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LiteraturaBiografía

María de Francia (s. XII).

María de Francia es una escritora francesa desconocida, ya que casi nada se sabe de ella. Aparece como autora de tres obras en la segunda mitad del siglo XII, cuando eran escasas las mujeres que se ocupaban del menester literario. Se nos descubre como cultivadora de un género, el lai, y como una extraordinaria escritora, que servirá de modelo a no pocos de los narradores que seguirán la senda de la Materia de Bretaña y de la narrativa en verso.

Sólo se pueden establecer conjeturas en torno a la figura de María: el hecho de que firme una de sus obras, el Ysope, diciendo que es "de Francia" parece indicar que se encontraba lejos de su tierra natal cuando lo escribía. La utilización del anglonormando, dialecto francés de Inglaterra y Normandía, y los conocimientos de inglés que ella misma expresa al afirmar que tradujo de esta lengua su colección de fábulas esópicas, junto con otros detalles, hacen suponer que vivió en Inglaterra y, por tanto, los destinatarios de sus dedicatorias serán un rey inglés (seguramente Enrique II, 1154-1189) y Guillermo de Mandeville (conde de Essex, 1167-1189).

De la mano de María de Francia salieron al menos tres obras: los Lais, la colección de Fábulas (el Ysopet) y el Espurgatoire Saint Patrice. La primera es una colección de doce narraciones ambientadas en el mundo maravilloso y fantástico de Bretaña, inspiradas en las composiciones musicales de juglares bretones de lengua celta.

Las Fábulas derivan en última instancia de la obra de Esopo, que fue traducida al latín y del latín al inglés por el rey Alfredo. María añade un eslabón más a esta cadena al traducir al francés el texto difundido por la versión del rey Alfredo.

El Espurgatoire Saint Patrice sufrió un proceso más breve, pues narraba originariamente en latín las peripecias del apóstol de Irlanda: nuestra escritora tradujo al francés el relato latino. Los Lais y las Fábulas se consideran anteriores a 1189, fecha de la muerte de los dos supuestos destinatarios de las dedicatorias, mientras que el Espurgatoire parece bastante posterior e incluso se ha llegado a pensar que podría ser de una María distinta, lo que no es imposible aunque resultaría sorprendente.

Nuestra autora es capaz de traducir o comprender tres lenguas distintas (el bretón, el inglés y el latín), escribe versos octosílabos en francés y de vez en cuando alude a autores de la Antigüedad clásica y deja traslucir el influjo de obras contemporáneas: no hay duda de que se trata de una mujer culta -y se muestra orgullosa de serlo-, que se inspira tanto en la tradición oral como en la literatura escrita. En gran medida, es el reflejo de la sociedad literaria de la segunda mitad del siglo XII, por la que ha pasado un renacimiento cultural y que refleja unas enormes ansias de conocimientos, con una curiosidad acorde con esos deseos de saber.

La literatura románica en lengua vulgar había empezado, a grandes rasgos, a principios del siglo XII con la Chanson de Roland en el norte de Francia (escrita también en anglonormando como la obra de María) y con los trovadores provenzales. La primera mitad del siglo está ocupada por los cantares de gesta y por la poesía cortés. La novela empieza a mediados del siglo, con las adaptaciones de la Materia de Roma (Roman de Troie, Roman de Thèbes, Roman d'Eneas... ) y los primeros textos de la Materia de Bretaña (Wace con el Roman de Brut, por ejemplo), que ya había mostrado un brillante comienzo con las obras de Geoffrey de Monmouth escritas en latín. Nada de extraño tendrá que la obra de María revele el influjo de esa literatura, sobre todo en la expresión de algunos sentimientos, en la forma de plantear determinadas situaciones, amorosas o bélicas, y en las descripciones de personajes y objetos lujosos. Chrétien de Troyes es contemporáneo de María, pero cultiva un género distinto, pues sus novelas son narraciones extensas.

