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Ocio y entretenimientoBiografía

Jiménez Moreno, Manuel, o "Chicuelo" (1902-1967).

Matador de toros español, nacido en Sevilla el 15 de abril de 1902, y fallecido en la capital andaluza el 31 de octubre de 1967. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de "Chicuelo", apodo artístico que heredó de su progenitor, el malogrado coletudo sevillano Manuel Jiménez Vera. Al seguir la misma profesión que ejerciera su padre, y heredar de él su célebre nombre taurino, Manuel Jiménez Moreno dio lugar a una interesante dinastía de toreros hispalenses, que después se vio continuada en las figuras de dos de sus hijos: Rafael Jiménez Castro, que alcanzó a ser investido como matador de reses bravas, y Manuel Jiménez Castro, cuya andadura taurina no llegó a superar la fase del aprendizaje novilleril, para acabar orientada hacia el escalafón de los subalternos. Además, en la última década del siglo XX ha surgido un tardío epígono de esta histórica saga sevillana, que también ha elegido el remoquete de "Chicuelo" para anunciarse en los carteles de las funciones de novillos.

La infancia de Manuel Jiménez Moreno, que había venido al mundo en el taurino barrio sevillano de Triana, estuvo rodeada de constantes referencias al planeta de los toros, circunstancia que determinó su temprana voluntad de llegar a convertirse en una gran figura del Arte de Cúchares. Para lograrlo, empero, no pudo contar con el apoyo de su progenitor, ya que el desafortunado Manuel Jiménez Vera perdió la vida, víctima de la tuberculosis, cuando su jovencísimo hijo sólo contaba cinco años de edad; sin embargo, el tesón del muchacho obligó a su tío Eduardo Borrego ("Zocato"), que había ido como subalterno en la cuadrilla de su padre, a asumir la responsabilidad de enseñarle las primeras letras del oficio taurino, al tiempo que le facilitaba una modesta instrucción académica de la que después se mostraría muy orgulloso el espada sevillano.

Así, alternando libros y cartillas con percales y pañosas, Manuel Jiménez Moreno comenzó a frecuentar las tientas y capeas que se convocaban por su entorno inmediato, aprendizaje que le permitió estoquear su primer becerro en abril de 1912, es decir, cuando acababa de cumplir los diez años de edad. De la mano del animoso "Zocato", fue asiduo en las diferentes funciones que se daban en dos humildes placitas sevillanas, una denominada "Huerta del Lavadero" y otra conocida como "Venta taurina"; pero pronto pasó a ejercitarse en el campo salmantino, donde trabó amistad con algunos muchachos que, como Juan Luis de la Rosa Garquen, Eladio Amorós Cervigón o Manuel Granero Valls, andaban por allí en calidad de simples maletillas, pero conscientes de que algún día habrían de figurar en el escalafón superior de los matadores de reses bravas.

Pronto recibió el joven Manuel Jiménez Moreno varias invitaciones para tomar parte en algunas de las numerosas becerradas que se organizaban en el campo charro, ensayos que le condujeron a vestirse de luces, por vez primera en su vida, el día 24 de junio de 1917, en la pequeña población salmantina de Tejares, donde compartió cartel con el susodicho Juan Luis de la Rosa y con Bernardo González, para enfrentarse con un lote de novillos criados por su amigo Juan Manuel García. Fue ésta también su primera novillada picada, y la primera ocasión en que "Chicuelo" toreaba ante un público de pago, compuesto por buenos aficionados de aquellas tierras, muchos de los cuales ya habían visto torear a Manuel Jiménez en las plazuelas de algunas dehesas charras, como "Buenabarba", "Tejadillo", etc.

