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HistoriaPolíticaBiografía

Juan I, Rey de Francia (1316-1316).

Rey de Francia, llamado el Póstumo, hijo de Luis X el Obstinado y de Clemencia de Hungría. Nacido en París el 15 de noviembre de 1316 (cinco meses después de la muerte de su padre) y muerto el 20 de noviembre de 1316, cinco días después de su nacimiento. Fue enterrado en San Dionisio a los pies de su padre.

Desde el mismo momento de su muerte se pensó en que el joven rey había sido asesinado, posiblemente ahogado o envenenado; pero debido a la naturaleza del supuesto crimen nadie en la época se atrevió a lanzar una acusación sobre los autores. Historiadores actuales opinan que el asesino fue su tío Felipe, conde de Poitou, ya que él fue la persona más favorecida por la muerte del niño. Felipe, en aplicación de la Ley Sálica, se convirtió a la muerte de Juan I en heredero y rey de Francia bajo el nombre de Felipe V. Otros estudiosos sin descartar a Felipe V como artífice del infanticidio, apuntan la posibilidad de que este estuviese dirigido por la suegra de Felipe, la condesa de Artois.

Una tercera corriente, centrada en Italia, opina que el verdadero rey fue sustituido en la cuna, ante la amenaza cierta de que corriese algún tipo de peligro, y que por lo tanto el niño que fue asesinado (ellos mantienen la teoría de que por la condesa de Artois) era un impostor. Según esta corriente el auténtico rey fue salvado de la muerte y conducido a Siena por un comerciante o un banquero, llamado Guccio de Mini, en casa del cual fue educado. Dicho niño, conocido con el nombre de Giovani de Guccio, apareció durante el reinado de Juan II el Bueno, en Italia y en el Mediodía francés asegurándose ser Juan I, el hijo presuntamente difunto de Luis X. Esta historia contó con el apoyo y fue creída por importantes personalidades como el tribuno romano Rienzi en Italia y Luis I el Grande de Hungría. Fuese o no el legítimo heredero al trono, lo cierto es que Giovani de Guccio fue hecho prisionero en Provenza, de donde pasó a Nápoles y fue encerrado en el castillo de Oeuf. Allí acabó sus días, sin que se pudiese demostrar su auténtica identidad.

Autor

  • Juan Antonio Castro Jiménez