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LiteraturaBiografía

Lindgren, Astrid (1907-2002).

Narradora sueca, nacida en Vimmerby (en el condado de Kalmar, dentro de la región histórica de Småland) el 14 de noviembre de 1907, y fallecida en Dalagaoan (Estocolmo) el 28 de enero de 2002. Aunque su verdadero nombre era el de Astrid Anne Emilia Ericsson, firmó sus obras con el pseudónimo literario de "Astrid Lindgren". Autora de una lúcida, brillante y renovadora producción cuentística y novelística que se adentra con inusitado vigor en el complejo género de la literatura infantil para liberarlo de sus seculares tópicos moralizantes, es universalmente conocida por la creación de uno de los personajes más joviales, irrespetuosos y transgresores de la narrativa destinada a los jóvenes lectores: la niña Pippi Laangstrump (conocida en las versiones castellanas como "Pippi Calzaslargas"). Candidata en varias ocasiones al Premio Nobel de Literatura -galardón que nunca llegó a recibir-, la Academia Sueca reconoció, empero, el valor de su obra con la siguiente afirmación: "Si los niños del mundo tuvieran su propia república, Astrid Lindgren sería su figura de culto".

Escritora aparentemente tardía, su nombre no circuló por los mentideros literarios de su Suecia natal hasta mediados de la década de los cuarenta, cuando, ya con treinta y ocho años de edad, consiguió que un editor publicase su primera historia sobre esa niña rebelde que escandalizó a no pocos críticos y lectores habituales del género infantil y juvenil. Pero ya desde su niñez había sentido una acusada inclinación hacia el cultivo de la literatura, pronto alimentada por los amenos y variados relatos tradicionales que escuchaba en la cocina de la granja en la que se crió, situada en esa boscosa y pantanosa región del sur de Suecia donde -según manifestó más tarde la propia autora- los niños vivían una infancia feliz en plena comunión con la naturaleza y sus ciclos, pescando en otoño, patinando en invierno sobre las superficies heladas de ríos y lagos, y jugando incansablemente por los bosques en primavera y verano.

Volcada por aquellos primeros compases de su vida en esos juegos y en su referida afición a los relatos, la pequeña Astrid sorprendió gratamente a sus profesores por la encendida y chispeante imaginación de que hacía gala en sus redacciones escolares, por lo que pronto adquirió un modesto prestigio literario en su entorno local y consiguió, incluso, publicar alguna de sus narraciones primerizas en el periódico de su villa natal. Pero, otras obligaciones de la vida pronto la forzaron a no tomarse demasiado en serio esta capacidad literaria. Esto se puso especialmente de manifiesto cuando, a los dieciocho años de edad, decidió establecerse por su cuenta en la gran ciudad de Estocolmo, donde le fue preciso buscar cualquier empleo que le permitiera subsistir en su nueva residencia. Fue así como entró a trabajar en una oficina y se olvidó casi por completo de sus aficiones narrativas, acuciada por otras preocupaciones como la de sacar adelante a la hija que tuvo sin haber contraído matrimonio.

Pero las casualidades de la vida quisieron que esas obligaciones maternales que en un principio la habían apartado de la creación literaria fueran, precisamente, las encargadas de devolver a Astrid Lindgren a dicha actividad artística, ya que a raíz de una larga enfermedad de su hija se vio impelida a inventar numerosas historias para entretener a la pequeña y aliviar su tediosa convalecencia. Surgió, pues, desde los más puros orígenes del relato tradicional (la oralidad y el deseo de entretener a una audiencia) la figura -pronto universal- de Pippi Laangstrump, una niña de nueve años (la edad que, a la sazón, contaba la propia hija de la escritora) que, en su radical ejercicio de la libertad, desprecia continuamente el mundo de los adultos y pone de manifiesto las penosas contradicciones que lo configuran. La niña hace gala en todo momento de una desbordada fantasía que le permite combatir, desde su rico y mágico ámbito imaginario, las patéticas asechanzas de unos personajes grotescos empecinados en someterla a las normas sociales y controlar su avasallador potencial inventivo (reforzado, además, por los poderos sobrenaturales que Pippi posee, entre los que destaca su fuerza sobrehumana). Ya desde su atrevido y libérrimo aspecto externo, en el que asombran por igual sus largas trenzas pelirrojas como su colorida y desastrada indumentaria. Pippi lleva medias rotas que le suben hasta más allá de las rodillas y unos descomunales zapatones de hombre. Además la niña anuncia a quienes le rodean que el hecho de vivir sin padres la faculta para cumplir a su antojo con las obligaciones cotidianas que afectan al resto de los niños de su edad (como acostarse temprano o comerse los platos que no les gustan), pero también -y esto es lo que mayor escándalo causó entre los primeros lectores de sus aventuras- para saltarse a la torera otros deberes de mayor relevancia que, hasta entonces, jamás habían puesto en solfa ninguno de los autores más transgresores de la literatura infantil: como, v. gr., asistir a la escuela, actividad que rechaza expresamente la poderosa e imaginativa niña, llamando la atención sobre los métodos caducos y trasnochados de la enseñanza tradicional y, desde su jovial inconsciencia, reivindicando de paso el derecho de los menores a ser tratados con absoluto respeto hacia su individualidad.