Así, prueba tras prueba, su andadura torera fue yendo a más, y el día 1 de septiembre de 1918 se anunció como matador de novillos en la plaza de toros de Zaragoza, en un mano a mano con el joven principiante Antonio Márquez, para lidiar entrambos reses bravas procedentes de las dehesas de Terrones. Al año siguiente, ya convertido en uno de los novilleros que más expectativas despertaban entre los aficionados, compareció por vez primera ante el severo público de Madrid, para darse a conocer como torero en la primera plaza del mundo. Corría, a la sazón, el día 8 de agosto de 1919, fecha en la que "Chicuelo" compartió el cartel con los principiantes García Reyes y José Martín, para enfrentarse con un encierro de don Antonio Flores. Aquella tarde anduvo espléndido el joven novillero de Triana, lo que le valió un clamoroso triunfo que volvió a reeditar, a los pocos días. en las arenas de la Villa y Corte. Estos éxitos acabaron por convertir a Manuel Jiménez Moreno en la figura cimera del escalafón novilleril, honor que mantuvo durante el resto de aquella temporada de 1919, hasta que, al término de la misma, decidió que había llegado el momento de consagrarse como doctor en tauromaquia.

La ceremonia de su alternativa se verificó el día 28 de septiembre de 1919 en el redondel de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, donde el genial espada trianero Juan Belmonte García, que hacía las veces de padrino del toricantano, le cedió los trastos con los que había de muletear y estoquear a Vidriero, un morlaco marcado con el hierro del conde de Santa Coloma. El hermano del padrino, Manuel Belmonte García, que cerraba el cartel de aquella tarde en calidad de testigo, pudo dar fe de cómo el joven "Chicuelo" se había ganado ya el cariño y la admiración de sus paisanos, que celebraban su gracia y pureza en el manejo de los engaños, así como esa especial predisposición -tan sevillana- al toreo artístico, elegante y pinturero. Cierto era que, en contrapartida, Manuel Jiménez Moreno no hacía gala de un valor desmesurado, y que tampoco parecía mostrar una voluntad férrea en su intento de llegar a ocupar los primeros puestos del escalafón superior; pero estos defectos quedaban suplidos por esa gracia andaluza con que adornaba todos sus lances, y, además -cosa rara en estos toreros llamados artistas-, por un extraordinario conocimiento técnico de los fundamentos del toreo, tanto en el juego del capote como en el ondear de la franela.

A pesar de exhibir estas envidiable facultades, en 1920 sólo se vistió de luces en Madrid en una ocasión, con motivo de su confirmación de alternativa. Tuvo lugar este evento taurino el día 18 de junio del mencionado año, fecha en la que "Chicuelo" hizo el paseíllo acompañado por su padrino, el genial coletudo madrileño Rafael Gómez Ortega ("El Gallo"), quien le facultó para que diera lidia y muerte a estoque a un burel criado en las dehesas del duque de Veragua, que atendía a la voz de Volandero. En el cartel de aquella tarde, compuesto por cuatro espadas, aparecían también los nombres del susodicho Juan Belmonte y del lidiador sestaotarra Diego Mazquiarán Torrontegui ("Fortuna"), que hicieron las veces de testigos. Manuel Jiménez Moreno anduvo inspiradísimo en aquel trance de su confirmación de alternativa, hasta el punto de que fue clamorosamente ovacionado y paseado a hombros por la primera afición del mundo.

Sin embargo, a partir de aquel punto su trayectoria comenzó a experimentar un suave declive que, por desgracia, se tornó mucho más pronunciado en 1922, a raíz de una grave dolencia que le hizo perder varios contratos. Nunca quedó restablecido del todo, por lo que su andadura como matador de reses bravas fue muy irregular desde el año en que tomó la alternativa. A pesar de ello, aún tardaría muchos años en caer en el olvido total de la afición, que lo tuvo muy presente en el segundo lustro de aquella década de los años veinte, ya fuera por los repetidos ecos de sociedad que levantó su matrimonio con una célebre tonadillera de la época ("Dora la Cordobesita"), ya fuera por los méritos estrictamente taurinos que, aunque de forma mucho más espaciada que en sus años juveniles, seguía sumando en su curriculum. Entre ellos, pasó a los anales de la Historia del Tauromaquia el acreditado en la arena madrileña el día 24 de mayo de 1928, cuando enjaretó una faena memorable al toro Corchaíto, que se había criado en las dehesas de don Graciliano Pérez-Tabernero. Este éxito alcanzó tal repercusión que "Chicuelo", inmerso ya en esa corriente de altibajos que dominaban su trayectoria profesional, acabó la temporada de 1928 habiendo cumplido ochenta y un ajustes, cantidad a todas luces excesiva para quien, por la propia naturaleza artística de su toreo y por su coyuntural estado de salud, no reunía condiciones físicas para afrontar tal responsabilidad.

