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Gutiérrez Mangel, Joaquín (1918-VVVV).

Poeta, narrador, periodista, traductor, ensayista, crítico literario y editor costarricense, nacido en Puerto Limón en 1918. Padre de la gran bailarina y coreógrafa Elena Gutiérrez, y abuelo de la escritora, pintora y cineasta de nacionalidad rusa -aunque nacida también en Costa Rica- Ishtar Yasin Gutiérrez, es autor de una brillante y variada producción literaria que, en su fecunda progresión a través de los cauces genéricos más diversos, le ha consagrado como una de las voces más relevantes de la intelectualidad centroamericana del siglo XX.

Vida y Obra

Volcado desde su temprana juventud hacia el cultivo de la creación literaria, irrumpió en el panorama cultural costarricense con un volumen de versos publicado bajo el título genérico de Poesías (San José: Suplemento, 1937), opera prima que mereció los elogios de críticos y lectores y le situó, de inmediato, entre las grandes promesas de la juventud literaria de su nación. Esta buena acogida dispensada a su primer poemario se repitió, al cabo de un año, tras la aparición en las librerías costarricenses de Jicaral (San José: Librería Española, 1938), una segunda entrega lírica de Joaquín Gutiérrez que, por su hondura y calidad, invitaba a creer que el escritor de Puerto Limón habría de orientar toda su trayectoria literaria por el sendero de la creación poética.

Sin embargo, Gutiérrez Mangel pronto dio muestras de alimentar un proyecto creativo mucho más amplio, siempre dentro de una consagración a la escritura que no desdeñaba el cultivo de otras modalidades genéricas (como la novela) o de otras actividades ajenas al ámbito de la ficción (como el periodismo o la traducción). Establecido, al poco tiempo de haber dado a la imprenta estos dos poemarios iniciales, en territorio chileno, comenzó a publicar sus artículos periodísticos en el rotativo El Siglo, con lo que dio inicio a una dilatada trayectoria profesional que, ligada al mundo de la edición periodística y literaria, le llevó a colaborar en el país andino con numerosas empresas dedicadas a la información y la difusión cultural, como la agencia Reuter y la Editorial Nascimento. Durante los veinticinco años que residió en Chile -país al que siempre consideró su segunda patria-, fue enviado en varias ocasiones a diferentes lugares de todo el mundo, desplazamientos que fortalecieron su talante cosmopolita y ampliaron notablemente su vasta formación humanística. Así, entre 1960 y 1962 estuvo destacado en Pekín en calidad de representante del citado sello editor chileno, y de allí -avalado, sin duda alguna, por su militancia en el Partido Comunista, que databa del año 1936- pasó a afincarse en Moscú (1962-1966), en donde ejerció como corresponsal del diario para el que trabajaba. Durante el recrudecimiento de la Guerra de Vietnam, fue enviado a aquel país del sudeste asiático para cubrir la información derivada del conflicto bélico, y a su regreso a Chile continuó desplegando sus labores editoras y periodísticas en su país adoptivo hasta que, en 1973, el cruento golpe de Estado del 11 de septiembre le obligó a abandonar el suelo andino para regresar definitivamente a su patria.

En medio de esta agitada vida profesional y de los grandes acontecimientos históricos que le tocó vivir, Joaquín Gutiérrez Mangel desplegó también una intensa actividad literaria que, tras un largo paréntesis de silencio editorial prolongado durante cerca de diez años, le llevó a reaparecer en los escaparates de las librerías a mediados de los años cuarenta con una singular narración, Cocorí (Santiago de Chile: Rapa Nui, 1947), inserta plenamente en los modelos formales y temáticos de la narrativa infantil y juvenil. Considerado desde el mismo momento de su salida de la imprenta como un clásico en su género, este inesperado y deslumbrante relato de Joaquín Gutiérrez conoció, también de forma inmediata, un éxito arrollador: fue galardonado con el premio Rapa Nui, reeditado en numerosos países de habla hispana, traducido a una decena de idiomas y sometido a diferentes adaptaciones que lo acercaron a los jóvenes de todo el mundo a través de los escenarios teatrales y las salas de proyección cinematográfica.

