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HistoriaLiteraturaBiografía

Manuel, Juan, Señor de Belmonte de Campos (ca. 1450-1543).

Caballero y literato castellano, nacido hacia 1450 y muerto en 1543. Señor de Belmonte de Campos desde 1463, y descendiente de regio linaje, fue uno de los más reputados embajadores de la época, participando sobre todo en las diversas negociaciones matrimoniales llevadas a cabo por los Reyes Católicos.

Fue hijo de don Juan Manuel, primer señor de Belmonte de Campos, y de Aldonza de la Vega, lo que le convertía en bisnieto del famoso literato Juan Manuel, autor de Libro del conde Lucanor. A temprana edad entró a formar parte de la corte de Isabel la Católica, que hacia 1474 le honró con el título de maestresala. Pocos años más tarde, en 1477, el caballero se casó con Catalina de Castilla, hija del señor de Poza, Diego de Rojas, matrimonio del que nacerían diez hijos.

En cuanto al devenir político de Juan Manuel, participó en la negociación del matrimonio entre Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, y Arturo de Gales, hijo y heredero del monarca inglés Enrique VII, misión que comenzó en junio de 1499 y que acabó con la consabida ceremonia nupcial, a finales del mismo año. Posteriormente, fue enviado como embajador de Castilla al emperador Maximiliano I, ya que éste reclamaba la presencia de la princesa Margarita de Austria, infortunada viuda de don Juan, todavía en España desde el funesto suceso.

Es bastante posible que la vida cortesana y ceremoniosa germano-borgoñona atrajese sobremanera al embajador, y mucho más si se tiene en cuenta su parentesco directo con el monarca francés Carlos el Temerario, por vía de su hermana, Marina Manuela, casada en 1496 con Balduino de Borgoña, hermano bastardo del rey galo. Fue a través de esta relación como Juan Manuel, después de sus constantes viajes hacia Flandes, Borgoña y Alemania como embajador, entró al servicio del emperador Maximiliano, donde gozó de una gran confianza no ya del emperador, sino también de su hijo, Felipe el Hermoso, lo que supuso la base de los intentos del cortesano por hacerse con un hueco de importancia en la política castellana de su tiempo, además de otros intereses personales.

La posición de Juan Manuel fue contradictoria durante la primera década del siglo XVI. En principio, su consolidación como hombre de confianza de los Reyes Católicos parece fuera de dudas: uno de sus hijos, Pedro Manuel, servía en la corte isabelina como capellán, mientras que el historiador J. M. Doussinague le señala como uno de los componentes, junto a Diego Ramírez de Guzmán (obispo de Catania) y a Gutierre Gómez de Fuensalida, de la tríada diplomática preferida de Fernando el Católico para los asuntos centroeuropeos. Pese a ello, y siguiendo con la opinión de Doussinague, tras la muerte de la Reina Católica en 1504, Juan Manuel pasó a encabezar el partido borgoñón que peleaba por apartar del gobierno peninsular al entonces regente castellano y todavía rey de Aragón; otro de los embajadores en la corte gala, el citado Fuensalida, advertía a Fernando, a comienzos de 1504, de que las intenciones de Juan Manuel no eran otras que aprovechar su privanza en el entorno de Felipe el Hermoso para hacerse ennoblecer, constituyéndose en su privado o valido. Gracias a que estas y otras cuestiones provocaron que, definitivamente, Fernando el Católico comenzase a sopesar la posibilidad de contraer un nuevo matrimonio con Germana de Foix, el cronista Zurita (op. cit., VI, cap. 8) nos ofrece una excelente descripción de nuestro personaje:

Era don Juan Manuel, Señor de Belmonte, hombre de linaje muy principal, de gran práctica en los negocios de Estado y capaz, si la suerte no hubiera cortado su carrera, de llegar a conquistarse una posición tan grande como [...] los que más privaron con los Reyes pasados en Castilla. [...] Hombre de pequeña estatura, enteco y verdoso, de gran ambición, muy discreto y gran cortesano, era don Juan Manuel el tipo de diplomático agudo, cauteloso, amable y muy práctico en las cuestiones de política internacional [...]. Cualquier Príncipe, por prudente que fuera, le deseara por suyo en el más cercano lugar.

