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LiteraturaBiografía

González de Clavijo, Ruy (s. XIV-1412).

Escritor, cortesano y diplomático español, nacido en Madrid en la segunda mitad del siglo XIV y fallecido en 1412. Ha pasado a la historia de la literatura española por haber sido el autor principal -si no el único- de uno de los más destacados libros de viajes españoles de la Edad Media, la Embajada a Tamorlán, en el que se da cumplida noticia de una destacada misión diplomática que le llevó a tierras de Oriente a comienzos del siglo XV. El interés histórico, literario y lingüístico suscitado por esta obra -que no pasó por la imprenta hasta 1582, cuando el erudito sevillano Gonzalo Argote de Molina (1548-1596) la editó bajo el título de Historia del Gran Tamorlán e Itinerario y narración del viage, y relación de la Embaxada que Ruy Gonçalez de Clavijo le hizo, por mandado de muy poderoso Señor Rey don Henrique el Tercero de Castilla... (Sevilla: A. Pescioni, 1582)- propició que González de Clavijo fuese incluido por la Real Academia Española entre las autoridades de la lengua.

Antecedentes de la embajada de Clavijo

Apenas han llegado hasta nuestros días noticias de la peripecia vital de González de Clavijo, con la excepción de las que le sitúan como protagonista de su azarosa embajada. Perteneciente a una de las familias madrileñas más relevantes dentro del linaje de los caballeros, estuvo ligado desde su juventud a la corte del monarca Enrique III de Castilla (1379-1406), a quien sirvió en calidad de camarero real. Pronto debió de ganarse la confianza del soberano, a juzgar por la delicada misión diplomática que éste le encomendó; pero, en realidad, no fue González de Clavijo el primer embajador hispano enviado a los dominios del victorioso khan de los tártaros. La llegada a Europa de las confusas noticias que informaban sobre las sucesivas victorias del poderoso Tamerlán (1336-1405) -conocido también como Tamorlán en España, Timur Leng o Timur Reyg entre los pueblos mogoles, y Kei Mon Eul entre los chinos- causó una enorme satisfacción en las cortes cristianas, pues la extensión de sus dominios amenazaba seriamente al pueblo otomano, principal amenaza para la Europa central y occidental. Enrique III de Castilla, atento a la política exterior, se apresuró a enviar dos embajadores -Pelayo de Sotomayor y Fernando de Palazuelo- a los dominios de Tamorlán, con la encomienda de certificar sus victorias y granjearse la amistad del célebre conquistador mogol. Dichos diplomáticos tuvieron ocasión de presenciar in situ la famosa batalla de Angora, en la que las huestes de Tamorlán derrotaron a las tropas del sultán turco Bayaceto (¿-1403), auténtica pesadilla de la cristiandad, que, en la batalla de Nicópolis (28 de septiembre de 1396), había vencido al rey húngaro Segismundo (1368-1437) y a los cruzados franceses y polacos que habían acudido en su auxilio. Bayaceto, que cayó prisionero del khan tártaro, falleció en su campamento al cabo de un año, víctima de una apoplejía.

Tras la batalla de Angora, el propio Tamorlán se avino a recibir a los embajadores enviados por Enrique III y, tras entregarles una amistosa carta dirigida al monarca de Castilla y León, los devolvió a la Península ibérica acompañados por un embajador mogol -Mohamad Alcagí- y dos damas españolas -doña Angelina de Grecia y doña María Gómez- que habían sido rescatadas del cautiverio en que las mantenía el derrotado sultán otomano. El alborozo que causó en la corte castellano-leonesa el regreso de Pelayo de Sotomayor y Fernando de Palazuelo, así como las gratas noticias que traían acerca del poder y la amistad de Tamorlán, aconsejó a Enrique III el envío de una segunda embajada, esta vez constituida por el caballero Ruy González de Clavijo, el maestro en teología de la orden de predicadores Páez de Santamaría, y el caballero de la guardia real Gómez de Salazar (a los que se sumó, en calidad de intérprete, el susodicho Mohamad Alcagí). Al regreso de este largo viaje, que se prolongó por espacio de tres años, circuló por la corte una extensa, amena y documentadísima relación del mismo, atribuida a la pluma de uno de los embajadores: González de Clavijo. La crítica especializada no ha dudado en considerar esta obra como el libro de viajes más importante de la literatura medieval hispana.

