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LiteraturaBiografía

Merino Irogoyen, Manuel Antonio (1730-1787)

El P. Andrés Merino de Jesucristo, nombre con el que firma sus escritos, es el apelativo adoptado en religión por Manuel Antonio Merino Irigoyen. Nació en la villa alavesa de Elciego en 1730. Los datos sobre su infancia y juventud son desconocidos, aunque parece que en torno a 1738 la familia pasó a vivir a la ciudad de Valencia. La información se hace más precisa cuando su biografía entra en relación con los Escolapios. Tras un año de noviciado, tomó el hábito de las Escuelas Pías en la parroquia de San Fernando de Madrid. Los informes internos de la orden valoran su conducta ejemplar y piadosa. Accedió a los votos solemnes en 1760. Pasó luego al colegio de San Antón, del que llegó a ser Rector. En ambos centros madrileños llevó a cabo su misión pastoral y educativa, y puede decirse que el éxito escolar de los PP. Escolapios en la capital está ligado a sus propuestas pedagógicas que supieron aunar el espíritu religioso con las nuevas inquietudes de un siglo en transformación, ligar las enseñanzas tradicionales (Religión, Sagrada Escritura...) con los estudios modernos (Matemáticas, Geografía, Astronomía...).

Aunque gran parte de las obras del escritor están vinculadas con sus labores escolares, casi siempre superan este ámbito menor. Su primer libro fue un Tratado de Rhetorica para uso de las escuelas (Madrid, 1775). Es un manual breve y claro, en el que insiste en el valor de lo normativo como elemento moderador del genio creativo, tal como defendían los neoclásicos. Define la retórica como "arte de bien hablar, con adorno, gravedad y copia" y aplica a la española las reglas que se venían dictando desde los textos latinos. Dispone el material de manera didáctica en forma de preguntas y respuestas que favorezcan el aprendizaje escolar. Debieron de hacerse varias ediciones de este libro. Su interés por la retórica alienta la publicación, entre 1776 y 1781, de las Oraciones selectas de Cicerón, en siete volúmenes. Cree que en el escritor latino hallamos las mejores muestras de elocuencia. Se atribuye también a Merino una Colección de las partes más selectas de los mejores autores de la latinidad (1777, 3 vols.), en la que ahonda en los mismos criterios de los buenos modelos. En 1781 dio a la prensa un Breve tratado de poesía latina y castellana, poética en forma de preguntas y respuestas, que amplía su Tratado de retórica, de estética clasicista.

El ambiente escolar alimentó la afición del P. Merino por el arte de la escritura y la búsqueda de métodos adecuados para su enseñanza, ramo en el que los escolapios adquirieron cierta notoriedad en el siglo XVIII. Tuvo discrepancias con el método que defendía el famoso Palomares en su Arte nueva de escribir (1776), proyectado para ser aplicado en el Real Seminario de Vergara. Merino, como los escolapios, prefería un tipo de letra española y, ante la arrogancia de los contrarios, redactó una Impugnación a la obra de D. Francisco Palomares en la que se criticaba sus teorías, pero que no vería la luz hasta después de la muerte del autor. Al mismo tiempo, preparó una obra de mayor envergadura, que publicó en 1780, titulada Escuela de leer letras cursivas antiguas y modernas desde la entrada de los godos en España hasta nuestros tiempos. Busca una justificación histórica de las muestras de la escritura y presenta una gran variedad de tipos de letra desde época antigua. Es un excelente manual de paleografía, primorosamente ilustrado, que sirvió de referencia durante largo tiempo en los estudios superiores.

Fue Merino profundo conocedor del hebreo y del árabe. Escribió una Caligrafía árabe, una Gramática árabe, una Vida de Saladino, quizá una historia novelada, un Diccionario árabe-castellano pequeño y un voluminoso Diccionario arábigo-latino. El interés por el uso limpio y exacto de la lengua castellana fue asimismo una preocupación para el escolapio, como deja constancia en un manuscrito inédito que conserva la Biblioteca Nacional (Madrid) con el título de Diccionario Antibárbaro de la lengua castellana, fechado en 1786, cuya autoría ya nadie discute. Es un completo prontuario de términos incorrectos y de dificultados idiomáticas que recoge observaciones curiosas sobre la lengua.

En medio de tan eruditas ocupaciones tuvo aún tiempo el P. Merino de dedicarse a la narrativa. En 1786 publicó una novela titulada La mujer feliz, dependiente del mundo y de la fortuna, en tres volúmenes. Aunque original, tiene relación con la obra del P. Teodoro Almeida (1722-1803), El hombre independiente del mundo y de la fortuna, publicada en 1779 en su edición portuguesa y en 1783 la versión castellana. La narración continúa donde concluye la historia del relato de Almeida, recogiendo su tema y personajes. Sin embargo, Merino cambia la clave de la novela: frente al hombre, la mujer se convierte ahora en la protagonista, y las damas son también las destinatarias de la misma. Cuenta la historia de Sofronia, condesa de Moravia, conocida con el nombre de "mujer feliz", y los sucesos que ocurrieron durante el tiempo en que, como peregrina desconocida, se hospedó en su casa la princesa Sofía de Constantinopla. La protagonista, modelo de mujeres, es un ejemplo para la educación de las jóvenes. Tuvo un gran éxito.

No sabemos en qué fecha redactó Merino otra novelita titulada Monarquía Columbina, que dejó inédita, y que no vio la luz hasta 1980. Pero debió de ser redactada mediada la década de los 80, periodo de esplendor de la novela utópica en la España del XVIII. Como toda utopía, tiene dos caras complementarias aunque contrapuestas: la crítica de la realidad existente y la imagen de un mundo bueno y feliz a medida de sus ideales. Cuenta una historia fantástica que se desarrolla en el mundo de las aves, pero que tiene elementos de relación con la sociedad humana de su época. Finalmente, hay que añadir a la obra de Merino otro breve relato utópico, Monarquía de los leones, que se nos ha transmitido inconcluso y que se ha editado recientemente. Estas novelitas reflejan claramente un espíritu cristiano contrario a la reforma ilustrada, por más que su teoría estética estuviera acorde con los renovadores neoclásicos.

Tras una intensa vida de trabajo y estudio, murió en Valencia en julio de 1787. Su fama de paleógrafo ocultó otras facetas meritorias de su amplia producción cultural. El P. Merino no es un hombre de la Ilustración, pero sí un sabio erudito que hizo una destacada aportación a la cultura del siglo XVIII.

Bibliografía

  • ÁLVAREZ DE MIRANDA, Pedro: Tratado sobre la Monarquía Columbina (Una utopía antiilustrada del siglo XVIII), Madrid, El Archipiélago, 1980.

  • PALACIOS FERNÁNDEZ, E.: "El Padre Andrés Merino de Jesucristo y la cultura española del siglo XVIII", Boletín de la R. S. Bascongada de los Amigos del País, XLVII (1991), pp. 3-42.

E. Palacios Fernández

Autor

  • Emilio Palacios Fernández