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LiteraturaBiografía

Kipling, Joseph Rudyard (1865-1936).

Poeta y narrador británico nacido en Bombay (India) el 30 de diciembre de 1865 y fallecido en Londres el 18 de enero de 1936. Autor de una interesante producción poética en la que exalta la libertad individual y la capacidad creativa del ser humano, es fundamentalmente recordado en la actualidad por sus espléndidas prosas de ficción, en las que indaga en las complejas relaciones entre el individuo y la sociedad, y postula la necesidad de otorgar primacía a unas leyes morales que controlen los impulsos primarios del hombre. Fiel defensor, a lo largo de toda su obra, del colonialismo británico (desde la perspectiva pseudodarwiniana de que es necesario -e, incluso, obligatorio- extender la cultura de una nación "superior" a otros pueblos "inferiores" o más atrasados), fue el primer ciudadano de dicha nacionalidad que recibió el Premio Nobel de Literatura, que le fue entregado por la Academia Sueca en 1907 "en reconocimiento de la capacidad de observación, originalidad imaginativa, virilidad de ideas y memorable talento para la narración que caracteriza toda la producción literaria de este autor mundialmente conocido".

Vida

Nacido en el seno de una familia en la que se respiraba una densa atmósfera artística e intelectual -su padre, el pintor John Lockwood Kipling, era un especialista en artesanía india que ejercía como director de la escuela artística de Lahore, cuyo Museo pronto pasó a dirigir-, recibió desde niño una esmerada formación escolar, iniciada en Southsea (Inglaterra), adonde el pequeño Joseph Rudyard fue enviado con tan sólo seis años de edad (1871). Durante este período de su infancia, el futuro escritor se alojó en casa de una pariente de avanzada edad, aislado en una densa soledad que le dejó un turbio recuerdo, como después se encargó de reflejar en un célebre relato titulado "Baa, baa, black seep" ("Bee, bee, oveja negra"), recogido en el volumen de cuentos Wee Willie Winkie... (1888); en esta narración breve, Kipling satirizó algunos aspectos de la vida escolar, pero mostró su admiración por la tradición educativa británica. Este respeto por las severas normas de conducta de los internados ingleses volvió a queda manifiesto en los relatos de su colección titulada Stalky & Co. (Stalky y compañía, 1899), en los que Kipling rememoró su paso, ya en plena pubertad (1878-1881), por el United Services College de Westward Ho (sito en el condado de Devonshire), una institución académica para hijos de militares y funcionarios al servicio de la Corona británica, en donde el rigor y la aspereza de los maestros pretendían inculcar en los educandos los rígidos principios de la moral victoriana.

Al margen de la experiencia personal (que el escritor británico recordó con agrado en su edad adulta, a pesar de la severidad y la soledad que le envolvieron), Joseph Rudyard Kipling mostró en esta etapa de su formación unas excedentes dotes para el estudio, pronto orientadas hacia el conocimiento de las disciplinas humanísticas. En 1882, cuando aún no había cumplido los diecisiete años de edad, regresó a Lahore en calidad de subdirector de Civil and Military Gazetta, publicación en la que ya era conocido por su precocidad literaria, plasmada en unos poemas primerizos que habían visto la luz en territorio inglés bajo el título de Schoolboy Lyrica (Lírica de un escolar). Pero fue su retorno a la India lo que le impulsó definitivamente hacia la creación literaria, después de haber vuelto a experimentar las relaciones entre los occidentales y la población indígena, de haberse reafirmado en su idea positiva acerca de la "función civilizadora" del pueblo británico, y de haber vuelto a tomar conciencia histórica de la riqueza cultural de su lugar de origen (pero no desde la perspectiva exótica y colorista del visitante eventual, sino como parte integrante de esa tradición milenaria a la que, a pesar de su nacionalidad británica, pertenecía desde el mismo instante de su nacimiento). Estas ideas, que habrían de constituir el principal núcleo temático de su producción literaria, comenzaron a manifestarse en los poemas de Departrnental Ditties (Cantinelas departamentales, 1886), su primer libro significativo, compuesto por una serie de vigorosos apuntes que, al tiempo que reflejaban entre burlas y veras la forma de vida cotidiana que el joven Kipling descubría a su alrededor, mostraban su admiración por los logros sociales y culturales impuestos por la dominación británica.

