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LiteraturaBiografía

Manrique, Gómez (ca. 1412-ca.1491).

Aristócrata y escritor castellano, nacido en Amusco (Palencia) hacia 1412 y muerto en Toledo hacia 1491. Era hijo del adelantado Pedro Manrique y de Leonor de Castilla, hija del infante don Fadrique. Gómez Manrique fue uno de los principales caballeros y literatos del siglo XV castellano, a pesar de que su figura haya aparecido siempre un tanto difuminada: en lo político y militar, por su hermano Rodrigo Manrique, conde de Paredes; en el plano literario, por su sobrino Jorge Manrique.

No se sabe demasiado de su infancia y juventud, que se presupone dedicada a la educación caballeresca y militar preceptiva para los miembros de la nobleza. Al igual que su hermano el conde de Paredes, que su tío, el marqués de Santillana don Íñigo, y que casi la gran mayoría de familias nobiliarias castellanas del siglo XV, Gómez Manrique destacó por la férrea y enconada enemistad que mantuvo con el poderoso valido de Juan II: el condestable Álvaro de Luna. Gómez Manrique formó parte del ejército que, al servicio de Juan II, puso sitio a la fortaleza de Huéscar (1434). Posteriormente, y debido al progresivo afianzamiento de Álvaro de Luna como depositario del poder, Gómez Manrique, como su linaje, mostró posturas afines al bando de los infantes de Aragón en Castilla, Enrique y Juan, los hijos de Fernando de Antequera.

En este apoyo ha de insertarse la presencia del caballero-poeta en 1439, para la firma del acuerdo político entre el rey y la nobleza denominado Seguro de Tordesillas. Un año más tarde, en 1440, la Crónica de Juan II le cita como uno de los presentes en la comitiva de caballeros castellanos que, a modo de digno recibimiento, se ocuparon de la suntuosa llegada de la infanta Blanca de Navarra, prometida del entonces Príncipe de Asturias, el futuro Enrique IV; desde 1440 los conflictos en el seno de la nobleza del reino se agudizarían hasta la defenestración del valido: en 1441 Gómez Manrique capitaneó unas tropas que, al lado del infante Enrique de Aragón, intentaban tomar Toledo para su partido. En el sitio de la toledana villa de Maqueda, el propio Gómez Manrique resultó herido por una ballesta lanzada por los defensores de la citada villa.

La tensión entre los Manrique y el condestable llegaría a su punto culminante tres años más tarde, cuando Rodrigo, su hermano, fue elegido maestre de la Orden de Santiago en detrimento del ambicioso valido, lo que acarreó múltiples disputas entre nobles afines a ambos contendientes. En uno de ellos, acontecido en 1446, Gómez Manrique y sus hombres se enfrentaron en la villa de Hornos a partidarios de Álvaro de Luna, quien se había hecho ilegalmente con el control de la orden militar tras la muerte, en la batalla de Olmedo (1445), de Enrique de Aragón. Los acólitos del condestable, encabezados por el mariscal Diego Fernández de Córdoba, se dieron a la fuga en el citado episodio bélico de Hornos. Dos años más tarde, en 1448, Gómez Manrique estuvo presente en la concordia firmada en Murcia entre los Manrique y los notables de la región, especialmente el Adelantado y el obispo de Cartagena.

Al derivar la guerra de banderías castellanas en un auténtico conflicto bélico solapado entre los dos reinos peninsulares más importantes, Castilla y Aragón, los Manrique se mantuvieron del lado opositor al condestable Luna, como lo demuestra el intento infructuoso de toma de Cuenca que el hijo bastardo de Juan de Navarra, Alonso, y el propio Gómez Manrique, ambos en nombre del rey Alfonso V de Aragón, acometieron el 25 de febrero de 1449 contra las pertrechadas murallas conquenses, defendidas a la sazón por uno de los más férreos soportes del condestable: el obispo Lope Barrientos. Sin embargo, el poder de Álvaro de Luna acabó por imponerse en Castilla, dato que quizá haya que poner en relación con la ausencia de menciones a Gómez Manrique en los cuatro años posteriores a este último suceso, tiempo de gobierno indiscutido del condestable Luna.

