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Martínez Villena, Rubén (1899-1934).

Poeta, ensayista e ideólogo político revolucionario cubano, nacido en Alquízar (en la actual provincia de La Habana) en 1899, y fallecido en la capital de su país en 1934. A pesar de su breve existencia, dejó un brillante y lúcido legado literario que, publicado póstumamente en formato de libro, le convierte en uno de los intelectuales comprometidos más destacados del pensamiento marxista hispanoamericano del primer tercio del siglo XX.

Vida

Alentado desde su temprana juventud por un acentuado espíritu humanístico y una profunda preocupación social, cursó estudios superiores de Derecho en la Universidad de La Habana, de la que egresó en 1922 con el título de doctor en dicha disciplina. Sin embargo, apenas ejerció la abogacía durante un año, ya que enseguida abandonó esta profesión para consagrarse plenamente a sus dos grandes aptitudes vocacionales: la política activa y el cultivo de la creación literaria.

En efecto, ya durante su estancia como estudiante en las aulas universitarias de La Habana se había dado a conocer como poeta por medio de algunas composiciones sueltas publicadas en diferentes revistas culturales, al tiempo que tomaba parte activa en los principales foros políticos estudiantiles. Hombre resuelto y decidido, Rubén Martínez Villena se manifestó públicamente contra la política del presidente Alfredo Zayas, y encabezó algunos movimientos de protesta que le ocasionaron sus primeras dificultades con los tribunales de justicia de su país, que acabaron por enviarle a presidio.

Simultáneamente, cultivaba con entusiasmo su faceta creativa e intelectual, primero en calidad de secretario personal del eminente antropólogo cubano Fernando Ortiz (uno de los mayores especialistas en el folklore cubano), y luego como principal cabecilla, junto a sus compañeros de generación literaria Jorge Mañach y Juan Marinello, del denominado Grupo Minorista, un colectivo de jóvenes escritores, pensadores y artistas que capitalizó la vida cultural cubana durante la década de los años veinte. La constitución de esta agrupación de intelectuales radicales y renovadores tuvo lugar el día 18 de marzo de 1923, cuando un puñado de quince jóvenes que habían participado en un banquete-homenaje se dirigió a la sede de la Academia de Ciencias para interrumpir airadamente una conferencia y recriminar con dureza al entonces secretario de justicia del gobierno de Alfredo Zayas (1921-1925) su complicidad en la malversación de los fondos estatales, puesta de manifiesto en su autorización del decreto de compra de una de las joyas más preciadas de la arquitectura colonial, el convento de Santa Clara. Poco después, los quince intelectuales -entre los que se contaban los susodichos Mañach y Marinello, junto a José Antonio Fernández de Castro, José Zacarías Tallet, Félix Lizaso, José Manuel Acosta, etc.- se dirigieron a la redacción del rotativo Heraldo de Cuba, donde el propio Rubén Martínez Villena redactó un brioso manifiesto que, a la postre, rubricaron trece de ellos; a este escrito, conocido como la "Protesta de los Trece", se adhirieron después numerosos artistas e intelectuales cubanos que quedaron englobados en el citado Grupo Minorista.

El vigor creativo y la audacia política de estos animosos jóvenes cubanos propició que el grupo entero se uniera al llamado Movimiento de Veteranos y Patriotas, un colectivo en constante oposición a la política corrupta y desorganizada del gobierno de Zayas. Entre 1923 y 1927, el Grupo Minorista se incrementó con la llegada de otros muchos artistas y pensadores, el benjamín de los cuales era el futuro gran novelista Alejo Carpentier, quien, muchos años después de esta juvenil aventura socio-cultural, convirtió a Rubén Martínez Villena en el sustento de uno de los personajes (el estudiante) de su espléndida narración El recurso del método (1974).

