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LiteraturaBiografía

Guérin, Georges-Pierre-Maurice (1810-1839).

Poeta francés, nacido en el castillo de Le Cayla (en Tarn, dentro de la región de Languedoc) el 4 de agosto de 1810 y fallecido en su lugar de origen el 19 de julio 1839. Autor de una breve pero intensa producción poética que se caracteriza por su acendrado espíritu romántico, se le recuerda principalmente en la actualidad por haber sido uno de los precursores de la estética simbolista y uno de los escritores pioneros en el cultivo del poema en prosa.

Vida

Nacido en el seno de una familia aristocrática originaria de Venecia, pero instalada desde hacía ya varios siglos en la Francia meridional, fue el menor de una prole formada por cuatro hermanos (Eugénie, Marie, Eremberg y el propio escritor) que se quedaron prematuramente huérfanos de madre en 1818. En su lecho de muerte, la progenitora suplicó a Eugénie que se hiciera cargo del pequeño Maurice, a la sazón un niño de ocho años de edad que ya empezaba a distinguirse por su exquisita sensibilidad y su salud delicada; a partir de entonces, Eugénie -quien habría de revelarse también como una excelente escritora- cuidó de su hermano menor hasta el extremo de convertirse en una especie de madre para él, y llegó a renunciar a su deseo de ingresar en un convento para seguir pendiente de la crianza y educación del pequeño.

Al cumplir los trece años de edad, Maurice Guérin ingresó en el Seminario Preparatorio de Toulouse, con el propósito de seguir la carrera religiosa y acabar recibiendo las órdenes sacerdotales. Dos años después, todavía movido por esa vocación espiritual, se trasladó a París para seguir desarrollando su formación secundaria, ahora en el célebre Collêge Stanislas, al que acudían numerosos vástagos de las familias nobiliarias de provincias. En sus aulas coincidió Maurice con otro joven que, procedente por su parte de las tierras normandas, habría de compartir con él una firme amistad basada en unas mismas inquietudes literarias: Julés-Amédée Barbey d'Aurevilly (1888-1889), más tarde conocido por su extremado dandismo y su defensa a ultranza, ya en plena eclosión del Realismo y el Naturalismo, de la estética romántica. Los dos futuros escritores compartían, además, unas sinceras convicciones religiosas apegadas a las formas más tradicionales del catolicismo.

Todavía movido por su deseo de acceder al ministerio sacerdotal, en 1832, cumplidos ya los veintidós años de edad, Georges-Pierre-Maurice Guérin se trasladó a La Chênaie para ingresar en una escuela de altos estudios religiosos establecida allí por el filósofo Félicité-Robert de Lamennais (1782-1854), que se había convertido al catolicismo y ordenado sacerdote en 1816. Durante algo más de un años, permaneció en dicha escuela enzarzado -a tenor de lo que iba recogiendo en su diario- en vivas disputas filosóficas y teológicas con algunas figuras destacadas del catolicismo francés decimonónico, como el abad Gerbet -que llegaría a alcanzar la dignidad de obispo- y el abad de Cazalès; sin embargo, su admirado Lamennais apenas reparó en la presencia del joven Maurice, circunstancia sin duda decisiva para éste a la hora de tomar la determinación de abandonar la escuela de La Chênaie y regresar a París, en donde, a partir de 1834, empezó a ser conocido por su presencia asidua en los salones literarios.

Poco a poco, la vida mundana y el desengaño sufrido en La Chênaie le fueron apartando no sólo de la idea de hacerse sacerdote, sino también de la espiritualidad católica; sujeto, además, a los violentos vaivenes de esa ideología romántica que había asumido, más que como un modelo estético, como una auténtica pauta de conducta, llegó incluso a perder la fe, de lo que también dejó constancia en ese célebre diario que recoge sus inquietudes y vivencias entre 1832 y 1835. Intentó pues, orientar su vida por otros derroteros y se interesó por la docencia, con la ambiciosa aspiración de ocupar una plaza de profesor en la universidad de Juilly; pero fracasó también en este propósito, y hubo de conformarse con un puesto de sustituto en el liceo donde había transcurrido su juventud, el Collège Stanislas.

Esta concatenación de planes frustrados, sumada al remordimiento de conciencia derivado de la pérdida de la fe, contribuyó a acentuar el talante triste y sombrío de Maurice Guérin, cada vez más acoplado al paradigma romántico del artista caótico, desorientado y atormentado. A pesar de ello, contó con la fortuna de verse rodeado por un selecto grupo de amistades -entre las que sobresalía el mencionado Barbey d'Aurevilly- que apreciaban en todo momento la brillantez de sus escritos y su conversación, y le proporcionaban diferentes ocupaciones con las que pudo ir haciendo frente a los gastos que le ocasionaba la vida en París. Colaboró, así, con cierta asiduidad en algunas publicaciones periódicas como La France Catholique, y amplió su círculo de amistades hasta entablar relaciones con una joven muchacha india -descrita por su hermana Eugénie como "una criatura encantadora y refinada"- con la que contrajo nupcias en 1838.

Pocos meses después, atendiendo a las súplicas de su solícita hermana (que seguía mostrando hacia su persona unos desvelos más propios de una madre), un Maurice Guérin seriamente enfermo volvió a afincarse en las posesiones familiares de Le Cayla, donde recuperó la fe de su infancia y murió, piadosa y prematuramente, en el verano de 1839, cuando aún no había alcanzado los treinta años de edad.

Obra

El prestigio literario de Maurice Guérin, más allá de ese círculo selecto de amigos que le rodeó en París, no se extendió hasta un año después de su temprana desaparición, cuando su amplio poema "Le Centaure" ("El centauro", 1840) fue reproducido por la prestigiosa publicación Revue des Deux Mondes (Revista de los Dos Mundos). El resto de su obra -tan breve como la había sido su atribulada existencia- se completa con otro poema extenso -y, al igual que el anterior, fragmentario- titulado "La Bacchante" ("La Bacante", 1862), que no pasó por la imprenta hasta que no hubieron transcurrido más de veinte años después de su muerte; y con la edición de sus ya mencionados diarios, publicada bajo el título de Le cahier vert (El cuaderno verde).

En líneas generales, tanto los poemas como las anotaciones y observaciones diarias de Maurice Guérin revelan la existencia de un espíritu sensible y atormentado, obsesionado por la nostalgia de un pasado grandioso (entre sus antepasados había habido cruzados, obispos, cardenales y dirigentes de la Orden de San Juan de Jerusalén) y por ese anhelo de belleza que caracteriza el sentimiento romántico. Poseedor de un estilo elegante y armonioso que fluye con suavidad, Guérin reflejó en sus dos poemas en prosa la exaltación de la naturaleza y de los sentimientos humanas que tanto admiraban los creadores de su tiempo, valiéndose en ocasiones de algunos recursos de representación simbólica que le convierten en uno de los más intuitivos precursores del Simbolismo.

Según se desprende tanto de su obra poética como del propio testimonio de su experiencia vital recogido en su diario, Maurice Guérin tenía el convencimiento de que el ser humano, forzado por la constatación de sus propias limitaciones, se ve constantemente empujado a un afán de superarlas. Y, al hilo de este permanente anhelo de superación, afloran las fuerzas sobrenaturales que se alían con el poder del espíritu y las leyes de la naturaleza para acabar conformando ese peculiar universo romántico reflejado en la obra del poeta de Le Cayla.

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.