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HistoriaReligiónPolíticaBiografía

Jiménez de Cisneros, Francisco (1436-1517).

Cardenal, arzobispo de Toledo y político español, nacido en Torrelaguna (Madrid) en 1436 y muerto en Roa (Burgos) el 8 de noviembre de 1517.

Síntesis biográfica

Estudiante en Salamanca, su carrera eclesiástica se inició con su audaz empeño por ocupar el arciprestazgo de Uceda (1471), que le originó ciertos problemas; pasó más tarde, protegido por el cardenal Mendoza, a ser capellán mayor de Sigüenza (1480), un posible primer paso a destinos superiores. Pero en 1484 lo abandonó todo y entró en la orden franciscana, cambiando su nombre de bautismo, Gonzalo, por el de Francisco, y viviendo como eremita en el convento de La Salceda (Guadalajara). En 1492, por recomendación de su protector, fue elegido confesor de la reina Isabel de Castilla, que a su vez logró para él el arzobispado de Toledo en 1495. Reformador de su archidiócesis y de las órdenes mendicantes españolas, evangelizó luego a los musulmanes granadinos (1499).

Iniciado el nuevo siglo XVI, fue regente de Castilla en dos ocasiones, la primera tras la muerte de Felipe I el Hermoso (1506-1507) y la segunda tras el fallecimiento de Fernando el Católico (1516-1517). También cardenal e inquisidor general desde 1507, era sin duda el hombre más influyente del reino después del monarca, y uno de sus principales colaboradores. Su protagonismo en asuntos de todo tipo fue innegable: entre otras acciones, fortaleció la autoridad real frente a la nobleza, detuvo una invasión francesa de Navarra, promovió con sentido de cruzada varias conquistas en el norte de África y reorganizó la evangelización de América. Su labor cultural fue igualmente excepcional, fundando la Universidad de Alcalá de Henares en 1508 y publicando allí la Biblia Políglota Complutense (1514-1517).

Cardenal Cisneros. Alcalá de Henares.

De eremita franciscano a arzobispo de Toledo

Su nombre original era Gonzalo, y era hijo de un hidalgo llamado Alonso Jiménez (o Ximénez) y de Marina de la Torre; la familia de su padre provenía de la villa palentina de Cisneros. Tuvo dos hermanos, Juan y Bernardino; primo suyo fue el reformador benedictino García Jiménez de Cisneros. Realizó sus primeros estudios en Roa (Burgos), junto a su tío Álvaro, canónigo de la colegiata de este lugar; los prosiguió en el Estudio General de Alcalá y en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo el título de bachiller en Derecho. Según algunos autores, estaría luego durante un tiempo en Roma, completando sus conocimientos y ejerciendo como abogado. En cualquier caso, el 22 de enero de 1471, a los treinta y cuatro años, fue nombrado por el papa Paulo II arcipreste de Uceda (Guadalajara), lo que le enemistó con Alfonso Carrillo de Acuña, arzobispo de Toledo, que se oponía al nombramiento por pretenderlo para otro. Parece que el arzobispo llegó a encarcelarle durante algunos años por este motivo, en Uceda y Santorcaz.

Liberado al fin tras unos seis años de prisión, su carácter enérgico había logrado la confirmación de su cargo en Uceda, pero se desplazó a Sigüenza (Guadalajara) para evitar nuevos problemas con el arzobispo. Allí tuvo la protección del cardenal y obispo Pedro González de Mendoza (luego arzobispo de Toledo), quien en 1480 le designó capellán mayor de la catedral y vicario general de la diócesis. Pero su vida iba a dar un giro considerable pocos años después: en efecto, en ruptura con la vida llevada hasta ahora, en 1484 ingresó en la orden franciscana (quizá en San Juan de los Reyes, en Toledo), adoptando el nombre de Francisco y llevando vida eremítica en el convento La Salceda (Guadalajara), reformado por Pedro de Villacreces. Guardián de este convento más tarde, también adquirió cierta fama local como predicador. En esta época murieron su padre (1488) y su madre (1490).

En 1492 tuvo que renunciar a su retiro, pues habiendo quedado vacante el puesto de confesor (y por tanto de consejero) de la reina Isabel la Católica por haber sido nombrado Hernando de Talavera nuevo arzobispo de Granada, el cardenal Mendoza recomendó su elección. Dos años después su orden le nombró vicario provincial de Castilla; el 20 de febrero de 1495, inesperadamente, la reina consiguió para él, tras morir el cardenal Mendoza, el arzobispado de Toledo (primado de España). Tras algunas dudas, aceptó y el cargo y muy pronto preparó un proyecto de reforma de su archidiócesis. Así, con el visto bueno del papa Alejandro VI, convocó un sínodo diocesano en Alcalá (1497) y otro en Talavera (1498), que tuvieron como fruto la aprobación de nuevas constituciones de carácter claramente pastoral y también la realización de visitas a los arciprestazgos toledanos.

