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LiteraturaBiografía

Jenofonte de Éfeso (s. II).

Escritor griego del siglo II d.C., autor de la novela en cinco libros titulada Las Efesíacas o bien Antía y Habrócomes, por el nombre de sus protagonistas. Nada sabemos del autor, cuyo nombre es quizá un seudónimo adoptado por varios novelistas en recuerdo del Jenofonte ateniense, autor de la biografía novelada del rey persa Ciro, la Ciropedia. Sin embargo parece que el autor era efectivamente de Éfeso o de la zona cercana, como parece indicar su preciso conocimiento de la ciudad y comarca, en contraste con las imprecisiones y vaguedades en que incurre al trasladar la acción a otros países, como Egipto. En cuanto a la fecha de la novela, hay unanimidad en colocarla en trono al año 100 d.C. o un poco más tarde, tanto por ciertas alusiones históricas como por su dependencia evidente respecto del Quéreas y Calírroe de Caritón de Afrodisias, obra del siglo I d.C. También su estilo sencillo apunta a una fecha anterior al apogeo de la Segunda Sofística, en la segunda mitad del siglo II.

- La trama.
Libro I: El joven y hermoso Habrócomes, de Éfeso, desprecia el poder de Eros, que planea su venganza. En la fiesta en honor de Artemis se enamora de la joven Antía y ella de él. Ambos caen enfermos de amor, por lo que sus padres van a consultar el oráculo de Apolo en Claros; éste profetiza con sus versos las aventuras y final feliz de los muchachos. Se celebra la boda entre la alegría de la población, y los jóvenes esposos, acompañados de sus esclavos Leucón y Roda, parten de viaje hacia Egipto, aunque hacen escala en Samos y Rodas para rezar a Hera y Helios. Habrócomes tiene un sueño premonitorio. Unos piratas fenicios asaltan su nave y perecen la mayoría de los tripulantes; los dos protagonistas suplican que se les venda como esclavos a un mismo señor. De camino hacia Tiro, el jefe de los piratas, Apsirto, se enamora de Habrócomes y otro lo hace de Antía.

Libro II: Una vez llegados a Tiro, Manto, la hija de Apsirto, se enamora de Habrócomes e intenta seducirle; ante la negativa de éste le acusa ante su padre de haber intentado violarla, y Habrócomes va a dar al calabozo. Apsirto casa a su hija con un comerciante sirio y le entrega a Antía, Leucón y Roda; por despecho Manto, ya en Siria, entrega a Antía a un cabrero, Lampón, que sin embargo se apiada de ella y promete respetarla. Leucón y Roda serán vendidos a un viejo sin hijos, que les adopta como tales. Entretanto Apsirto descubre las calumnias de su hija, libera a Habrócomes y le nombra su intendente.
El marido de Manto se enamora de Antía, por lo que aquélla ordena al cabrero que la mate; pero Lampón se apiada de ella y la vende a unos comerciantes cilicios, que a su vez caen en manos de la banda de malhechores que encabeza Hipótoo. Habrócomes se entera de la venta de Antía y parte en su busca; mientras tanto, cuando ya los bandidos se disponían a sacrificar a Antía, aparece en escena Perilao, irenarca de Tarso, quien aniquila a todos los bandidos excepto Hipótoo (que consigue huír), se lleva consigo a Antía y le propone que se case con él, pero ella pide que se aplace treinta días. Más tarde Habrócomes se encuentra con Hipótoo y se hacen amigos.

Libro III: Ambos se dirigen a Capadocia; Habrócomes se entera de lo sucedido con Antía y decide regresar a Cilicia. Allí se prepara la boda de Antía y Perilao, pero la bella consigue que un médico le proporcione lo que ella cree un veneno, en realidad un somnífero. Antía lo bebe y se desploma como sin vida en el lecho nupcial; se la entierra en una cámara a las afueras de la ciudad, donde más tarde despierta de su letargo. Unos salteadores entran en la tumba para robar, se encuentran a la joven y se la llevan consigo a Alejandría.
Gracias a una vieja, Habrócomes e Hipótoo se enteran del robo del supuesto cadáver. El primero parte para Alejandría en busca de su amada, que entretanto ha sido vendida al indio Psamis, que pretende hacerla suya; Antía pretende estar consagrada a la diosa Isis. El barco en que viaja Habrócomes es asaltado en las bocas del Nilo y sus tripulantes vendidos como esclavos. Habrócomes va a parar a casa del viejo Arajo, cuya mujer, Cino ,se enamora del joven y, ante la negativa de éste, degüella a su marido y acusa del asesinato a Habrócomes, quien es conducido a Alejandría para pagar por ello.

Libro IV: Hipótoo funda una nueva banda y en sus correrías va a parar a Egipto. Habrócomes es condenado a morir crucificado a orillas del Nilo, pero ante sus ruegos el dios-río se apiada de él y le salva la vida por dos veces. Hipótoo se cruza con la caravana en que viajan Psamis y Antía, mata al indio y se lleva prisionera a la muchacha. Mientras tanto las autoridades egipcias descubren las mentiras de Cino, que es ajusticiada, y liberan a Habrócomes. Uno de los de la banda de Hipótoo intenta forzar a Antía, quien se defiende y da muerte al bandido; Hipótoo, que ignora la identidad de la prisionera, la condena a morir enterrada viva en un foso con dos perros hambrientos, pero su guardián, Anfínomo, alimenta cada día a las fieras para evitar su muerte.