Para sus contemporáneos, la obra más llamativa de María de Francia fueron los Lais, colección de doce relatos breves (entre cien y mil versos octosílabos pareados) que tienen como tema central el amor y que están ambientados en Bretaña. María es una gran impulsora de este género narrativo, que después de ella tendrá una rica descendencia.

Como siempre que nace un género, hay dificultades terminológicas para designarlo, pues hay que buscar un nombre para algo que empieza a existir: con la "novela" los problemas terminológicos llegaron hasta el siglo XVI, aunque en Francia se resolvieron antes mediante la adopción de un adjetivo "roman" ('escrito en lengua romance'), que llegó a utilizarse en Castilla ("romance'), pero que finalmente fue reemplazado porque entraba en colisión con otras formas literarias.

Pues bien, con el "lai" ocurre otro tanto. María de Francia designa con el término "lai" unas composiciones musicales que los bretones tocaban en el arpa o la rota y, por extensión, se acabó designando con el mismo nombre a las narraciones breves de tema bretón, en las que el elemento maravilloso y los rasgos corteses desempeñaban un lugar destacado. El proceso que llevó a este desplazamiento semántico, o mejor, al nacimiento de esta polisemia se puede explicar del siguiente modo: un hecho determinado (aventure ) es contado por alguien, que puede ser su protagonista o un testigo (cunte ); en recuerdo del acontecimiento o del relato a que dio lugar, los bretones compusieron un lai musical (lai), que podría ser cantado o simplemente tocado en algún instrumento; por último, María pretende reconstruir las circunstancias que llevaron a la composición de ese lai (raisun ).

El proceso parece claro, pero no es menos evidente que la intervención de María podría producirse en cualquier tramo de la cadena, aunque ella afirme otra cosa: en el momento en que el lai musical no sea muy conocido por su auditorio, el referente queda anulado y María se convertirá en la narradora en verso del cunte, desempeñando su obra el papel del lai . No extraña, pues, que se haya producido la polisemia, debido a la difusión del género, que originariamente se apoyaría en un proceso que sólo conocieron los más cercanos al mundo poético de María de Francia.

Tienen los Lais una inspiración llegada de los juglares bretones, como afirma la propia autora, pero la realización de los mismos es el resultado de una larga elaboración artística en la que han intervenido no sólo la abundante cultura de María de Francia sino también una fina sensibilidad, que afecta sobre todo a los matices psicológicos y a los detalles constitutivos del ambiente que rodea a los personajes, dando lugar a la característica atmósfera de estas narraciones. Y, así, los Lais se nos presentan como un rico tejido formado por múltiples elementos que los críticos se esfuerzan en identificar e interpretar: los motivos folklóricos predominan unas veces sobre la trama cortés; el influjo de los textos latinos se impone en otras ocasiones sobre la ingenuidad del cuento; los rasgos maravillosos o fantásticos surgen con fuerza en muchos momentos... La heterogeneidad se resuelve siempre en armonía y equilibrio, de tal modo que resulta imposible aislar cualquiera de los elementos sin alterar gravemente la comprensión o el resultado artístico de los Lais.

La estructura de la obra no plantea graves problemas. Un prólogo de la autora, con consideraciones literarias y con la dedicatoria del libro, abre la colección. Como suele ocurrir en estos prefacios, las ideas que se expresan no siempre son originales: el tributo a la tradición, la presencia de lugares comunes y tópicos encuentra en el prólogo un lugar adecuado; sin embargo, María aprovecha la ocasión para explicar el porqué se inclinó a componer y a escribir los lais, en vez de traducir algún texto latino: su deseo era, básicamente, ser conocida.

