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HistoriaPolíticaBiografía

Lavalle, Juan Galo (1797-1841).

General argentino, héroe de la guerra de la independencia y caudillo antifederalista, nacido en Buenos Aires en 1797 y muerto en Jujuy en 1841.

Perteneciente a una familia de la aristocracia porteña, fue miembro del cuerpo de granaderos a caballo del general José de San Martín y, al mando de éste, se distinguió en las campañas independentistas de Chile y Perú. Destacó especialmente en la dirección de los combates de Ituzaingó, Chacabuco y Maipó. Luchó en la guerra contra el Imperio brasileño a las órdenes del general Alvear y, tras el fin de la contienda en 1828, fue aclamado caudillo del partido unitario argentino, que se oponía al gobernador federalista Manuel Dorrego.

Lavalle asumió el partido de los unitarios por considerar que éstos eran depositarios de los ideales defendidos durante la guerra de la independencia. Recibió el apoyo del ejército, que se oponía a la paz firmada por Dorrego con Brasil, por ver en ella una traición hacia su lucha patriótica. Lavalle marchó sobre Buenos Aires y el 9 de diciembre de 1828, en Navarro, se enfrentó a las fuerzas de Dorrego, a las que derrotó sin paliativos. El general Juan Manuel de Rosas pudo huir, disfrazado, para unirse a las tropas federalistas de Estanislao López en Santa Fe. Dorrego, en cambio, fue apresado y entregado a Lavalle. Éste fue designado gobernador provisional de Buenos Aires merced a una fraudulenta elección popular. Negoció con los diversos sectores del bando unitario la suerte que habría de correr Dorrego y, pese a la opinión en contra de buena parte de sus asesores políticos, lo condenó finalmente a muerte, con la aquiescencia de los militares, quienes creían que su desaparición acabaría con el federalismo. Dorrego fue fusilado sin juicio previo y Lavalle, comprendiendo la gravedad del hecho, declaró que "la historia juzgaría la sensatez de su decisión".

Tras la muerte del líder federalista, la situación se deterioró rápidamente en Buenos Aires. Los federales continuaron luchando, con Rosas y López al frente, mientras la popularidad de Lavalle caída en picado por la grave crisis económica que sufría el país. Por otra parte, Lavalle demostró una actitud autoritaria, agravada por su falta de experiencia y de visión política. En febrero de 1829 el general San Martín regresó a Buenos Aires después de un largo exilio voluntario, y ello pareció auspiciar una mejora en la situación de Lavalle, que se apresuró a entrevistarse con el héroe nacional para pedirle que asumiera el gobierno de la nación. San Martín recibió también la visita de los representantes federalistas, la mayoría de los cuales, al igual que Lavalle, habían servido bajo sus órdenes en las campañas de los Andes. Tras sopesar la situación, San Martín comprendió que ésta sólo podía degenerar en una guerra civil con la que no estaba dispuesto a colaborar y partió de nuevo hacia Europa, sin otorgar su aprobación a Lavalle.

Éste tuvo que hacer frente a una nueva ofensiva de las provincias. Ante el avance de las tropas aliadas de Rosas y López, Lavalle trató de reunirse con el ejército al mando del general Paz en Córdoba, sin conseguirlo. Su segundo comandante, Federico Rauch, fue derrotado y muerto por los federalistas en Vizcacheras, y, el 26 de abril de 1829, el propio Lavalle sufrió una derrota definitiva en Puente de Márquez, junto a Buenos Aires.

Después de su fracaso, Lavalle intentó atraerse la alianza de Rosas para alcanzar un acuerdo que pusiera fin a la guerra. El 24 de junio ambos generales firmaron el pacto de Cañuelas para restablecer el gobierno civil. A este acuerdo siguió la celebración de elecciones (26 de julio). Pero los comicios estuvieron marcados por el fraude y la violencia, lo que indujo a Rosas a amenazar con tomar de nuevo las armas. Lavalle tuvo que declarar nulos los resultados de las elecciones y, el 24 de agosto, selló un nuevo pacto con Rosas, por el que Juan José Viamonte fue designado gobernador provisional con poderes extraordinarios.