Desde la muerte del condestable Luna, en el año 1453, y durante el turbulento reinado de Enrique IV (1454-1474), el adiestramiento en la educación caballeresca de los hijos de su hermano, especialmente, de su sobrino, el gran Jorge Manrique, ocupó gran parte de la vida de Gómez Manrique. Parece ser que las exenciones y dádivas del nuevo monarca, Enrique, a su llegada al trono forzaron a los Manrique para el abandono del bando aragonés; al menos por lo que respecta a Gómez, su nombre aparece en el séquito que el monarca castellano encabezó en Córdoba, con ocasión de sus segundas nupcias contraídas con la infanta Juana de Portugal. Pero muy pronto comenzó el distanciamiento con el nuevo rey, especialmente por el favoritismo de éste hacia el nuevo condestable, Miguel Lucas de Iranzo, y por la prohibición expresa de que Gómez Manrique acudiera al castillo de Bañares, en el condado de Treviño, con el objeto de solucionar la mala administración que su cuñada, Beatriz de Avellaneda, en calidad de tutora del sobrino de Gómez, Pedro Manrique, hacía de los bienes condales.

Debido a estos reveses, Gómez Manrique tomó parte de la confederación de nobles castellanos con el rey de Aragón (1460), así como en la firma de un nuevo armisticio entre los reinos peninsulares firmado el 26 de agosto de 1461. El colofón a esta nueva actitud en el caso de Gómez Manrique se halla en el apoyo que prestó a Alfonso el Inocente, hermano de Enrique IV, elevado al trono por parte de la nobleza en 1465, después de la celebración de la llamada Farsa de Ávila.

Desde el mismo instante de la entronización abulense, Gómez fue nombrado corregidor de Ávila por Alfonso XII, con lo que, de nuevo tras la estela de su hermano el conde de Paredes (condestable y principal consejero del titulado Alfonso XII), dio comienzo la etapa de nuestro caballero-poeta al servicio del monarca. En 1467 participó en una acción militar sobre Tudela del Duero, que significó en última instancia la unión de Valladolid a la causa alfonsina. También durante el mismo año intervino Gómez Manrique en la ocupación de Segovia, pero su nombre no aparece citado entre los participantes en la segunda batalla de Olmedo, el 21 de agosto. Poco más tarde, Gómez Manrique dio muestras de su excelente pluma con ocasión, en noviembre de 1467, de la fiesta celebrada en la corte alfonsina con ocasión del 14 cumpleaños del monarca. El poeta compuso como regalo estas Estrenas de Gómez Manrique al muy excelente señor Rey don Alonso:

Excelente Rey dozeno
de los Alfonsos llamados:
en est' año catorzeno
vos faga Dios tanto bueno
que paséys a los pasados
en la virtud y grandeza,
en regir con descrición;
faga vos en la riqueza
otro Mida, y en franqueza
un segundo Macedón.

(Gómez Manrique, Cancionero, ed. cit., II, p. 287).

Para la misma fiesta de cumpleaños, y a petición de la entonces infanta Isabel de Castilla, Gómez Manrique compuso un Breve tratado para unos momos que Su Excelencia fizo con los fados siguientes, ocho coplas que debían recitar otras tantas damas de la corte disfrazadas de hadas para la ocasión. Además de la propia Isabel, participante en el evento, conocemos el nombre de siete de las doncellas que se prestaron a realizar el juego cortesano ideado por Manrique. Se trató, no obstante, de los últimos aspectos lúdicos del efímero reinado de Alfonso el Inocente. Tras su muerte, en 1468, Gómez Manrique, guiado de la mano de su amistad con el arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo, pasó a convertirse en uno de los principales agentes favorables al matrimonio entre la princesa Isabel de Castilla y el príncipe Fernando de Aragón. La relación entre Gómez Manrique y el arzobispo Carrillo conforma una de las claves de su vida política, pero también cultural y literaria, ya que el caballero castellano fue uno de los más conspicuos asistentes a las veladas literarias organizadas en la corte arzobispal de Carrillo. Gran parte de su producción poética cabe encuadrarla en ese entorno cultural, junto a otros poetas de la talla de Per Guillén de Segovia, Rodrigo Cota y Juan Álvarez Gato.