Idéntico valor anecdótico e ideológico presentaban sus dos siguientes publicaciones, sendas recopilaciones de relatos que, publicadas bajo los títulos de Soldiers Three (Tres soldados, 1887) y Plain Tales from the Hills (Cuentos sencillos de las colinas, 1887), le otorgaron ya un merecido prestigio literario, basado sobre todo en su singular capacidad para la descripción de costumbres, anécdotas, paisajes y figuras humanas. Inmerso, ya por aquel entonces, en una febril dinámica creativa, tras siete años trabajando como periodista en la India regresó a Inglaterra y se afincó en Londres, donde empezó a adquirir popularidad por su novela semi-autobiográfica The Light that Failed (La luz que se extingue, de 1890, también traducida al castellano bajo el epígrafe de En tinieblas), su volumen de relatos Life's Handicap (Obstáculos de la vida, 1891), y, sobre todo, por su poemario titulado Barrack-Room Ballads (Baladas de sala de cuartel, 1892), una espléndida colección de textos líricos que constituyeron una radical novedad dentro de la poesía inglesa del momento, pues hasta entonces nadie se había inspirado en el ejército nacional para entonar un canto a la libertad.

Con poco más de veinticinco años de edad, Joseph Rudyard Kipling se había convertido en uno de los autores favoritos de los lectores de la Inglaterra victoriana, con la consiguiente preocupación por parte de una crítica elitista que no veía con buenos ojos la excesiva franqueza de sus versos ni el alarde de virilidad patriótica desplegado en todos sus escritos. Plenamente integrado en los principales foros y cenáculos literarios londinenses, en 1892 colaboró en la redacción de la novela The Naulahka con el escritor y editor estadounidense C. W. Balestier, con cuya hermana Caroline contrajo nupcias en el transcurso de aquel mismo año. Tras emprender un largo recorrido por las más remotas tierras del mundo, el matrimonio se afincó en una propiedad de la familia Balestier en el estado norteamericano de Vermont, en donde Kipling continuó desplegando una infatigable actividad creativa que le llevó a escribir algunas de sus obras maestras, como las colecciones de relatos Many Inventions (Invenciones varias, 1893) y The Day's Work (El trabajo cotidiano, 1898) -que le consagraron como un auténtico especialista en el cultivo de la narrativa breve-, el poemario The Seven Seas (Los siete mares, 1896) -que introdujo otra innovación temática en la poesía inglesa de su tiempo: la exaltación del maquinismo y los avances tecnológicos-; y las narraciones extensas The jungle book (El libro de la selva, 1894) y The second jungle book (1895).

En 1896, una absurda disputa mantenida con su cuñado incrementó la impopularidad de los Kipling en el estado de Vermont, por lo que el matrimonio abandonó los Estados Unidos de América para volver a fijar su residencia en Londres. Tras la aparición de la exitosa novela de aventuras Captains courageous (Capitanes intrépidos, 1897) y de la ya mencionada recopilación de relatos Stalky & Co. (Stalky y compañía, 1899), Kipling y su familia intentaron instalarse de nuevo en Norteamérica, en busca de un clima más favorable para reponerse de la grave dolencia pulmonar que se le había declarado al escritor. Pero esta segunda visita a los Estados Unidos tuvo fatales consecuencias para la familia, ya que, aunque Kipling se repuso satisfactoriamente de su enfermedad, perdió allí a su amada hija, víctima del mismo mal (la pulmonía) del que él venía huyendo.

Había, entretanto, establecido relaciones de amistad y complicidad ideológica con algunos políticos conservadores como el futuro presidente estadounidense Theodore Roosevet, quien admiraba su vehemente defensa del imperialismo occidental, plasmada por aquellos años en dos odas de declarada inspiración político-ideológica: "Recessional" (1897), que festejaba el sexagésimo aniversario de la reina Victoria, y "The White Man's Burden" ("La carga del hombre blanco", 1899), en la que Kipling, ya asumida su condición pública de "Profeta del Imperialismo", instaba a los Estados Unidos a emprender misiones de ayuda y fomento del desarrollo en los países subdesarrollados.

A comienzos del nuevo siglo, Kipling dio a la imprenta la que tal vez sea su mejor novela, Kim (1901), en la que abordaba con excelente pulso narrativo el conflicto entre los valores religiosos de las antiguas culturas asiáticas y el racionalismo occidental. Un año después, Kipling adquirió una casa rural en una remota aldea del antiguo reino sajón de Sussex, y se estableció allí con la intención de consagrarse únicamente a la escritura, mientras relegaba en su esposa la gestión de todos sus papeles (labor ciertamente ardua, habida cuenta de los substanciosos beneficios que venía obteniendo, desde hacía varios años, de la venta masiva de sus obras). El empresario y colonizador británico Cecil John Rhodes, defensor entusiasta de un imperialismo de claro sesgo racista, mantuvo en sus últimos años de existencia una sólida amistad con Kipling, a quien regaló una casa en Sudáfrica en la que el escritor pasó largas temporadas invernales.