Libro V: Habrócomes arriba a Sicilia, donde conoce a un viejo pescador, Egíalo, que le narra su patética historia. En Egipto Anfínomo libera a Antía y promete respetarla mientras ella lo desee; por otra parte Políido, capitán egipcio, desbarata la banda de Hipótoo (que huye en dirección a Sicilia) y da después con Antía y Anfínomo. Se enamora locamente de la joven, que se refugia en el templo de Isis, aunque después accede a acompañarle bajo garantías de ser respetada. En Menfis el oráculo del dios Apis profetiza un pronto reencuentro de los amantes separados. La mujer de Políido, celosa de Antía, manda cortar el pelo a la joven y venderla en Tarento al dueño de un prostíbulo.
Leucón y Roda, los fieles esclavos, van a vivir a Rodas a la muerte de su protector. Hipótoo está en Tauromenio (Sicilia) y Habrócomes en Siracusa, desesperado; después trabaja en Tarento en el taller de un fabricante de lápidas. Mientras tanto Antía se niega a prostituirse, finge ser epiléptica y su dueño acaba por apiadarse de ella y cuidarla. Hipótoo se ha casado con una vieja rica, que pronto muere dejándole su fortuna; viajando por Tarento descubre a Antía y se enamora de ella, pero por respeto a su amigo Habrócomes decide cuidar de la joven y buscar a su marido. Éste vuelve desesperado hacia Éfeso y hace una escala en Rodas, donde encuentra a sus fieles Leucón y Roda, que le cuentan su peripecia y se enteran de las del joven. Hipótoo lleva a Antía a Éfeso para que vea a sus padres y quizá sepa algo de Habrócomes; también ellos hacen parada en Rodas, donde se va a celebrar una gran fiesta en honor de Helios. Leucón y Roda descubren la presencia de Antía, y al día siguiente los dos esposos se reunen por fin. Todo finaliza con una acción de gracias a la diosa Isis, la narración de sus respectivas aventuras y el regreso a Éfeso, donde vivirán felices con sus sirvientes y su amigo Hipótoo.

- Sobre la obra. El primer problema que plantea la novela de Jenofonte es el de si se trata de un resumen o del original del autor. En efecto, la Suda (una enciclopedia bizantina del siglo IX) dice que la novela tenía diez libros, en vez de los cinco que se conservan (se trata de una obra muy breve, unas ochenta páginas frente a las más de cuatrocientas de las Etiópicas de Heliodoro). Además, lo acelerado de la narración, en que los episodios se suceden a un ritmo vertiginoso y muchas veces sin que sepamos las motivaciones exactas, parece abonar la tesis del epítome, práctica ésta muy extendida en el siglo II de la era. Pero no todos los estudiosos están de acuerdo en este punto.

En conexión con ello hay que señalar algunos rasgos característicos de las Efesíacas, como la ausencia casi total de descripciones, en lo que coincide con Caritón; o el cambio constante de escenario, que acaba por aturdir un poco al lector. Esta rapidez narrativa no deja espacio para la caracterización psicológica (en la medida en que se puede hablar de tal cosa en la literatura antigua), y en muchas ocasiones las decisiones de los personajes parecen completamente injustificadas y arbitrarias, cuando no incongruentes. Hay que destacar también la figura de Hipótoo, el bandido generoso, con una psicología algo contradictoria (oscila entre la crueldad gratuita y la generosidad más desinteresada) y un relieve narrativo muy considerable. El estilo es claro y bastante sencillo, como corresponde a lo que se ha dado en llamar la etapa "presofística" de la novela griega, es decir, la anterior al apogeo de la Segunda Sofística.

Es nuevo en las Efesíacas la importancia concedida a los oráculos y el recurso a los milagros (como los del río Nilo) para salvar a los protagonistas. Estos detalles y algunos otros (como la fe en la vida feliz más allá de la muerte de que hacen gala Antía y Habrócomes, así como la importancia concedida a la castidad de ambos, no sólo la de la mujer) han llevado a algunos estudiosos a ver en la obra una novela "isíaca" de propaganda religiosa, lo que a pesar de todo parece exagerado.
Desde el punto de vista sociológico hay que destacar el aburguesamiento de los protagonistas, que si en Quéreas y Calírroe eran reyes, sátrapas y grandes potentados, en la de Jenofonte de Éfeso son burgueses en sentido estricto -aunque adornados de una belleza poco corriente- Por otra parte se percibe en la novela una mayor cercanía a los personajes humildes, esclavos incluso, que aparecen adornados de virtudes diversas, sobre todo la compasión ante el dolor ajeno, en constraste notorio con el maniqueísmo moral de otras obras en las que las buenas acciones son exclusivas de las clases superiores. En conexión con esta ausencia de grandes personajes está el hecho de que la novela carezca de un marco histórico preciso, por más que aquí y allí se dejen entrever algunos detalles que nos remiten a la época del autor, el comienzo del siglo II d.C.

Esta novela se ha conservado junto con el Quéreas y Calírroe de Caritón en un único manuscrito: el Laurenciano Conventi Soppresi 627, del siglo XIII-XIV, en Florencia, descubierto a principios del siglo XVIII. La primera edición del texto griego vio la luz en Londres en 1726. De ahí que la obra, prácticamente ignorada por el Medievo bizantino, fuera también desconocida en la Europa culta en la época de apogeo de este tipo de narraciones, es decir, los siglos XVI-XVII.

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