Gómez Manrique y los Reyes Católicos

Buena prueba de esta connivencia con la causa de Isabel de Castilla es la presencia de Gómez Manrique, en calidad de testigo, como firmante del Pacto de los Toros de Guisando (1468), mediante el cual se puso fin a la guerra civil y se reconoció a Isabel legítima heredera de Enrique IV. En enero de 1469, Gómez Manrique también fue uno de los enviados castellanos al llamado Acuerdo de Cervera, mediante el que Juan II de Aragón y su hijo, el príncipe Fernando, aceptaron las condiciones para que la boda se llevase a cabo. Poco tiempo después, comenzaron los preparativos secretos para que el príncipe Fernando viniese a Castilla para contraer matrimonio con Isabel. Gómez Manrique, acompañado de cien lanzas del conde de Treviño, su sobrino, recibió al futuro Fernando el Católico en Berlanga y le escoltó por territorio hostil hasta Dueñas. Ya en Valladolid, en diciembre del mismo año, nuestro caballero fue uno de los nobles castellanos que juraron fidelidad a los recién casados, lo que le valió para ver confirmada su posesión del señorío de Villazopeque. En el caso de Gómez Manrique, esta lealtad se mantuvo incluso después de que el arzobispo Carrillo pasara a las hostilidades contra Fernando e Isabel, a pesar de que el propio Gómez intentase convencerle de lo contrario en las negociaciones de Dueñas (1471). En 1473, confiando en la amistad que le unía con el arzobispo, aceptó su mediación en los problemas acontecidos entre sus dos sobrinos, el conde de Treviño y el conde de Haro, Pedro Fernández de Velasco.

No obstante, fue de las últimas ocasiones en que ambos personajes, don Gómez y el arzobispo Carrillo, parecieron seguir fomentando su antigua amistad. Al año siguiente, 1474, Manrique ya se había configurado como uno de los principales enviados del entonces Rey de Sicilia, Fernando, para proponer a los nobles castellanos una pacificación. Esta comisión profernandina estaba formada por Gómez Manrique, su hermano el conde de Paredes y Luis de Acuña, comendador de Mora. Definitivamente, la ruptura con Carrillo llegó en 1474, con la muerte del maestre de Santiago, Juan Pacheco, tras la que comenzaron las disputas por hacerse con tan codiciado puesto. Naturalmente, Gómez Manrique apoyó la candidatura de su hermano Rodrigo, conde de Paredes, que también fue el elegido por los freires de la orden; por contra, el arzobispo Carrillo fue el principal valedor del hijo del finado maestre, Diego López Pacheco, para esa misma dignidad.
Estos sucesos internos fueron interrumpidos en 1475 por la recientemente comenzada guerra contra Portugal. El monarca luso, Alfonso V, había invadido Castilla a los pocos meses de la muerte de Enrique IV (diciembre de 1474) y la consiguiente proclamación de Isabel la Católica, pues consideraba que su matrimonio con la hija del fallecido rey, la mal llamada Juana la Beltraneja, le otorgaba unos derechos al trono que no habían sido contemplados. Carrillo apoyó a Alfonso V y Juana, mientras que Gómez Manrique participó activamente en la defensa del proyecto de los Reyes Católicos. Además, su participación no pudo ser más sonora: el 20 de julio de 1475, Fernando de Aragón le designó como portavoz para entrar en Toro (ciudad ocupada por Alfonso V) y retar, en nombre del entonces Rey de Sicilia, al monarca luso a un combate singular, un duelo caballeresco en el que se dirimirían el trono castellano. Así pues, durante el citado año y el siguiente, Gómez Manrique se mantuvo fiel y leal a la causa de Isabel y Fernando, llegando a convertirse en el hombre de confianza en Castilla del príncipe aragonés.

La confianza en Gómez Manrique fue tal que en 1476 la reina Isabel tomó una decisión compleja: nombrarle corregidor de Toledo. Los sectores políticos de la Ciudad Imperial, siempre uno de los firmes baluartes de la monarquía, se encontraban bastante revueltos por culpa, naturalmente, de la excesiva influencia que el arzobispo Carrillo (decidido enemigo de los Reyes Católicos) tenía en los resortes de la ciudad. Era evidente que situar a su antiguo amigo como cabeza visible del poder regio podría mitigar las andanzas toledanas de Carrillo. Durante dos años, Manrique desempeñó su labor con relativa tranquilidad, hasta que en 1478 la ciudad sufrió un motín que enfrentó a los dos bandos, proisabelinos y prolusos, con motivo de las tropas que había requerido el arzobispo para combatir en Alcalá de Henares contra Fernando el Católico. Gómez Manrique demostró poseer tanta habilidad en la política como en la pluma, y llegó a un acuerdo con los rebeldes para conseguir que las tropas no saliesen de Toledo.

Ni que decir tiene que la muerte en 1482 del belicoso primado toledano apaciguó por completo los estertores de la guerra, tanto en Castilla como en Toledo. El gobierno de la ciudad del Tajo fue el principal cometido de Gómez Manrique, protegiéndola de las temidas revueltas contra judíos y conversos, así como engalanándola con varias obras públicas, como la reparación de algunos desperfectos en el puente de Alcántara y, sobre todo, con la reconstrucción y mejora de las Casas Consistoriales. Tradicionalmente, aunque sin demasiada fiabilidad, se ha atribuido a la talla poética del corregidor toledano la famosa inscripción presente en un muro del antiguo ayuntamiento toledano:

Nobles, discretos varones
que gobernáis a Toledo:
en aquestos escalones
desechad las aficiones,
codicias, amor y miedo.
Por los comunes provechos
dexad los particulares:
pues vos fizo Dios pilares
de tan riquísimos techos,
estad firmes y derechos
.