El mismo año en que fijó su residencia en la aldea de Sussex, Kipling sorprendió gratamente a críticos y lectores con las prosas breves y fantasiosas de Just so stories (Precisamente así, 1902) -un lírico homenaje, no exento de cierto sarcasmo, al paraíso perdido de la infancia-, y continuó luego cultivando con ventajosa madurez la narrativa breve, género al que aportó otros títulos tan brillantes como Traffics and Discoveries (Circulación y descubrimientos, 1904), Puck in Pook's hill (Puck de la colina de Pook, 1906) -notable incursión en los temas y ambientes de la tradición medieval-, Actions and Reactions (Acciones y reacciones, 1909), Rewarsd and Fairies (Recompensas y hadas, 1910) -continuación de Puck in Pook's hill- Debits and Credits (Deudas y créditos, 1926), y Limits and Renewals (Límites y renovaciones, 1932). Voluntariamente alejado del bullicio editorial londinense, vivió con holgura del producto de la venta de sus libros, tanto más difundidos por todo el mundo cuanto mayor era -paradójicamente- el aislamiento intelectual de su autor, escasamente apreciado en los círculos culturales progresistas de Europa y América. Continuó manteniendo algunos contactos -aunque cada vez más espaciados, pues era evidente su desencanto de la vida pública- con políticos conservadores partidarios, como él, del dominio imperialista; pero, feliz y acomodado en su refugio, rechazó sistemáticamente todos los honores y homenajes a los que era convocado, hasta que la decisión de la Academia Sueca de otorgarle el Premio Nobel -muy criticada por la intelectualidad progresista de todo el mundo- le forzó a salir de su retiro rural durante un breve período de tiempo.

El estallido de la Primera Guerra Mundial vino a sacarle, en parte, de este aislamiento, pero por circunstancias dramáticas, pues en ella perdió a uno de sus hijos. En 1915, la dirección del prestigioso rotativo norteamericano Los Angeles Times, consciente del interés que despertaban las noticias de una guerra que, por aquel entonces, parecía sólo una contienda europea ajena a los intereses estadounidenses, consiguió contratar a Kipling como corresponsal encargado de informar a los americanos del conflicto en el Viejo Continente. Esta fue una de las últimas reapariciones de Kipling en el panorama social y cultural de su tiempo, pues, al término de la guerra, las nuevas tendencias vanguardistas que se difundieron velozmente por Europa y parte de América pusieron énfasis en el desfase estético e ideológico de su producción literaria (que, pese a ello, seguía gozando del favor popular). Totalmente alejado de los derroteros artísticos e intelectuales que triunfaron en las décadas de los años veinte y treinta, perdió la vida en Londres a comienzos de 1936, mientras se hallaba redactando unas memorias que pensaba dar a la imprenta bajo el título de Algo de mí mismo (y que, inconclusas, permanecieron inéditas hasta finales del siglo XX). Cinco años después, el genial poeta y crítico anglo-americano Thomas Stearns Eliot reivindicó, ante el asombro de críticos, lectores y editores, los indudables aciertos de su producción poética, cuando ya desde 1937, merced a la primera versión cinematográfica de una de sus obras -Capitanes intrépidos, rodada por el cineasta estadounidense Victor Fleming-, su prosa de ficción volvía al recobrar el enorme predicamento de que había gozado antes de la irrupción de las vanguardias.

