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FilosofíaBiografía

Garin, Eugenio (1909-2004).

Humanista, crítico literario, profesor universitario e historiador de la Filosofía italiano nacido en Rieti (en la región del Lacio) el 9 de mayo de 1909 y fallecido en Florencia (en la región de la Toscana) el 29 de diciembre de 2004. Estudioso de Humanismo y el Renacimiento europeos -y, especialmente, de las manifestaciones de estos dos movimientos en su país natal-, está considerado como uno de los grandes intelectuales italianos del siglo XX. Su aportación más original a la cultura occidental contemporánea radica en la defensa de la tesis de que el Humanismo, a pesar de haber introducido numerosos aspectos innovadores respecto a la tradición escolásticas, no fue en modo alguno una negación de los valores religiosos de la Edad Media europea.

Vida, obra y pensamiento

Inclinado desde su juventud hacia el estudio de las Letras y el pensamiento, marchó a Florencia para cursar, en su Universidad, la carrera de Filosofía. Una vez licenciado, emprendió una brillante trayectoria docente que constituyó el eje de su actividad profesional, desplegada primero en los institutos científicos de Palermo (Sicilia) y Florencia, y más adelante en la Universidad de Cagliari (Cerdeña). En 1949 se incorporó al claustro de la Universidad de Florencia, donde impartió clases en calidad de catedrático de Historia de la Filosofía Medieval, al tiempo que se enfrascaba en una profunda investigación sobre la etapa final de la Edad Media y el Renacimiento, sin olvidar otras cuestiones de sumo interés para la identidad cultural de su nación, como el proceso de unificación de Italia. Finalmente, fue profesor emérito, entre 1974 y 1984, en la Escuela Normal de Pisa, donde impartió la asignatura Historia del Pensamiento del Renacimiento.

Su primer ensayo, que vio la luz en 1937, estaba dedicado a la figura y la obra el humanista italiano Pico della Mirandola (1463-1494). Se trata de Giovanni Pico della Mirandola (1937), obra en la que Eugenio Garin dejaba claro su temprano interés por los temas renacentistas. Continuó explorando dicha parcela en otros estudios tan relevantes como Il Rinascimento italiano (El Renacimiento italiano, 1941), L'Umanesimo italiano (El Humanismo italiano, 1947), Dal Medioevo al Rinascimento (De la Edad Media al Renacimiento, 1950) y Medioevo e Rinascimento (Edad Media y Renacimiento, 1954), obras a las que pronto añadió otros ensayos de sumo interés centrados en esos años postreros de la Edad Media y la eclosión del Humanismo renacentista, como Studi sul platonismo medievale (Estudios sobre el platonismo medieval, 1958), L'educazione in Europa. 1400-1600 (La educación en Europa. 1400-1600, 1957), Scienza e vita civile nel Rinascimento italiano (Ciencia y vida civil en el Renacimiento italiano, 1965), La cultura del Rinascimento (La cultura del Renacimiento,1967) y L'uomo del Rinascimento (El hombre del Renacimiento, 1988).

En esta extensa parcela ideológico-temática de sus investigaciones, Garin se apartó de la crítica tradicional para sostener que la supuesta modernidad laica del Renacimiento, señalada con especial énfasis por algunos ilustrados del siglo XVIII, no suponía una negación radical de los valores religiosos del hombre medieval. Sí había habido -en opinión del pensador de Rieti- una vertiginosa introducción de innovaciones morales y civiles por parte de la Literatura renacentista y la Filosofía del Humanismo (innovaciones que, por otra parte, invalidaban por completo la tesis continuista, según la cual había existido un tránsito fluido y natural de ideas y valores en el pasó de la Edad Media al Renacimiento); pero esta aparición de novedades -que Garin atribuía al rigor con que los averroístas habían puesto en jaque todas y cada una de las bases en que se asentaba la jerarquía escolástica- no rompía radicalmente con los valores religiosos y espirituales del hombre medieval, ya que, en su opinión, había un importante nexo de unión entre ambas concepciones del mundo: la figura del mago o astrólogo.

