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LiteraturaBiografía

Holan, Vladimir (1905-1980).

Poeta y traductor checo nacido en Praga el 16 de septiembre de 1905 y fallecido en la misma ciudad el 31 de marzo de 1980.

Considerado por la crítica especializada como el más grande poeta checo del siglo XX (por delante incluso de su amigo Jaroslav Seifert, que fue galardonado con el premio Nobel de Literatura cuatro años después de la muerte de Holan), Vladimir Holan vino al mundo en Praga en los primeros años del siglo XX. Era todavía muy niño cuando toda la familia Holan se trasladó a vivir a Podolí, una diminuta aldea situada cerca del monte Bezdez. Vladimir iba a diario al pueblo de Bela, que distaba tres kilómetros de su casa, y allí aprendió latín en el convento de los agustinos. Aquellos años pasados en un ambiente urbano, la soledad de la aldea, la comunión con la naturaleza y el paisaje rural influirían en el futuro poeta, sobre todo las frecuentes excursiones que, muchas veces sin compañía, realizaba Holan al imponente castillo de Bezdez.

En 1919, cuando Holan tenía 14 años, su familia regresó a Praga. Sus padres le matricularon en la escuela para que acabase sus estudios secundarios, pero el joven Vladimir encontró muy poco interesantes las asignaturas que le enseñaban, pues todas giraban en torno a las matemáticas y las ciencias. Fue entonces cuando Holan empezó a escribir sus primeros poemas, algunos de los cuales se publicaron en el periódico Rude Pravo. Una vez graduado, y gracias a la recomendación de un amigo, entró a trabajar en una compañía aseguradora, donde permanecería siete años. Sin embargo, nunca se desvinculó de la literatura. En 1926 publicó su primer libro, Abanico en delirio, al que seguirían Triunfo de la muerte y Soplo en 1930, Arco en 1934 y Piedra, vienes, en 1936. Ya consagrado como escritor conseguiría sus primeros trabajos como redactor de las revistas Vida y Programa D.40, esta última dedicada al teatro. Mientras siguió componiendo sus poesías se adentró también en el campo de la traducción, produciendo versiones al checo de poetas como Rimbaud, Mallarmé, Eluard, Rilke, Von Hoffmansthal, Trakl, Ungaretti, Lorca, Altolaguirre y Góngora, cuya influencia poética acusaría en posteriores trabajos. Fueron estos también los años de los primeros viajes, a Francia y a Italia, que dejaron en el creador una huella muy honda.

Para aproximarnos siquiera mínimamente a la poesía de Holan, debemos partir de que cuando éste publicó su primer libro hacía ya dos años que Karel Teige y Vitezslav Neval habían difundido su teoría sobre el movimiento que llamaron poetismo, y que está estrechamente vinculado a la poética dadaísta. El poetismo influiría en Holan, lo mismo que posteriormente lo haría la llegada de las voces del surrealismo. Porque a lo largo de su fructífera carrera poética, Vladimir Holan bebió de muchas fuentes. Si en un principio se dejó influir por Mallarmé y sus juegos del lenguaje, presentes sobre todo en sus primeras composiciones, sería también sensible al barroquismo de Góngora, del que tomaría además el interés por la mitología. Llegaría también el momento de emplear el verso libre, de profundizar todavía más en el pensamiento, de reflexionar sobre la condición humana, de purificar el poema.

La amenaza de los fascismos sobre Checoslovaquia no dejó indiferentes ni a Holan ni a sus contemporáneos. La posición comprometida de Holan, su lucha desde la poesía, fue aplaudida por el pueblo checo. Fue el momento de la publicación de Respuesta a Francia o Soldados del ejército rojo. La obra de Holan, y sobre todo este último poemario, apasionan al público checo. Fue su momento de mayor gloria popular, su época de cercana conexión con el público. Sin embargo, la luna de miel no duró mucho. En 1948, sólo un año después del aplauso cosechado por Soldados del ejército rojo, la crítica acusó a Holan de practicar lo que denominan "formalismo decadente". Sus poemas dejaron de publicarse y de leerse. Indignado por el ostracismo al que estaba siendo sometido, el poeta se aisló voluntariamente en su casa de la isla de Kampa, un bello paraje situado en el río Moldava, al pie de la zona de Mala Strana. Allí vivió literalmente enclaustrado, cerrada la puerta con tres cerrojos, eternamente echadas las cortinas. Rechazó recibir visitas, pero los praguenses (para quienes el escritor se convirtió en leyenda) aseguraban que por las noches podía verse luz en las ventanas de su casa. Posiblemente era verdad, porque desde su extraño exilio en la isla fluvial, Vladimir Holan seguía escribiendo sin descanso. A esta época pertenecen los versos del poema "Nieve": "Estás solo. Ningún gesto. Nada de que hacer gala".