La llegada al poder del dictador Gerardo Machado (1925-1933) supuso un nuevo acicate político e intelectual para los ya numerosos componentes del Grupo Minorista, quienes, en 1927, debieron responder al infundio lanzado por un antiguo compañero suyo (Alberto Lamar Schweyer) que, convertido en aliado del tirano, proclamó la disolución del colectivo. Nuevamente erigido en cabecilla de sus compañeros de generación, Rubén Martínez Villena volvió a asir la pluma para redactar la famosa "Declaración del Grupo Minorista", una encendida proclama progresista en la que se reclamaban urgentes reformas socio-políticas y nuevos rumbos renovadores en la evolución estética del arte, la literatura y el pensamiento cubanos.

También durante aquel productivo año de 1927 se produjo la afiliación de Martínez Villena al recién fundado Partido Popular Socialista, una organización política comunista que se enfrentó directamente con el gobierno de Gerardo Machado. A raíz de esta militancia activa, el poeta de Alquízar se vio forzado a abandonar su isla natal en 1930 para refugiarse en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, de donde regresó a Cuba para convertirse en uno de los principales dirigentes comunistas de la huelga general que, en agosto de 1933, provocó el derrocamiento y el subsiguiente exilio del dictador. Pero Martínez Villena apenas tuvo ocasión de disfrutar los logros de esta victoria política, ya que, gravemente enfermo de tuberculosis, perdió la vida en La Habana en 1934, cuando sólo contaba treinta y cinco años de edad.

Obra

Poesía

La producción poética de Rubén Martínez Villena, publicada a los dos años de su muerte en un volumen titulado La pupila insomne. Poemas (La Habana: Ucar, García, 1936), comenzó a generarse durante su etapa estudiantil en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, en donde el joven e impulsivo escritor trabó amistad con otros grandes creadores que, como José Zacarías Tallet y Nicolás Guillén, estaban llamados a encabezar la gran renovación de la tradición poética cubana.

En efecto, de las propuestas estéticas de estos jóvenes surgieron las nuevas alternativas a la ya trasnochada estética posmodernista, así como las vías de paso a las corrientes vanguardistas procedentes de Europa. Entre ellos, se distinguió Martínez Villena por el cultivo de los temas patrióticos que ensalzaban las guerras de independencia, pero sobre todo por su innovador tratamiento de ciertos asuntos políticos que, desde la perspectiva trazada por el paso del tiempo, convierte al poeta de Alquízar en el más señalado precursor de la posterior poesía comprometida. Al respecto, resulta obligado recordar su novedosa composición titulada "Mensaje lírico-civil", un bello poema formado por pareados de rima consonante que, en su rotunda beligerancia, anticipan posteriores logros poéticos del vanguardismo (como los del mencionado Nicolás Guillén) y futuras líneas temáticas y estilísticas por las que discurrirá, entre otras, la poesía conversacionalista de Roberto Fernández Retamar.

Pero, además, Martínez Villena es un espléndido e inspirado poeta amoroso, y, sobre todo, uno de los mejores vates costumbristas de la historia de las Letras cubanas. Supo pintar con gracia y acierto la bulliciosa actividad cotidiana de La Habana (así, en los cuatro sonetos que conforman su "Sinfonía urbana"); ironizar con fino humor sobre las ceremonias fúnebres de sus conciudadanos ("Canción del sainete póstumo"); y decodificar -desde lo que el estudioso de la poesía hispanoamericana Cintio Vitier ha denominado "ironía sentimental"- la retórica del discurso amoroso convencional ("Defensa del miocardio inocente"). Con todo, sus mayores logros líricos se encuadran dentro de una lúcida introspección metafísica que, plasmada en algunos sonetos espléndidos (como "Insuficiencia de la escala del iris" o "Motivos de la angustia inmotivada"), parece inducirle a aceptar la imposibilidad de hallar un cauce adecuado para formular su concepción ideal de lo estético.

