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HistoriaBiografía

Gómez de Silva y Mendoza, Ruy. III Duque de Pastrana (1586-1626).

Aristócrata español, tercer duque de Pastrana, nacido a primeros de octubre de 1586 en Valencia y muerto el 23 de Diciembre de 1626 en Madrid. Ostentó, asimismo, los títulos de duque de Francavila y Estremera, cuarto príncipe de Melito y de Éboli, marqués de Algecilla y de Almenara, conde de Chamusca, barón de la Roca y señor de Miedes y Mandayona, así como de otras muchas villas y lugares.

El hecho de nacer en Valencia obedeció a un expreso deseo de su madre Ana de Portugal y Borja, baronesa de Monóvar. Desde muy niño, al igual que sus hermanos Francisco y Diego, recibió una estricta educación basada en el ejercicio de las armas y en el natural desempeño de servicio a su majestad. Su precoz entendimiento, sensatez y compostura rápidamente le hicieron distinguirse en los medios cortesanos como digno sucesor de las cualidades de sus padres y gloriosos ascendientes. Con tan sólo nueve años tuvo ocasión de viajar con su padre, el capitán de lanzas y general de la caballería, Rodrigo de Silva y Mendoza (1562-1596), II duque de Pastrana, hasta los campos de batalla de Flandes. Allí, después de familiarizarse con la situación política y bélica, fue nombrado a requerimiento del rey, gobernador de aquel Estado y capitán general de los Tercios.

Con trece años, y después de la heroica y sentida muerte de su padre en 1596 cuando defendía la plaza de Luxemburgo, el joven duque siguió gozando del mejor deseo del rey, independientemente de su alta condición de grande de España. Como tal, tomó parte relevante en el exclusivo acompañamiento a Felipe III durante la solemne entrada pública que hizo en Madrid en 1598. Fue nombrado comendador de Estepa, cazador mayor de su majestad y miembro de los Consejos de Estado y Guerra.

A los quince años (2 de septiembre de 1600) casó con Leonor de Guzmán de Sotomayor, hija de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, VII duque de Medinasidonia y de Ana de Silva y Mendoza. Fruto de la unión, el matrimonio tuvo cinco hijos: Rodrigo; Alonso; Diego; María, que murió al nacer y María, que contraería matrimonio en 1670 con Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, VII duque del Infantado.

En 1605, Ruy, y con motivo del feliz nacimiento en Valladolid del príncipe Felipe, futuro Felipe IV, supo distinguirse en tan señalado acontecimiento siendo uno de los nobles que más gasto hizo en los festejos de celebración, sufragando todo tipo de: “invenciones de fuegos y luminarias, máscaras, toros, juegos de cañas y saraos”. Felipe III, en reconocimiento a tan principal servicio, le eligió junto a los duques de Medinaceli, Alba, Osuna, Almirante de Castilla y otros muchos señores ilustres de la corte, para portar los estandartes e insignias reales en el bautizo del príncipe, celebrado con gran aparato y ceremonia en el monasterio vallisoletano de San Pablo.

Como pleiteante también mantuvo largos y costosos litigios por herencias familiares, eso sí, no con el exceso que lo haría más tarde su hijo Rodrigo, cuarto duque de Pastrana. El principal de estos pleitos resultó como consecuencia de la extinción de la rama directa de los condes de Cifuentes, al morir sin sucesión la octava condesa, Ana de Silva, en Sicilia, el 29 de marzo de 1606, cuyos parientes se apresuraron a reclamar el derecho al pingüe mayorazgo. Con tal motivo, se promovió un pleito entre los dos que más prisa se dieron en alegar su derecho sucesorio y aún en tomar o disputarse la posesión de cuantas villas y lugares constituían el rico mayorazgo de la extinguida casa troncal de los Silva. Junto con un aluvión de pretendientes los que más derechos demostraron ante la Real Chancillería de Valladolid fueron Pedro de Silva y Girón y Ruy Gómez de Silva. El 29 de marzo de 1613 se dictó la sentencia por la que Pedro de Silva y Girón obtenía el título de IX conde de Cifuentes con los bienes y señoríos anejos. Sin embargo, quizás quedó peor librado que el duque de Pastrana, a quien se le adjudicaron los más rentables y más antiguos mayorazgos de la casa de Cifuentes, que habían acrecentado su heredad desde el segundo al sexto condes, es decir, los lugares de Barcience con su castillo, Escamilla, Torrecuadrada, Renales, Alamillos, Yela, Moranchel, Sotoca, Gárgoles de Arriba y de Abajo, y otros bienes cuantiosos.