Los años de soledad y aislamiento sirvieron al poeta para crearse una realidad propia, para purificar y mejor definir su poesía. Como dice Clara Janés, traductora y excelente conocedora de la obra de Holan, "... en su soledad a Holan no le es ajeno el mundo [...] Al aislarse, su visión, por el contrario, se agudiza de tal manera que atraviesa toda barrera y así penetra en los más recónditos pliegues del espíritu humano". Así es. Holan debe enfrentarse a la incomprensión y a la injusticia, pero no lo hará públicamente, sino más bien ante sí mismo. Ya no era un hombre público: era sólo un poeta enfrentado a su obra, a su genio, con el que no busca redimirse, dar explicaciones o pedirlas. En esta época escribiría "Si el hombre come solo y pone el oído atento / con horror medular empezará a comprender de pronto qué es la tierra / No la tierra volcada sino / la esparcida con la mano. / La que está en lo más hondo, como el cuerpo enterrado, / es indiferente al resultado de las batallas / Y la que está en la superficie, como el lenguaje, como el espejo del alma /desea de pronto el aguardiente de los guardas del cementerio."

La crítica no ignoró a Holan para siempre: en 1963, sus libros volvieron a editarse y a venderse, y el público recibió con los brazos abiertos obras como Avanzando (al que pertenecen los últimos versos transcritos), Una noche con Hamlet, Dolor, Toscana, Sin Título, Historias, o Triálogo. Sin embargo, Vladimir Holan se negó a romper su aislamiento. En vano fue invitado a recoger premios que le otorgaban su país y los críticos. Quizá era que ya no sabía vivir en sociedad. Quizá es que no perdonara la incomprensión de tiempos pasados. Sólo cayó Holan en una tentación de abandonar su casa de Kampa: la concesión, en 1966, del Premio Internacional Etna Taormina, concedido por su obra Una noche con Hamlet, y viajó a Italia para recordar el viaje realizado casi cuarenta años antes. Mientras, su obra dejaba atrás las fronteras checas, las traducciones se multiplicaban y la obra de Vladimir Holan se difundía por toda Europa, donde obtuvo un notable reconocimiento. Él seguía leyendo y escribiendo. Como él mismo había dicho en un poema "Quien se ha sumido en la poesía / ya no puede salir..."

Los últimos años de la vida de Holan fueron difíciles, pues sufrió una enfermedad degenerativa que limitó mucho sus capacidades. Años antes, cuando aún no estaba enfermo, había escrito un poema titulado precisamente "El poeta agonizante": "Presiento solamente... Nunca he hecho otra cosa que presentir / Y el pensamiento escrito no era más que una imagen [...] He defendido la libertad ardiendo de deseo y asombro / y aunque no haya conocido más que la visión sin la revelación / he sido tan fiel que me he convertido en testigo".
Vladimir Holan murió en la primavera de 1980 y fue enterrado en Praga, en una tumba que lleva la sencilla inscripción "Familia Holan".

Bibliografía

  • Las siguientes ediciones han sido traducidas y anotadas por Clara Janés: "Abismo de abismo". Vitoria: Bassarai, 2000 / "Antología". Barcelona, Plaza y Janés, 1983 / "Avanzado". Madrid, Editora Nacional, 1982 / "Dolor". Madrid: Hiperión, 2001 / "Pero existe la música". Barcelona, Icaria, 1996 /

Janés, Clara: "Vladimir Holan. Poesía". Madrid, Fundación Juan March 1980.

Autor

  • Marta Rivera de la Cruz