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HistoriaBiografía

Jack el Destripador (1888).

Jack the Ripper.

Es casi con seguridad el criminal más célebre de la historia y, paradojas del destino, su auténtica identidad se desconoce. Inaugurador de lo que se podría denominar "el crimen patológico", en torno a su figura se han cebado la leyenda, la literatura y el cine, aunque quizá lo más importante fue la escuela de seguidores que tuvo esta nueva modalidad de asesinato. El nombre verdadero del psicópata no es el único dato que se desconoce, tampoco se sabe durante cuánto tiempo se cometieron los crímenes -parece ser que fue entre los meses de agosto y noviembre de 1888-, ni cuál fue el número de ellos. De hecho, lo que hizo excepcionales estos crímenes fueron las circunstancias en que se produjeron, que sumieron a la ciudad de Londres en el pánico más absoluto durante los últimos meses de 1888.

El escenario escogido fue las oscuras callejuelas del East End londinense, en las que parecían haberse reunido todos los delincuentes, prostitutas y desheredados de la fortuna de la ciudad de Londres, cuyas miserias y lacras contrastaban con la rica opulencia de la sociedad victoriana.

Martha Turner, una prostituta de mediana edad, cuyo cadáver fue encontrado en un portal con treinta y nueve puñaladas, inició la lista de las terribles hazañas. Aunque no se tienen pruebas de la autoría de este crimen -de hecho, no presentaba las mutilaciones que fueron una de las pautas de actuación del Destripador-, los investigadores así lo consideraron ya que los cortes y las heridas eran tan limpios que parecían haber sido hechos con un bisturí. El viernes 31 de agosto apareció el cuerpo de Mary Ann Nicholls, otra meretriz de cuarenta y dos años, con un corte en la tráquea, el vientre seccionado y sus órganos extraídos con precisión quirúrgica; una semana más tarde, el 8 de septiembre, se encontró a otra prostituta, Annie Chapman, de cuarenta y ocho años, con la cabeza casi completamente separada del cuerpo y también destripada. El día 28 de ese mismo mes la prensa local recibió una nota, primera de una larga serie de misivas firmadas por un tal Jack el Destripador, cuyo contenido -siempre el mismo- se resumía en su odio a las prostitutas y su intención de seguir matando.

La lista continuó engrosando; el 30 de septiembre los cadáveres fueron dos, de nuevo prostitutas, la sueca "Long Liz Stride", que no fue mutilada pero sí tenía la garganta seccionada, y Catherine Eddowes, desde cuyo cuerpo, ferozmente masacrado, hasta un portal próximo se extendía un reguero de sangre al final del cual había un grafitti que decía: "los judíos tienen la culpa". Curiosamente, el jefe de Scotland Yard mandó que la pintada fuera eliminada, lo cual se hizo de forma casi inmediata, con lo que desapareció una importante pista. Al día siguiente se recibió una nueva nota en la prensa, esta vez escrita con tinta roja, en la que el asesino reconocía haber cometido los crímenes.

Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, los rumores se desataron en Whitechapel: que el Destripador siempre llevaba consigo un maletín negro en el que portaba sus enseres o que era en realidad una mujer; había algunos tan disparatados tales como que era un médico vesánico, un exiliado polaco que odiaba a los judíos o un agente secreto ruso; se especulaba también con que fuera un puritano radical empeñado en "limpiar" la ciudad, o incluso que se tratara de un aristócrata deseoso de vengar la muerte por sífilis de su hijo. Sin embargo, entre todas estas hipótesis, lo único que se sabía con seguridad es que el psicópata asesino era zurdo y que poseía conocimientos de cirugía, ya que las atroces carnicerías estaban hechas con gran destreza.

El viernes 9 de noviembre apareció el cuerpo de Mary Jeannette Kelly, otra "profesional del amor" de veinticinco años, en su propio domicilio, desnuda y ensangrentada, con la cabeza prácticamente separada del cuerpo, el corazón encima de la almohada y sus entrañas colgando del marco de un cuadro. Se piensa que fue la última víctima de Jack, ya que los tres crímenes que hubo luego parecen obra de un imitador.

La policía cerró el caso al poco tiempo, de forma un tanto precipitada, algo que resulta extraño si se tiene en cuenta que, aún en nuestros días, psicológos y criminalistas de todo el mundo siguen estudiando los aberrantes -por carecer de motivo aparente- asesinatos. Las preguntas acerca del caso siguen sin respuestas: ¿cómo es posible que el asesino se desvaneciese sin dejar rastro? y si carecía de medios de fortuna como los otros vecinos del barrio ¿cómo y dónde pudo adquirir conocimientos quirúrgicos avanzados que le permitían realizar "operaciones" para las que los especialistas calculan más de una hora? (un tiempo que en teoría multiplicaba por mil la posibilidad de ser descubierto).

Aunque en realidad no hay más que hipótesis y conjeturas acerca de la identidad del Destripador, una de las tesis que tuvo más peso fue que el anónimo personaje era un abogado de cierto prestigio, Montague John Druitt, cuyos más próximos familiares estaban persuadidos -sin pruebas- de que él y el psicópata eran la misma persona. Tal creencia se apoyaba, entre otras, en la circunstancia de que tenía un pariente médico, propietario de una clínica ubicada a diez minutos escasos del escenario de los crímenes, de forma que sería fácil coger el instrumental, utilizarlo, limpiarlo y volver para dejar todo tal como estaba, aunque parece poco probable que, en caso de que así fuera, nunca se encontrara ninguna huella. En cualquier caso, Druitt no fue detenido ni interrogado, ya que el 31 de diciembre de 1888 apareció ahogado en el río Támesis. Fuera suicidio o asesinato, lo cierto es que los interrogantes continuaron abiertos sobre la verdadera identidad de Jack el Destripador. El misterio continuó seduciendo a criminólogos e investigadores de todo el mundo un siglo después de los crímenes y, de forma periódica, aparecían en las librerías teorías, más o menos contrastadas, que no hacían sino ampliar hasta el infinito la lista de presuntos sospechosos. En 2002, la escritora Patricia Cornwell anunció su convencimiento de que la identidad del célebre asesino se correspondía con la del pintor Walter Richard Sickert.

LU

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