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LiteraturaPeriodismoBiografía

Herrera, Ernesto, "Herrerita" o "Ginesillo de Pasamonte" (1884-1917).

Dramaturgo, narrador, periodista, profesor y diplomático uruguayo, nacido en El Durazno (en el departamento homónimo) en 1889, y fallecido en Montevideo en 1917. Primo hermano del gran poeta modernista de proyección universal Julio Herrera y Reissig (el Herrera por antonomasia de las Letras uruguayas), en los círculos artísticos e intelectuales de Montevideo era conocido por el diminutivo cariñoso de "Herrerita", aunque también atendió en ocasiones al apelativo cervantino de "Ginesillo de Pasamonte". A pesar de su breve existencia -falleció, víctima de una aguda afección tuberculosa, cuando aún no había alcanzado los treinta años de edad-, por la calidad literaria y la vigencia actual de sus exitosas piezas teatrales está considerado como una de las voces más destacadas de la escritura dramática uruguaya de comienzos del siglo XX.

Inclinado, desde su temprana juventud, al cultivo de la creación literaria, se dio a conocer como escritor merced a las colaboraciones periodísticas que comenzó a difundir por diferentes rotativos y revistas de la capital uruguaya, como La Razón, La Semana, Bohemia y El Deber Cívico. Sus vivas inquietudes humanísticas orientaron su trayectoria profesional por el sendero de la docencia, al que dedicó buena parte de su vida laboral en calidad de profesor de Literatura. Leyó, tanto por afición personal como por exigencias laborales, abundante literatura extranjera, y pronto acusó, tanto en su obra como en su pensamiento, una nítida influencia de los grandes pensadores, novelistas y críticos rusos del siglo XIX.

Su inclinación a la vida bohemia estuvo en consonancia con su inflamado ideario anarquista, que le llevó a interesarse vivamente por una problemática social plasmada, con singular eficacia dramática, en su excelente producción literaria, tanto en la publicada en los medios de comunicación citados anteriormente como en la estrenada en los principales escenarios de su país natal. A pesar de estos postulados ácratas que gobernaban su forma de pensar y de vivir, hacia finales de la primera década del siglo XX Ernesto Herrera desempeñó varias misiones diplomáticas encomendadas por el gobierno uruguayo, lo que le permitió cruzar el Atlántico y residir durante algún tiempo en diferentes ciudades europeas. Su asimilación de la cultura libresca del Viejo Continente recibió, con ello, un vigoroso impulso que pronto se dejaría notar en su producción literaria.

De regreso a Montevideo, irrumpió con fuerza en el panorama cultural de su país con la publicación del volumen de cuentos titulado Su Majestad el hambre (Melo: El Deber Cívico, 1910), cuyo significativo subtítulo (Cuentos brutales) venía a anunciar, ya desde la portada, la voluntad expresa de Ernesto Herrera de elevar su estentóreo grito de denuncia por encima de cualquier norma de contención social, aunque para ello tuviera que recurrir a la rudeza y tosquedad manifiestas en casi todas estas narraciones breves. En el transcurso de aquel mismo año de su debut como narrador, coincidiendo con la desaparición de una de las viejas glorias de la escena hispanoamericana (el dramaturgo uruguayo, aunque afincado en Argentina, Florencio Sánchez), Ernesto Herrera presentó también su primera incursión en el Arte de Talía. Se trata del drama titulado El Estanque, estrenado en 1910 y publicado un año más tarde (Montevideo: O. M. Bertani Editor, 1911), una obra plenamente inserta en esa corriente realista que, en boga por aquellos años en el teatro uruguayo, se mantendría constante en el resto de la producción dramática del escritor de El Durazno.

El éxito cosechado por el estreno de El estanque animó a Ernesto Herrera a concentrar todos sus esfuerzos en la creación teatral, a la que aportó, dos años después, una de las mejores piezas de la escena uruguaya de todos los tiempos. Estrenada y publicada bajo el título de El león ciego (Montevideo: O. M. Bertani Editor, 1912), esta magnífica obra de Herrera -que se presenta como un canto de despedida a los antiguos caudillos rurales- mereció los elogios entusiastas de la crítica y el público, para rodearse inmediatamente de un halo de clásica vigencia que ha propiciado su constante reposición, en los escenarios del país, durante todo el siglo XX (fue memorable el reestreno llevado a cabo por la Comedia Nacional en los años cuarenta, así como su nueva puesta en escena, a cargo de la compañía El Golpón, en 1962).
Otros títulos posteriores que jalonaron de triunfos la fugaz carrera literaria de Ernesto Herrera son La Moral de Misia Paca (1913); los bocetos en un acto Mala laya y El caballo del comisario; y los extraordinarios dramas El pan nuestro (de 1914, pero editado al cabo de ocho años, entre las páginas de la revista Teatro Popular [Buenos Aires], IV, 113 [10 de enero de 1922]) y Las fieras (1914). A mediados de los años sesenta vio la luz una valiosa recopilación, en dos volúmenes, de su Teatro completo (Montevideo: Biblioteca Artigas [Col. de Clásicos Uruguayos, 1965), prologada por Walter Rela.

Bibliografía

  • AÍNSA, Fernando: La narración y el teatro en los años veinte, Montevideo: CEAL [Col. "Capítulo Oriental", nº 19], 1968.

  • RAMA, Ángel: "En el cincuentenario. Herrerita: un clásico nacional", en Marcha, Montevideo, XXVIII, 1.324, 1967.

  • ROSSEL, A.: "Imágenes de Ernesto Herrera", en Revista de la Biblioteca Nacional, Montevideo, 21, 1981.

J. R. Fernández de Cano.

Autor

  • 0102 JR.