A partir de 1923 (año en el que están fechados sus mejores poemas, como algunos de los citados en el parágrafo anterior y "El gigante", "El anhelo inútil", "Paz callada" y "La pupila insomne"), Rubén Martínez Villena fue alejándose progresivamente de la creación poética, atraído por sus ideales políticos y su expresión literaria a través del género ensayístico. Tanto fue así, que se negó a recopilar sus versos en un volumen impreso (publicado luego por sus familiares en 1936, a los dos años de su muerte), y a partir de 1927 no volvió a escribir ningún poema; sin embargo, su espíritu lírico asomó en varias ocasiones en su epistolario, sobre todo en las cartas que dirigió a su esposa durante su exilio político en la Unión Soviética.

Ensayo

Desde su cargo de secretario privado del antropólogo Fernando Ortiz, Martínez Villena mostró su admiración hacia el quehacer ensayístico de su protector por medio de una serie de escritos primerizos en los que se sirvió de los métodos positivistas utilizados por el folklorista en algunas obras como La crisis política cubana: sus causas y remedios (1919). Ello quedó patente en los primeros ensayos del escritor de Alquízar, como "La revolución de 1923" (1923), en los que su ideología política se sitúa en el ala extremista del pensamiento liberal.

Pero, a partir del año siguiente, la voz ensayística de Rubén Martínez Villena cobra un acento propio merced a su radical evolución hacia los postulados marxistas, que a su vez le llevó convertirse en uno de los principales adalides teóricos del anti-imperialismo. Así, en la línea abierta por otro gran ensayista cubano, Julio Antonio Mella, retomó los postulados anti-imperialistas del patriota José Martí y de otros escritores cubanos del pasado (como Enrique José de Varona) para conmocionar el panorama político e intelectual de su país con un extraordinario ensayo titulado "Cuba, factoría yanqui" (1927). En esta obra, Martínez Villena aprovechaba los mejores instrumentos de su antiguo método positivista y los combinaba con su nuevo sistema historiográfico marxista para lanzar un vehemente alegato descolonizador y, en general, un mensaje teórico que, en su patente voluntad universalista, integraba a la perfección sus sentimientos de respeto por las raíces autóctonas de la identidad nacional cubana.

Gran parte de los textos ensayísticos del escritor de Alquízar quedaron recopilados en la obra póstuma titulada Un nombre. Prosa literaria (La Habana: Ucar, García, 1940), así como en el libro Órbita de Rubén Martínez Villena (La Habana: Ed. Unión, 1964), con semblanza biográfica de Raúl Roa y selección de textos a cargo de Roberto Fernández Retamar. La vigencia de sus escritos volvió a ponerse de manifiesto cuando ya había transcurrido casi medio siglo desde su desaparición, a raíz de la publicación de otra muestra antológica de su obra, presentada bajo el epígrafe genérico de Poesía y prosa (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1982).

Bibliografía

  • - AUGIER, Ángel. "Martínez Villena y los poetas de su generación", en De la sangre en la letra (La Habana: UNEAC, 1977), págs. 233-244.

- HERNÁNDEZ OTERO, Ricardo. "La consonancia adecuada: Rubén Martínez Villena", en Nuevos críticos cubanos (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1983), págs. 317-338.

- MARINELLO, Juan. Rubén Martínez Villena (La Habana: Ediciones Sociales, 1941).

- NÚÑEZ MACHÍN, Ana. Rubén Martínez Villena. Biografía (La Habana: UNEAC, 1971).

- PORTUONDO, José Antonio. "Revaluaciones. Rubén Martínez Villena (1899-1934)", en Capítulos de literatura cubana (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1981), págs. 469-505.

- RODRÍGUEZ, Pedro Pablo. "Rubén Martínez Villena: el marxismo entra en el pensamiento económico cubano", en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (La Habana), 26, 2 (mayo-agosto de 1984), págs. 41-63.

- VITIER, Cintio. "Atisbos de Matínez Villena", en Lo cubano en la poesía (La Habana: Universidad Central de Las Villas, 1958), págs. 310-314.

J. R. Fernández de Cano.

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