Tras estos acontecimientos, Lavalle decidió abandonar la palestra política. Sin embargo, su seguridad peligraba en Buenos Aires, debido a la agitación federalista alentada contra él por el asesinato de Dorrego, que todas las provincias (excepto Salta y Tucumán) habían considerado un acto de alta traición. Acosado desde todos los frentes, Lavalle decidió abandonar Argentina y se refugió en Montevideo (Uruguay). Pero en 1839 fue de nuevo requerido por los unitarios para acaudillar la oposición contra el régimen dictatorial del general Rosas. Los unitarios de Montevideo le pidieron que dirigiera sus fuerzas en una operación conjunta con las tropas francesas que mantenían bloqueado el puerto de Buenos Aires y con los partidarios de Fructuoso Rivera, líder de la oposición al dictador uruguayo Manuel Oribe, aliado de Rosas. Aunque en principio Lavalle abrigó dudas acerca de la conveniencia de unirse a fuerzas extranjeras contra sus compatriotas, finalmente decidió aceptar la propuesta y se consideró a sí mismo el libertador del pueblo frente a la tiranía de Rosas.

En agosto de 1839 abandonó Uruguay al frente de un ejército numeroso. Pero, durante los dos años siguientes, Lavalle cosechó derrota tras derrota. Su principal aliado, Fructuoso Rivera, alcanzó la presidencia de Uruguay, pero se vio maniatado para prestar la ayuda que había prometido a Lavalle. Mientras tanto, Oribe, que había pasado a dirigir el ejército de Rosas, ganaba continuamente terreno a los unitarios. La sublevación antirrosista de la provincia de Buenos Aires fue aplastada en la batalla de Chascomús. La misma suerte corrieron los insurrectos de la provincia de Corrientes. Al mismo tiempo, Francia retiró progresivamente su ayuda militar a los unitarios, al entrar en negociaciones de paz con Rosas. La situación de Lavalle se agravaba, pues, rápidamente. Desde la isla de Martín García marchó a Entre Ríos y después a Corrientes, donde obtuvo algunas victorias poco importantes. Desde allí decidió cruzar con el grueso de su ejército el río Paraná, mientras todavía disponía de barcos franceses. Penetró en la provincia de Buenos Aires, pero, considerando que la situación no era propicia para atacar la capital, se replegó hacia Santa Fe.

El 29 de octubre de 1840 el tratado Arana-Mackau puso fin a la intervención francesa en Argentina. Rosas intentó entonces llegar a un acuerdo con Lavalle, pero éste se negó a aceptar sus condiciones. El 28 de noviembre de 1840, el general Oribe, al frente de un ejército de 10.000 hombres, infligió una derrota total a las quebrantadas tropas de Lavalle en Quebracho Herrado (Córdoba). Aunque carecía casi de todo apoyo, Lavalle intentó todavía una última acción desesperada y se dirigió al oeste para unirse a la Coalición del Norte. Su plan era dividir sus fuerzas para practicar una guerra de hostigamiento contra los rosistas, que le permitiera retomar la iniciativa bélica. Pero sus tropas sufrieron continuas derrotas. El 19 de septiembre de 1841, en Famaillá (Tucumán), su ejército fue masacrado por el de Oribe. Mientras trataba de alcanzar la frontera boliviana junto a un puñado de partidarios, Lavalle resultó muerto en un encuentro fortuito con una patrulla de federales en la población andina de Jujuy. Sus compañeros consiguieron sacar secretamente su cadáver de Argentina. Fue enterrado en Potosí (Bolivia) y en 1858 devuelto a Buenos Aires.

Bibliografía

  • WRIGHT, I.S. y NECKHOLM, L.P. Diccionario histórico argentino. Buenos Aires, 1990.

Autor

  • Victoria Horrillo Ledesma