La Embajada a Tamorlán

Los expedicionarios enviados por Enrique III se embarcaron en el Puerto de Santa María el día 21 de mayo de 1403, en un periplo rumbo a Trebisonda planificado según las rutas de comercio habituales. Tras haber hecho escala en Málaga, Ibiza y Mallorca, las carracas y las galeotas de los embajadores atracaron en el puerto napolitano de Gaeta, en donde se abastecieron de víveres y otros pertrechos desde el 27 de junio hasta el 13 de julio. La navegación continuó a través del Mediterráneo con escalas en Rodas, Chíos y Constantinopla, y finalmente se detuvo en Pera, donde los expedicionarios se refugiaron de los rigores del invierno. Cuando mejoraron las condiciones de navegación, los embajadores volvieron a embarcarse rumbo al mar Negro, donde alcanzaron felizmente el puerto de Trebisonda.

En una segunda fase de su largo recorrido, la embajada se dirigió por caminos de tierra hasta Samarcanda, ciudad a la que llegó el día 8 de septiembre de 1404, después de haber pasado por Arzinján, Tabriz, Turis y Teherán, y haber atravesado el río Briamo. La corte de Tamorlán, que deslumbró a González de Clavijo y sus acompañantes, recibió con grandes honores a los embajadores del Enrique III, y el propio khan -ya casi septuagenario- mostró la enorme alegría que le proporcionaba la misión diplomática del monarca español, al que honró con el calificativo de "hijo": "E desi preguntóles por el señor rey diziendo: cómo está mi fijo el rey e cómmo le va e si era bien sano; e los dichos embaxadores le respondieron e le dixieron su embaxada bien e cumplidamente, que los escuchó muy bien todo lo que le dixieron. E desque hobieron dicho [...], se volvió a unos caballeros que estaban asentados a los sus pies [...], e díxoles: -Catad aquí estos embaxadores que me envía mi fijo, el rey d'España, que es el mayor rey que es en los francos que son en cabo del mundo, e son muy gran gente e de verdat, e yo le daré mi bendiçión a mi fijo el rey; e abastaba afarto que me enviara él a vosotros con su carta, sin presente, ca tan contento fuera yo en saber de su salud e estado, commo en me enviar presente".

Durante cerca de dos meses y medio, González de Clavijo, Páez de Santamaría y Gómez de Salazar residieron en Samarcanda, fascinados por el trato que se les daba y por las maravillas que allí contemplaban (especialmente, los suntuosos palacios cuajados de oro, vidrieras, piedras preciosas, ricas alfombras y exquisitos tejidos). El 21 de noviembre de 1404, tras las confusas noticias que difundían la muerte del anciano Tamorlán, los embajadores emprendieron el viaje de regreso a España, que fue mucho más largo y penoso que el trayecto de ida. El 28 de febrero de 1405 arribaron nuevamente a Turis, en donde se vieron forzados a permanecer hasta finales de agosto. Llegaron a Trebisonda el 17 de septiembre, pero no alcanzaron la ciudad de Pera hasta el 22 de octubre. Luego sus naves anclaron en Sicilia (30 de noviembre) y en Gaeta (2 de diciembre); pero durante todo el mes de enero de 1406 hubieron de permanecer fondeadas en el puerto de Génova. Finalmente, alcanzaron las costas de Sanlúcar de Barrameda el día 1 de marzo, y desde allí partieron los embajadores hacia Alcalá de Henares, en donde dieron por concluida su misión diplomática el 24 de marzo de 1406, casi tres años después de su partida desde el Puerto de Santa María.