Durante el primer quinquenio de la década de los años treinta, "Chicuelo" anduvo poco presente en las campañas españolas e hispanoamericanas. El estallido de la Guerra Civil le obligó a torear aún menos, aunque sacó provecho de algunas corridas celebradas en territorio francés. Finalmente, en 1939 volvió con decisión a pisar los ruedos españoles, en los que de nuevo alcanzó sonoros triunfos. En efecto, fue aquella una de sus mejores campañas, lo que le permitió seguir recibiendo ofertas durante las cinco temporadas siguientes; pero a partir de 1945, ante el desinterés mostrado por la afición hacia su toreo -bien es verdad que cada vez más temeroso y desdibujado-, decidió volcarse en las ferias ultramarinas, sin vestirse de luces ni una sola tarde en España.

Así, dejó que transcurrieran tres temporadas (1945, 1946 y 1947) sin ser anunciado en los carteles peninsulares, para volver a los ruedos de su país en la campaña de 1948, en la que firmó y cumplió cinco contratos. Ahora ya era patente el olvido en que había caído en la memoria de los aficionados de antaño, pues en 1949 tan sólo realizó un paseíllo, cifra simbólica que prácticamente venía a poner el punto final a su andadura como matador de reses bravas. En efecto, en la temporada de 1950 no llegó a vestirse de luces, y en la campaña siguiente lo hizo en tres ocasiones, la última de las cuales supuso su despedida definitiva del ejercicio del toreo. Tuvo lugar esta emotiva retirada el día 1 de noviembre de 1951, en la plaza de toros de la localidad sevillana de Utrera, donde "Chicuelo" se enfundó el terno de seda y oro para cortarse la coleta, al tiempo que daba el doctorado taurino a dos jóvenes espadas principiantes, Juan Doblado Garrucho y Juan de Dios Pareja-Obregón.

El peculiar estilo de este finísimo -aunque siempre irregular- torero hispalense ha pasado a los anales del Arte de Cúchares como uno de los paradigmas del llamado toreo artístico, corriente estética que suele oponerse (en ocasiones, sin demasiado fundamento) a la practicada por los diestros denominados lidiadores. En su excelente trabajo titulado Diccionario del arte de los toros (Madrid: Alianza Editorial,1996), el investigador del C.S.I.C. don José Carlos de Torres ha caracterizado a Manuel Jiménez Moreno ("Chicuelo") con estas elocuentes palabras: "Su estilo es hablar del arte elevado a la máxima estética del grupo escultórico en movimiento, de su gracia innata, de ser el creador de la chicuelina". No obstante, y a pesar de lo atinado de esta definición, cabe hacer una respetuosa observación sobre la tradicional atribución al diestro de Triana de ese bello lance de capote cuyo nombre deriva de su célebre apodo. Y es que, según afirman algunos tratadistas taurinos avezados en el conocimiento del toreo cómico, el verdadero creador de ese pase que luego se conocería universalmente como chicuelina no fue Manuel Jiménez Moreno, ni tampoco ninguno de los "Chicuelo" de su familia que le precedieron y sucedieron en el ejercicio del oficio taurino; en realidad, dicha suerte se originó como una modalidad del toreo bufo, y el primero en ejecutarla fue el maestro cómico Rafael Dutrús Zamora ("Llapisera"). Fue luego el espada trianero quien la adaptó al toreo serio y quien la popularizó entre la afición, a base de prodigarla en casi todas sus faenas de capa.

Autor

  • JR.