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Jaldún, Ibn o Abenjaldún (1332-1406).

Historiador tunecino, nacido en Túnez el 27 de mayo de 1332 y fallecido en El Cairo el 17 de marzo de 1406. Su nombre completo fue Abú Zayd Abd al-Rahmán Ibn Jaldún y fue el más importante de todos los historiadores medievales islámicos.

Vida

Ibn Jaldún nació en el seno de una noble familia de origen andalusí establecida en Túnez en la primera mitad del siglo XIV. Su padre sirvió casi siempre en la corte de los hafsidas de Túnez, y murió durante la gran pestilencia de mediados del siglo XIV, dejando tres hijos: Muhammad, Abd al-Rahmán y Yahya.

Abd al-Rahmán ibn Jaldún mostró desde joven predisposición a la enseñanza, y pronto profundizó en las principales ciencias del Islam, bajo la dirección de los más importantes sabios de su ciudad. Conoció los textos sagrados en sus siete versiones, la jurisprudencia, aprendió la vida del Profeta y los hadices, o tradiciones referentes a su persona, y estudió los principales monumentos de la literatura arábiga. Durante el breve intermedio que supuso la conquista de Túnez por los benimerines, Ibn Jaldún, con tan solo diecisiete años, continuó sus estudios bajo la dirección de los alfaquíes benimerines. Según su propia biografía, a la edad de veinte años, encontró "que sabía alguna cosa".

La carrera política de Ibn Jaldún comenzó como cátib de la alhama, al servicio del sultán adolescente Abú Ishaq, proclamado como restaurador de la dinastía hafsida tras el intermedio merinida. Sin embargo Ibn Jaldún prefirió continuar su aprendizaje al lado de los sabios benimerines que había conocido en Túnez, y para lograrlo, concibió el proyecto de trasladarse a Fez. Ibn Jaldún salió de Túnez junto con su señor en 1352 y aprovechó la derrota de las tropas hafsidas de aquel mismo año para tomar el camino de Fez, huyendo de Mermachena y pasando por Cafsa y Biskra. Antes de llegar a Fez se estableció por un tiempo en la fortaleza de Bugía, donde permaneció unos meses y después, aprovechado la partida de una embajada desde Bugía hasta la corte merinida de Fez, Ibn Jaldún viajó con ellos y al llegar a Fez recibió una magnífica acogida por parte del sultán merinida, Abú Inan (1354). Continuó con sus estudios y recibió el empleo de secretario de órdenes del sultán, cuyo cometido era apostillar los memoriales que se le presentaran. Pero su súbito ascenso en la corte provocó envidias de algunos que lo acusaron de mantener contactos con Muhammad, un príncipe hafsida, ex-gobernador de Bugía. Ambos fueron encarcelados; Ibn Jaldún no consiguió la libertad hasta la muerte de Abú Inan en 1358.

Tras su liberación le fueron restituidos todos sus honores y dignidades. Ibn Jaldún quiso regresar a Túnez, pero no obtuvo autorización para ello. Gracias a contactos con un tal Aben Marzuk, Ibn Jaldún entró en el partido del aspirante al trono Abú Salem, hermano de Abú Inam, que en 1359 ocupó el trono de Fez en sustitución del hijo de Abú Inam, dominado por un regente. Ibn Jaldún fue el encargado de redactar toda la correspondencia del nuevo sultán y durante un tiempo obtuvo su privanza, hasta que Aben Marzuk se elevó en la corte y monopolizó la atención del soberano. Ibn Jaldún colaboró en 1359 con el destronado rey de Granada Muhammad V, que se refugió en Fez, intercediendo ante su señor para que éste proporcionase a Muhammad los medios necesarios para recuperar el trono granadino, como ocurrió un año después; la intercesión de Ibn Jaldún le valió la gratitud de Muhammad V, y su posterior acogida en su corte. Al final de los días de Abú Salem, Ibn Jaldún fue nombrado juez supremo para dar justicia a aquellos que habían sido vejados por los poderosos y no podían ser juzgados por los tribunales ordinarios. Tras la muerte del sultán, Ibn Jaldún conoció la hostilidad de Omar ibn Abdallah, wazir del nuevo sultán, motivo que le decidió para abandonar Fez y trasladarse a España.