Al margen de los intereses políticos que habían guiado a los embajadores de Enrique III hasta la corte de Tamorlán, la relación de su viaje fascinó a los lectores de su época por sus minuciosas descripciones de todos los territorios que recorrieron, sus novedosas noticias acerca de las costumbres y formas de vida orientales, sus agudas apreciaciones sobre las religiones y supersticiones asiáticas -tan mal conocidas en Occidente-, su mezcla de rigor testimonial con fantasía libresca -producto de las lecturas de otros libros de viajes-, su apasionada relación de los múltiples peligros sobrevenidos durante tan largo viaje, y sus curiosas observaciones lingüísticas ("e non se entiende esta lengua aquende del río [Oxus] pero que fablan todos la lengua persiana que de esta lengua a la persiana hay poco departimiento, pero que la letra que escriven estos de tierra de Samaricante, el río allende, non la entienden nin saven leer del río aquende").

La Embajada a Tamorlán, atribuida sin duda alguna por el citado Argote de Molina a Ruy González de Clavijo, parece ser más bien el fruto de la redacción de los tres embajadores o, cuando menos, de Clavijo y Alonso Páez de Santamaría (éste último, maestro en teología, era el más culto de la comitiva). Es muy posible que también interviniera en su elaboración el diplomático tártaro Mohamad Alcagí, pues sus traducciones fueron imprescindibles para la redacción de numerosos pasajes; e incluso se ha apuntado el nombre de un posible tercer autor, Fernández de Mesa, que, según otro libro de viajes (las Andanças e viajes, de Pero Tafur), también habría formado parte de la misión diplomática enviada por Enrique III. No resuelve las dudas acerca de la autoría la edición que, en 1782, salió de las prensas madrileñas del famoso impresor Antonio de Sancha (1720-1790), quien, desde el privilegiado frontispicio del título, volvió a atribuir resueltamente la obra a un único autor (Historia del Gran Tamerlán e itinerario y narración del viaje y de la embajada que Ruy González de Clavijo le hizo). Sin embargo, como atinadamente observa el estudioso contemporáneo Joaquín Rubio Tovar, "no parece [...] lógico atribuir a un sólo autor un texto tan rico y complejo. Las informaciones relacionadas con las más variadas materias, las traducciones de Mohamad Alcagí, las explicaciones del clérigo, etc., suministran el material que, como se dice en el prólogo, convenía poner por escrito. Ignoramos quién ayuntó la información y redactó el texto tal y como lo leemos hoy. La tradicional atribución a Clavijo responde quizá a que fue él el responsable político de la embajada y quién sabe si quien finalmente la redactó".

Bibliografía

  • FICK, Bárbara. El libro de viajes en la España medieval (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1976).

  • GARCÍA LORA, José. "Dos enfoques sobre el gran Tamerlán de Persia: Marlowe y Clavijo", en Papeles de Son Armadans (Palma de Mallorca), nº 12 (1959), págs. 52-72.

  • LASSO DE LA VEGA, Ángel. "Viajeros españoles de la Edad Media", en Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid (Madrid), nº 12 (1882), págs. 227-257.

  • LÓPEZ ESTRADA, Francisco [ed.] Embajada a Tamorlán (Madrid: CSIC, 1943).

  • LÓPEZ ESTRADA, Francisco. "Procedimientos narrativos en la Embajada a Tamorlán", en El Crotalón (Anuario de Filología Española), nº 1 (1984), págs. 129-146.

  • LÓPEZ ESTRADA, Francisco. "Sobre el ms. de la Embajada a Tamorlán del British Museum", en Archivo de Filología Aragonesa (Zaragoza), ns. VIII-XIX (1956-57), págs. 121-126.

  • LÓPEZ ESTRADA, Francisco. "Viajeros españoles en Asia: la embajada de Enrique III a Tamorlán (1403-1406)", en Revista de la Universidad Complutense (Madrid), nº 3 (1981), págs. 227-246.

  • RUBIO TOVAR, Joaquín. Libros españoles de viajes medievales (Madrid: Taurus, 1986).

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.