Apenas repuestos de la grata sorpresa que había supuesto la publicación inesperada de Cocorí, los críticos y lectores chilenos recibieron de nuevo con encendidos elogios la aparición de Manglar (Santiago de Chile: Nascimento, 1947), otra espléndida narración que, al margen ya de su anecdótica -pero afortunadísima- incursión en la literatura infantil, vino a confirmar la importancia que cobraba en la producción literaria de Gutiérrez Mangel el género novelístico. En este innovador relato, el escritor costarricense se apartaba de la estética realista que, a la sazón, gobernaba la escritura de sus compatriotas para adentrarse en las nuevas fórmulas narrativas procedentes de Europa, donde los ecos de la Vanguardia seguían subrayando la dimensión onírica y el valor del inconsciente en la creación artística. Así, aunque Manglar no queda despojada de numerosas preocupaciones sociales coherentes con la ideología política de su autor, lo cierto es que su representación de la realidad busca nuevos cauces formales y temáticos que huyen del realismo convencional (ese realismo historicista y decimonónico que seguía dominando la narrativa costarricense de la época), al tiempo que se adentra en la evolución psicológica de Cecilia, la protagonista femenina de la novela y uno de los personajes mejor construidos en el corpus de las Letras hispanoamericanas contemporáneas.

La salida de los tórculos, a comienzos de los años cincuenta, de una nueva novela de Joaquín Gutiérrez Mangel, Puerto Limón (Santiago de Chile: Nascimento, 1950), consolidó definitivamente al autor costarricense como una de las plumas más relevantes de la prosa del medio siglo. De nuevo a vueltas con la problemática social específica de las naciones de Centroamérica (la lucha contra el imperialismo norteamericano; la explotación de las multinacionales "bananeras"; la defensa de una identidad nacional; etc.), esta tercera entrega narrativa de Gutiérrez Mangel, titulada con el nombre de su ciudad natal, llevaba explícita también su infatigable búsqueda de nuevos cauces expresivos que permitieran superar las fórmulas caducas de la novela tradicional.

Otro brusco y dilatado paréntesis creativo se abrió en la trayectoria literaria del escritor costarricense durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, en las que apenas se asomó a los escaparates de las librerías con dos libros de viajes y crónicas internacionales que hacían patente sus inquietudes cosmopolitas y su constante dedicación al oficio periodístico. El primero de ellos, publicado bajo el título de Del Mapocho al Vístula: crónica de viaje (Santiago de Chile: Austral, 1952), ofrecía una recopilación de cuarenta artículos difundidos previamente a través de las páginas del cotidiano chileno Democracia; el segundo, titulado La URSS tal cual (Santiago de Chile: Nascimento, 1967), pretendía ofrecer la visión de Gutiérrez Mangel acerca de esa nación que tan profundamente había conocido en los años sesenta. Además de estos ecos de sus desplazamientos nacionales e internacionales, el escritor de Puerto Limón escribió en 1966 numerosas crónicas sobre el conflicto armado cuya información había cubierto en calidad de corresponsal de guerra, publicadas, más de veinte años después de su primera redacción, bajo el título de Vietnam, crónicas de guerra (Costa Rica: Legado, 1988).

Su regreso al ámbito de la prosa de ficción vino avalado, a finales de los años sesenta, por el poeta universal Pablo Neruda, quien se encargó de prologar el nuevo relato de Gutiérrez Mangel, titulado La hoja de aire (Santiago de Chile: Nascimento, 1973). Considerada por muchos como la mejor obra de cuantas salieron de la pluma del escritor costarricense, está bellísima narración fue traducida a cuatro idiomas, reeditada en el país natal del autor (donde fue galardonada, en 1975, con el prestigioso "Premio Nacional de Novela Aquileo Echeverría") e incluida en la célebre Antología de literatura centroamericana que vio la luz en Polonia en 1982.

Siempre inquieto y sorprendente, Joaquín Gutiérrez retornó en el transcurso de aquel mismo año a esa veta poética que había dejado interrumpida en 1938, después de la publicación de Jicaral. Su nuevo e inesperado poemario, presentado bajo el provocador epígrafe de Te conozco, mascarita (Santiago de Chile: Nascimento, 1973), fue la última obra que dio a la luz en suelo chileno, ya que a los pocos días de su aparición se vio forzado a huir de la feroz represión desatada, por parte de los militares golpistas, contra los izquierdistas nacionales e internacionales que aún seguían con vida en el país andino. La frescura y osadía de estos poemas de madurez de Gutiérrez Mangel, alcanzada merced a la inclusión de algunos ingredientes tan aparentemente ajenos al discurso lírico como los procedentes de la crónica y el reportaje, volvió a hacerse patente en su siguiente colección de versos, publicada ya en su país natal bajo el título de Volveremos (San José de Costa Rica: Ed. del Autor, 1974).