Tras la muerte de Felipe el Hermoso (1506) y la conocida incapacidad de Juanapara hacerse cargo del reino, los intentos de Fernando el Católico por establecer una nueva regencia en Castilla tuvieron en don Juan Manuel a uno de los más enconados enemigos. De hecho, en 1506, acompañado de sus tropas señoriales, se hizo con el control de Burgos, a la que pretendía convertir en puntal de la reacción antifernandina. De esta posición de fuerza fue apeado por la intervención del conde de Oliveto, Pedro Navarro, el cual, famoso por su pericia de artillero, acabó con la resistencia de don Juan Manuel a cañonazos en el mismo año de 1506. Después de perder Burgos, es bastante posible que don Juan Manuel se refugiase en su señorío de Belmonte esperando una oportunidad que, precisamente, le llegaría en 1516, con la muerte del Rey Católico. Juan Manuel, junto al canciller borgoñón Guillaume de Croy, señor de Chièvres, fueron los principales artífices de que el futuro Carlos V, entonces conde de Flandes y gobernador del reino, obligase al regente de Castilla, cardenal Cisneros, a proclamarle rey, una fórmula novedosa, la de la monarquía conjunta, y en la que el ingenio de Juan Manuel desempeñó un notable papel.

Parece lógico pensar que su devenir histórico en la época imperial le convirtiese en asiduo asistente a justas y celebraciones lúdicas, como ya lo había sido en la época de los Reyes Católicos. Algunos poemas suyos, así como diversas invenciones y letras de justadores, fueron recogidos por Hernando del Castillo en la primera edición del Cancionero general (Valencia, 1511), lo que avala que Juan Manuel, además de su destreza diplomática, mostró afines habilidades en el terreno de la poesía cancioneril.

Con todo, su papel en el organigrama del emperador Carlos V, a pesar de su participación decisiva en 1516, no fue demasiado importante, bien sea por el propio talante del emperador, o porque la complejidad de la política de la nueva centuria desbordó su ingenio para los negocios diplomáticos. Su más conocida participación diplomática tuvo lugar en 1521, cuando encabezó la delegación imperial que viajó a Roma con objeto de apoyar el nombramiento de Adriano de Utrecht, el preceptor de Carlos I, como nuevo pontífice tras la muerte de León X. Todavía en 1522 seguía siendo el embajador en Roma de Carlos I, tal vez por el prestigio logrado en épocas pasadas. Además de este asunto, existe una anécdota ilustrativa de que, cuando menos, Juan Manuel gozó de cierta simpatía por parte del emperador, en atención a los servicios que había prestado a su padre. La anécdota, recogida por el historiador M. Fernández Álvarez (op. cit., p. 238), sucedió en 1541, poco antes del fallecimiento de nuestro poeta, cuando el emperador Carlos, regresó a la península tras el fracaso de la toma de Argel:

El antiguo privado de su padre, don Juan Manuel, trató de consolarle diciéndole: «Señor, quien no se pone a nada, nunca le acaesce nada.»

Bibliografía

  • DOUSSINAGUE, J. M. Fernando el Católico y Germana de Foix. Un matrimonio por razón de Estado. (Madrid, 1944).

  • FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M. Carlos V. Un hombre para Europa. (Madrid, 1999).

  • MACPHERSON, I. The Manueline sucession: the poetry of Don Juan Manuel II and Dom Joâo Manuel. (Exeter, 1979).

  • ZURITA, G. DE. Anales del Reino de Aragón. (Ed. A. Cañellas, Zaragoza, 1968).

Autor

  • Óscar Perea Rodríguez