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MatemáticasFísicaAstronomíaBiografía

Mayer, Johann Tobías (1723-1762).

Astrónomo, cartógrafo, matemático y físico alemán, nacido en Marbach (Württemberg) el 17 de febrero de 1723, y fallecido en Göttingen (Alemania) el 20 de febrero de 1762. A pesar de su breve existencia -murió antes de haber cumplido los cuarenta años de edad-, realizó valiosas aportaciones a los saberes científicos y geográficos de su tiempo, entre los que cabe destacar su clásico mapa de la superficie lunar (en el que incluía su conclusión de que el satélite de la Tierra carecía de atmósfera), así como sus precisas y muy documentadas cartas de navegación. Además, fue uno de los primeros astrónomos que detectaron la presencia del séptimo planeta del Sistema Solar, Urano (aunque lo catalogó como una estrella).

Al poco tiempo de su nacimiento (sobre 1724 o 1725), su familia se trasladó a la ciudad de Esslingen, en donde el pequeño Johann pasó toda su infancia y adolescencia. Entre 1729 y 1741, cursó sus estudios primarios y secundarios en la escuela pública de Esslingen y en el Instituto de dicha localidad, donde recibió una esmerada formación académica, basada principalmente en el conocimiento de la cultura clásica grecolatina.

Hacia 1741, coincidiendo con el fallecimiento de sus padres, orientó definitivamente sus formación hacia los saberes científicos, aunque siguiendo a partir de entonces un plan de estudios plenamente autodidáctico. Comenzó, en efecto, a adquirir y leer con fruición libros de geometría y matemáticas, y estudiar el trazado urbanístico de las calles de Esslingen, con especial delectación en el aprendizaje de los secretos de la cartografía y la topografía.

En 1743, cumplidos ya los veinte años de edad, el joven Johann Tobías Mayer se trasladó a la ciudad de Augsburgo (Baviera), donde, a partir de 1745, empezó a trabajar para la célebre casa editorial Pfeffel. Se encargó, desde un principio, de coordinar proyectos relacionados con su especialidad, como atlas, libros de astronomía y matemáticas y estudios geométricos de maquinaria y construcciones de guerra.

Pronto adquirió un gran prestigio dentro de este sector del negocio editorial, lo que le permitió mejorar sus condiciones laborales al ser contratado por los herederos de el gran geógrafo Homann (1664-1724). Mayer se afinco en Nuremberg -sede de dicha compañía- y, durante un lustro, dirigió la elaboración de más de treinta mapas. Simultáneamente, dedicaba sus ratos de ocio al estudio de esa otra disciplina que le apasionaba desde su juventud, la Astronomía, y decidió especializarse en la observación de la Luna y el trazado de una serie de cartas astronómicas relacionadas con este satélite.

En 1751, año en el que contrajo matrimonio, recibió una oferta de la Universidad de Göttingen para que se incorporase a la plantilla docente de dicho centro, en calidad de profesor de Astronomía y responsable de su Observatorio. Al poco de instalarse allí empezó a disfrutar plenamente de los medios científicos y económicos que su nuevo cargo ponía a su alcance, y emprendió un fructífero proyecto de desarrollo de las técnicas de medición de longitud y posición de un objeto, que culminó en uno de sus mayores éxitos profesionales: la obtención, en 1757, de un premio ofrecido por el gobierno inglés mucho tiempo atrás (concretamente, en 1714, nueve años antes de que el propio Mayer viniera al mundo), destinado a recompensar con veinte mil libras a quien hallara la forma más precisa de calcular la posición exacta de una nave (las bases admitían un error que no superase el medio grado).

Tobías Mayer puso al servicio de este empeño sus vastos conocimientos matemáticos, e idéntico proceder siguió a la hora de presentar sus tablas de posición de la Luna, calculadas siguiendo los nuevos métodos que había divulgado recientemente el matemático francés Euler (1707-1783).

Durante su corta pero fructífera etapa en la Universidad de Göttingen, el científico de Marbach aportó otros muchos avances y descubrimientos a la Ciencia y la técnica del siglo XVIII, centrados en el campo de la geofísica, las matemáticas, la astronomía, la agrimensura, el cálculo de posiciones y latitudes, la fabricación de instrumentos de medición, la teoría del color y el geomagnetismo. Entre sus logros más notables, resulta obligado consignar su descubrimiento, en 1756, de un nuevo cuerpo celeste que, por falta de los medios tecnológicos más adecuados, identificó con una estrella, aunque realmente se trataba de Urano, el séptimo planeta del Sistema Solar, que fue no identificado como lo que realmente era hasta 1781, cuando fue captado por el potente telescopio del astrónomo germano-británico Frederick William Herschel (1738-1822). Además, es recordado actualmente por su famoso "triángulo de colores", con el que determinó, en un conferencia impartida en la Academia de Göttingen, los tres colores básicos (el rojo, el amarillo y el azul), e intentó calcular el número de combinaciones posibles que pueden ser captadas como colores distintos por el ojo humano.

La brillante carrera de Mayer quedó prematuramente truncada a comienzos de 1762, cuando unas mortíferas fiebres tifoideas pusieron fin a su vida en esa ciudad de Göttingen cuya comunidad académica le había acogido con los brazos abiertos. El alcance de sus trabajos, teorías y descubrimientos no fue realmente valorado hasta mediados del siglo XX, cuando el profesor escocés Eric G. Forbes (1933-1984) dedicó su tesis doctoral a la obra astronómica del gran científico alemán. Posteriormente, Forbes continuó ocupándose de la vida, el trabajo y la correspondencia que mantuvo Mayer, a lo largo de su corta vida, con otros eruditos y científicos europeos del Siglo de las Luces.

JRF

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.