En 1362 Ibn Jaldún pasó de Ceuta a Gibraltar y, en cuanto pisó la Península, envió noticias de su llegada a la corte granadina. Recibió allí una favorable acogida por parte del wazir Aben Aljathib y de su señor, Muhammad V, de quien pronto llegó a ser confidente. Obtuvo del sultán una alquería en Elvira, donde residió un tiempo junto con su familia, a la que había hecho venir de Túnez. Recibió del rey de Granada importantes encargos diplomáticos y en 1363 viajó a Sevilla para ratificar el tratado de paz con Pedro I de Castilla (al que Muhammad V pagaba parias). Según el propio Ibn Jaldún, el rey castellano, al conocer la importancia que habían tenido sus antepasados en la Península, le ofreció los bienes que sus ancestros habían poseído en Sevilla, en aquel tiempo en manos de un magnate cristiano; Ibn Jaldún rechazó la oferta y regresó a Granada colmado de regalos que el monarca cristiano le había hecho.

En 1365 Ibn Jaldún, cuya influencia ante el rey granadino había crecido enormemente, abandonó España tras conocer los celos que su valimiento había despertado en el wazir Aben Aljathib. Aunque Muhammad V le pidió que se quedase en su corte, Ibn Jaldún embarcó en Almería y tras dos semanas de viaje llegó a Bugía, donde había sido repuesto como emir su anterior compañero de prisiones, Muhammad. En su corte recibió los cargos de chambelán y predicador de la gran mezquita; además ofició como profesor de jurisprudencia en la mezquita de la ciudadela. Ibn Jaldún acompañó a Muhammad en algunas de sus empresas bélicas. Pero en 1366 Muhammad perdió la vida en combate, e Ibn Jaldún recibió la oferta de ocuparse de los asuntos del estado y proclamar a uno de los hijos de Muhammad. El chambelán, en vez de aceptar, se puso en contacto con Abú-l-Abbas, señor de Constantina y primo del difunto emir, a quien le ofreció el gobierno de Bugía. A pesar de que Abú-l-Abbas tomó posesión de la ciudad y acogió a Ibn Jaldún en su corte, éste, sintiéndose rechazado, se trasladó a Biskra, donde fue acogido por su señor, Ahmed ibn Monzi. Cuando el señor de Tremecén supo de la caída en desgracia de Ibn Jaldún en Bugía, le ofreció el cargo de chambelán en su corte. Aquí intentó en vano Ibn Jaldún reclutar partidarios para acometer el proyecto de su nuevo señor: la conquista de Constantina; pero las cosas sucedieron al contrario y fue Tremecén la ciudad conquistada por los benimerines de Fez. Ibn Jaldún se retiró entonces a una mansión en los alrededores de Tremecén y se dedicó en pleno al estudio.

En 1374 Ibn Jaldún viajó de nuevo a Granada. Al principio fue recibido benévolamente, pero cuando Muhammad V recibió de Fez informes que tachaban a Ibn Jaldún de "huésped peligrosísimo" fue encarcelado y finalmente expulsado y deportado a Honain, cerca de Tremecén, donde su señor también le rechazó en un principio. Pero gracias a la actuación de uno de sus amigos, Ibn Jaldún logró congraciarse con el señor de Tremecén, que le encargó ciertas misiones diplomáticas. Después se retiró en Calta Ben Salama, en las inmediaciones de Frenda (Argelia), donde durante cuatro años se dedicó a escribir Muqaddimah ('Prolegómenos'), primera parte de su gran obra, Kitab al-Ibar. Durante este tiempo, Ibn Jaldún sufrió una grave enfermedad, de la que, según sus memorias, sólo se salvó gracias a la intervención divina.

Cuando concluyó los Prolegómenos, Ibn Jaldún regresó a Túnez (1378) y allí fue acogido en la corte del sultán, donde pronto comenzó a destacar, despertando las envidias de los demás cortesanos. Le fue encargada la redacción de una magna obra histórica que recogiera todas las noticias posibles sobre los beréberes zanata y los tiempos anteriores al Islam. Pero pronto las infamias vertidas contra él por los cortesanos, especialmente por un antiguo discípulo llamado Ibn Arafa, le llevaron a la determinación de abandonar Túnez y peregrinar a La Meca.

