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HistoriaPolíticaBiografía

Masud o Masood, Ahmed Shah (1956-2001).

Militar afgano nacido en Panshir en 1956 y muerto en Hodzha Bajatdín el 9 de septiembre de 2001, como consecuencia de un atentado terrorista. Desde la invasión soviética de Afganistán, en 1978, Masud, apodado el león de Panshir, encabezó la guerrilla de resistencia afgana que, finalmente, acabó por derrotar al antaño imbatible Ejército Rojo.

Ahmed Shah Masud era hijo de una familia de militares destinados en la región de Panshir, fronteriza entre Afganistán, Pakistán y la actual república de Tayikistán. Se educó en el Lyceé Istiqlal de Kabul, un colegio de religiosas francesas donde recibió una formación culta y plural, intercambiando enseñanzas islámicas y occidentales. Tal vez fuera esa la razón por la que Masud, a pesar de ser un ferviente creyente en el Islam, representaba una opción moderada del mismo, alejado de postulados radicales e integristas. En esencia, su país, Afganistán, formado por un conglomerado obtuso de etnias, clanes y creencias religiosas, necesitaba de estas posturas tolerantes y abiertas, por lo que desde el principio de su actividad política, hacia 1976, Masud despertó la admiración de muchos de sus hermanos.

La guerra contra la URSS (1979-1988)

Su vida cambió radicalmente en 1979, cuando el poderoso gigante soviético decidió invadir Afganistán bajo el aparente supuesto de incorporarlo a su imperio. Masud fue el primer guerrero en empuñar las armas contra la URSS, reclutando un elevado grupo de guerrilleros (en árabe, muyahidin) que se hicieron fuerte en la región de Panshir. Desde allí, siguiendo la táctica de la guerrilla, los muyahidin de Masud resistieron las diversas oleadas de ataques enviadas por el Ejército Rojo, incluyendo asaltos combinados tierra-aire con armamento nuclear. La destreza táctica de Masud y el profundo conocimiento del terreno montañoso en que se dilucidó la guerra dejó boquiabiertos a los estrategas del Kremlin, que veían cómo año tras año los muyahidin no sólo resistían, sino que acabaron por hacerse con el control del país, reduciendo el ámbito de dominio soviético a las cercanías de la capital afgana, Kabul.

El conflicto se extendió durante los años 80 del siglo XX de manera cruel e inhumana, pues cierto es que, a pesar de que la resistencia afgana acometía operaciones con fuerza y brillantez, Masud recolectaba pérdidas y más pérdidas de vidas humanas. Su talante, su determinación y su carisma entre las tropas fue primordial para mantener el espíritu de la lucha inflamado. Durante esta época, a Masud se le unió en la lucha Osama bin Laden, un rico saudí con una compleja ideología panislamista, y algunos otros destacados militares afganos, como Gubuddin Hekmatiar (integrista islámico) y Mohammad Fajim Jan, que enseguida se convirtió en el brazo derecho de Masud. La entrada en escena de nuevos personajes, no obstante, sirvió para mostrar la realidad del conflicto: la URSS adolecía ya de los primeros síntomas de su brutal desaparición y su debilidad explicaba, en parte, el triunfo afgano, basado en la pericia militar de Masud, en el apoyo de Paquistán y, a partir de 1985, en el dinero extranjero, supuestamente de Estados Unidos, que financiaba las acciones de los grupos más radicales de la guerrilla, sobre todo los dirigidos por bin Laden y por Hekmatiar.

La guerra civil afgana (1988-1994)

Estas disensiones internas salieron todas a flote a partir de febrero de 1988, cuando el presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, ordenó la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán. En ese momento, todas las tropas de muyahidin avanzaron hacia Kabul para intentar poner la capital bajo su mando, a pesar de que el comandante Masud instaba a la calma. Después de la elección de Mohammad Najibullah como presidente de un gobierno pro-soviético, Masud reaccionó y reconvirtió su movimiento militar en un partido político, Jamiat Islami, que apoyó a Sibhhatullah Mojadidi como verdadero presidente del gobierno. Comenzó entonces una guerra civil de extraños tintes: todos los líderes de muyahidin estaban en contra del gobierno de Najibullah, pero las luchas eran entre ellos. Los comisarios de Naciones Unidas desplazados a Afganistán emitieron un severo juicio contra Masud, ya que le calificaban como "el hombre que podía salvar al país", pero le consideraban incapaz de unir a todos los clanes guerrilleros bajo una misma pretensión.

Abandonado por todos sus aliados occidentales, Najibullah se marchó del país, escoltado por la ONU, en abril de 1992; poco después, las tropas de Masud tomaban Kabul y se hacían con el control de la situación. Gracias a su carisma, un gran número de tropas afganas se habían comprometido a apoyar el gobierno islámico moderado de Mojadidi, basado en una coalición denominada Concilio Islámico de la Yihad. Tras la celebración de elecciones, fue elegido como nuevo presidente Burhanuddin Rabbani, que inmediatamente tuvo que enfrentarse a la conversión del partido político Hezbi Islami, dirigido por el comandante Hekmatiar, en una milicia integrista contraria a su gobierno. La nueva guerra civil comenzó ante la pesadumbre de Masud, que al menos agrupó a todos los muyahidin del Norte para combatir a favor de Rabbani. En el lado contrario, los Hezbi Islami de Hekmatiar se fundieron con los estudiantes afganos más extremistas para formar el movimiento de los talibán ('estudiantes' en árabe).

