considerablemente la obra de Minucio, a la que se ha llamado “perla de la literatura apologética” (E. Renan) o “joya de la literatura cristiana primitiva” (M. Pellegrino). Constituye también un atractivo para el lector moderno el hecho de que esté alejada del sectarismo radical de otros apologistas.

Bibliografía

  • BECKER, C.: Der Octavius der Minucius Felix. Múnich: Beck, 1967.

  • GARCÍA DE LA FUENTE, O.: Introducción al latín bíblico y cristiano. Madrid: Ediciones Clásicas, 1990, 188-196.

G. Laguna Mariscal.

Autor

  • glm