No es de extrañar que las vivencias incontroladas y las opiniones radicales de esta pequeña huérfana de madre que vive con sus inseparables mascotas -el mono Sr. Nilson y el caballo Pequeño Tío- en una inmensa propiedad (y que, para aumentar aún más su libertad de acción, es inmensamente rica), causaran la indignación de los sectores más conservadores de la sociedad sueca de mediados del siglo XX. Éstos vieron en los libros de Pippi Calzaslargas -y, sobre todo, en el éxito inmediato que cosecharon entre los jóvenes lectores- una seria amenaza contra las instituciones más consolidadas (v. gr., la escuela), contra la autoridad de los padres (y, en general, de los adultos) y, en definitiva, contra la conducta moral que tradicionalmente se venía inculcando en los niños. Pero el favor universal otorgado por el público infantil y juvenil de todo el mundo a las aventuras de esta rebelde y poderosa niña pudo más que estas severas críticas, por lo que la autora sueca fue añadiendo a su primera entrega (Pippi Calzaslargas, 1945) otras muchos relatos que tenían a la pequeña heroína como protagonista. Así, llegó a completar un ciclo sobre Pippi Laangstrump integrado, a la postre, por más de treinta títulos, del que en total se han vendido en todo el mundo más de ciento veinte millones de ejemplares. Algunos de los títulos más relevantes de esta serie son Pippi en alta mar; Pippi en los mares del Sur; Pippi, la niña más fuerte del mundo; Pippi lo soluciona todo; Pippi no quiere crecer; Pippi organiza una fiesta; Pippi se instala; Pippi se embarca y Una aventura de Pippi.

En España, la primera editorial que presentó en lengua castellana las andanzas de la alegre, irrespetuosa y bondadosa Pippi Calzaslargas fue Juventud, sello que posteriormente difundió por la Península Ibérica otras narraciones infantiles de Astrid Lindgren, en las que la autora rebajó considerablemente su mensaje transgresor sin renunciar por ello al ideal que reguló siempre su relación con el mundo de la infancia: ofrecer, por parte de los adultos, una formación desprovista de represiones innecesarias. Entre estas otras narraciones infantiles y juveniles de la autora sueca, destaca también el ciclo inaugurado por Las aventuras de Miguel el travieso, en donde presentó a otro de sus personajes mundialmente famosos: el pequeño que da título en la obra, tan alegre y activo como su precursora Pippi, pero mucho menos subversivo. Según declaró luego la propia escritora, el personaje literario de este revoltoso muchacho -cuyas peripecias se desarrollan en la apacible Suecia rural de comienzos del siglo XX- estaba inspirado en la figura real y los recuerdos de infancia de su progenitor, Samuel Augusto. La serie comprende otras entregas como Nuevas aventuras de Miguel el travieso y Otra vez Miguel.

Mayor ternura y menos osadía que Miguel (y no digamos que Pippi) exhibe otra afortunada creación literaria de Astrid Lindgren, la cariñosa niña Lisa, que protagoniza otra exitosa serie de narraciones de la autora sueca: la trilogía Los niños de Bullerbyn. Otras obras suyas son El As de los detectives (1946) -una intriga policíaca para menores-; Kati en París (1953) -donde la audaz escritora sueca vuelve a zafarse de cualquier tentación moralizante, para añadir después nuevos títulos de la misma serie, como Kati en América y Kati en Italia-; Mío, pequeño Mío (1954); Vic el victorioso (1955); Rasmus y el vagabundo (1956); Zozo el Tornado (1963); Los hermanos Corazón de León (1973) -donde Astrid Lindgren se atreve a afrontar el doloroso tema de la muerte, un asunto que suele ser evitado por la narrativa infantil y juvenil-; y Ronja, la hija del bandolero (1984), -en la que aborda también los temas de la severidad y la tolerancia, junto a los eternos problemas de la felicidad y la tristeza, el amor y la muerte, la guerra y la paz y, sobre todo, la necesidad de crear un porvenir mejor-.