Obra

Poesía

La producción poética de Rudyard Kipling, de gran popularidad entre los lectores anglo-parlantes hasta después de la Primera Guerra Mundial, alcanzó su primer gran éxito notable a raíz de la aparición de Barrack-Room Balads (Baladas de sala de cuartel, 1892), una colección de composiciones líricas en las que, por vez primera en la poesía británica, se pretendía indagar en el sentido ético y político del dominio inglés en la India, al paso que se intentaba enfocar esta presencia colonial desde una perspectiva abierta hacia la libertad, la creatividad y el desarrollo humano. Otros poemarios de Kipling siguieron cautivando a los lectores ingleses hasta que los nuevos gustos literarios impuestos por las innovaciones rupturistas de la Vanguardia arrumbaron una poesía ya ciertamente desfasada; pero, a comienzos de los años cuarenta, el celo crítico del ya mencionado T. S. Eliot "redescubrió" al poeta nacido en Bombay y reivindicó los indudables logros estéticos alcanzados por algunos cancioneros suyos como The seven seas (Los siete mares, 1896). Entre estos méritos, el poeta y crítico anglo-americano subrayó el poderoso ritmo de la poesía de Kipling -deudor, en buena medida, de las marcadas cadencias de los himnos metodistas que había repetido hasta la saciedad durante su severa escolarización-; la maestría en el dominio métrico de la balada y, desde luego, la sinceridad mostrada por el poeta a la hora de plasmar en sus versos su visión particular de los argumentos poetizados, sinceridad que exasperó -como ya se ha apuntado más arriba- al sector más tradicionalista de la crítica inglesa de su tiempo, y que, aunque contó con la admiración de la mayor parte de los lectores, indignó también a algunos personajes relevantes de la vida pública británica -entre ellos, la reina Victoria, quien se sintió aludida en un poemario menor de Kipling, The Widow at Windsor (La viuda de Windsor).

Hay, además, en la poesía de Kipling, al lado de esa interpretación positiva de un fenómeno social, político, económico y cultura como es el imperialismo, una entusiasta exaltación de la energía individual, de la capacidad intrínseca del ser humano para lograr, desde su propia superación, unas mejoras que redunden en la armonía de la vida colectiva. Ello queda bien patente en uno de sus poemas más célebres, titulado "If" ("Si") y dedicado a su hijo: "Si puedes mantener intacta tu firmeza / cuando todos vacilan a tu alrededor. / Si cuando todos dudan, fías en tu valor / y al mismo tiempo sabes exaltar su flaqueza. // [...] // Si puedes soportan que tu frase sincera / sea trampa de necios en boca de malvados. / O mirar hecha trizas tu adora quimera / y tornar a forjarla con útiles mellados. // Si todas tu ganancias poniendo en un montón / las arriesgas, osado, en un golpe de azar / y las pierdes, y luego, con bravo corazón, / sin hablar de tus pérdidas, vuelves a comenzar. // Si puedes mantener en la ruda pelea / alerta el pensamiento y el músculo tirante, / para emplearlo cuando en ti todo flaquea / menos la voluntad que te dice "¡adelante!". // Si entre la turba das a la virtud abrigo. / Si no pueden herirte ni amigo ni enemigo. / Si marchando con reyes del orgullo has triunfado. / Si eres bueno con todos pero no demasiado. // Y si puedes llenar el preciso minuto / en sesenta segundos de un esfuerzo supremo, / tuya es la tierra y todo lo que en ella habita, / y lo que es más: serás hombre hijo mío....".

Obra en prosa

El libro de la selva (1894) y El segundo libro de la selva (1895)

Después de haber ofrecido ya una amplia muestra de su habilidad como prosista en sus colecciones de relatos, y tras la publicación de una mediocre novela de vaga inspiración autobiográfica -The Light that Failed (La luz que se extingue, 1890)-, Rudyard Kipling se lanzó de lleno al ámbito genérico de la fábula para abordar algunas de sus inquietudes permanentes, como la relación del individuo con el medio social que le rodea y la necesidad de hallar siempre, desde los fundamentos de la ética, unas leyes morales que regulen los instintos naturales del hombre. The jungle book (El libro de la selva, 1894) y The second jungle book (1895) -reunidos, según criterios editoriales posteriores, bajo el título de El libro de las tierras vírgenes- narran las diversas peripecias por las que atraviesa Mowgli, un muchacho criado desde su nacimiento por una loba, y cuyo único hábitat es la jungla India, en la que va completando un arduo proceso de aprendizaje rodeado por los animales que, a su lado, protagonizan las numerosas historias ensartadas por Kipling en este sencillo hilo conductor. La formación "humana" de Mowgli queda, así, dirigida por los ejemplos que le brindan el malhumorado -pero siempre mesurado y juicioso- oso Baloo, la pantera negra Bagheera -que simboliza esa capacidad de esfuerzo, riesgo y aventura tan cara a la visión idealista que albergaba Kipling acerca del hombre-, y, entre otros seres irracionales (aunque aquí muy reflexivos y sesudos), la serpiente Kaa, una pitón blanca que encarna, en su sabiduría, la tradición místico-cultural de la India ancestral. Frente a ellos se extiende la amenaza constante del tigre Shere Khan, representante de la maldad y la destrucción de los valores solidarios que conforman lo que podría denominarse "la ley de la jungla", y a la postre vencido y humillado por el joven Mowgli, quien culmina así su esforzado proceso de aprendizaje.