Otro importante servicio prestado por Ruy Gómez de Silva y Mendoza tuvo lugar con motivo de los tratos matrimoniales ente las cortes de España y Francia, en virtud de los cuales el rey de Francia, Luis XIII, casaría con la infanta española Ana de Austria, y el príncipe de Asturias, futuro Felipe IV, haría lo propio con Isabel de Borbón, hermana de Luis XIII e hija de Enrique IV de Francia y de María de Médicis. Después de interminables negociaciones, los acuerdos secretos para este doble matrimonio se firmaron el 30 de abril de 1611, haciéndose públicos en España el 2 de febrero y en Francia el 25 de marzo de 1612. Como embajadores extraordinarios para firmar los contratos fueron designados por Francia, el duque de Mayenne, y por España, Ruy Gómez de Silva. El de Pastrana, a petición de Felipe III, emprendió viaje a París acompañado de sus dos hermanos y de una riquísima comitiva compuesta por más de cuarenta gentileshombres, pajes, lacayos y demás servidores, todos ellos perfectamente ataviados y en número que sobrepasaba las trescientas personas. La recua empleada, según testigos del acontecimiento, era de tal envergadura que las acémilas podían contarse por centenares, todas ellas cubiertas con ricos reposteros bordados con las armas de Silva y Mendoza. El 25 de agosto, fiesta de San Luis, la embajada hizo su entrada pública en París con el mayor alarde y lucimiento, dirigiéndose hacía el palacio de Louvre en donde fue recibido solemnemente por los monarcas, “haciéndoles muy grandes honras”. El duque, representando al rey de España, firmó el contrato de matrimonio en el que Isabel de Borbón quedaba comprometida para contraer nupcias con el heredero del trono de España, el príncipe Felipe. Terminada la misión extraordinaria, Ruy regresó a España e informó al rey de lo capitulado en Francia. Hasta el año de 1615 no se verían consumados dichos acuerdos con el célebre intercambio de princesas en el paso fronterizo de Hendaya, sobre el Bidasoa, y las posteriores bodas reales.
En el verano de 1619, a propuesta de algunos consejeros de Felipe III y bajo el asenso de su confesor fray Luis de Aliaga, el rey, como segundo después de la unión de las coronas de España y Portugal, asiente de buen grado viajar a Portugal en donde no había estado en los veinte años transcurridos de su reinado. En aquel tiempo los viajes reales por cortos que fueran requerían de una pormenorizada organización, mantenida con el nombramiento de un extenso séquito al que necesariamente había que procurar un importante aporte económico. Ante el cuantioso gasto que acarreaban semejantes empresas se requirió el servicio de muchos nobles. Entre otros, es probable que la generosa disposición del duque de Pastrana le señalaran, junto con los duques de Uceda y de Cea, para que fuera uno de los principales a la hora de nombrar y establecer el acompañamiento regio, compuesto por una extensísima nómina formada, entre otros, por los miembros del Consejo de Portugal y su presidente, Carlos de Aragón y Borja; los de los Consejos de Estado y Guerra; el comendador mayor de León; el marqués de la Laguna; el confesor del rey; secretarios de Estado y demás titulares de otros muchos cargos, además de damas, oficiales de las guardias y de todo tipo de criados de su majestad, siempre “en número excesivo” según el relato de Matías de Novoa, testigo en aquella histórica jornada.

El duque de Pastrana, ante este alto acontecimiento, se encargó del envío personal de despachos a todas las autoridades eclesiásticas lusas y demás personas ilustres de aquel reino, entre ellas, el por entonces virrey y capitán general del reino de Portugal, Cristóbal de Maura, marqués de Castel-Rodrigo. En las misivas, se les daba cuenta de los pormenores del viaje real, comunicándoles la voluntad que tenía el rey de favorecerles y acrecentar el reino. La interminable comitiva real se puso en marcha el 22 de abril de 1619. Acompañaban al rey la jovencísima pareja de los príncipes de Asturias, Felipe e Isabel de Borbón, la infanta María, futura emperatriz, seguidos por los mencionados duques de Pastrana, Uceda y Cea, a la cabeza de otros muchos títulos y caballeros.

Antes de morir en Madrid el 23 de Diciembre de 1626, el duque tuvo ocasión de hacer su último gran servicio a la Monarquía Católica, pasando a Roma como embajador extraordinario, donde libraría negocios de gran importancia que desempeñó con “gran magnificencia, cuidado y prontitud” y a plena satisfacción de los reyes.

Su mujer, Leonor de Guzmán, poco después de enviudar, mandó edificar en Madrid el palacio de las Vistillas de San Francisco, con tribuna a este convento. En escritura notarial favoreció a su segundo hijo Alonso, VI conde de Galbe, y sus descendientes para que fueran los principales herederos. En otras cláusulas, algunas relativas a la utilización del apellido Guzmán, estipuló que pasara en caso de falta de línea de sucesión a Diego, su hijo tercero, y, en su defecto, a su otra hija, que al morir sin descendencia, beneficiaron al primogénito Rodrigo de Silva y Mendoza (1614-1675), llamado no sólo a disfrutar de dicha heredad, sino a continuar la línea sucesoria como IV duque de Pastrana.

Bibliografía

  • ARTEAGA Y FALGUERA, C. La casa del Infantado. Cabeza de los Mendoza, Madrid, 1944.

  • GUTIÉRREZ CORONEL, D. Historia genealógica de la Casa de Mendoza, (edición, prólogo e índice de Ángel González Palencia), Tomo I y II, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita del CSIC y Ayuntamiento de la ciudad de Cuenca, 1946.

  • HISTORIA DE ESPAÑA dirigida por Ramón Menéndez Pidal, tomo XXIV. La España de Felipe III por Ciriaco Pérez Bustamante, Madrid, Espasa Calpe, 1979.

  • LAYNA SERRANO, F. Historia de la villa de Cifuentes, 2ª edición, Guadalajara, Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana”, 1979.

  • NOVOA, M. de: Memorias de..., ayuda de cámara de Felipe IV, sobre el reinado de Felipe III, conocida antes como Historia de este Rey por Bernardo de Vivanco, CODOIN, tomos LX y LXI, Madrid, 1875.

  • SALAZAR Y CASTRO, L. de: Historia genealógica de la casa de Silva..., Madrid, por Melchor Álvarez y Mateo de Llanos, 1685.

José Manuel Prieto Bernabé

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