Se adelantaba así en varias décadas a las reformas introducidas en el campo eclesiástico por el Concilio de Trento. Él por su parte, daba ejemplo llevando una vida de austeridad, simbolizada en su hábito franciscano, que continuó llevando. Pero su labor renovadora no se limitó a su provincia, ni al clero secular, pues también impulsó la de las órdenes religiosas, particularmente de la suya propia, iniciada tiempo atrás pero no finalizada: ya desde julio de 1495 tenía la misión pontificia de reformar a los religiosos de la diócesis de Toledo, y a partir de finales del año siguiente fue visitador de todos los franciscanos de España; por último, en septiembre de 1499 se le encargó la reforma de los mendicantes españoles. Fue Cisneros, pues, quien aseguró la reforma franciscana, en especial la de la rama femenina, las clarisas.

Otra importante línea de acción, desde noviembre de 1499, fue la evangelización de los moros de Granada, por encargo de los reyes. En este cometido, al contrario que fray Hernando de Talavera, opuesto a forzar las conversiones, actuó quizá con excesivo celo: si por una parte logró numerosísimas e importantes conversiones, por otra su modo de actuar, que mezclaba las concesiones con cierta coacción, originó en 1500 levantamientos en la propia Granada y en las Alpujarras (véase Sublevación de las Alpujarras). Cisneros tuvo que abandonar la ciudad, pero en 1502 había dominado ya la situación, obligando a los mudéjares a convertirse o exiliarse. Tras esta experiencia misionera, a caballo entre dos siglos, que él mismo relató en cartas, su quehacer fue orientado hacia la política, especialmente tras la muerte de la reina Isabel en 1504.

Cardenal y regente de Castilla

Partidario del regente Fernando el Católico en sus tensiones con Felipe I el Hermoso, intervino en las negociaciones que terminaron con la Concordia de Salamanca de 1505. Luego, al morir Felipe I en septiembre de 1506, Cisneros presidió el consejo de regencia que se formó entonces. Devuelta la situación al orden tras detener las ambiciones de la nobleza y someter a los que deseaban entregar la regencia al emperador Maximiliano de Austria, facilitó el retorno desde Nápoles de Fernando el Católico, que en recompensa logró para él de Julio II el cardenalato (17 de mayo de 1507, cardenal de Santa Balbina) y el cargo de Inquisidor Mayor (15 de junio del mismo año). Colaborador del rey, fue uno de los principales impulsores de la política africana, parte de un proyecto personal más amplio de cruzada mediterránea: financió con rentas toledanas la conquista de Mazalquivir (1507), participó personalmente en la de Orán comandada por Pedro Navarro, conde de Oliveto (1509), y supervisó otras que después siguieron, interviniendo además en la ordenación eclesiástica de los territorios conquistados (Orán pasó a depender de Toledo). Como inquisidor, procuró actuar siempre con justicia, reformando determinados elementos de la institución cuando fue necesario para asegurar su funcionamiento en ese sentido. En 1510, Cisneros y Fernando el Católico apoyaron al papa Julio II frente a varios cardenales rebeldes y al rey francés Luis XII.

En enero de 1516 falleció Fernando el Católico, otorgando en su testamento la regencia de Castilla, de nuevo, a Cisneros, a la espera de que el joven Carlos de Habsburgo llegase a la mayoría de edad. A pesar de la rivalidad de los cortesanos flamencos (como Adriano de Utrecht) y de Fernando de Aragón (nieto de Fernando el Católico), Cisneros impuso su política, gobernando desde la estratégica ciudad de Madrid. Tuvo, no obstante, que afrontar numerosos y variados problemas: intrigas cortesanas que detener, banderías nobiliarias en las que mediar, levantamientos urbanos (Valladolid, Cuenca y otras ciudades) que contener, etc. Contra todo esto se ayudó del embajador en Bruselas, Diego López de Ayala, para consolidar su posición ante el rey Carlos; también creó (no sin oposiciones) una gran milicia urbana permanente llamada Gente de Ordenanza, fortaleció la marina y la artillería, y dispersó a los más peligrosos consejeros aragoneses, que amenazaban la entronización de Carlos I.