Partió de Túnez en octubre de 1382 y en diciembre llegó a Alejandría; un mes después llegó a El Cairo, donde su reputación le había precedido y donde encontró un grupo de discípulos deseosos de recibir sus enseñanzas. Impartió un curso de jurisprudencia en una de las mezquitas de la ciudad y después fue presentado al sultán, que le otorgó una pensión. Ibn Jaldún trató de hacer llegar a Egipto a su familia, pero la petición fue denegada por el sultán de Túnez, que quería hacerle regresar a toda costa. El sultán de El Cairo puso a su disposición una cátedra en la universidad islámica de al-Ahzar, fundada por Saladino I, y le nombró cadí (juez) del rito islámico malikí, instalado definitivamente en Egipto. En su biografía, Ibn Jaldún expresó la amargura que le causó el desempeño de este cargo, del que consiguió ser relevado después de unos años. Finalmente consiguió la autorización para trasladar a su familia a Egipto, pero una tempestad hizo naufragar la nave en la que éstos viajaban, haciéndoles perecer a todos. Esto causó un tremendo dolor a Ibn Jaldún , que durante unos años buscó en la devoción al Islam y en el estudio el remedio para sus males. Durante este tiempo se dedicó además a la enseñanza y a la redacción de su gran obra. Entre 1387 y 1388 Ibn Jaldún realizó la preceptiva peregrinación a La Meca y después regresó a Egipto, donde, al menos hasta 1394, no desempeñó cargos públicos. Pero por estas fechas volvió a ser nombrado cadí del rito malikí, cargo que desempeñó durante quince meses y del que fue relevado debido a su extrema severidad.

En 1400 Ibn Jaldún formó parte de la expedición iniciada por el sultán de El Cairo para frenar la expansión del khan de los tártaros, Tamerlán, que había conquistado la ciudad de Alepo y pretendía tomar también Damasco. Después de dos victorias de las tropas egipcias, se produjo una deserción de los emires del sultán, que abandonó la defensa de la ciudad y marchó a Egipto, dejando a Ibn Jaldún en Damasco. Fue requerido por sus habitantes para que formase parte de una embajada damascena para negociar con Tamerlán. Este hecho es recogido en varias crónicas que coinciden en resaltar la buena impresión que Ibn Jaldún causó sobre Tamerlán; en el campamento tártaro, Ibn Jaldún mostró al khan una parte de su obra en la que venía recogida noticia sobre el propio Tamerlán, así como una correcta genealogía que impresionó al khan; le pidió que se quedase en su corte e Ibn Jaldún aceptó, pero consiguió primero permiso para regresar a El Cairo para resolver sus propios negocios y llevar con él a cuantos prisioneros quisiese.

Después de este hecho Ibn Jaldún se estableció de nuevo en El Cairo, donde fue nombrado varias veces gran cadí malikí de Egipto, hasta que murió poco después.

Obra

Dejó escrita una minuciosa guía de las dinastías musulmanas norteafricanas y bereberes, conocida como Kitab al-Ibar. Pero los seis volúmenes que la forman no le habrían hecho pasar a la posteridad si no hubiera escrito también los mencionados prolegómenos a su historia universal (Muqaddimah), cuyo valor rebasa con creces los parámetros meramente historiográficos, para adentrarse con asombrosa anticipación a muchas teorías defendidas actualmente por la sociología y la filosofía de la historia.

En efecto, Ibn Jaldún consideraba, entre otras muchas ideas significativas, que la poderosa fuerza de la religión constituye uno de los mayores elementos unificadores que fortalecen la cohesión social, y que, en consecuencia, puede bastar para mantener unida a toda una comunidad. Además, supo adelantar que las mutaciones sociales, así como el desarrollo y el declive de las sociedades, están sujetos a una serie de leyes que pueden formularse de manera empírica, pues se derivan a su vez de ciertas realidades observables, entre las que destaca la actividad económica.

Precisamente la primera parte, que se titula Muqaddimah o Prolegómenos, ha resultado fundamental para los estudiosos de la historia del mundo árabe, por cuanto explana su teoría sobre la escritura historiográfica, con un enfoque que no siempre coincide con el occidental o cristiano. La recuperación de Ibn Jaldún se produjo en el siglo XIX, desde la traducción de su obra al francés, lo que supuso la rápida reivindicación de su labor por parte de algunos intelectuales árabes.

Bibliografía

  • PONS BOIGUES, F. Ensayo bio-bibliográfico sobre los historiadores y biógrafos arábigo-españoles. Madrid, 1898.

  • SAADE, I. El pensamiento religioso de Ibn Jaldún. Madrid, 1973.

  • SAADE, I. Cómo enjuicia Ibn Jaldún el cristianismo. Salamanca, 1969.

JMMT / JRF

Autor

  • Juan Miguel Moraleda Tejero