Se reúnen, tras el prólogo, doce lais, de extensión muy variable, pero que suelen presentar una misma estructura: un marco y el relato. El marco adorna la narración, explicando algunas circunstancias y, sobre todo, remitiendo a los bretones como autores del lai (musical). El hecho realmente significativo es que este marco -que ha sido muy poco estudiado- no resulta necesario para el conjunto, pero en él se inserta la figura de la autora como testigo de la existencia de cada uno de los lais musicales que le han servido de inspiración. Como es previsible, el marco abre y cierra cada relato, o lo que viene a ser igual, cada lai narrativo está inserto en un marco completo, con su preámbulo y su conclusión. La voluntad estilística de la autora se pone de relieve no sólo por haber construido un marco para sus narraciones, sino también porque hay un claro deseo de que ese marco cambie de un relato a otro, aunque las variaciones sean de escasa magnitud. No es una coincidencia, pues la misma autora apela a la originalidad del "preámbulo" de sus composiciones en el lai de Milón.

El contenido de los doce lais es muy variado y también lo es la forma de organizar esa materia: en todos ellos el tema es el amor, un amor secreto, imposible, lleno de dificultades y de obstáculos, y cuyo final es frecuentemente trágico. En general, se pueden reconocer los mismos segmentos que existen en los cuentos folklóricos: carencia o fechoría inicial; conocimiento de esa falta por parte del protagonista; comienzo de oposición al agresor; presencia de un "donante" o colaborador del protagonista; acuerdo entre los protagonistas; regalo como símbolo de ese acuerdo; enfrentamiento a un peligro; traición; desaparece la fechoría inicial, o pervive; alegría o castigo; unión o separación. Sin embargo, este esquema no es rígido y, por tanto, sufre modificaciones debidas sobre todo a la heterogeneidad de materiales utilizados por María de Francia, pero por lo general se puede hablar de una composición binaria y equilibrada, en la que la fechoría inicial queda resuelta. Se agrupan los relatos, así, en dos bloques perfectamente definidos: de presentación y de solución, de búsqueda y de encuentro.

En todo caso, la acción es muy simple y está narrada de forma lineal, sin ninguna complicación, aunque puede haber saltos temporales hacia el pasado o adelantando acontecimientos. Apenas hay diálogo, mientras que la expresión de los pensamientos y de las reflexiones, se encomienda al estilo indirecto, técnica que impide que los personajes adquieran plena individualización: la sombra de la narradora está siempre presente.

Entre las preocupaciones que muestra María, una de las más acusadas es la de establecer una localización exacta de los acontecimientos: en gran medida, la verosimilitud, la credibilidad de la autora como testigo (directo o indirecto) de lo ocurrido descansará en aspectos fácilmente reconocibles por el auditorio. La topografía será uno de esos puntos de apoyo, y no hay que olvidar que María reitera con insistencia que lo que ella cuenta ocurrió realmente y que se ha ceñido a la verdad, quizás para no ser confundida con un juglar más o quizás buscando una razón moral a su actitud de narradora y ofreciendo una justificación a su público, fundamentalmente femenino. En todo caso, es la misma actitud que había adoptado Geoffrey de Monmouth al escribir, medio siglo antes, su Historia Regum Britaniae, en la que se incluyen las primeras noticias extensas sobre el rey Arturo bajo ropajes de Historia.

El relato se lleva a cabo con escasísimos excursos, como es previsible en relatos breves en los que el número de personajes apenas supera a los tres protagonistas que suelen verse involucrados en la historia amorosa. Y el mismo deseo de simplicidad que domina la acción preside también otros aspectos: las descripciones, que son muy escasas en general, casi siempre se plantean con una exquisita sobriedad. Sin embargo, ese hábito se rompe en ocasiones muy concretas, como puede ser la presentación de los personajes o de objetos fundamentales en la trama del relato: es entonces cuando los detalles adquieren toda su importancia y cuando abundan los adjetivos que remiten a un mundo de lujo, plenamente impregnado de sensualidad.

