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LiteraturaBiografía

Jewett, Theodora Sarah Orne (1849-1909).

Novelista norteamericana nacida el 3 de septiembre de 1849 en Berwick Sur (Maine) y fallecida el 24 de junio de 1909 en South Berwick (Maine). Sus relatos de ficción están ambientados en la tierra en la que vivió, por lo que han sido tildados de "localistas".

Hija de un famoso médico, debido a su delicada salud fue educada con esmero en su propio domicilio. Muy pronto, en su adolescencia, Jewett se propuso escribir acerca de la rápida desaparición de las tradiciones locales y sobre la vida de provincias. A los 28 años ya era una escritora consolidada. De entre sus 20 volúmenes destacan Puerto profundo (1877) y El País de los Abetos Puntiagudos (1896), esta última es considerada como su obra de mayor calidad. Estos libros contienen bocetos realistas de los ancianos de la provincia de Maine, cuyos modales, modismos y expresiones grabó con agudeza y humor, de forma simpática pero sin sentimentalismo.

En sus obras, el recuerdo con frecuencia se refugia en los vestigios del mundo doméstico femenino. La migración interna de hombres y mujeres jóvenes hacia las nuevas áreas urbanas deja tras de sí un mundo fantasmal de solteronas, viudas y llorados capitanes de barco. El mito, las narraciones coloquiales y la emoción machacona animan la obra de Jewett, creando en sus paisajes de Maine un efecto de simplicidad natural fundido con una habilidad exquisita: una escena de la pesca de la trucha en “La pastora de Dunnet”, relato que sirve de epílogo a El país de los abetos puntiagudos, recuerda en gran medida a Ernest Hemingway, en quien se combinaría el sentimiento de color local y el asombro ante el realismo modernista en la siguiente generación.

En el prefacio a su anterior recopilación de relatos, Deephaven (1877), Jewett expresa su deseo de encontrar “algún rastro de las vidas que se vivieron entre las vistas que vemos y las cosas que tocamos”. Gran lectora de literatura europea y más tarde figura reconocida en los círculos literarios de Boston, Jewett dedicó su vida de escritora a registrar las huellas –costumbres formales, habla, leyendas, hábitos y modales diarios– de una vida nativa americana que desaparecía ante su vista. Su obra es por tanto representativa de un efecto paradójico que está presente en gran parte de la literatura de color local, a saber, que el mismo desarrollo de las comunicaciones y los transportes que eliminaba las divisiones seccionales de la nación tras la Guerra Civil y que acercó comunidades aisladas también empezó a destruir las “islas” rurales de vida.

Como precursora del movimiento de la nueva mujer, Jewett también buscó formas aceptables sobre las que afirmar el poder de la conciencia de la mujer. La política feminista de Jewett tomó forma cuando, como hija de un médico de Maine, consideró estudiar medicina y se dio cuenta de hasta qué punto podría incurrir en la enemistad de la sociedad en ese o en otro papel profesional. Un médico rural contiene el manifiesto de Jewett de los principios feministas que codificó y continuó siguiendo como escritora profesional. Sin embargo, el tratamiento pastoral de su tema literario limitó formalmente los temas de Jewett sobre la nueva mujer. Su compromiso con las convenciones de la literatura pastoral garantizaba que su ficción no proclamaría a gritos temas feministas en tonos excesivamente polémicos. Por ejemplo, su obra reconocida como obra maestra, la novelita El país de los abetos puntiagudos, divide a los personajes en función del género. Los hombres de la aldea costera de Maine están arrinconados y podridos, son débiles. En el mundo de Jewett, la visión y la iniciativa son monopolio de las mujeres, especialmente de Almira Todd, la generosa, abundante, incisiva, gregaria, independiente, filosófica, “genius loci” de mente abierta de la novela, que aparece “grande y arquitectural, como una cariátide” –más como un oráculo como Medea y Antígona. El país de los abetos puntiagudos de Jewett es, tomando prestado un título de Charlotte Gilman, “un mundo de ella”.

Con todo, la voz de Jewett nunca llega a alzarse hasta la militancia feminista. Suaviza su material sobre la nueva mujer trabajando principalmente sobre la tradición del idilio pastoral, presentando su Maine rural para complacer a los intelectuales urbanos americanos. Su tono elegíaco y su fidelidad al idilio pastoral restó importancia a los “principios” feministas de la nueva mujer que Jewett había afirmado de forma militante como doctrina personal en Un médico rural. Formalmente, el idilio hace de ella una iconoclasta gentil. En 1901 se convirtió en la primera mujer que recibió un grado honorario de la Universidad de Bowdoin. En 1902 un accidente que la incapacitó acabó prácticamente con su brillante carrera.

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  • csc