El paso a la resistencia (1996-2001)

Entre 1994 y 1996, los combates entre Masud y las fuerzas talibán se cobraron las vidas de miles de afganos, hasta tal punto que en esta última fecha el león de Panshir decidió no derramar más sangre y huyó de una capital, Kabul, en ruinas ante los continuos bombardeos enemigos. El triunfo de los talibán sobre el ala moderada representada por Masud y Rabbani fue debido a la amplia presencia de financiación y apoyo tecnológico, militar y logístico de países vecinos (sobre todo, Paquistán) y también occidentales (de nuevo se rumoreó la ayuda estadounidense, siempre desmentida por la Casa Blanca). A partir de 1996, Masud se refugió en el norte del país, en la zona de Panshir, donde formó el llamado Ejército del Norte, la única fuerza afgana opuesta al integrismo de los talibán y los únicos que apoyaban al gobierno legítimo del país reconocido por la ONU, presidido por Rabbani y en el que Masud era vicepresidente. Desde 1996, el régimen de Kabul no dejó de intentar asesinarle, lo que obligó a Masud a tener unos hábitos diarios extraordinariamente complejos: dormía sólo cuatro horas, bajo una estrecha vigilancia de tropas muyahidin, y siempre evitaba hacerlo dos noches seguidas en el mismo sitio. Con su cuartel general instalado en la provincia de Tajar, al nordeste del país, Masud intentó llevar a cabo el ideal de gobierno moderado que los talibán le habían impedido ejercer en todo el país.

Durante 1999 y 2000, Masud realizó varios viajes a Europa para promover la causa del Ejército del Norte, el verdadero defensor de la legalidad en Afganistán. En estas reuniones, Masud denunció con dureza la intromisión de Irán y Paquistán en los asuntos afganos, sobre todo en el apoyo militar y político al gobierno de Kabul realizado por ambos países. En todo caso, sólo dos estados le brindaron firme apoyo: la república de Tayikistán, fronteriza con Afganistán, y, curiosamente, el nuevo gobierno ruso de Moscú, pues ambos temían terriblemente la extensión de postulados integristas en sus territorios.

Tal vez esta búsqueda de apoyo exterior para la lucha del Ejército del Norte fuese la causante indirecta de su muerte. El 9 de septiembre de 2001, dos supuestos periodistas marroquíes accedieron a Hodzha Bajatdín, la residencia de Masud, con objeto de hacerle una entrevista. En realidad, eran dos terroristas suicidas que, aprovisionados de dos bombas (en una cámara y en un cinturón de herramientas), se lanzaron contra Masud para asesinarle. Aunque en un principio parecía que sobreviviría al atentado, finalmente su amigo Mohammad Fajim Jan anunció que el León de Panshir había fallecido y que él mismo le sustituiría en el mando del Ejército del Norte. Sin Mansud, el legítimo gobierno afgano perdía una de sus más valiosas piezas, tanto militar como políticamente, para continuar con su lucha contra los talibán.

La muerte de Mansud, además, tuvo una connotación especial, ya que coincidió con el brutal atentado terrorista efectuado en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, cuando dos aviones comerciales secuestrados se estrellaron contra las Twin Towers de Nueva York, un tercero lo hizo contra el Pentágono de Washington y un cuarto, cuyo objetivo era la misma Casa Blanca, se estrelló en las cercanías del aeropuerto de Pittsburgh. Muy pronto comenzaron las sospechas contra Osama bin Laden, el antiguo combatiente saudí que, después de haberse convertido en el terrorista islámico más buscado de la Tierra, vivía desde 1996 en Afganistán protegido por el régimen talibán. De hecho, durante la noche siguiente al atentado, se registraron en Kabul intensos combates y bombardeos con misiles tierra-aire. Cuando todo el planeta pensaba que Estados Unidos había comenzado sus operaciones de castigo, el Ejército del Norte reivindicó la autoría de los bombardeos en Kabul como represalia por la muerte de Masud. Estas acciones, junto con la incertidumbre de una hipotética intervención norteamericana en Afganistán que se respiraba durante la semana siguiente al horrendo atentado, hizo asegurar a muchos analistas internacionales que, en realidad, la muerte de Masud se debía también a Osama bin Laden, quien se había así desecho del hombre que podía apoyar en Afganistán la hipotética respuesta militar norteamericana.

Bibliografía

  • ROY, O. Afghanistan: from Holy War to Civil War. (Portland, Book News, 1995).

Enlaces en Internet

http://www.afghan-web.com/; Página web dedicada a la historia, geografía y cuestiones diversas relacionadas con Afganistán (en inglés).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez