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ReligiónBiografía

Malagrida, Gabriel (1689-1761).

Sacerdote Jesuita italiano, misionero en Brasil, nacido en 1689 en Menaggio (Italia), y muerto el 21 de septiembre de 1761 en Lisboa. Destacó como predicador, como sacerdote correcto y entregado a su ministerio y como hombre de grandes penitencias.

Ingresó en la orden jesuita en Génova, en 1711, viajó a Brasil en 1721, donde durante 28 años dedicó su vida a la evangelización de los nativos y los más necesitados. En 1749 fue enviado a Lisboa, donde lo recibió con grandes honores el anciano rey Juan V. Regresado a Brasil en 1751, fue requerido de nuevo en Lisboa dos años más tarde por la reina viuda Mariana de Austria, madre de José, que sucedió en el trono a su padre Juan V. La gran influencia que el padre Malagrida ejercía en la Corte de Lisboa, era una espina para Sebastião José de Carvalho, Marqués de Pombal, primer ministro del rey José I. A base de intrigas y calumnias, Pombal logró que el rey José I desterrara a Malagrida a Setubal en septiembre de 1756, y que echara a todos los jesuitas fuera de la Corte, e incluso de las posesiones portuguesas. El mismo Pombal se ocupó de atribuir a Malagrida y otros jesuitas un atentado que sufrió el rey cuando volvía a palacio una noche de fiesta. Aunque no había pruebas contra él, Malagrida fue declarado culpable de alta traición. Pero, siendo sacerdote, no podía ser ejecutado sin el consentimiento de la Inquisición. Por tanto, Pombal se ocupó cambiar los oficiales de la Inquisición, amigos de Malagrida, por otros amigos suyos, que no dudaron en condenar al jesuita a morir en la hoguera por hereje. Se basaban para esa acusación en unos escritos que supuestamente habría redactado en sus dos años y medio de terrible encarcelamiento: Vida heroica y admirable de la gloriosa Santa Ana y De la vida y el imperio del Anticristo. No obstante, la hoguera acabó con su vida en plena plaza pública, el 21 de septiembre de 1761. Ante el pueblo sencillo, murió en olor de santidad, subiendo con entereza las gradas del cadalso y perdonando a sus verdugos. Hasta los enemigos de los jesuitas, estaban convencidos de que Malagrida no fue culpable de traición alguna. En su honores levantó, en 1887, un monumento en la iglesia parroquial de Menaggio.

Autor

  • Cipriano Camarero Gil