En líneas generales, la narrativa infantil y juvenil de Astrid Lindgren presenta, desde la primera y sonada irrupción de Pippi Calzaslargas, una constante asociación de dos universos opuestos (el cotidiano y real, frente al onírico y fantástico) que, desde las originales perspectivas de sus personajes mejor perfilados, suelen aparecen confundidos entre sí, ya sea por el procedimiento de transformar la vida rutinaria en una inacabable y apasionada aventura (como hace de continuo la pecosa y anárquica dueña del "Sr. Nilson" y "Pequeño Tío"), ya por el método de situar desde el principio al lector en un mundo mítico en el que la permanente sucesión de acontecimientos fantásticos va creando una especie de mágica cotidianidad.

Traducidas a más de setenta idiomas, las obras de Astrid Lindgren no sólo han cautivado a los lectores de todas las edades en numerosos países del mundo, sino también a una multitudinaria legión de espectadores que han podido seguir las peripecias de sus personajes a través de las versiones realizadas para el cine y la pequeña pantalla. El director británico Ken Annakinestrenó, a finales de los años ochenta, la película titulada The New Adventures of Pippi Longstockins (Las nuevas aventuras de Pippi Calzaslargas, 1988), basada en la obra de la escritora sueca. Pero la fama y el reconocimiento mundial ya habían recaído sobre Astrid Lindgren unos años antes, a raíz del estreno de la aplaudida serie de televisión que alcanzó las máximas cuotas de audiencia en diferentes países de todo el mundo. Entre ellos destaca España, donde las aventuras de Pippi fueron tan celebradas que llegaron a propiciar la invitación de Astrid Lindgren a Barcelona, para que celebrase allí diferente encuentros con los numerosos lectores y espectadores de sus historias.

Astrid Lindgren escribió también obras de teatro y libros de poesía, aunque en ninguno de estos géneros alcanzó los éxitos de crítica y público logrados con sus más de setenta narraciones, entre las que todavía se pueden citar -además de los títulos mencionados en parágrafos anteriores- Kalsson del tejado; Superdetective Blomkvist; ¡Mira, Madita, está nevando! -parte de otro ciclo narrativo en el que también figuran Madita y Madita y Lisabet-; El tótem; Vacaciones en Saltkrakan; ¡Vaya alboroto!; Yo también quiero ir a la escuela; y Yo también quiero tener hermanos. Especial interés reviste, asimismo, su libro de memorias titulado Mi mundo perdido (editado en España en 1991), donde ofrece numerosos detalles sobre su infancia y, en particular, sobre el descubrimiento de su pasión por la literatura ("¡Pensar que en la vida hay una época en la que se lee con tanta pasión y entrega! [...] ¡Ay, Huck Finn! Quizá sea mi lento viaje Mississippi abajo, en la balsa perteneciente a Huckleberry Finn, lo que recuerdo con mayor intensidad").

Respecto a la fama que Astrid Lindgren llegó a gozar dentro y fuera de las fronteras suecas, cabe empezar por recordar que, aunque nunca llegó a ser galardonada con ese Premio Nobel para el que estuvo nominada en varias ocasiones (tal vez por su consagración a un género tenido por menor entre la crítica más tradicionalista), si obtuvo, en cambio, en 1980 el denominado "Nobel Alternativo". Este premio es un prestigioso galardón creado por el filántropo Jacob von Uesxkull que, en la figura y la obra de la autora sueca, vino a reconocer su valiente "defensa del derecho de los niños a ser educados con amor y respeto hacia su individualidad", así como su firme compromiso con otros valores universales como la justicia y la protección de los espacios naturales. Sus compatriotas, que la habían incluido entre las grandes celebridades de las letras suecas contemporáneas, crearon en 1989 un bello parque temático basado en los personajes y las aventuras inventados por la autora de Vimmerby, y ocho años después pusieron el nombre de Astrid Lindgren a un hospital infantil de Estocolmo. Ante estas muestras de afecto a su persona y agradecimiento a su obra, no es de extrañar que la muerte de la creadora de Pippi Calzaslargas, sobrevenida cuando sólo le faltaba un lustro para alcanzar los cien años de edad, causara una auténtica conmoción en el país escandinavo. Así, la puerta de la casa en que vivía se llenó de flores y velas que lamentaban su desaparición, y el propio rey Carlos Gustavo de Suecia, seguido del primer ministro Göran Persson, hicieron públicos sus respectivos testimonios de duelo.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.