La escasez de digresiones que alejen el interés del centro de la narración o que dificulten el ritmo de los acontecimientos hacen que tengamos la sensación de que María de Francia quiere terminar pronto su tarea, que busca con anhelo el final, la conclusión del episodio que está relatando. Incluso en los lais más extensos se mantiene ese ritmo veloz y ágil. En realidad, María escribe narraciones breves, no novelas, por lo que los planteamientos estéticos y las exigencias estilísticas son muy distintos de los que se encuentran en la obra de su contemporáneo Chrétien, por ejemplo. Sin embargo, no debe pensarse que la materia tratada por María no pueda convertirse en novela: un tema muy parecido al del lai de Eliduc se convierte en una narración extensa a finales del siglo XII gracias a Gautier d'Arras. Es la novela que recibe el título de Ille et Galeron. El asunto del lai de Lanval reaparece casi un siglo más tarde como otra novela, La chastelaine de Vergi: no son reelaboraciones serviles ni adaptaciones más o menos próximas al modelo; se trata de obras originales -según el concepto de originalidad que hay en la Edad Media- que han utilizado materiales preexistentes, en ocasiones muy cercanos a los empleados por María.

El éxito de María fue rápido. A finales del mismo siglo XII, un poeta anglonormando -y por tanto del ámbito lingüístico de María- llamado Denis Piramus escribió una Vida de San Edmundo rey (1190-1200), en la que se mezclan la ejemplaridad de la vida del santo, los acontecimientos históricos y las más diversas acciones. Entre los múltiples materiales que aduce este poeta se hace eco del éxito de María de Francia entre un público femenino de la aristocracia especialmente. Y como autor grave que se considera -tal vez haya que identificarlo con un maestro de la abadía de San Edmundo, en Bury-, censura en múltiples aspectos la obra de María:

E dame Marie autresi,
ki en rime fist e basti
e compassa les vers de lais
ke ne sunt pas del tut verais;
e si en est ele mult loee
e la rime par tout amee,
kar mult l'aiment, si l'unt mult cher
cunte, barun e chivaler;
e si en aiment mult l'escrit
e lire le funt, si unt delit,
e si les funt sovent retreire.
Les lais solent as dames pleire:
de joie les oient et de gré,
qu'il sunt sulum lur volenté.

[Y lo mismo mi señora María, que hizo y construyó en rima y acompasó los versos de los lais, que en modo alguno son verdad; es muy alabada por ello y su obra es muy querida por todos, pues la estiman y la aprecian mucho condes, nobles y caballeros; les gusta mucho lo que escribió y hacen que se lo lean, y se deleitan, y hacen que se los cuenten a menudo. Los lais suelen agradar a las damas, que los oyen con alegría y gustosas, pues son según su voluntad.]

Parece claro el éxito, aunque no necesariamente todos los lais que se oían tenían que ser de María de Francia, pues muy pronto empezaron a surgir imitaciones, casi todas ellas anónimas y algunas atribuidas a nuestra autora. Se trata de textos breves en verso, cuya acción tiene lugar en Bretaña, en la corte del rey Arturo o en un ambiente difícil de identificar, pero que el público asocia sin dificultad al mundo bretón. El tema de estos lais anónimos es, como en el caso de María de Francia, amoroso, y cuenta por lo general con la participación de alguna hada que lleva a cabo hechos maravillosos o extraordinarios. El género está, pues, plenamente configurado. Sin embargo, el desarrollo de la novela artúrica, por una parte, y la búsqueda de temas nuevos, por otra, no tardarán en amenazar a un género que no siempre encuentra unos límites claros: la presencia de elementos burlescos acerca demasiado el lai a los fabliaux, como ocurre ya con el más antiguo de los lais, el Lai del Cor de Robert Biket, que muchos estudiosos apartan del género por su carácter poco cortés. El abandono de las preocupaciones psicológicas, de las que había sacado un gran provecho María de Francia, convierte a los nuevos lais en simples cuentos de acción o de aventuras... Luego, se llamará "lais" a simples relatos amorosos, con lo que el distanciamiento de los orígenes será cada vez mayor y el peligro de desaparición del género se hará realidad, sobre todo en Francia, debido a la colisión con otro género nuevo, el Dit, mientras que en Noruega, Inglaterra, Alemania e Italia se realizan traducciones, adaptaciones de viejos lais o se escriben versiones nuevas. La semilla de María de Francia habrá llegado hasta el siglo XIV.

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CARLOS ALVAR.

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