Para Garin, el ideal humano postulado por la modernidad laica del Renacimiento se encarnaba, mejor que en cualquier otra, en esta figura del mago o nigromante, hombre que, por medio de la acción, se considera poseedor de un dominio sobre la Naturaleza y, por ende, de modificar su propio destino (es decir, capaz de escapar al sometimiento impuesto por el Creador, en la medida en que él mismo puede también "crear" con sus poderes mágicos). Sentada esta premisa de la importancia del mago en el Renacimiento, Eugenio Garin sostenía que la Ciencia de aquel período se sustentó en principios básicos de la magia, la alquimia o la astrología -es decir, en saberes y valores heredados de la tradición medieval-; y que estos principios se convirtieron, por ende, en el fundamento de la Ciencia moderna, cuyo desarrollo se debió, en buena medida, a ese auge científico que comenzó a producirse en aquel período renacentista.

Dicho de otro modo, Garin sostuvo con audacia y originalidad que la magia y la astrología son componentes fundacionales de la Ciencia moderna, lo que a su vez implica el reconocimiento de que los saberes científicos de la modernidad contienen importantes elementos místicos e irracionales. Estas tesis le depararon muchas críticas, al igual que fue muy contestada su empeño por poner de relieve -frente a la tendencia de los historiadores tradicionales- el lado más oscuro, trágico, enigmático y cruel de una basta corriente artística e intelectual -el Renacimiento humanista- que, hasta entonces, había sido señalado siempre como modelo de claridad, equilibrio, armonía y racionalidad.

Además de este interés por la Baja Edad Media y el Renacimiento, Eugenio Garin mostró una viva curiosidad intelectual por otros temas en los que llegó a convertirse también en experto, como la vida y obra del político, historiador y filósofo Giovanni Gentile (1875-1944), conocido como "el filósofo del fascismo". Sin embargo, a pesar de su admiración por este pensador, Garin hizo gala en todo momento de una ideología antifascista que llegó a convertir en compromiso intelectual, incluso en aquellos períodos en los que no ere fácil ser izquierdista en determinados países de Europa (entre ellos, su Italia natal, dominada por el fascismo mussoliniano).

Asimismo, fue un reputado especialista en las figuras de Gramsci (1891-1937) y Croce (1866-1955), y estudió con singular provecho otras materias a las que consagró varios libros y artículos, amén de muchas horas de investigación, como la Filosofía inglesa de los siglos XVI y XVII -con especial atención a la vida y el pensamiento de Shaftesbury (1671-1713)-, y la metodología e historización de la Filosofía. A este último asunto dedicó obras tan consultadas en el ámbito universitario como La filosofia come sapere storico (La Filosofía como saber histórico, 1959), Storia della filosofia italiana (Historia de la Filosofía italiana, 1966) y Filosofia e scienze del Novecento (Filosofía y ciencia del siglo XX, 1978).

Sobre la cultura y la Filosofía contemporáneas, publicó Cronache di filosofia italiana. 1900-1943 (Crónicas de Filosofía italiana. 1900-1943, 1955), La cultura italiana tra '800 e '900 (La cultura italiana entre los siglos XIX y XX, 1962) e Intellettuali del XX secolo (Intelectuales del siglo XX, 1974). Otras obras suyas son La nueva edad (1969), Del Renacimiento al Iluminismo (1970), y Renacimientos y revoluciones (1975), La Biblioteca de San Marcos (1999).

Director de la revista Renacimiento y, hasta la fecha de su muerte, de Il Giornale Critico della Filosofia Italiana (El Periódico Crítico de la Filosofía Italiana), Eugenio Garin nunca dejó pasar la ocasión de aprovechar todas estas tribunas para hacer patente su compromiso ético e ideológico con las causas progresistas, así como su permanente condena al fascismo, algo en lo que insistió especialmente en Intervista con l'intellettuale (Entrevista con el intelectual, 1997), obra de Mario Ajello.

Retirado de la docencia al cumplir los setenta y cinco años de edad, continuó investigando e interviniendo activamente en la vida académica e intelectual de Italia hasta la fecha de su muerte. En 1998, la desaparición de su esposa, Maria Soro, le sumió en la soledad y la melancolía; a pesar de ello, continuó residiendo en su casa florentina, asistido por varios discípulos, hasta que perdió la vida en las postrimerías de 2004.

JRF

Autor

  • J. R. Fernández de Cano.