Desde 1482 sólo se tiene constancia de su intervención, en octubre de 1486, en ciertas rencillas acontecidas entre los Ayala toledanos, a propósito de ciertas herencias. Su testamento, otorgado en marzo de 1490, permite saber que para esa época ya se encontraba vencido por las dificultades de la edad, aunque todavía existe cierta sospecha de que vivía en enero de 1491. De su matrimonio con Juana de Mendoza (hija de Diego Hurtado de Mendoza, señor de Cañete y guarda mayor de Cuenca), nacieron tres vástagos. El primogénito, Luis Gómez Manrique, heredó de su padre el señorío de Villazopeque y se casó con Inés de Castilla, pero falleció prematuramente en 1487. La otra hija, María Manrique, abandonó el siglo para entrar en la vida religiosa, llegando a ser abadesa del monasterio de Calabazanos, y a ella está dedicada una de las obras teatrales más famosas de su padre. Una tercera hija, Catalina Manrique, se casó con un noble toledano, Diego García de Toledo, señor de Mejorada, Segurilla y Cervera. La nieta de Gómez Manrique, Ana Manrique, hija de Luis y de Inés de Castilla, acabó heredando todos los bienes de la familia.

La obra literaria de Gómez Manrique

Aparte de poemas conservados en colecciones diversas, formó un Cancionero con sus obras poéticas que dirigió al Conde de Benavente y que constituye una de las colecciones más extensas, variadas y perfectas de la poesía cancioneril del siglo XV. En él se incluyen composiciones lírico-amorosas; unas alegóricas Lamentaciones de amor y Batalla de amores, Plantos a la muerte del caballero Garcilaso de la Vega y del Marqués de Santillana; composiciones morales como las dos consolatorias por la muerte de sus hijos o las Coplas morales a Don Diego Arias, que influyeron en las coplas funerales de su sobrino Jorge Manrique; respuestas y preguntas a otros poetas, o una Contestación a las coplas contra las mujeres de Pere Torrellas. Su Regimiento de Príncipes, obra moral y didáctica dirigida a los príncipes de Castilla y de Aragón, es de gran importancia. Igualmente, para entender el desarrollo del primer teatro castellano son fundamentales sus dos momos, representado uno para celebrar el nacimiento de su sobrino y otro para el cumpleaños del infante don Alfonso, el hermano de la futura reina Isabel. Más importantes son la Representación del Nacimiento de Nuestro Señor y las Coplas fechas para la Semana Santa, esta última de condición dudosa por lo que a su condición teatral se refiere. La Representación, ligada al ciclo de la Navidad, fue representada en fecha imprecisa (sólo consta que es posterior a 1458) en el monasterio de clarisas de Calabazanos (Palencia), donde su hija María era vicaria. Gracias a las rúbricas de los dos cancioneros particulares que guardan la obra (en la Biblioteca Nacional de Madrid y en la Biblioteca de Palacio) sabemos mucho sobre cómo se representó la obra, para la que la comunidad de monjas hizo las veces de público al mismo tiempo que participó activamente en un canto final para acallar el llanto del Niño Jesús.

En esta pieza se superponen dos motivos al principal, la epifanía: las dudas de José sobre el embarazo de la Virgen y la futura Pasión de su Hijo. Es obra de un subido lirismo.

Bibliografía

  • MANRIQUE, G. Cancionero. (Ed. A. Paz y Melia, Madrid, 1885-1886, 2 vols.)

  • CAUNEDO DEL POTRO, B. "Un inventario de bienes de Gómez Manrique" (en Estudios de Historia Medieval en homenaje a Luis Suárez Fernández, Valladolid, 1991, pp. 95-114).

  • PALENCIA, A. DE. Crónica de Enrique IV. (Madrid, 1976-1977, 3 vols.)

  • PALENCIA FLORES, C. El poeta Gómez Manrique, corregidor de Toledo. (Toledo, 1943).

  • SALAZAR DE MENDOZA, P. Origen de las dignidades seglares y eclesiásticas de Castilla y León. Madrid, 1881.

  • SCHOLBERG, K. R. Introducción a la poesía de Gómez Manrique. (Madison-Wisconsin, 1984).

Autor

  • Óscar Perea RodríguezÁngel Gómez Moreno