Más allá de las exigencias formales y temáticas de la fábula, y del aparente tono didáctico-moral propio de una obra dirigida a los jóvenes lectores, El libro de las tierras vírgenes pone de manifiesto una de las obsesiones fundamentales en la ideología de Kipling: la necesidad de crear y mantener unas estructuras sociales y jurídicas que, amparadas en un orden moral, constituyen la base inamovible de la sociedad e impiden que ésta se precipite hacia su disolución. En toda la obra de Kipling -y, desde luego, en lo más profundo de su pensamiento-, la acción social del ser humano sólo cobra sentido en la medida en que se emplea en la creación y la conservación de esos códigos, reglas y estructuras que hacen posible la convivencia. De ahí su permanente fascinación por cualquier colectivo humano -e, incluso, animal, como ocurre en el Libro de la selva- que, como el ejército o la escuela, se sostienen por lazos de lealtad, solidaridad y obediencia a las jerarquías; y de ahí también que su idílica visión de la jungla sea, tras el trasfondo amable de la fábula, una metáfora de esa armonía social en la que debe imperar siempre el juicio de Baloo, la audacia de Bagheera y la sabiduría de Kaa, por encima de los afanes destructivos de Shere Khan.

Kim (1901)

También como una novela de aprendizaje y aventuras puede leerse otra obra maestra de Rudyard Kipling, Kim (1901), aunque en su fondo subyace un nivel más denso que habla de las ventajas del sincretismo cultural y racial, de la búsqueda de la paz y la verdad como caminos seguros hacia la armonía universal y, por ende, hacia el encuentro con el Ser Supremo. Kimball O'Hara, llamado por todos "Kim", es un muchacho huérfano desde su temprana infancia, hijo de un sargento irlandés y una ciudadana inglesa que residían en la India. En su desamparo, ha perdido cualquier reminiscencia de la cultura occidental de sus mayores: vive en Lahore como un indígena más, piensa como ellos y utiliza sólo su idioma (el indostaní). En dicha ciudad se topa con Teshoo, antiguo lama del Monasterio de Such-Zen, quien, ya liberado de los caprichosos vaivenes de la Rueda de la Fortuna -es decir, de las ambiciones de la vida mundana-, ha partido en busca del Río de la Flecha, cuyas aguas purificadoras consiguen que quien se bañe en ellas pierda todo residuo de pecado. El sacerdote budista -auténtico guía en el proceso de aprendizaje del joven Kim- es portador de un mensaje que le confió Mahabud-Ali, un tratante de caballos que trabajó para el Servicio Secreto Británico en la India. Kim acompaña al santón en la búsqueda del río purificador, y en el transcurso de su peregrinación ambos se topan con el regimiento en el que había prestado servicio su progenitor. Al ser reconocido como un ciudadano inglés, Kim se ve forzado a asumir sus deberes de occidental: abandona al santón, asiste a la escuela y acaba siendo destinado al Servicio Secreto. Pasa así a formar parte de "The Great Game" ("El Gran Juego"), como se conoce a la organización de espías al servicio de la corona británica, y, en el transcurso de varias misiones que lleva a cabo con gran derroche de esfuerzo y valentía, alcanza a comprender -desde la óptica imperialista de Kipling, claro está- la auténtica importancia del dominio colonial. Finalmente, se reencuentra con su viejo maestro y le acompaña en su camino de vuelta a la montaña.

Al trasluz del argumento desgranado en Kim, Rudyard Kipling aparece no como ese mero defensor del imperialismo que, según sus detractores, asumió el papel "oficioso" de cantor de la pax britannica impuesta por el Reino Unido a los ciudadanos de sus territorios coloniales, sino más bien como un moralista plenamente convencido, en su fuero interno, de la necesidad de extender un desarrollo sobre aquellas zonas secularmente desfavorecidas. Consciente, en el fondo, de que el imperialismo británico camina a pasos agigantados hacia su decadencia y desaparición, no se limita a enaltecer sus valores y a proclamar la necesidad de su conservación, sino que intenta demostrar que la "superioridad" de las instituciones occidentales es el único garante de una sociedad basada unos códigos éticos y morales que, a su vez, hacen posible el desarrollo. En este sentido, resulta muy significativa su sincera creencia en que no todos están capacitados para gobernar, y en que los que los están tiene la obligación de hacerlo.

Bibliografía

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Autor

  • J. R. Fernández de Cano.