En política exterior, resolvió militarmente la amenaza francesa de volver a coronar a Juan de Albret como rey de Navarra, destruyendo algunos castillos y nombrando virrey al duque de Nájera, Pedro Manrique de Lara. Sin embargo, no pudo evitar los ataques del corsario turco Arug Barbarroja contra las plazas norteafricanas (Argel, en 1516), que si no lograron conquistar ninguna plaza española, sí detuvieron la expansión en estas tierras. En América se ocupó de la extensión de la evangelización con el envío de misioneros, muchos de ellos franciscanos, y de la reforma administrativa, civil y eclesiástica, de los nuevos territorios, en especial del asunto de las encomiendas, para lo cual envió en 1516 tres frailes jerónimos (Luis de Figueroa, Bernardino de Manzanedo y Alonso de Santo Domingo) con instrucciones al respecto, aunque la situación se modificó muy lentamente.

La obra cultural de Cisneros: la Universidad de Alcalá y la Bíblia Políglota

A la misma altura que su labor reformadora o política estuvo su obra cultural, a la que se dedicaba cuando lo permitía el servicio a los monarcas españoles. Sobresale sin duda la creación de la Universidad de Alcalá de Henares, proyecto en el que comenzó a trabajar en marzo de 1498. Visitó la ciudad, solicitó permiso pontificio (concedido por Alejandro VI el 13 de abril de 1499) y encargó al arquitecto Pedro Gumiel la construcción de los edificios necesarios (se ha llamado a veces “estilo cisneriano” al que se inspiró en la universidad alcalaína). Por fin, en 1508 se inauguró el primer curso académico. El colegio mayor de San Ildefonso era la pieza esencial de la institución (su rector lo era también de la universidad entera); había además varios hospitales, diversos servicios (imprenta, librerías, etc.) y otros dieciocho colegios (no todos creados en vida de Cisneros), añadiéndose posteriormente varios más adscritos a diferentes órdenes religiosas. También fue importante la colegiata de los Santos Justo y Pastor, reconvertida en un centro de formación sacerdotal. La universidad, de carácter humanístico y teológico (Artes, Medicina, Derecho y Teología), incorporó a su enseñanza los más avanzados saberes del momento en estos campos, con muchos profesores procedentes de la Universidad de París; en el caso de la teología, notas características suyas fueron la libertad de escuela y el fundamento de su instrucción en las fuentes escriturarias originales.

A este último objeto responde su enorme esfuerzo de publicación en seis volúmenes de la Biblia Sacra Polyglota, o Biblia Políglota Complutense, dedicada al papa León X, que contiene los textos sagrados en hebreo, caldeo (arameo), griego y latín. Para ello formó desde 1504 un equipo de expertos (Alonso de Alcalá, Pablo Coronel y Alfonso Zamora, hebraístas; Demetrio Ducas, Nicetas Faustos y Hernán Núñez, helenistas; Juan de Vergara, Diego López de Zúñiga y a veces Antonio de Nebrija, latinistas) que se ocupó de reunir códices originales y trabajar sobre ellos. La Biblia Políglota fue impresa entre 1514 y 1517 por Arnoldo Guillén de Brocar con gran riqueza tipográfica. Fue esta una de sus empresas más apreciadas, junto con la creación de la Universidad de Alcalá. Aunque pensó en editar de modo similar otros textos teológicos y clásicos, no tuvo tiempo para hacerlo. Sí pudo, no obstante, patrocinar la publicación (también en Alcalá) de muchas obras de menor envergadura, españolas o extranjeras, que tuvieron su papel en la difusión de la literatura mística bajomedieval en España, y también ocuparse de distintas obras benéficas o de la fundación de iglesias y hospitales.

Murió en 1517, con unos ochenta años de edad, mientras se dirigía a recibir a Carlos I, recién desembarcado en España. Sus restos se conservan actualmente en la catedral de Alcalá, aunque en la capilla de San Ildefonso de la universidad se conserva vacío un rico sepulcro de mármol, labrado para él por Domenico Fancelli, Bartolomé Ordóñez y Pietro de Carona (finalizado en 1521). Su epitafio fue redactado en latín por el erasmista Juan de Vergara: "A Cristo óptimo máximo. Abierto había yo, Francisco, a las musas un espacioso liceo: encerrado estoy ahora en estrecho sarcófago. La púrpura uní al sayal y el yelmo al capelo como fraile, general, gobernante y príncipe cardenal. Más aún: por mi temple se unió la corona al capelo cuando en mi regencia me obedeció Hesperia [España]. Murió en Roa, el 8 de noviembre de 1517". Según su testamento del 4 de abril de 1512, dejó a la Universidad de Alcalá toda su fortuna. Habiéndose ganado cierta admiración popular, se inició en 1530 su causa de beatificación, pero aunque ésta fue reimpulsada en el s. XVII con gran fuerza, no llegó a resultados positivos.

Bibliografía

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Enlaces en Internet

Autor

  • Bernardo Gómez Álvarez