Entre ambos poemarios, Joaquín Gutiérrez -que, a pesar de los graves acontecimientos políticos que acababa de vivir, atravesaba por uno de sus momentos de mayor fecundidad e inspiración- dio la imprenta la que estaba llamada a convertirse en su obra maestra y, sin duda alguna, en uno de los hitos más visibles de las Letras hispanoamericanas del siglo XX. Se trata de la novela titulada Murámonos, Federico (San José: Ed. Costa Rica, 1973), obra que sacudió la secular linealidad de la narrativa costarricense para, aprovechando sus tradicionales núcleos temáticos, introducir definitivamente una serie de innovaciones formales y estructurales -como la narración polifónica, que acababa con la perspectiva única impuesta por una sola voz narrativa- que consolidaron la apertura e incorporación de la novelística del país a las nuevas corrientes de la prosa contemporánea. Distinguida con reconocimientos y galardones tan prestigiosos como el "Premio de Novela Editorial Costa Rica" y el "Premio Nacional de Novela Aquileo Echeverría", esta magnífica narración relata las vicisitudes del matrimonio formado por Estebanita y Federico, unos modestos explotadores de una finca rústica que, frente el acoso avasallador de una compañía bananera, deciden oponer toda la resistencia posible, lo que les sumerge en una tensa lucha en defensa de su cultura y su dignidad, en el transcurso de la cual experimentan profundos cambios en sus vidas.

El valor emblemático de Murámonos, Federico reside, principalmente, en su acierto a la hora de condensar en una misma historia la mayor parte de los enfoques temáticos de la novela costarricense actual, como la lucha contra el imperialismo político, cultural y comercial; la crítica de los privilegios de las clases oligárquicas; la ruptura con la tradicional visión idílica del medio agrario (ruptura patente en otras narraciones de finales de los años sesenta y comienzos de la década siguiente); la preocupación por la suerte de los marginados y desfavorecidos; etc. Al tiempo que recoge estas líneas argumentales explotadas por otros escritores del país, la obra maestra de Gutiérrez Mangel aporta, con gran novedad, una visión del futuro que, lejos de caer en los vaticinios apocalípticos de estos autores, deja alguna puerta entreabierta a la esperanza.

Era difícil superar los méritos literarios y la importancia histórica alcanzados por Murámonos, Federico; no obstante, el escritor de Puerto Limón llegó a rozarlos con su siguiente entrega narrativa, publicada al cabo de cinco años bajo el epígrafe de Te acordarás, hermano (La Habana: Casa de las Américas, 1978). Comenzada a escribir durante la década de los cincuenta, esta novela se hizo merecedora, ya en su redacción definitiva, de otro de los galardones literarios de mayor renombre y difusión universales: el otorgado en Cuba bajo el nombre de "Casa de las Américas". Aunque ambientada en el Chile sujeto a las violentas represiones anticomunistas del gobierno de González Videla, esta novela de Joaquín Gutiérrez cobró vigencia por su firme denuncia de cualquier régimen totalitario en todos los países del ámbito geo-cultural hispanoamericano. Una buena parte de esa denuncia viene expresada por el cauce corrosivo del humor, por el que discurre no sólo la condena de las injusticias políticas y sociales, sino la crítica mordaz y desmitificadora de los lugares comunes acuñados sobre la mujer, la familia, los gobernantes, los creadores, los intelectuales e, incluso, el mero lenguaje literario y la propia literatura, sin que tampoco falte la revisión humanizada del cliché tópico del comunista paradigmático, habitualmente reflejado sólo en su perfil de militante ortodoxo y dogmático, sujeto a la obediencia ciega que cree deber a las directrices del partido.

Humanista fecundo y polifacético, Joaquín Gutiérrez Mangel no se conformó con su tenaz dedicación a la escritura periodística y a la creación literaria. Durante muchos años, recorrió los principales foros culturales hispanoamericanos pronunciando discursos y conferencias de la más variada índole y, ya en plena vejez, volvió a sorprender a propios y extraños con sus exquisitos trabajos de traducción, tan osados como airosos en el arriesgado empeño de volcar, al verso castellano, algunas de las obras más universales de Shakespeare, como El Rey Lear (San José de Costa Rica: EUNED, 1981), Hamlet (Id. Id., 1982) y Macbeth (Id. Id., 1986). La importancia de su legado impreso ha propiciado, a finales de los años ochenta, una valiosa recopilación de sus Obras completas (San José de Costa Rica: Ediciones de la Universidad de Costa Rica, 1988-1989), publicada en cuatro volúmenes.

Bibliografía

  • BAEZA FLORES, Alberto: Evolución de la poesía costarricense. 1574-1977, San José: Ed. Costa Rica, 1978.

  • MORA ESCALANTE, Sonia Marta: "Gutiérrez Mangel, Joaquín", en MEDINA, José Ramón (dir.): Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina. DELAL, Caracas: Biblioteca Ayacucho & Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1995, vol. II, pp. 2150-2153.

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  • PICADO GÓMEZ, Manuel: Literatura, ideología, crítica: notas para un estudio de la literatura costarricense, San José: Ed. Costa Rica, 1983.

  • VALDEPERAS, Jorge: Para una nueva interpretación de la literatura costarricense, San José: Ed. Costa Rica, 1978.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.